Mburucuyá (cuadros de la naturaleza), Jorge Acha,  Argentina, 1992

En 1799, el polímata Alexander Humboldt y el botánico Aimée Bonpland emprenden una extensa expedición por América en búsqueda de especies desconocidas. La pasión por ver lo que aún no se conoce y a la vez poder luego nombrar y clasificar los hallazgos los llevó a transitar geografías inhóspitas y salvajes, como la Cuenca de Orinoco. Las austeras condiciones de producción de Acha no lo inhiben de escenificar ese periplo apelando al poder expresivo de los colores y la insustituible función poética del sonido, sostenido por un trabajo de montaje perspicaz que permite sentir la selva sin disimular que casi todo sucede en un estudio (y en el zoológico, el jardín botánico y una reserva ecológica de Buenos Aires). Al meticuloso esfuerzo por inventar una selva se suma una lectura tan respetuosa como crítica (hay una cita irónica al final de los créditos que glosa el punto de vista político y antropológico) del encuentro entre dos cosmovisiones, que en el film se circunscribe a la interacción de los científicos con los indios yaruros. Mburucuyá prodiga varias secuencias inolvidables, pero ninguna como la subjetiva de un animal salvaje, cuya revelación sintetiza la admirable creatividad del cineasta, capaz de erigir un ecosistema inabarcable en pocos metros cuadrados.

Roger Koza / Copyleft 2018