LOS 8 MÁS ODIADOS / THE HATEFUL EIGHT
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA NACIÓN DE LOS HOMBRES DOLARIZADOS
Los 8 más odiados / The Hateful Eight, EE.UU., 2015
Escrita y dirigda por Quentin Tarantino
*** Hay que verla
La tercera película consecutiva sobre cuestiones históricas del director más emblemático de su generación poco tiene que ver con sus películas iniciales excepto por su fidelidad al sadismo
Nada más estadounidense que Los 8 más odiados, octava película (sin contar su episodio de Grindhouse) del director más proclive a ser canonizado como un genio o difamado como una bestia cinematográfica de cierto talento, obsesionado y consumido por la violencia y el goce de su representación. En su última película, Quentin Tarantino cultiva más la sociología pornográfica que el western. Sucede que aquí el capitalismo de rapiña se desnuda de cuerpo entero y la obscenidad de una forma de vida exhibe su única filosofía concreta: el dinero es el espíritu de la Nación. EE. UU es el país de los hombres dolarizados.
El tiempo histórico es el posterior a la Guerra de Secesión. A fines de del siglo XIX, la victoria de la Unión es un hecho político, lo que no significa que los ciudadanos estén convencidos de las consecuencias. La economía decimonónica sigue siendo salvaje: los forajidos tienen precio, y los cazarrecompensas van por ellos sin una deliberación moral que matice su objetivo adquisitivo. Es que la justicia es lo de menos, aunque como dice un personaje, que tiene la potestad de ejecutar renegados en nombre del Estado: la justicia debe cumplirse desprovista de pasión. Extraña e indirecta impugnación de la venganza como forma de justicia, inesperada para un director cuyo tema por antonomasia ha sido hasta aquí la revancha por mano propia.
El argumento es minimalista: dos cazarrecompensas se encuentran en las praderas nevadas de Wyoming. Uno lleva un par de cuerpos y ha perdido a sus caballos. El otro viaja en una carreta con una rea que vale 10.000 dólares. El destino es el mismo: Red Rock, pero una tormenta de nieve los lleva a pasar la noche en una suerte de hospedaje en las montañas. Un poco antes se encontrarán con el sheriff de la ciudad a la que se dirigen. Allí están hospedados un coronel, un verdugo, un pistolero que quiere escribir sus memorias y un mexicano. He aquí los 8 más odiados. Pero como dice uno de los personajes, no todo es lo que parece.
Dividida en capítulos, Los 8 más odiados avanza lentamente hacia su apoteosis sangrienta a través de algunos giros narrativos inesperados, que incluye varios flashbacks, dos de ellos de una violencia tremebunda, habitual concesión adolescente del director que mancilla bastante los grandes momentos del film, pero no lo suficiente para que descompense su desordenada clarividencia: todo hombre es mensurable en dólares.
Antes de seguir con el trasfondo de Los 8 más odiados, no está de más reparar en algunas cuestiones formales. Se ha dicho que es un film teatral, tal vez porque los actores hablan mucho y sus interpretaciones están en un registro por encima del canónico naturalismo de Hollywood, tal vez porque más de 100 minutos transcurran en una única habitación. Es cierto que hay varias fugas visuales, como si Tarantino fuera consciente del problema, más allá de los primeros capítulos, que se sostienen en la interacción entre el paisaje y el carro en el que viajan los cazarrecompensas, el botín humano y el sheriff.
Habría que decir que todo el estilo actoral virado hacia lo exagerado compensa la contundencia (innecesaria) de la violencia física. Aunque Tarantino no puede prescindir de la vehemencia del golpe y la destrucción de la carne, entiende que una forma de distanciamiento de esa representación inevitable para él consiste en apelar a la caricatura espiritual de todas sus criaturas, como si fueran dibujos animados para los que morir es un trámite sin peso moral ni ontológico, porque el dibujo animado, paradójicamente, carece de ánima. Es una táctica no del todo eficiente, pero denota una inquietud poética sobre las formas de filmar la violencia.
