LAS ENTREVISTAS DEL BAFICI 2013 (03): YULENE OLAIZOLA

LAS ENTREVISTAS DEL BAFICI 2013 (03): YULENE OLAIZOLA

por - Entrevistas, Festivales
14 Abr, 2013 07:18 | Sin comentarios

LA GEOGRAFÍA COMO INQUIETUD E INTIMIDAD

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Yulene Olaizola

Por Roger Koza

Hace un año atrás escribí sobre Fogo, la tercera película de Yulene Olaizola:

«Los títulos de las películas de Olaizola son una cifra de su cine. La intersección de dos calles del Distrito Federal con nombres de escritores, Shakespeare y Víctor Hugo, bautizaba su primer film; una locación era mucho más que un paraje cualquiera, pues el lugar definía las coordenadas simbólicas de aquel extraordinario documental heterodoxo. En Paraísos artificiales, una vez más, una topografía específica (Tuxtlas, Veracruz) establecía una concepción de puesta en escena y un contexto para que su personaje principal, tal vez, pudiera superar una adicción. Lo que importaba en esa ficción (de naturaleza documental) pasaba por los pobladores y su experiencia delimitada por una naturaleza supuestamente paradisíaca pero indiferente al bienestar de los hombres. En Fogo, el nombre de una isla ubicada al noroeste de Newfoundland, Canadá, geografía inhóspita y paisaje infinitamente misterioso, el territorio elegido para filmar vuelve a dictar un conjunto de escenas y un relato tan mínimo como universal. Olaizola, como los buenos arquitectos, es primero una buena intérprete de un territorio, después escribe, filma, construye. Geografía, imaginación e imagen.

Los primeros tres planos permiten visualizar un ecosistema, una superficie, un hábitat. En pocos minutos, un hombre golpea una puerta de una casa y anuncia: “El último ferry sale pasado mañana”. En menos de 10 minutos ya sabemos todo: Norm, como algunos otros habitantes de Fogo, tiene que tomar una decisión. Su padre se quedará; Broaders, un amigo, también, ya que cuidar a su madre y sus perros es suficiente. Es evidente que subsistir en la isla no es sencillo. Las casas parecen estar doblegadas por la fuerza de gravedad, las condiciones atmosféricas son inclementes y forjar una economía parece imposible; dadas esas circunstancias, los hombres viven en una suerte de grado cero de existencia, y aun así el sentido de arraigo y de pertenencia es más poderoso que una posible inmigración hacia un mundo más amable. Olaizola tan sólo registra la noble resistencia de los pobladores. Beber, cantar, caminar con un amigo, jugar con las mascotas, preparar y prender el fuego, acciones desprovistas de trascendencia, adquieren aquí luminosidad y dignidad, reveladas por una directora obsesionada por encontrar el encuadre justo y dispuesta a esperar el gesto y la expresión exactos de sus personajes.

Y está la isla casi desierta, la secreta y ubicua estrella solitaria del film, esa geografía esencial para la literatura y el cine, el revés dialéctico de la civilización, ahí donde los hombres creen empezar de nuevo o simplemente confrontan con la desnudez de sus orígenes y su destino».

De aquí en adelante, un diálogo con Yulene Olaizola.

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Fogo

Roger Koza: Para quienes solamente han visto Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, y en el caso de los espectadores argentinos es posible que se trate de la regla, no han podido verificar una suerte de corrimiento estético de tu parte: tanto en Paraísos artificiales, primero, y ahora con Fogo, el lugar de la palabra ha disminuido y se ha radicalizado un cine de gestos, silencios, espacios abiertos, lejos de las ciudades. ¿A qué se debe esta evolución y transición de lo urbano a la naturaleza, y un abandono paulatino de la palabra hacia el silencio?

Yulene Olaizola: Creo que mi proceso de hacer cine ha sido muy espontáneo; he hecho, hasta ahora, las películas que tuve a la mano, las historias, personajes o lugares que se cruzaron por mi camino. Y con el tiempo he ido eligiendo que tipo de cine me gusta hacer y con cuál me siento más cómoda. Después de hacer Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, simplemente tenía ganas de experimentar, filmar lo que no había filmado antes y utilizar formas que no tuviera ya dominadas. Es así como en Paraísos artificiales hago prácticamente todo lo que no hice en Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo; exteriores, hermosos paisajes, naturaleza, cámara en tripié, actores, ficción, etc. Dentro de esa búsqueda que fue Paraísos artificiales, encontré cosas acertadas, otras no tanto. Y finalmente con Fogo repito muchas de las dinámicas y de los «logros» de Paraísos artificiales, como sería el generar una película partiendo de un lugar y una persona, y el trabajo con actores no profesionales, basado en la improvisación.

