EL LIMONERO REAL (04)
LA SONRISA DE WENCESLAO
La muerte de un hijo desafía la voluntad de vivir; no hay fe alguna que conjure la tristeza que sobreviene a una tragedia de esa naturaleza, pero la mayoría de los hombres que han pasado por esa desgracia elige seguir viviendo. ¿Cuánto tiempo lleva el duelo de un hijo? ¿Qué fuerzas del espíritu deben invocarse para seguir entre los vivos? Tanto el libro de Juan José Saer, publicado bajo el nombre de El limonero real, como el filme de Gustavo Fontán, de título homónimo, transitan ese estado de ánimo sin exponer en el centro del relato la infelicidad de esa pérdida. El tono de lo que se cuenta es el duelo de sus protagonistas o, más bien, el protagonista es el duelo a secas.
El calendario delimita la dicha y la desdicha. La celebración del año nuevo es el tiempo elegido por Fontán (y Saer) para situar a Wenceslao y a su mujer; ambos han sido afectados por la muerte de su hijo, desgracia que tuvo lugar hace ya seis años. El limonero real empieza en la mañana y termina en la noche, después de la fiesta familiar; las acciones dramáticas son las cotidianas: desayunar, caminar, dormir una siesta, almorzar, cenar, jugar, bailar. ¿Qué sucede entonces en el filme?
La dramaturgia se desplaza aquí a la percepción, al impacto de la forma cinematográfica sobre la sensibilidad. El duelo, o la confrontación entre el dolor de una ausencia irreparable y la elección de seguir entre los vivos, se siente, no se dice. ¿De qué modo? Al ecosistema en el que habitan los personajes se le adjudica una sonoridad misteriosa; el concepto sonoro impone amablemente una desnaturalización de la cotidianidad; la estabilidad del registro visual a veces también acompaña ese extrañamiento sonoro. El baño que toma Wenceslao en el río transmite la intensificación de su sentimiento de pena; su desconsuelo se ve y se oye.
Sin embargo, El limonero real no es una película sombría; su poética es demasiado luminosa para acabarse en el dolor; en verdad, hay algún indicio de que el propio Wenceslao podrá seguir adelante. La fugaz sonrisa que se descubre en su cara en la celebración de medianoche tal vez dé el tono espiritual del nuevo año que se aproxima.
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de octubre 2016
* Aquí se puede leer una crítica más extensa y una entrevista con Fontán
Roger Koza / Copyleft 2017
Qué poco se habla de la dimensión poética de lo sonoro (cuando este la tiene, por supuesto). Hablamos de la imagen per se que puede o no ser poética pero muy rara vez de la capacidad de lo sonoro para producir un efecto poético. En eso que llamás ¨desnaturalización de la cotidianidad» y «extrañamiento» radica, para mí, ese efecto que tiene «El limonero real». Creo haber mencionado en otra oportunidad a propósito de «La orilla que se abisma» que cuando un sonidista graba vibraciones de mimbres puestos en la lluvia para ofrecernos una tormenta; cuando se figura, más abstractamente, otra tormenta a través de los descartes de las grabaciones sonoras de los vientos, esa técnica –para que el sonido cobre una dimensión en sí y no opere como mera duplicación de la diégesis– también es poética. Me resulta extraordinario el cine de Fontán precisamente por ese trabajo con lo poético. No muchos lo logran.
Un Abrazo.
Amante. «Cerro tras larga agonia la revista mensual ..’El Amante del Cine’. Fundada en 1991, vocera de un sector minoritario de la critica, ya en 2012 habia pasado de papel a digital por suscripcion. Ahora la definen como la publicacion de cine de mas extensa trayectoria en activo en Argentina, pero ese merito le pertenece a ‘el heraldo del cine’, guia imprescindible del negocio conematografico a lo largo de 65 años (1931/86) apodado la biblia de los exhibidores y distrbuidores» de toda Argentina y paises limitrofes». Diario Ambito Financiero Supl. Cultura ctratapa