LAS PELÍCULAS SECRETAS (54): SUEÑOS DE HIELO
Sueños de hielo, Ignacio Agüero, Chile, 1993
En una conferencia reciente Agüero utilizó una metáfora feliz: la tradición del cine es como un océano; se entra en él y de ahí surge una obra particular. Es comprensible su elección. El cine de Agüero, en varias ocasiones, tiene algo de aventura marítima. Sucede que este hijo de un miembro de la Marina (antes de ser tomada por los partidarios de Pinochet) eligió navegar por tierra con una cámara. ¿No era El otro día una especie de expedición en la que el capitán Agüero establecía una línea afectiva entre algunos habitantes de varios ‘archipiélagos’ situados en Santiago de Chile?
La única película realmente en el mar que ha hecho Agüero es la extraordinaria Sueños de hielo. Un absurdo proyecto gubernamental en 1992 termina siendo la oportunidad para que hiciera su película en el mar. La anécdota verídica es que un navío tuvo que transportar de la Antártida a Sevilla 200 toneladas de hielo, un témpano austral para exhibir en la Exposición Universal.
Agüero registra la travesía y sobre ese acopio de imágenes suma una voz en off, un texto magnífico, algunas citas visuales de Moby Dick de John Huston, bandas de sonido con cantos de ballenas (que se le atribuyen a los témpanos) y pasajes sonoros de Bartók y Ravel, y transforma aquel viaje originalmente desprovisto de misterio en una verdadera travesía propia de los géneros literarios vinculados al mar. No solamente se siente a Melville, sino también a Pigafetta, Darwin y Conrad. El mar es lo otro de la civilización.
La importancia de la palabra no opaca los imponentes planos que aporta el material físico del film, más bien sugiere cómo la ficción está potencialmente en la realidad. La astucia del film reside en el trabajo solidario y la cadencia que se propone entre las asociaciones visuales producidas por el montaje y el plus narrativo de una historia que empieza a enrarecerse y a convocar las inquietudes dramáticas que el mar puede despertar en los hombres. Desde la Antártida a Panamá y de ahí a Sevilla, el narrador contagia asombro, terror, desesperación, serenidad, libertad. Las sorpresas del relato son insospechadas. Una obra maestra de 55 minutos.
Roger Koza / Copyleft 2017
«El mar es lo otro de la civilizacion» Clap Clap Clap! Presumo que no habra mejor lugar que altamar para encontrarse con uno mismo…. Saludos!