El regreso a una superficie encerrada como espacio dramático excluyente recuerda el mejor fragmento de un film de Tarantino, el inicio de Bastados sin gloria. Se repiten las coordenadas: un ambiente, un conjunto de personajes enfrentados, una inminente explosión de violencia. Es un territorio mínimo pero suficiente para fantasear incluso una división política del mismo territorio. En efecto, cuando el personaje de Tim Roth propone una línea que divida a los del Norte de los del Sur, el film replica en miniatura un enfrentamiento que nunca será saldado del todo, ni en el film ni fuera de él. No se puede negar el ingenio de Tarantino para hacer rendir una superficie limitada. Un buen ejemplo es el momento en el que el plano arranca focalizándose en algunas tareas que están realizando dos de los más odiados afuera del albergue; un travelling hacia atrás vuelve luego sobre el personaje de Michael Madsen, que está sentado muy cerca de la ventana, mientras el registro se desplaza ligeramente hacia la derecha para divisar de inmediato la actividad del resto de los personajes y un poco después volver hacia Madsen.
Esa erudición formal acerca del movimiento en el plano es una constante en el registro, aunque el momento más hermoso de todo el film recae en otra forma de concebir y filmar el movimiento: un par de ralentís sobre la figura de dos caballos al galope y tirando del carruaje, precedido por una panorámica inolvidable, constituyen uno de los placeres cinematográficos más evidentes del film. Hay varios más.
Justamente en ese pasaje Tarantino se permite incorporar un poco de música, demostrando que es uno de los pocos directores que utiliza la irrupción musical exógena a la diégesis siguiendo una lógica expresiva que nunca replica la vida emocional de los personajes, sino más bien una cierta condición anímica que la escena en su conjunto debe transmitir. La banda sonora de Ennio Morricone es soberbia y, en algunas instancias, narrativamente significativa, como en una de las más penosas matanzas que se ve en un flashback.
Volvamos al asunto de la película.
Como aquí son todos malvados, el único antagonista permanece en fuera de campo, aunque se oirá espectralmente su voz en el desenlace. El heraldo del Bien y la promesa de fraternidad viaja metafóricamente en el pecho de uno de los cazarrecompensas, el único afroamericano. Su impiedad resulta incompatible con la amabilidad que se expresa en una misiva personal firmada por Abraham Lincoln. Pero el punto de vista del film se resuelve confusamente cuando se sabe el contenido de esa carta, leída en el momento justo y con un travelling hacia atrás en elevación que impone un repudio y desmiente ese culto por la violencia. El pesimismo político del progresista cavernícola Tarantino resulta entonces nítido por unos segundos, y desanda –mal que le pese al moralista– la misantropía de sus personajes, que no es la suya.
El cine estadounidense siempre vuelve sobre la historia de la nación. Filmar la Historia es la primera misión que reconocieron los cineastas, una tradición que empieza con David Wark Griffith y que siempre estuvo ligada al western. He aquí el contrapunto desencantado de films como Lincoln o Puentes de espías, el último esfuerzo de Steven Spielberg por rubricar la fe en la República. Tarantino descree dolorosamente de una justicia sin fuego y de algún otro valor por fuera del fetichismo de la moneda. La tenue defensa de la familia como institución que se insinúa en Los 8 más odiados es apenas un resorte demasiado conservador para reencontrarse con el camino de Lincoln. La barbarie ha triunfado, y su mejor intérprete y acaso representante sabe filmarla en sus propios términos.
Esta crítica fue publicada en otra versión y otro título por el diario La voz del interior en el mes de enero 2016
Roger Koza / Copyleft 2016
Links
* Leer aquí sobre Django encadenado (RK)
* Leer aquí Sobre Quentin Tarantino (RK)
* Leer aquí sobre una discusión crítica sobre Bastardos sin gloria (Nicolás Prividera)
* Leer aquí sobre Bastardos sin gloria (RK)
* Leer aquí sobre Bastardos sin gloria (Nicolás Prividera)
Jackie Brown y Los 8 mas odiados. Lo mejor dee quentin (A mi parecer)
Como suele suceder en estos casos, la crítiica es más interesante que la película. La bestia no sabe que hacer con su talento, y esa es la tragedia. Aunque así y todo es infinitamente más intensa que los esmerados planos vacuos de The Revenant. Pero ambas son igualmenta banales en sus resultados. No hace falta llorar por un Ford, ni siquiera se acercan a Peckinpah. Mejor revean Wild Bunch, muchachos.
