LAS PELÍCULAS SECRETAS (53): KHEST VA AYENEH

LAS PELÍCULAS SECRETAS (53): KHEST VA AYENEH

por - Críticas, Las películas secretas
27 May, 2017 11:58 | comentarios
Una película extraordinaria (y también una ópera prima entre las mejores de la historia del cine) y precursora en todos los sentidos de muchas películas de los cineastas posteriores del celebrado cine iraní que resplacendieron en los últimos 40 años

Khest va Ayeneh / The Brick and the Mirror / El ladrillo y el espejo, Ebrahim Golestan, Irán, 1965

Extraordinaria de punta a punta. Ningún plano de más, decisiones formales precisas, interpretaciones justas, un drama privado y público, una época. La ópera prima del escritor y cineasta Golestan es una película seminal de lo que se conoció como la Nueva Ola Iraní. Los ecos en películas posteriores de Kiarostami, Makhmalbaf, Panahi y otros cineastas son innegables, aunque el tiempo histórico denota una diferencia esencial. En la década de 1960, Irán lucía más moderna y secular, como puede verse en varias escenas callejeras y en la magistral escena, pletórica de erotismo, en el pequeño cuarto del protagonista.

El comienzo es magnífico. Una mujer (interpretada por la poetisa y cineasta iconoclasta Forough Farrokhzad) abandona a su bebé en el taxi en el que viaja. El taxista se dará cuenta de inmediato e irá en búsqueda de esa misteriosa mujer. El lugar es de por sí tenebroso. Ahí viven los que ya han sido arrastrados al límite de lo aceptable. El trabajo sobre el espacio en esa secuencia y el juego de luces y sombras muestran una seguridad escénica poco frecuente para un debutante. La escena que sigue es no menos alucinante: el taxista visita un bar con el bebé en brazos y sus conocidos opinan sobre su situación. Toda una mentalidad de época resulta ostensible, también las coordenadas sociales y económicas. Pero ¿qué hará el taxista con la criatura?

El film suma una segunda vía dramática cuando interviene la amante del protagonista. Ella quiere estar con él e incluso no rechazará la posibilidad de darle un hogar al huérfano. La tensión entre ellos alcanza su máxima expresión en una discusión que tendrán a plena luz del día caminando por los callejones de Teherán. Golestan idea una forma de registro en la que el conflicto se materializa: se trata de un travelling de los amantes yendo en la misma dirección pero lo que se ve es una especie de plano-contraplano en el que ambos van (simbólicamente) en direcciones opuestas.

Cada escena introduce una dimensión institucional y una situación de descontento social que preanuncia la revolución de la década siguiente. Las escenas finales son desgarradoras: los futuros ciudadanos iraníes serán casi todos expósitos.

Roger Koza / Copyleft 2017