LOS INFILTRADOS: DE EL LOBO DE WALL STREET A LA VIDA DE ADÈLE
Por Nicolás Prividera
A primera vista, pareciera que no hay nada más lejano de El lobo de Wall Street que La vida de Adele. Sin embargo, ambos son relatos de iniciación: Jordan y Adele son dos infiltrados en un mundo ajeno, cuyas reglas aprenden, incluida la traición. Y en ella sus protagonistas se encuentran con sus directores, porque ambos films pueden ser leídos como revisiones de una tradición traicionada (¿o culminada? He ahí la cuestión): de Hollywood a Europa, y de Europa a Hollywood. Ahí vamos.
1. La vida de Jordan
El lobo de Wall Street puede ser vista como una suerte de summa, donde Scorsese revisa la tradición del cine norteamericano (donde el self-made-man nunca está muy lejos del gangster) y por añadidura su propio lugar en ella: el ascenso y caída -traición mediante- es una de sus grandes obsesiones. Pero en Buenos muchachos y Casino, el vértigo de la mafia y el juego servían para compactar largos períodos clave del siglo XX (con más felicidad que en sus sagas sobre el siglo XIX), mientras que en El lobo de Wall Street la velocidad se adueña del relato como si fuera un fin en si mismo, como si finalmente el director se hubiera terminado de mimetizar con su protagonista. De ahí que el juego visual y genérico parezca desatado, y sus referencias provenir del propio cine más que de la realidad. Se podría decir que el último Scorsese se ha tarantinizado, como si hubiera sido seducido por su criatura.
Hay que recordar que Tarantino comienza su carrera luego de que Scorsese filma Buenos muchachos: ese primer compendio y a la vez reescritura de sus films callejeros de los setenta, es el fondo tras el cual Tarantino libera a sus propios perros de la calle. Pero en Scorsese lo real persiste (hasta Hugo, al menos): en sus fims siempre hay un mix entre lo visto y lo vivido (es decir, entre cinefilia y experiencia), mientras que en Tarantino la referencia es puramente cinematográfica. En Perros de la calle hay todavía algo vital que late bajo la evidente referencia a The Killing y The Asphalt Jungle, pero con Pulp Fiction ya estamos desde su título en el posmodernismo: se trata de revisarlos tópicos sin relación ninguna con lo real. El film hace de la continua ruptura de expectativas genéricas (el matón perdido por la mujer del jefe, el boxeador caído al querer ganar su última pelea arreglada, etc) todo su programa. Con el añadido de la actualización cool, claro. Y desde entonces, ese revisionismo fetichista parece ser todo lo que busca (o puede intentar) Tarantino: desde Jakie Brown (tal vez su mejor película, gracias a la base de Elmore Leonard) hasta Django unchained (donde el western desdibuja la esclavitud, incluida la del film al género).
En definitiva, se trata de distintas lecturas de la misma tradición: Scorsese opta por Kazan y el realismo, al que desdibuja llevándolo al paroxismo bajo la subjetivización del punto de vista. Tarantino, en cambio, parte del paroxismo para destrozar no sólo el realismo sino cualquier relación con lo real. En ambos casos, se trata de un juego de traiciones y apariencias. (No deja de ser lo mismo que persigue el único cineasta realmente interesante surgido en Hollywood en las últimas décadas: P. T. Anderson. Pero en su caso buscando en una tradición más cercana al cahierismo, es decir, la unión entre autorismo e industria, dejando de lado el entertainment: contemporáneo de Tarantino, la relectura de la tradición de los setenta que hace en Boogie nights está en sus antípodas, e incluso podría verse como una sutil crítica a Scorsese. Pero Anderson tampoco es un traidor, y mucho menos un parricida.)