NP: seguí su consejo, he visto «Wild Bunch» de Peckinpah y no veo la supuesta superioridad de esta película Peckinpah. El obsceno despliegue de la violencia y la falta de presencia de la Historia (hay unas muy pobres y escasas referencias a la realidad de México a comienzos del s. XX, época en que transcurre el filme de Peckinpah). Sería bueno que aclarara en que radica la superior de este filme de Peckinpah respecto a lo que filma Tarantino.
(Corrijo redacción)
NP: seguí su consejo, he visto “Wild Bunch” de Peckinpah y no veo la supuesta superioridad de esta película Peckinpah. El obsceno despliegue de la violencia y la falta de presencia de la Historia (hay unas muy pobres y escasas referencias a la realidad de México a comienzos del s. XX, época en que transcurre el filme de Peckinpah) parecen similares en ambos directores. Sería bueno que aclarara en que radica la superior de este filme de Peckinpah respecto a lo que filma Tarantino.
Y cumpliendo 68 añitos no deberíamos olvidar al gran J Carpenter: el único que zafó de la trampa del «post» o el «neoclásico». Westerns en la Comisaría de su barrio, en el Polo Norte, en la futura o distópica LA o en Marte!! 😀
Carpenter es de otro mundo. El más grande. RK
No coincido con la crítica de Roger, creo que es el peor film de Tarantino, por otra parte, un director que no me interesa demasiado. Creo que QT pretende emular en la primera parte a Sergio leone pero acrece del timing para los tiempos lentos del director italiano. A pesar de las tres horas del film no hay un buen trazado de personajes y el baño de sangre de la segunda parte parece bastante gratuito. Me parece muy atinada la referencia de NP a La pandilla salvaje, un film infinitamente superior a este y donde sí aparecen claras referencias a la construcción de los Estados Unidos.
A mi me gustó bastante. No me parece que Tarantino sea misántropo si no más bien «realista». Siento qué el está al tanto del peso histórico que envuelve a su película, pero deja en claro que para sus personajes lo que cuenta es la supervivencia. Ser soldado de alguna guerra es lo más noble que pueden aspirar. Las instituciones para ellos son un entelequia lejana a la cuál sólo se puede sacar rédito (como la carta que inventó Samuel Jackson para sobrevivir). Es una jungla arrasada por la nieve, un mundo que va a desaparecer. No es Wild Bunch, está claro, pero la disfruté mucho, y por suerte no es nada pretenciosa. Cualquier otro se podría tentar con tanto peso histórico.
No sé si da para iniciar un debate. Mepa que Peckinpah y Leone están en otro lugar, más crepuscular…
QT es una nota al pie de Corbucci (et al.), De Toth o Hawks/Carpenter, con una suerte de post neoclasicismo de mohines brechtianos. Su estilo es mucho más eficiente en géneros marginales, menores (Noir, B pics, Grindhouse) que en el «Gran Cine» – Guerra, Aventuras (marciales &…) o Westerns donde produce poco más que variaciones intensas, ingeniosas!!
La pregunta histórica, social o política atraviesa todo su cine, nada nuevo, casi un gesto obvio en este caso. Los 8 es acaso el mejor de sus films intrascendentes (claramente superior a KB, D o IB) aunque nada para poner junto a la repisa habiendo si ya tenés ahí JB, PF o DP!!
Causa gracia el conflicto de Tarantino con Disney por las pantallas que SW7 no le dejaba y finalmente ambos films son igualmente poco más que Fanzines de variable intensidad!! 😀
Salut!!
ps: Miccio ensaya un elogio http://www.hacerselacritica.com/free-violence-los-ocho-mas-odiados-por-jose-miccio/ . Missguided IMO pero, como dicen por ahí, «sólo tiene razón los que defienden el film»!! 😀
Sdos
Miccio es un crítico más que atendible, pero con Tarantino la pifia como con Eastwood: un ejemplo de cómo la (in?)»corrección» cinefilia enceguece hasta al más lúcido. Por lo demás, vale lo dicho para esta misma crítica: el texto es más profundo que su objeto.