He ido encontrando el gusto por el silencio, por el cine no narrativo, o de narrativas no convencionales, pero eso no significa que ese sea el tipo de cine que quiero hacer siempre; con cada proyecto cambia mi manera de hacer cine.

RK: Hay un factor común entre las tres películas: un lugar (una calle, un pueblo, una isla) define una espacio simbólico, como si tus películas necesitaran una locación para empezar a existir y no un guión que debe encontrar un lugar para ser ilustrado. ¿Cómo ves la relación que se establece entre territorio, y puesta en escena?

YO: En mi caso, efectivamente, las locaciones o espacios han sido los detonantes de las historias. Creo que tiene que ver con que no soy una apasionada de las historias por sí mismas; en cambio, disfruto de descubrir lugares nuevos y remotos y de conocer la gente que los habita. Y cuando uno encuentra un lugar maravilloso, con gente especial, vale la pena compartirlo con los demás. Quizás no soy buena para inventar historias, simplemente me gusta hablar de experiencias propias y transmitirlas.

RK: El otro rasgo evidente en las dos últimas películas consiste en una profundización formalista en tu cine. Encuadres geométricos, escasos travellings pero fabulosos, poca música y un encogimiento consciente respecto de la voluntad de relato, ¿a qué se debe esta elecciones formales?

YO: Creo que se debe a que he tratado de hacer lo que mejor se me da, con lo que siento cómoda, por decirlo de alguna manera. Me gusta trabajar la forma, pero sin dogmas o grandes analogías al respecto; considero que mi trabajo de la forma es muy intuitivo y responde a las necesidades prácticas del rodaje. Disfruto de lo espontáneo y no me gusta tener control absoluto de lo que ocurre frente a la cámara; sin embargo me interesa que cada plano sea memorable de alguna manera, que la forma sea tan importante como el contenido.

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Fogo

RK: ¿Qué te interesó en Fogo, o qué te llevó a filmar a los isleños y sus vidas?

YO: Lo que me llevo a Fogo (la isla) fue simplemente un deseo de experimentar la vida en un lugar diametralmente opuesto a la Ciudad de México y a mi vida cotidiana; con esa motivación solicité la beca de residencias para artistas que tiene la isla de Fogo. Tenía ganas de volver hacer cine de manera más improvisada, en cuanto a la producción, más cercano a lo que fue mi experiencia con Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo; una cámara de video pequeña, dos personas, ningún compromiso o expectativa. Ya estando en Fogo, me topé con Norman y Ron, personajes principales de Fogo, y pocos días después de conocerlos supe que tenía que hacer una película con ellos. En las siguientes semanas inventé la historia, la línea argumental, o simplemente un pretexto para trabajar con ellos.

RK: En Paraísos artificiales trabajabas con una actriz profesional y una lugareño, un no actor. Aquí, directamente, los actores no son profesionales sino gente de la isla, habitantes reales: ¿cómo trabajaste los aspectos dramáticos e interpretativos?

YO: El trabajo principal con los actores no profesionales, en el caso de Fogo, se basa primero en la observación minuciosa, en pasar tiempo con ellos y conocerlos, y así encontrar aquellos rasgos o detalles de la personalidad de cada uno, los que pueden ser inmortalizados por una cámara. Después mi trabajo consistía en generar las condiciones adecuadas para que los actores pudieran mostrarse tan naturales y sinceros como en su vida cotidiana, y que lograrán compartir frente a una cámara lo que compartían conmigo en la cotidianidad. Esto implicaba desde cosas básicas de logística de producción, hasta cosas menos tangibles, que tienen que ver con la confianza, la amistad, y quizás algo parecido a una terapia psicológica.

RK: El relato mínimo gira en torno al desarraigo y al sentido de pertenencia respecto de un lugar que se inscribe en la identidad de quienes viven. ¿Por qué elegiste ese tema como eje de la historia? ¿Hasta qué punto es un problema real de Fogo, la isla?