2. El lobo de Adèle
La vida de Adèle también es un film sobre las apariencias, es decir, sobre la hipocresía. No en vano la primera parte se organiza en la explícita tensión entre Marivaux y Laclos (dos de las muchas referencias culturales que el film exhibe): se trata de la burguesía y sus juegos, aunque en uno son ligeros y en otro libertinos. Y La vida de Adèle juega a bascular entre ambas tradiciones (de ahí la otra disputa explicitada en la segunda parte, entre el “decorativo” Klimt y el visceral Schiele): el academicismo y la búsqueda de lo real. No en vano es la misma disputa que atravesó (y partió) a la Nouvelle Vague. Pero a pesar de sus meditados arranques (explícitos en esas escenas de sexo que no dejan de estar coreografiadas), Kechiche termina tomando partido por el viejo academicismo: una cruza de Truffaut y Rohmer, digamos, sin nada de Godard (a lo sumo algo de Chabrol en su retrato de clase: pero la inclusión es tan evidente como las marchas en que participa Adèle). No es extraño que el director tunecino admire a Gaspar Noé, cuyo cine aparentemente provocativo termina siendo profundamente reaccionario, y no en vano ambos cineastas son hijos de ese hipócrita iluminismo francés que retrataron Marivaux y Voltaire.
Francia siempre quiso reescribir la historia para su mayor gloria, incluida la del cine, y lo logró tras la posguerra mundial con el triunfo de los Cahiers y Cannes. Pero luego de treinta años de hegemonía (y no en vano con la posmodernidad que parió a Tarantino y la world music) el cine europeo resignó su lugar para ir a descubrir cinematografías exóticas y cineastas que le inyectaran la sangre perdida con el fin de la Historia. Para solazarse no sólo cuando los encuentra y descubre, sino cuando los educa a su gusto (sin tener que lamentar lo que sucede cuando los expatría y pierden el toque, como Tsai Ming-Liang…). Kechiche es el ejemplo perfecto del extranjero aculturizado, y desde ahí podemos leer su última película como alegoría de su propio dilema: el cineasta no quiere ser la resignada Adele, sino la trepadora Emma (aunque se queje de que el mercado impone sus modas…).
El plano de Adèle con el culo en escorzo (que se repite un par de veces, y se corona con el plano final de su enjabonamiento en la ducha) no implica sólo la mirada masculina -como se le ha criticado- sino la del poder de cualquier mirada: Emma pinta a Adèle (y encontramos esos retratos por toda la casa, además de en la exposición final) como si la vampirizara, tal como hace Kekiche con la extraordinaria Adele Exarchopoulos (que en sí parece resumir la larga tradición europea de actrices inolvidables). En un momento del film alguien discute la “coautoria” (refrendada por Cannes al darles el premio compartido al director y sus dos protagonistas…). No en vano entre esas repetidas menciones está la de New York: como postal en el cuarto de Adèle o en el bar de la separación, pero como destino en la conversación con el árabe (harto de Hollywood pero enamorado de la gran manzana). Y que el árabe no encuentre a Adèle es la hipocresía final del film, que no soporta ese viaje final que el mismo ha propuesto… Pero (como no podía ser de otro modo, como para dejar en claro que la homosexualidad todavía es motivo de veto en Francia, como el sexo en Estados Unidos…) Spielberg la premió en Cannes, por lo que podemos decir que Adèle finalmente llegó (a la madurez, es decir, a la hipocresía). No sería de extrañar que un nuevo capítulo tenga lugar en Hollywood.
Nicolás Prividera / Copyleft 2014
La vida de Adèle.
Pensemos por un momento que el título del filme habla de “la vida de Adèle”. De toda
su vida, no solo la amorosa. Es más, el subtítulo dice: “Capítulos 1 y 2″, sugiriendo que
puede continuar, más allá de la relación de Adèle con Emma. Los títulos nunca son
inocentes, y si el director se decidió a bautizar con este nombre a su obra, debemos
tomarlo como un dato importante.