Estimado Dada: he leído el texto de Miccio en el avión de ida para Chile; me pareció un texto excelente, como casi todo lo que él escribe. Hay varias ideas que me interesan, y algunas disputas que nacen de ahí que me parece percibir alcanzan a este territorio. Lo que vengo intentando hace un tiempo es una crítica extramoral a la representación de la violencia en el cine. De eso debería discutir con Miccio, a quien admiro y a quien le tengo un gran afecto. Saludos. RK
Roger: creo que lo que hay que discutir, antes que nada, es por qué hay que asumir la necesidad de una «crítica extramoral», que finalmente termina convalidando cualquier cosa por temor a la acusación de «kantismo». Más que a Niesztche hay que volver a Viñas:
-¿Por qué hay tanto temor, entre los intelectuales, a caer en el discurso moral? Parecería que ponerse en ese lugar es descalificante.
-¡Ah, bueno, ya! Porque es un discurso que trae aparejadas decisiones, tomas de posición y rupturas. Hasta en la facultad, cuando defienden una tesis, he escuchado decir: «Yo de esto no afirmo si está bien o está mal»… Viejo, jugate, decí. ¿A ver? ¿O vos, a la salida del cine, no decís «esta película es un desastre» o «qué bien está»? Ahí emitís juicio de valor, ¿no? Pero cuando se trata de juzgar la cotidianeidad de la política y de la cultura de este país, ¿ahí te inhibís? No entiendo por qué esa escisión. Para mí, siempre los dualismos fueron sospechosos. Emito juicios de valor al salir del cine, pero cuando tengo que decir que el señor Menem me parece un miserable opto por ser cuidadosísimo. Y ya. Está bueno. Parecería que el moralismo trae aparejado riesgo, ¿no?, por lo menos de Giordano Bruno para acá, o de Tupac Amaru para acá. «Este es un moralista», dicen. ¡Joder! También ése es un juicio. Yo leo en el revés de la trama, ¿no? Todo juicio, de hecho, es un test proyectivo. ¿Usted desde dónde habla? ¿Desde la amoralidad? Es decir, usted no tiene juicios de valor, usted come mierda o come habas, lo mismo le da, digo, para hacer juicios de valor sobre los ustemas. ¡Por favor! Al que denuncia que el general Harguindeguy apañaba a los verdugos, hay que decirle: «Pero usted es un moralista». ¡Hola! parecería una especie de corroboración de una práctica neutral, ¿no? Mejor me dedico a describir. Describo infinitamente la descomposición, lo que está mal, las infracciones, de la A a la Zeta. Y paro ahí. No hago juicios de valor. Infracciones. Toda una colección. Pero, ¿y qué?. ¿Qué se infiere de todo eso? ¿Dónde se inscribe? ¿Cuál es el contexto? Digo: no hay capacidad de reflexión. De reflexión crítica, entendámonos.
http://eljineteinsomne2.blogspot.com.ar/2010/03/david-vinas-no-tengo-espacio-no-accedo.html
Querido Nico: sí, estaría de acuerdo con lo de Viñas, un 100%, pero en el momento de pensar a fondo estaría dsipuesto, también, y metodológicamente, a ponerme en una situación de encuentro con mis supuestos debilitados para pensar más allá de mí, o algo en ese sentido.
Seguiremos con este tema.
RK
Es que ese es el punto: los supuestos ya están «debilitados» por el pensamiento idem. Que por otra parte solo es «débil» para obligarnos a no hacerle frente, y por eso mismo es dominante… Basta de caer en esa trampa, que acá se nos juega algo más que la metodología: mientras hacemos concesiones caballerescas nos llevan puestos. Eso lo ilustran bien algunas escenas de Tarantino.
