LOS AMORES IMAGINARIOS / LES AMOURS IMAGINAIRES

LOS AMORES IMAGINARIOS / LES AMOURS IMAGINAIRES

por - Críticas
25 Jun, 2012 03:20 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza
LOS MODELOS ANIMADOS
Los amores imaginarios / Les amours imaginaires, Canadá, 2010
Escrita y dirigida por Xavier Dolan
 
*Tiene un rasgo redimible
 
Es probable que Dolan sea un futuro director de cine interesante, por ahora la publicidad de larga duración es su especialidad indiscutible. 

“No hay más verdad en el mundo que el delirio amoroso” es la cita inicial, de Alfred De Musset. Luego se confiesan los jóvenes: sus desengaños amorosos, la ansiedad y esperanza contenidas en un mail, la seducción permanente. No le hablan al Gran Hermano sino a la cámara (y a nosotros), aunque el ritual combina ese tono intimista y casual impuesto por la reconocida metafísica televisiva. La diferencia es que aquí un zoom frenético sobre los que se confiesan se acerca y se aleja sin descanso. Esto es cine, dice Xavier Dolan.

Después arranca estrictamente la historia. ¿Una de histéricos incurables? ¿Un desfile interminable de narcisos? ¿Una de amores triangulares? En principio son tres jóvenes, uno de ellos interpretado por el mismo director, canadiense, hermoso, tal vez talentoso y un tipo con suerte. Con menos de 22 años ya tiene tres películas y siempre las estrena en Cannes.

Aquí Xavier es Francis. Alma sensible, enamoradizo, tímidamente gay. Su gran amiga, Marie, que tiene, aparentemente, talento para la escritura, lo acompaña a todos lados. Los dos se enamorarán de Nico, una especie de semidiós griego cuya existencia parece circunscribirse a la seducción y que en menos de dos meses se convertirá en el amor imaginario y objeto de deseo (conceptual) de ambos.

No pasarán muchas cosas entre ellos. Irán a una fiesta, bailarán, jugarán en el bosque a las escondidas, viajarán los tres a pasar unos días en el campo, se dejarán de ver, se reencontrarán y finalmente Francis y Marie rechazarán a esa deidad caucásica, que se parece mucho a Louis Garrel, el hijo del gran Philippe, sin duda el galán francés por excelencia (y es por eso que al final el mismísimo Louis Garrel aparece para guiñarnos un ojo y decirnos “Él me estaba imitando. Sí, es así”). Es decir: pasará un año y el gran juego de la seducción volverá a suscitarse y los triángulos se repetirán.

Se trata, sin duda, de un filme generacional. Dolan filma lo que conoce, empezando por él. La proliferación de ralentís sobre los tres jóvenes podrá remitir a Con ánimo de amar de Wong Kar-wai, pero aquí la cámara lenta se usa gratuitamente para que veamos la belleza física de los intérpretes y sus atuendos, diseñados también por el joven Dolan. En algunos pasajes, el amor que el director se profesa a sí mismo alcanza el paroxismo. Él ríe, coge, sufre e intenta amar. Pura banalidad revestida por un sentimentalismo chic en el que ser sensible es equivalente a flotar en una vacuidad multicolor donde la seducción es el principio de todas las cosas.

Quien espere sexo se tendrá que conformar con un beso suave en una teta y una masturbación heterodoxa donde, más que un pito, resalta el movimiento involuntariamente cómico del jopo de Dolan. Si bien Francis y Marie se acuestan cada tanto, lo que importa es demarcar la insatisfacción evidente que puede esperarse del sexo por el sexo mismo. Los amantes pueden imaginar que están cogiendo con una estrella de cine o simplemente filosofar acerca de la función del humo del cigarrillo como una metáfora justa del sentimiento que define la vida misma, pero disfrutar del sexo no parece ser una variable legítima. Eso sí: el coito se musicaliza con Bach, y una declaración amorosa con acordes espirituales de Wagner. El sexo y el amor tienen música y también colores específicos. El manierismo pop de Dolan es desenfrenado: los colores brillan en demasía, la luz se impone a la oscuridad. Ni siquiera la naturaleza tiene su luminosidad característica. Es que aquí el universo entero es en sí un delicado spot publicitario: ¿Acaso cuando bailan no parece una propaganda de Gancia?

Si bien Los amores imaginarios coquetea con hitos cinematográficos del pasado (Jules y Jim y Una mujer es una mujer), sus personajes parecen modelos salidos de un almanaque. Demasiado vestuario, peluquería y pose: un desfile infinito que poco tiene que ver con el cine.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de junio 2012

 Roger Koza / Copyleft 2012