Me sorprende que casi el 100% de las críticas, ya sean a favor o en contra, se dediquen solo a polemizar sobre la naturaleza del vínculo amoroso y descuiden el análisis de otros
aspectos muy importantes del filme, que son muchos menos emocionantes, pero que
deben ser evaluados si vamos a formarnos un juicio completo de los aciertos y errores
de esta película.
¿Cual es la mirada que posa Kechiche sobre las instituciones que retrata?
Las familias muestran a padres e hijos sin peleas ni incomprensiones. Ninguna de las
dos protagonistas tiene hermanos, lo que elimina la posibilidad de que por ese lado
aparezca algún problema.
La acción política se muestra tibiamente por medio de una manifestación que parece
más un corso de carnaval que el reclamo por mejor educación. ¿Y la policía, y la
represión, y las sanciones? ¡Que distinta la manera de retratar las luchas estudiantiles de
Kechiche con la de Assayas, por ejemplo, en “Después de mayo”! Los dos directores
franceses, de edades parecidas, divergen radicalmente también en la presentación del
tiempo histórico. La de Kechiche no se sabe en que época transcurre, y por lo tanto
contra quienes se enfrentan los manifestantes. En “Después de mayo” ya desde el título
nos ubica en el periodo del filme.
La educación, es otra institución retratada con una falta de rigor crítico sorprendente y
que ningún analista ha remarcado. Muchas escenas se desarrollan en el ámbito de la
escuela. Kechiche repite en esta película un interés que ya demostraba por el tema en su
anterior “Juegos de amor esquivo”. Un grupo de estudiantes secundarios que conviven
en un clima por demás armonioso entre ellos y lo que resulta más inverosímil, con sus
profesores. La concentración e interés que muestran Adèle y sus compañeros en las
clases, hace que parezcan habitantes de otro mundo. En “Juegos de amor esquivo” el
comportamiento de los alumnos es similar, y hasta más irreal, porque se trataba de una
escuela marginal. En ambas películas hay una mirada autoritaria de la acción educativa,
donde el monopolio del saber está en los docentes, y los alumnos participan solo a
requerimiento de éstos ¿no tienen ninguna idea propia para esbozar? ¿están de acuerdo
con todo lo que dicen los profesores? Adèle, que se declara una lectora voraz, a la que
no le gustan que le expliquen demasiado las obras, ¿por qué no cuestiona esto en clase o
da su punto de vista de lo que leen sin que se lo pida el docente? La violencia, el
racismo, el bullying o las drogas, por poner algunos ejemplos de los problemas más
comunes en casi todo el mundo, están ausentes en las dos películas de Kechiche.
La monogamia es la base de la pareja y no se la cuestiona, y el conflicto central se
desata a partir de la “violación” de Adèle de este pacto “sagrado” que impone el
patriarcado. Basar el eje de la ruptura en la infidelidad, es absurdo para una historia de
amor ambientada en Francia. Una mirada muy conservadora para alguien que como Emma cita a Sartre, a quién no solo conoce, sino que dice que inspiró una parte
importante de su vida.
El mundo del trabajo de Adèle tampoco ha sido considerado en ninguna crítica como
una actividad que se deba analizar. En la película, la labor docente de Adèle es fabulosa,
no hay salarios bajos, ni peleas con la dirección, ni desempleo, ni luchas gremiales, ni
conflictos con los compañeros, ni dificultades para conseguir empleo (¡en un continente
donde el desempleo juvenil llega en varios países hasta el 50%!). Se dice que la
concepción política de los directores se define en la forma. Haber recurrido a una elipsis
con el tema de la búsqueda de empleo, es un desproposito mayúsculo, ¡siendo uno de
los problemas más acuciantes para todo adolescente en cualquier lugar del mundo! El
director destina 13 minutos a mostrar como las chicas cogen, pero ni un minuto para ver
como se la rebusca Adèle para encontrar su trabajo. La auto explotación se presenta
como una virtud moral. Adèle trabaja todo el año, y en el verano, en el momento de sus
vacaciones… también trabaja, claro que con chicos con problemas, lo que santifica su
decisión. Kechiche muestra el trabajo como docente de Adèle como un “sacerdocio”,
donde toda su preocupación se limita a hacer bien su tarea, con lo que resulta una
mirada profundamente reaccionaria. Cuando se conoce con los padres de Emma les
cuenta (nos cuenta) que quiere ser maestra. Luego, cuando el tema laboral vuelve a
escena, Adèle ya está trabajando en el puesto que deseaba. ¿Está el director interesado
en lidiar con una historia real o en contarnos un cuento de hadas para adultos, donde los
deseos se hacen realidad sin más?.