Estimado Nicolás, muy interesante la cita del reportaje a Viñas. Lo leí completo siguiendo el link que Usted dejó. Yo me permitiría recuperar otro párrafo que demuestra que el problema no es solo filosófico sino mucho más prosaico. Hacer un juicio ético que vaya contra la corriente predominante de pensamiento, lo expone a uno a la soledad y al desamparo material. Como dicen en las películas yanquis, cuando se trata de justificar una inconsecuencia moral: “Hay que pagar la hipoteca”.
Los párrafo de Viñas lo dicen así:
“¿Qué pasa con el intelectual que se quema? ¿Hay riesgo de sanción?
Inevitable, hermana. Entonces no te invitan más porque, lógicamente, sos alguien que tiene mal gusto. Creo que es un poco esto. Y cautela en función de la defensa de determinado tipo de cosas. Porque, se sabe, acá tenemos modelos, sin necesidad de echar mano de Sartre. A mayor heterodoxia crítica, mayor riesgo de sanción. Eso es Rodolfo Walsh. Está claro.
Que no tiene prolongaciones hoy. Digo: Rodolfo Walsh.
Y claro… porque aparece la muerte, ¿eh? Y de eso la gente no quiere hablar. Desde ya. Aparece esa zona inquietante en la que Rodolfo Walsh metió la mano. Muy simple. En lo esencial es esto. Cómo operan los intelectuales críticos argentinos en su relación con la muerte. A eso me refiero cuando hablo de la falta de tragicidad. Parecería que hoy la consigna es: calmémonos. Un enfriamiento respecto de la pasión, de la exasperación, de la dramaticidad que predominó en el espacio social, en general, y en el campo cultural durante los años setenta. Hay todo un proceso de folklorización, de trivialización, un corrimiento nítido, ¿no?, de aquello que evidentemente puede ser inquietante e incómodo. Parecería que este procedimiento es casi paradigmático. Cuando las papas queman, cuando las cosas se ponen calientes, es decir, cuando hablar de determinados temas te puede sacar llagas en el paladar, mejor optar por eso, ¿no? Calmémonos. Tengamos sentido del humor. Lo «light». Pero, ¿qué es esto? ¿De qué están hablando? Una parodia. Que, además, me aburre mucho.”
Y este otro:
«¿Y eso qué significa? ¿Qué quiere decir hacerse cargo?
La «solitudine», hermana. Estar solo. Y pensar de vez en cuando en el suicidio. Si un intelectual crítico no piensa en el suicidio, por lo menos una vez al año, entonces no es un intelectual crítico. ¿Está claro?»
Ese reportaje a Viñas es en los ’90. Por eso resuena tanto hoy… Pero no hace falta llegar al extremo de la «muerte»: acaso la «muerte civil», en todo caso, que es la forma actual y «blanca» de esa violencia. Así que más que pensar en el suicidio (y ahorrarles la bala) habría que ver como resistir sin traicionarse (hablo de los que no acordamos con este statu quo, claro: no de los que ya se están acomodando, y menos de los amantes del noventismo). Porque ya se ve que esto a ser peor que el menemismo, al menos mientras dure su hegemonía. Que no lo haga (tanto) depende de nosotros.
Aquí un buen ejemplo, de alguien que uno no esperaba en ese rol viñesco (mientras muchos en los que confiabas te defraudan):
http://www.perfil.com/contenidos/2016/01/16/noticia_0008.html
Mientras tanto, los cínicos de twitter (ahora por fin a tono con el neoconservadurismo de manual) siguen viendo “kirchnerismo” en todos lados (salvo el pan-antiK Q en su esperable crítica a esta película), porque su visión de la historia es corta, reduccionista y miope (ni siquiera llegamos a tener entre nosotros a un Tarantino): creen que el conflicto empezó y terminará con K, y que los que nos manifestamos contra el neoliberalismo desde que tenemos memoria estamos tan “hechos mierda” como los pobres defensores de la ceocracia:
https://mobile.twitter.com/el_riki_/status/689808372011524096?p=v
Apostilla a una crítica que acaso no escribiré: Salvo excepciones (cono la de Miccio) el defesor de Tarantino está a la derecha de Tarantino (ni hablar del fanático). Cosa nada curiosa, ya que se desprende de sus propias contradicciones, leídas a piacere por cada crítico (el mejor ejemplo es la interpretación de la carta de Lincoln). Para muestra:
«la estrategia de Tarantino consiste en saber que el espectador puede disfrutar de cualquier escena aberrante sin suscribir el contenido ni tener que dar explicaciones por su propio goce»
«ocupados de su propia supervivencia, a sus personajes no les importa nada la historia ni la patria.»
https://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2016/01/18/diario-intermitente-61/
Se podría argumentar exactamente lo contrario.
