LOS OLVIDADOS (3): ANDRE DE TOTH
Conocido como el cuarto tuerto de Hollywood, nunca alcanzó la fama ni el nivel de los otros tres auténticos maestros (John Ford, Fritz Lang y Raoul Walsh) pero su obra hollywoodense (la anterior la desconozco) es sólida y con varios títulos valiosos.
Nacido Toth Endre Antal Mihaly en 1913, en Makí, ciudad del entonces Imperio austrohúngaro, hijo de un oficial de caballería, estudió abogacía aunque mientras tanto se dedicaba a escribir obras de teatro que llamaron la atención del dramaturgo Ferenc Molnar. Luego en cine trabajó como guionista, editor, director de segunda unidad y actor, dirigiendo en su país natal cinco films antes de la Segunda Guerra Mundial. Exilado en Inglaterra, fue director de la segunda unidad de The Thief of Bagdad de Alexander Korda y ya en Hollywood cumplió el mismo rol, otra vez con Korda en Jungle Boy. Debutó como realizador en 1943 con Passport to Suez, desarrollando en Estados Unidos una consistente carrera hasta 1959 en la que incursionó en varios géneros de acción, como el film noir, westerns, films de aventuras y películas bélicas de una considerable consistencia aunque también realizó un recordable melodrama y el mejor film del perimido sistema 3D, Museo de cera. Padre muy prolífico, se caso siete veces y tuvo 19 hijos, siendo su más recordado matrimonio el que tuvo con Veronica Lake (1944-1952). En 1960 retornó a Europa y su carrera tuvo allí menos interés que en los Estados Unidos, alternando con varios trabajos para la televisión. André de Toth falleció en California en 2002.
Las películas de André de Toth son un interesante capitulo dentro del cine clásico de Hollywood. Especialista en el cine de acción, ya sea este de aventuras, bélicos, films noirs o westerns, sus films están casi siempre protagonizados por “héroes” de ambiguas aristas que cargan en sus vidas con una considerable dosis de fracasos. Con gran habilidad para manejar las escenas de acción y violencia y capacidad para manejar el suspenso y los crescendos dramáticos, sus mejores películas trasmiten una sensación de inestabilidad en las que no es sencillo diferenciar a los héroes y a los villanos. Su ciclo de westerns con Randolph Scott, con películas producidas por el actor, ha sido comparado por algunos críticos con la serie de títulos que realizara con el mismo actor y también producidos por él con Budd Boetticher, pero los films de De Toth carecen del rigor y la impronta trágica de los de Boetticher. De todos modos hay en su filmografía suficientes películas interesantes (algunas son realmente muy buenas) como para que su nombre sea recordado cuando se hable del cine norteamericano clásico. Recomendemos entonces algunos de esos films.
Deudas imperdonables (None Shall Escape, 1944), segunda película de De Toth en los Estados Unidos con guion de Lester Cole, quien años después integrara la lista de los diez de Hollywood prohibidos en la época del macartismo, se anticipa de manera sorprendente a los juicios a los nazis, centrándose en un oficial alemán que perdiera una pierna en la guerra y es denunciado por varias atrocidades sin que el personaje muestre el menor signo de arrepentimiento.
La mujer de fuego (Ramrod, 1947) es un sólido western en el que Verónica Lake (en ese entonces esposa del realizador) interpreta a una combativa mujer enfrentada a su padre, que debe defender su propiedad ante el acoso del mandamás del pueblo, para lo que cuenta con la ayuda de un vaquero, el típico héroe individualista que ante el asesinato de dos de sus amigos decide ayudarla. Gran personaje secundario de Donald Crisp.
La orquídea blanca (The Other Love, 1947) es una atípica incursión del director en el melodrama romántico. Una concertista (la siempre convincente Barbara Stanwyck) se interna en un hospital ante el grave cuadro de tuberculosis que la aqueja con peligro de muerte. En una salida furtiva conoce a un rico jugador que le propone una vida distinta aunque el médico que la atiende también está enamorado de ella. De Toth se mueve con delicadeza en un terreno ajeno a de sus películas de acción.