No vi todavía la francesa. Aquí en Bariloche no se estrenó en salas y la versión de internet no era buen y decidí esperar. Me entusiasma mucho verla a partir de tu nota. Debo decir que la primer parte, la relacionada a The Wolf, es muy buena. Logro ahora entender tu punto de vista y comparto 100% lo referente a Tarantino y lo de Anderson. Me pregunto como realizador, hasta dónde la referencia cinematográfica (total en Tarantino como vos decís) puede hacerse a un lado para dejar algo a lo real basado en la experiencia de lo vivido. A mi me resulta muy difícil separar ambas cosas, y en realidad no se si hay que separarlas. Me interesaría mucho tu opinión al respecto, no sólo como crítico y cinéfilo, sino como director.
En estos días en los cuales se ha ido un cinéfilo como Manes, rescato enormemente estos espacios que permiten debatir y reflexionar sobre el cine. Debo decirte también que esta nota me parece mucho más clara (y en mi caso efectiva) que la anterior. Aquí logro (creo) entender lo que decías de Scorsese mucho más que en la anterior.
También pensé que ibas a hablar de «Los Infiltrados».
Un cordial saludo.
Creo que Prividera no puede disfrutar de esas maravillosas películas. Solamente las puede pensar. Es una pena porque son dos joyas. Es bastante tonto comparar a Scorsese con Tarantino o con Anderson (PT) porque no lleva a nada dicha comparación. Scorsese hizo su mejor película y más libre. Tan emblemática como Taxi Driver.
Lo de Kechiche es fantástico, ojalá todos los años tengamos actuaciones semejantes a las de las protagonistas (o como la de Di Caprio, claro). Ojalá se pueda seguir disfrutando de las maestrías que van llegando a cuenta gotas a las salas porteñas. Al gran pensamiento adjetivado y semiótico de Prividera se le debería sumar que hay otra maravilla que no se estrenó y que se llama Extraños en el lago; ahí más que paradigma americano, francés, o influenciado o lo que sea, se trata de otra obra maestra. Disfrutá Prividera, ayudá a que la gente valore las buenas películas. Eso es lo que va a conducir a mejores películas y a que en el futuro se haga un cine más digno en nuestro país. Dis fru tar.
Fran, “es bastante tonto” usar esas palabras para afirmar que algo lleva a nada sin explicar por qué. Pero hay algo que disgusta más que los argumentos ad hominem y son los hedonistas autoritarios. O sea, los que consustanciados con esta época de goce unívoco y obligatorio, nos demandan “disfrutar” (sin “pensar”, claro). Cada uno disfruta a su manera, y yo no ando diciendo como lo deben hacer los demás: tenés cientos de críticos que escriben como si estuvieran eyaculando para leer, nadie te obliga a leer lo que escribo aquí. (Este blog va por otro camino: es tan difícil de entender… o de soportar?) Ah,y el “disfrute” no tiene nada que ver con “conducir a mejores películas y a que en el futuro se haga un cine más digno en nuestro país”: en este momento el público puede “dis-fru-tar” con “Los bañeros más locos del mundo” o con “El misterio de la felicidad” (después de todo, las dos hacen de la playa su paraíso). Lo bello y lo bueno hace rato que no necesariamente marchan juntos. Pero para entenderlo hace falta “pensar”, que les vas a hacer…
Muy buena la nota. Me gustaría consultar a qué te referís con que la relectura de la tradición de los setenta que hace Anderson en Boogie nights podría verse como una sutil crítica a Scorsese. No me doy cuenta, en parte porque hace bastante que vi esas películas. Por lo pronto, parece que a PT Anderson sí le gustó El lobo; en youtube está la entrevista elogiosa que él mismo le hace a Scorsese sobre la película.
