LAS PELÍCULAS DEL BAFICI 2017: CASA ROSHELL
La Casa Roshell es un lugar ambiguo que funciona como una “escuela para travestis” y como un bar; y a la vez es un buen documental de la chilena Camila Donoso que fusiona lo analógico con lo digital mostrando la ambigüedad de aquello que estamos viendo (en todos los sentidos): el cruce lábil entre documental y ficción.
La “casa” es ese espacio de libertad donde se imparten clases acerca de cómo ser mujer, tal vez un poco recostado a preceptos antiguos que hacen a las modulaciones femeninas: ponerse tacos y caminar con ellos, moldear la cintura, juntar las rodillas, elegir las pelucas, el “outfit” donde las polleras deben marcar la cintura y ser más amplias en las piernas. Todo esto forma parte de este proceso de enseñanza que los hombres aprenden con bastante facilidad. Ser mujer es para algunos de ellos algo momentáneo, para otros será una condición definitiva y marcará su vida hasta el fin de sus días, como dice Mme Roshell en algunos de sus monólogos sobre el escenario. Ella es la pedagoga, la actriz, la cantante, la sexy, la seductora, la dueña del lugar que lleva su nombre. Pero la “casa” es asimismo ese espacio donde hombres y mujeres se encierran para transformarse en otros o en otras, un espacio que reúnen y contiene a almas solitarias y dubitativas, a veces felices y a la vez decepcionadas, pues buscan, más allá del sexo y más allá del género, un poco de amor, cariño y respeto. Un lugar de libertad y a la vez de encierro, de aprendizaje y a la vez de enseñanza, de soledades y a la vez de compañías, síntesis de lo que significa la casa Roshell.
Casa Roshell, Camila José Donoso, México, 2017
La puesta en escena destila varias ideas visuales interesantes que condicen con la historia a narrar. Los encuadres de tan cuadrados y rectos se confunden con los marcos de los espejos (que abundan), con las mesas que usan para vestirse y maquillarse y con los armarios donde guardan sus pertenencias. Esos encuadres suelen tener un punto de fuga que desemboca en otros espejos marcando la duplicidad de mujeres, de travestis, de hombres. Esos espejos reflejan a su vez los rostros que van maquillándose y los cuerpos que se travisten lentamente, y que la cámara acompaña sin apuro, demorándose en el proceso de cambio de los hombres. Los cuerpos travestidos son los cuerpos que son disciplinados en ese ser mujer un tanto dogmático; en esa identidad de género que esos individuos buscan desesperadamente.
Los rojos de la casa, las pequeñas luces, los juegos de sombras marcan un territorio que nada tiene que ver con el “afuera”, transformando a ese espacio en un “adentro” perpetuo. Los fuera de campo, los diálogos entre hombre y travestis o entre hombres acompañan esa diversidad en la que están inscriptos,esa ambigüedad que es el sello de Casa Roshell. Entre cortinas, entre susurros, con la música melódica que viste las escenas, con el maquillaje que brilla en los rostros de esos hombres, la película desaprovecha algunas ideas quedándose un poco en el camino; sin embargo es de destacar sus momentos de humor, la amabilidad en el retrato de los personajes y la humanidad que se desprende de la mirada de la directora para con todas sus criaturas, un signo a destiempo con el cine actual y poco frecuente.
Marcela Gamberini / Copyleft 2017
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