La senda tentadora (Pitfal, 1948) es un muy buen exponente de cine negro en el que un empleado de seguros felizmente casado ve desestabilizada su vida cuando conoce a una atractiva mujer (la siempre bienvenida Lizabeth Scott). Raymond Burr compone a un memorable villano y una curiosidad del film es que el crimen cometido por un hombre que da impune en tanto el que comete una mujer es castigado con la cárcel.
Muerte a medias (Man in the Saddle, 1951) es uno de los westerns con Randolph Scott antes mencionados en el que debe enfrentarse con un poderoso terrateniente, ahora casado con quien fuera su pareja, quien se ha convertido en una mujer fría y calculadora. Atractivo western con varias buenas escenas de acción.
El rifle (Springfield Rifle, 1952). El título de la película es solo un pretexto para desarrollar un atípico western en el que el ejército se enfrenta a ladrones de caballos. Entre las anomalías del film hay que mencionar que varios personajes, incluido el protagonista (Gary Cooper), juegan en diferentes momentos para los dos bandos y que el traidor es nada menos que un coronel del ejército.
El museo de cera (House of Wax, 1953) es posiblemente el mejor exponente del fallido experimento del cine en 3-D de los años cincuenta. Vincent Price, en su primer papel en films de terror, es el artista que –después que su socio incendie su Museo de Cera y lo den por muerto- decide vengarse y crear nuevas figuras con cuerpos humanos. Más cercano al Gran Guiñol que al film de terror, la película es un efectivo ejercicio de sadismo.
Ola de crímenes (Crime Wave, 1954), narra el asalto a un banco a cargo de un grupo de ex convictos que buscan la ayuda de otro que se ha reformado. Un film de sostenido ritmo narrativo, con una atractiva serie de personajes secundarios y un policía (Sterling Hayden) que masca escarbadientes continuamente. Un film aparentemente muy valorado por Jean Pierre Milville quien reconocía su influencia sobre su obra.
Pacto de honor (The Indian Fighter, 1955) es otro atractivo western en el que un vaquero individualista y solitario (Kirk Douglas) es contratado para buscar la paz con los indios pero el asesinato de un nativo complica las cosas. Un film con un excelente uso de los escenarios naturales, con una mirada sobre los indios que elude el habitual racismo y en el que Douglas termina apareado con una joven integrante de la tribu interpretada por Elsa MartinellI (¡!).
La pandilla maldita (Day of the Outlaw, 1957) es el mejor de los westerns de Andre De Toth, ambientado en un apartado bar, en el que un hombre con un turbio pasado que busca recuperar a su ex mujer, debe cambiar sus planes cuando llega al lugar una pandilla comandada por un militar desertor. La primera parte del film es marcadamente claustrofóbica y el último tramo que se desarrolla en la nieve también, pero en un espacio abierto. Notables actuaciones de Robert Ryan y el gordo Burl Ives.
Fotogramas: 1) La pandilla maldita; 2) André de Toth; 3) La orquídea blanca.
Jorge García / Copyleft 2020
Gracias Jorge por traer este otro «olvidado»…me permito incluir en la lista a «None shall escape» (Nadie escapará) 1944. Muy bien planteado el inicio del nazismo, la situación de Polonia y, teniendo en cuenta que es del 44, una anticipación a lo que sería después los Juicios de Nüremberg.
Por si fuera poco, una fotografía exquisita
Perdón Jorge, veo ahora que Nadie escapará está incluida, y en primer lugar, en la lista…
La que no figura, y que pude conseguir, es Mercenarios sin gloria (Play dirty,1968). Impresionante película para quienes gustan del género bélico, pero que esconde un soberbio alegato anti bélico.
Hay una frase que resume la película, puesta en boca de el que comanda el grupo de mercenarios «La guerra es un negocio delictivo. La peleo con delincuentes».
Imperdible ¡¡
buenas esta mal el título de La mujer de fuego es «Ramrod» no «Random»