Gracias, saludos
Está claro que Anderson también quiere su oscar… Y tarde o temprano lo va a atener, porque junto con Scorsese y Spielberg es un cineasta que sabe reunir “espectáculo” y “cinefilia”. Pero también es el más crítico con la propia tradición del cine norteamericano: incluso se podría decir que «Boogie nights» es también una crítica avant la lettre de esta vuelta a los 70 que ahora es furor con “Fargo” o “American Hustle”. Espero ocuparme de esto en la próxima nota.
«La vida de Adèle juega a bascular entre ambas tradiciones: el academicismo y la búsqueda de lo real y Kechiche termina tomando partido por el viejo academicismo»
Me parece increíble que a esta altura de la historia del cine se siga debatiendo este tema. Estoy harta de ver que premien estas películas donde lo único real es la especulación, evidente y grosera, a la hora de abordar ciertos temas.
La transgresión y la búsqueda se reduce a retratar una historia de amor homosexual con largas escenas de sexo, tan «reales» como las una porno soft?
Después de las polémica que surgió entre las protagonistas y el director, me pregunto hasta que punto tiene sentido exponer a las actrices a tal sometimiento argumentando esa «búsqueda de lo real», absurda desde el momento en que sabemos que lo que estamos viendo es una ficción.
Creo que la crítica señala bien los límites del film de Scorsese: no hay en la película voluntad suficiente para pensar el mundo más allá de la pantalla y entonces el film todo no pasa de ser una crónica dislocada de una trayectoria personal que no se inscribe con claridad en una mirada del mundo y de la época que le habrían dado un fundamento valioso sobre las raones del director para contar esta historia. ¿Para qué llevar a la pantalla la vida de este sujeto? Si buscamos en el film una historia particular para conectar con la historia, los puntos que podrían servirnos para esto son mínimos, no tienen desarrollo ni interés y se cierran sobre el punto de vista y las experiencias del personaje. ¿Qué piensa Scorsese de su héroe? Y… es un muchacho simpático sin escrúpulos al que no le queda otra que estafar y delatar… Si piensa algo diferente habrá que buscarlo en los reportajes, en el film no hay nada más. Esto, creo, no impide disfrutar del film -en parte yo mismo lo he hecho, sobre todo en la primera parte- pero el disfrute no me deja satisfecho: el afán de lucro por sobre todas las cosas -un componente esencial del gran relato estadounidense- exige un mínimo grado de reflexión y alguna clase de confrontación que Scorsese nos niega. Sobre todo porque la caída de Belfort a partir de la delación es más una continuidad por otros medios que una interrupción. El surfista de las finanzas sigue cabalgando las olas y Scorsese nos despide de él recordándonos sus astutos jueguitos y su enorme carisma. So what?
La vida de Adèle.
