LAS PELÍCULAS SECRETAS (01)
Ladoni / Palmas , de Artour Aristakisian, Rusia, 1994
Por Roger Koza
Hace unas décadas criticar y estar en contra del sistema era parte de cualquier discurso inconformista. La desaparición de esta sospecha y actitud indica un cambio de coordenadas ideológicas, acaso porque el sistema ha incorporado como suya, incluso, la indignación ante él. Hay algo extraordinario en la ópera prima de Aristakisian: la crítica al sistema se apoya en la dignidad de la desposesión radical y la concomitante honestidad de sus protagonistas. No se trata aquí de “salvar” a los pobres, ni hablar en su nombre mientras se apela a la retórica de los derechos humanos. Palmas llega tarde al mundo que filma: los restos, los escombros, el chiquero, el excedente es un dato, que no se justifica pero jamás se niega cómo el sistema lo produce. Un diálogo omnipresente entre el hijo del director, que todavía no nació y cuya madre no es su mujer, intenta explicar el mundo que le espera. Nacer es un inconveniente y, de no poder evitarse, el sistema está allí para garantizar electricidad y teología, escuela y dogma, bienes y creencias. Un heterodoxo misticismo anárquico merodea el soliloquio omnipresente durante casi todo el film, dividido en dos partes de 10 capítulos; ya en el prefacio, que remite a la tradición vanguardista del cine soviético, Palmas alude a la primera persecución contra los cristianos, a cargo de Nerón. El fugitivo del sistema se anuncia allí y continúa en 1990, en Chisinau, Moldavia. Los fugitivos de hoy son un joven ciego, que cree que el mundo está habitado sólo por ciegos, un hombre que vive entre palomas, una mujer que permanece acostada mientras espera la Segunda Venida de Cristo, una pareja que construye las paredes de su casa con ropa que obtienen de los entierros, un lisiado que va de un lado al otro en una especie de carro con ruedas. Como sucede con muchas películas hermanas de Palmas, como Tierra sin pan, Freaks, En el cuarto de Vanda y La casa está oscura, lo siniestro, aquello que el orden simbólico no puede conquistar, se pone en evidencia, pero lo extraño es que mirar directamente a la cara de esa experiencia desprovista de compasión implica una dislocación inevitable de nuestro punto de vista. Resulta abismal, pero, por alguna razón que me excede, pasar y atravesarPalmas renueva la fe en el cine y el deseo de indagar sobre el mundo y nuestro lugar en él, aun cuando las pocas certezas que tenemos se destituyan frente al poder de las imágenes de Aristakisian.
A esta no la pude ver. La posterior «Un Lugar en el Mundo», también es una gran película secreta.
Recuerdo la experiencia de verla en el Bafici. Las dos son muy buenas, pero la primera tiene algo que la otra no tiene: ausencia de sarcasmo y nihilismo poscomunista, o algo así. Saludos Salva.
…Roger me va a ‘odiar’, por éste y otros comentarios míos de la misma tesitura, peeeeroo… ésta también se consigue en la web (solo para quienes no tienen otra posibilidad de llegar a ella, claro)…
SJ: no te odio en lo más mínimo y creo que hoy todo se debe conseguir en la web. ABZ. RK
Lo siniestro, si puede ser conquistado por el orden simbólico no siempre es malo, pero hoy en día lo simbólico está al servicio del capitalismo.
Acaso alguien me diga que lo simbólico siempre estuvo al servicio de los poderes de turno y que estos no son absolutos sino hegemónicos.
Tal vez, solo tal vez, como una esperanza, el cine, el arte, nos pueda dar una territorio de exilio.
leer lo que escribes al final: «…Resulta abismal, pero, por alguna razòn que me excede, pasar y atravesar Palmas renueva la fe en el cine y el deseo de indagar sobre el mundo y nuestro lugar en èl, aùn cuàndo las pocas certezas que tenemos se destituyan ante el poder de las imàgenes de Aristakisian». Hermosa conclusiòn y precisamente por esto me hizo recordar que no hay nada nuevo en este mundo, salvo lo olvidado y entonces pensè: Roger es una de esas personas que nos recuerda lo olvidado con sus pensamientos.
Muchas gracias Silvia. RK