Nicolás,
En el 55, palabras más, palabras menos, Martínez Estrada avisó: «ojo que los que derrocaron al tirano son peor que el tirano». A los que triunfaron, ya no en elecciones sino a bombazo limpio y con la iglesia y los comunistas como aliados, estas palabras no les gustó un carajo, y se lo hicieron saber.
A este tipo, al que hoy hay que releer más que nunca, en nuestros días estos miopes lo tildarían de K.
Entiendo tu comentario sobre esos miopes solo como una necesaria excusa para continuar pensando lo único que, creo, hay que pensar hoy.
Sea hablando sobre Tarantino, sea sobre el NCA y la literatura, como es lo que hoy me tiene ocupado, no veo nada más acuciante que la reflexión sobre la ceocracia, precisamente porque aquello que, amparados en los 8 años de gobierno a «soto voce» en la Ciudad, creímos una nueva derecha, hoy en el ejercicio del Estado como a codo junto al poder real, no es nada nuevo, sino la manifestación de un odio que se remonta al 76; de un revanchismo que viene de más atrás, del 55; de una destrucción de una nación que tiene como modelo a un tal Gengis Kan.
Aunque, si bien se mira, a los miopes hay que darle entidad en sí, más que nada por el daño que causan, pues más de uno de ellos genera el sentido común de espectadores, de lectores y de más de un crítico.
Mejor no hablar de Gengis ni de Calígula, que es tan obtuso como no ver más allá de la K (como demuestra Q y el macrismo acrítico). Lo que hay que ver es la particularidad de cada historia, aunque sin perder de vista sus correlatos y genealogías. Es la vieja derecha pero con nuevos afanes, digamos.
Acá hay un análisis interesante sobre la imposibilidad de estos muchachos de leer la historia (o más bien su voluntad de refundar la nación desde el supuesto «no conflicto», como lo hicieron generalmente los que vinieron a imponer su visión a sangre y fuego). Dejo el tuit inicial y sus comentarios porque curiosamente aparece la relación con Viñas y el cine…:
https://mobile.twitter.com/LaInca_/status/689545241733521408?p=v
No creo que sea obtuso para nadie, Nicolás. Así como hay novedades lastimosas o meras actualizaciones 2.0, hay simetrías en la historia que alguien alguna vez se atrevió a verlas no menos que como repeticiones.
Sin embargo, antes que la bilis y el reguero de ignorancia del twitter, para avalar tu necesario contrapunto, prefiero compartir uno de los mejores textos que ha escrito Horacio González en los últimos años.
Sí, para ver cuánto de nuevo hay, viejo:
http://m.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-290324-2016-01-15.html
No encontré mayores motivos de entusiasmo con The hateful eight. Me parece que la película naufraga desde la llegada al refugio y que Tarantino se pierde entre tanto amago de trascendencia. Entiendo también que con todos sus excesos e inconsistencias, el cine de Tarantino está por encima de casi todos lo que llega a las pantallas grandes: el tipo piensa el cine, piensa en cine y conoce las tradiciones de las que proviene y con las que se propone dialogar. No termino de precisar su posición en relación con las formas de representar la violencia: en Django, para mi estaba clarísimo que el director distinguía diferentes niveles de violencia y los presentaba con precisión: desde ciertas secuencias en la que se advertía un acercamiento lúdico en serie con el cine de género, hasta el apartado con los mandingos en que todo era más oscuro y violento para el espectador. Aquí en cambio se desata una violencia uniforme para sostener una idea más bien trivial que el relato torna además redundante. El film se apoya en actores excelentes que están por encima de sus personajes más bien desdibujados y el flashback del quinto capítulo resulta gratuito sin agregar interés al relato.
Saludos