LAZOS DE VIDA / ONE LIFE
EL COMBATE POR LA DECENCIA
Falta menos de 10 años para que se cumpla un centenario de la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania. El 30 de enero de 1933 asumía como canciller. Comenzaba entonces una degradación inconcebible, más allá de que el salvajismo en la historia de la especie ya había tenido sus picos de abyección. Que todavía se insista regularmente en hacer películas sobre ese episodio traumático responde a un imperativo que no se limita al mercado y a un evento histórico que ya es en sí un género cinematográfico. Las dictaduras y los genocidios son una mácula en la conciencia de todo pueblo. Volver a representar lo vergonzoso y lo atroz no es un mero insistir en el pasado, sino un modo indirecto de cerciorarse por contraste retrospectivo qué resonancia despierta aquello en el presente.
Lazos de vida, de James Hawes, como alguna vez lo hizo con cierta ampulosidad Steven Spielberg en La lista de Schindler, reconstruye la voluntad de un hombre por salvar la vida de cientos de niños checos, mayoritariamente judíos, en el inicio de la invasión alemana a Checoslovaquia en 1938. Que un hombre dedicado al mundo financiero abandone su puesto privilegiado de negocios para defender la vida de desconocidos tiene una explicación biográfica. Sus padres judíos habían llegado en el siglo precedente de Alemania al Reino Unido y pudieron establecerse y erigir una vida nueva allí. Tal información se revela en dos escenas didácticas pero dignas. La primera, del joven Nicky Winton con un rabino; la segunda, de su madre con un burócrata del Gobierno inglés. En esos dos pasajes se comprimen una época, una lectura del mundo e idiosincrasias dispares. Hay otras escenas de esa índole, algunas inevitablemente conmovedoras.
La película evoluciona en dos tiempos: 1987 y 1938. En el presente del relato, el circunspecto Winton quiere entregar toda la documentación que ha resguardado sobre los casi 700 niños que pudo trasladar en trenes de Praga a Londres. Los flashbacks sirven para contar su llegada a la capital todavía libre de los nazis y las peripecias de él y sus colaboradores para convencer primero a las autoridades británicas y a los padres, recaudar dinero para el viaje y ubicar a los niños en familias sustitutas en el Reino Unido. En ese vaivén constante, Lazos de vida repone una historia luminosa extraída del ominoso universo del nazismo.
La fluidez narrativa del pasado al presente es indesmentible, como también lo son las elecciones formales, que acatan con disciplina el manual de estilo de cualquier producción promedio de un estudio de cine: música de apoyo para ciertas escenas emotivas, montaje elemental y preciso, transiciones de escenas de probada eficacia y reconstrucción de época impecable. El dinero no es un bien escaso en esta producción: la indumentaria, los trenes, el mobiliario expresan ambos períodos históricos sin titubear. El elenco puede ser desparejo, pero los grandes intérpretes que desfilan cumplen como se debe.
La diferencia de Lazos de vida es la historia que cuenta, que no es otra cosa que una historia de decencia. El deseo de que un niño pueda vivir su vida, el acto de abocarse para que suceda, las consecuencias posteriores en esas vidas salvadas de los gases, los disparos y la inanición, y quienes participaron de esa acción solidaria son recreados con el decoro que se requiere en casos así. El contraste entre ese tipo de obra humanitaria ajena al rédito económico y la vileza y el egoísmo soberanos como filosofía social de aquel tiempo y de nuestro tiempo, es abrumador. Solamente un cínico puede sentirse indiferente en el epílogo. Poco importa algún que otro recurso innecesario se emplee para declamar la emoción que tantas escenas suscitan. Basta ver el razonable estremecimiento corporal de Anthony Hopkins como Winton en el capítulo final de su vida para corroborar en él la presencia de eso que todavía permite que nos llamemos personas.
Lazos de vida, Estados Unidos, 2023.
Dirigida por James Hawes.
Escrita por Lucinda Coxon, Nick-Drake, Barbara Winton.
*Publicada en La Voz del Interior en el mes de marzo.
Roger Koza / Copyleft 2024
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