Como a la mayoría, cuando terminó la película en el cine, quedé maravillado. Pero a medida que pasaban los días y volvía a mi mente el filme, cada vez me gustaba menos. Una pregunta que me hacía es ¿Cómo logra Kechiche darle semejante encanto al personaje de Adèle? ¿Por qué quedamos todos seducidos por esta chica? No hay dudas que buena parte del secreto está en la extraordinaria actuación de Adèle Exarchopoulos, pero tampoco hay dudas de que el guión ayuda. ¿Y como se estructura la personalidad de Adèle desde el guión? Lo que hace Kechiche es presentarnos una chica llena de virtudes y casi ningún defecto. Pero al mismo tiempo con un carácter en apariencia débil, sin agallas para pelear y defender las cosas que siente y cree. Esto le impide decir la verdad a sus padres y compañeros de colegio sobre sus preferencias sexuales, y lo que es mas grave, queda humillada en la famosa escena de la pelea con Emma. La autohumillación llega al extremo de que cuando las dos se encuentran en el bar unos 3 años después de la ruptura, Adèle le pregunta a Emma si ya la perdonó, como si ella fuera la única culpable. Creo que el golpe bajo de Kechiche está en que nos presenta un personaje vital y sensual pero frágil. Es esta fragilidad, la que logra potenciar desde el peor lugar el poder de seducción del personaje de Adèle. Porque se logra el favor del público a partir de la lástima y la compasión. Que Adèle no halla logrado, con su juventud y encanto, recomponer su vida amorosa 3 años después de la ruptura con Emma, no habla muy bien de la autoestima del personaje. Parece más una mujer anclada en alguna novela del siglo XIX y no del XXI. Y si no puede superar sola el recuerdo de la relación con Emma, que vaya a terapia en lugar de agonizar indefinidamente con su pena a cuestas.
“La vida de Adele”
Para los que viven en la ciudad de Córdoba (Argentina) y alrededores, y se perdieron este filme, se anuncia una nueva proyección en el cineclub Teatro Córdoba, del 06-02-2014 al 09-02-2014, que inaugura su temporada 2014 con esta controvertida película. Más info aquí: http://www.cineparaver.com.ar/tabloide.php?sec=cartelera
Comparto completamente la lectura de Prividera, realmente no entiendo a los críticos que solo desmuestran admiración por las películas que se estrenan semanalmente en nuestro país sin hacer un pequeño análisis del film.
Y ¡basta de considerar que el cine es para disfrutar o para divertirse, es reducir y menospreciar el séptimo arte, cómo si este fuese algo inocuo que solo está para dejar de pensar!
Respecto a La Vida de Adele es detestable la división de posturas tan marcadas en cuanto a las familias de las dos protagonistas, dejando en claro que una al tener una familia conservadora va a «pecar» acostándose con un flaco mientras que la liberal va a terminar de pareja con una mujer. Tan predicible y estructurada, que deja sin «vida» a sus personajes. Y también por favor basta de las películas que «justifican» la homosexualidad por tener una famlia disfuncional es patético e hiper conservador este pensamiento (o argumentación narrativa).
Saludos!
«No podés tener razón si escribís mal ‘losers’», dice Hernán Iglesias Illa. Y ahí se suma la claque, para ir aun más bajo y llamarme «psicópata», mientras Raffo jugar a decir que intenta leerme por «morbo» pero no lo consigue, o Noriega que ya no me puede leer «aun cuando hable mal de mi», cosa que suele apasionarlo. Todo en twitter, claro. Así que lo consigno aquí para que no se pierda. Y de paso decirle a Noriega que no hablo mal de él, sino de sus críticas. A Raffo que a mi el morbo no me motiva a leerlo, sino tratar de entender como una inteligencia se puede extraviar (aunque a esta altura me queda claro que es precisamente por sus pre-juicios). Y a Illa que la descalificación via corrección gramatical es una falacia, pero peor es usarla para tirar frases mezquinas en las redes sociales… Si tienen algo que decir que no sea una patoteada, pueden hacerlo aquí. Pero dudo que se animen, vistos sus cretinos “argumentos”. Mejor sigan cascoteando al “progresismo” (la bestia negra de la historia argentina, claro…)
El error en el título de este artículo, que ya ha sido modificado, es enteramente mi responsabilidad. Pido perdón públicamente al autor de la nota, aunque los bananas de la web se tomaron de ahí para no intentar buscar algún argumento para debatir con NP. RK