LAS PELÍCULAS SECRETAS (13)
Territoire perdu / Territorio perdido, de Pierre-Yves Vandeweerd, Bélgica-Francia, 2011
Por Roger Koza
La Historia escrita empezó con Heródoto, y desde entonces la mayoría de las historias son relatos de guerra. Es posible que no sepamos nada de la República Árabe Saharaui Democrática, cuya independencia data de 1976, excepto si uno sigue profesionalmente los pasos del primer historiador, o si uno es un cineasta sensible como Pierre-Yves Vandeweerd, que culmina con Territorio perdido una trilogía sobre esta región conflictiva situada en la zona occidental del Sahara, alguna vez colonia española, hoy, principalmente, territorio ocupado por Marruecos. Casual y causalmente, en un festival reciente, la notable película mexicana El lugar más pequeño y este film de Vandeweerd, no menos sobresaliente, se llevaban los premios principales. Como sucedía con el film de Tatiana Huezo, el director belga sólo filma el rostro (y las manos) de quienes tendrán a cargo la reconstrucción de la memoria de una matanza. A su vez, el director establece un vínculo sempiterno entre el desierto, los camellos y sus habitantes, y es quizás por eso que, de los siete testimonios que se escuchan (algunos sobre las atrocidades cometidas por los marroquíes y mauritanos en el pasado, y otros sobre la situación actual, pese al cese de fuego de 1991: testimonios sobre torturas, violaciones, fusilamientos y explosiones), el relato de un guía del desierto resulta visceral y ancestral, como si revelara una ontología y un derecho (natural) de autodeterminación. El Hisam, una muralla de 2400 kilómetros construida por los marroquíes para demarcar un límite entre el territorio ocupado y el de los saharauis, es un punto de definición de la puesta en escena. La cámara de 8mm reposa a 78 km, a 97 km, a 11 km, hasta ubicarse a 400 metros. El viejo guía, que sabe escuchar el arte del silencio y reconoce el sonido de las piedras, las plantas y el viento, informa que del otro lado hay un sitio sagrado de peregrinación que los nómades solían visitar para honrar a sus ancestros. Hoy, en ese otro lado, por donde los camellos circulan en libertad, los jóvenes saharauis, comprometidos o no en la Intifada, la resistencia, son detenidos ilegalmente. No son aún “la gente del vacío”, un giro lingüístico para denotar la presencia invisible de los muertos, y luego para nombrar con propiedad a los desaparecidos. En el plano final, como en el inicial, los camellos tienen la palabra. Sus gritos parecen parafrasear un viejo dicho de Heródoto: “Lo que no es bueno para los hombres tampoco es bueno para los camellos”.
Roger Koza / Copyleft 2013
Gracias Roger, por hacerme conocer a este director, qué interesante lo de la ubicación de la cámara fija y a parte una 8mm. Me gustan tus críticas.
Gracias Silvia, y me alegra lo que decís porque el sentido de la sección «Las películas secretas» es justamente advertir sobre una obra desconocida u olvidada. Saludos. RK