YO: Mi primera intención era simplemente hacer una película sobre Norman y Ron que van a una cabaña en el bosque, acompañados de sus perros; esas imágenes detonaron el resto de la película. Después junto con Rubén Imaz empezamos a explorar ideas más apocalípticas sobre el fin del mundo, que me permitieran ponerme en terrenos de la ficción y alejarme de la realidad de isla, ya que no quería hacer un documental al respecto. Finalmente investigando sobre la isla, descubrí un evento en el pasado del lugar que se llama Resettlement Program, una iniciativa del gobierno para reubicar a pequeñas y remotas comunidades de Newfoundland y Labrador en poblaciones más grandes, lo cual significó el abandono de 300 comunidades y casi 30,000 personas, quienes fueron reubicadas. Se me ocurrió entonces plantear una situación similar, pero en la actualidad, y sin explicar las causas; simplemente me interesaba ver el forzoso abandono de la isla y sobretodo la gente que se resiste a dicho cambio.

La situación en la isla de Fogo no puede ser más lejana a la de la película. Es una isla con alrededor de 2000 personas divididas en 11 comunidades. Tienen todos los servicios de una ciudad pequeña, y la gente vive muy bien. Una característica peculiar del lugar es que su población se divide prácticamente entre niño-adolecentes y adultos mayores, casi no hay gente joven en el lugar, ya que no hay universidades y la isla ofrece pocas posibilidades de trabajo; así es que la mayoría de las personas que crecen ahí al cumplir 18 viajan a otras zonas de Canadá para a estudiar o trabajar. Algunos regresan con el tiempo, sobre todo después de jubilarse.

Y aunque la vida real en la isla es muy diferente, Fogo, la película, retrata fielmente otro tipo de cosas sobre la vida en la isla. En efecto, retrata personajes que representan el sentir y la forma de ser de las personas que han pasado ahí la mayor parte de sus vidas; su sentir y pensar, su manera de expresarse.

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Fogo

RK: La perfección de los encuadres es ostensible; a menudo me pregunté viendo la película el tiempo de trabajo sobre cada escena en particular. Esto me lleva a una refutación necesaria respecto del cine minimalista y la falta de rigor en la labor de un rodaje de esta características. ¿Cómo planificabas el rodaje y las decisiones de puesta en escena?

YO: En Fogo las decisiones se iban tomando sobre la marcha. Era la primera  vez que trabajaba con Diego García (fotógrafo), y tuvimos apenas una semana para hacer pruebas de cámara, ver locaciones e introducir a Diego a nuestros actores y al estilo de vida de la Isla; cuando él llegó a Fogo, yo ya llevaba viviendo ahí un par de meses, y sólo nos quedaba un mes para hacer la película. Sin tener muy claro qué tipo de encuadres o movimientos de cámara íbamos a usar, empezamos a filmar. Las complicaciones de ser sólo dos personas, poco a poco nos fue obligando a dejar la cámara en el tripié para poder concentrarnos también en otras cosas, como el diseño de arte, el sonido, los actores etc. Las tomas se definían en el momento, y con toda la calma del mundo dedicábamos el tiempo que fuera necesario hasta encontrar el encuadre correcto. Trabajábamos en un ritmo lento, en el que los personajes se pudieran sentir a gusto y no estuvieran presionados. Filmamos con una cámara pequeña, una Sony y usamos tres lentes. El guión se iba generando día a día. Alguna cosas que están en la película nunca fueron planeadas; tuvimos la calma y la seguridad para ir incluyendo las situaciones que ocurrían en la vida real, aunque éstas tuvieran su propio ritmo y destino, y estuvieran fuera de nuestro control.

RK: ¿En qué estás trabajando, ya que has anunciado una nueva película?

YO: Trabajo en una película sobre tres conquistadores del ejército de Hernán Cortez que subieron el volcán Popocatepetl, días antes de entrar por primera vez a la Ciudad de México-Tenochtitlán. Será una codirección con Rubén Imaz; la idea original es suya, y el guión lo escribimos juntos. Esperamos poder filmar a principios del año próximo, y el proyecto se llama Epitafio.

Roger Koza / Copyleft 2013