LAS PELÍCULAS DE TRAVIS WILKERSON (01): WHO KILLED COCK ROBIN?
Who Killed Cock Robin?, Travis Wilkerson, EE. UU., 2005
La pauperización de la clase trabajadora alcanza aquí su expresión más devastadora, encarnada por un joven de Butte, en Montana, cuyo desamparo sociológico alcanza una dimensión cósmica. Absolutamente nada lo contiene, ni siquiera sus únicos dos amigos, con quienes comparte la única actividad en la que encuentra consolación: hacer música.
Este contrapunto ficcional a la extraordinaria An Injure to One puede ser entendido como las consecuencias tardías de la supresión del movimiento sindical y la conciencia de clase concomitante, temas preferenciales de aquel film. En efecto, el gran amigo de Barrett es un tal Dylan, caracterizado extradiegéticamente, a partir de una sentencia que se lee en pantalla, como un trotskista de Ginsberg. Los reiterados diálogos que sostienen los dos amigos, en los que también participa Charlie, un músico que vive de un pequeño alquiler y es un poco más grande, oscilan entre las necesarias trivialidades que surgen del ocio y la ponderación y la nostalgia de una época “dorada” y vigorosa de los movimientos obreros en Estados Unidos. Cuando dejan de hablar tocan la guitarra; cuando dejan de cantar, se entregan a la cerveza.
La estética urbanista de Butte, uno de esos pueblos que devienen espectrales una vez que la actividad minera deja de existir, remite a esas poblaciones de los westerns signadas por la precariedad, percepción sugerida por los motivos musicales que transmiten una primitiva forma de articular anhelos y quebrantos. La inserción intermitente en la imagen de los altibajos del valor del cobre suministra un dato de la economía que no cuenta con ningún efecto real en las vidas de los tres personajes. Son pueblos al margen de todo.
Who Killed Cock Robin? es la película evanescente y pérdida del cine independiente estadounidense, un film que se desmarca del relato oficial de una generación de cineastas que explotó la disfuncionalidad familiar y el embrutecimiento social para postular un cómodo pesimismo ahistórico y en cierta medida despolitizado. En las antípodas de ese atajo ideológico, Wilkerson historiza el desplazamiento sin rumbo de su personaje y le prodiga en los últimos hermosos y dolorosos minutos un verosímil y discreto consuelo.
Roger Koza / Coypleft 2018
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