LOS OLVIDADOS: RICHARD BROOKS
Nacido en Filadelfia en 1912, Brooks comenzó su carrera como cronista deportivo en un diario de esa ciudad y más tarde trabajó como escritor de radioteatros, locutor y comentarista para la NBC de Nueva York. En 1941 se trasladó a Los Ángeles, comenzando a colaborar en guiones de películas y durante la guerra sirvió como marine. Al terminar la contienda publicó su primera novela que sirvió de base para su film Encrucijada de odios y posteriormente editó dos novelas más. Guionista de varios títulos relevantes de fines de los 40, como Brute Force (Jules Dassin) y Key Largo (John Huston), debutó en la dirección en 1950 con Crisis, desarrollando durante medio siglo una carrera tan interesante como despareja. Su film más exitoso y de mayor prestigio fue Semilla de maldad (1955) que, como suele ocurrir, hoy aparece como una de sus películas menos atractivas, además de estar irremediablemente fechada. A diferencia de casi todos los realizadores tratados en estas columnas, Brooks perteneció a la categoría de los directores-escritores, ya que fue responsable de la casi totalidad de los guiones de sus películas. Casado con la actriz Jean Simmons, le dio el rol protagónico en varios de sus films. Retirado de la pantalla en 1986, Richard Brooks falleció en Temple en 1992.
Buena parte de la crítica ha cuestionado a Richard Brooks por considerarlo un director “contenidista”. Es cierto que este intelectual liberal progresista en ocasiones se torna discursivo y didáctico, pero no se puede negar que la fuerza e intensidad de sus planos y escenas muchas veces compensa aquellas debilidades. Perteneciente, como se señaló al rubro de directores-escritores, es sorprendente que -a partir de los temas que trató y sus tomas de posición frente a ellos- no haya caído en las redadas del macartismo. Si bien en algún caso escribió sus propias historias, una de las características de su cine es la adaptación de textos de grandes escritores, una tarea en la que consiguió resultados desiguales (buenos, vg, en Truman Capote, totalmente fallidos en Dostoyevski). Casi ningún tema polémico escapó a su interés y es así que abordó la corrupción del periodismo, la educación en las escuelas de su país, el colonialismo en África, los gobiernos autoritarios en América Latina, la disciplina en el ejército, el racismo, la influencia de las iglesias evangelistas, el intervencionismo yanqui en otros países y, en fin, la sexualidad y la crisis del matrimonio en los Estados Unidos. Como se ve, un programa amplio y variado en el que los resultados fueron inevitablemente dispares pero que, en sus mejores trabajos, ofrece una cruda y crítica mirada sobre aspectos de la vida socio cultural de su país. Y también Brooks fue un muy buen director de actores, consiguiendo, por ejemplo, de Burt Lancaster el mejor trabajo de su carrera pre-viscontiana. Quedémonos entonces con el mejor Brooks, el del pulso narrativo firme y potente y la generosa integridad de sus propuestas. Van entonces, como siempre las recomendaciones de varias de sus películas.
CRISIS (Crisis, 1950). Algunas malas lenguas sugieren, sin mucho asidero, que el debut de Brooks como director, ambientado en un ignoto país latinoamericano, está inspirado en la figura de Juan Domingo Perón. Lo cierto es que este relato, en el que un médico norteamericano es secuestrado para que opere a un tiránico y contradictorio gobernante, cuenta con varios pasajes de un logrado suspenso.
LA HORA DE LA VENGANZA (Deadline, USA, 1952) transcurre en el mundo del periodismo en el que el director de un diario trata de impedir su venta a un corrupto competidor para lo que cuenta con la inesperada ayuda de la viuda del fundador del periódico. Bogart en su salsa, en un film con varios momentos tensos y un discurso final de tinte liberal sobre la importancia de la prensa independiente.
LA ULTIMA VEZ QUE VI PARÍS (The Last Time I Saw Paris, 1955) es un atractivo melodrama basado en un relato de Francis Scott Fitzgerald en el que un escritor debe luchar con sus propias frustraciones y también lidiar con una esposa a la que solo le interesa divertirse mientras que su hermana está secretamente enamorada de él. Lo más interesante del film reside en la desilusión que trasmiten casi todos los personajes al no poder lograr sus objetivos.
LA ULTIMA CACERÍA (The Last Hunt, 1956) es un atípico western que, en principio, parece referirse a la inútil matanza de búfalos. Sin embargo, a través del enfrentamiento entre dos personales, surgen otros temas, como el racismo y el ansia gratuita de matar. Gran trabajo de Robert Taylor como un ambiguo y contradictorio asesino y de Lloyd Nolan en un papel alejado de los que habitualmente interpretaba.
EL FUEGO Y LA PALABRA (Elmer Gantry, 1960) es una adaptación de una controvertida novela de Sinclair Lewis acerca de la influencia de las iglesias evangélicas sobre diferentes sectores de la población. Burt Lancaster ofrece su mejor interpretación en los Estados Unidos como un charlatán seductor y mitómano. El film cuenta con momentos de gran virulencia, aunque sin profundizar sobre las relaciones entre la religión, el dinero y la corrupción.
LORD JIM (Lord Jim, 1962) traslada al cine una novela de Joseph Conrad sobre un hombre que -atormentado por la culpa, al no haber hecho todo lo posible para salvar a los pasajeros de un barco que naufragó- busca una segunda oportunidad en la vida. Maltratado por gran parte de la crítica, el film es, sin embargo, un vibrante relato de aventuras y un interesante estudio de caracteres.
LOS PROFESIONALES (The Professionals, 1966) es un sólido western que transcurre en los tiempos de la Revolución Mejicana en el que un magnate contrata a un grupo de mercenarios a los que ofrece una jugosa recompensa para que liberen a su esposa, secuestrada por un guerrillero. Los códigos morales del grupo se imponen a sus ambiciones personales en un relato que hace oblicuas referencias a la intervención de EE. UU. en Vietnam.
A SANGRE FRIA (In Cold Blood, 1969) es una notable adaptación del libro de Truman Capote sobre el gratuito asesinato de una familia por parte de dos desclasados. Algún abuso de tipo psicoanalítico no logra opacar el violento y oscuro relato sobre la América profunda; la película es uno de los más contundentes alegatos que haya producido el cine contra la pena de muerte. Scott Wilson y Robert Blake, como los dos lúmpenes, son inolvidables.
EL AMARGO FIN (The Happy Ending, 1971). Más allá de su discutible estructura narrativa, la película es una corrosiva mirada sobre el matrimonio americano de clase y media, y también cómo la rutina, el hastío y la falta de alicientes van desgastando implacablemente una relación. Como dato interesante, el film está centrado en el personaje femenino, quien es el que toma las decisiones más importantes, en un film de tono escéptico y melancólico.
BUSCANDO AL SEÑOR GOODBAR (Looking for Mr. Goodbar, 1977) está centrado en una mujer, profesora de niños sordos y perteneciente a una familia religiosa y conservadora, que busca satisfacer sus impulsos sexuales reprimidos para lo cual recorre bares y tugurios. Recargada mirada sobre la sexualidad en los Estados Unidos, con un final de gran crudeza y una excelente interpretación de Diane Keaton.
JORGE GARCÍA / COPYLEFT 2022
Muy buenos tus articulos sobre directores no tan recordados. Quería sugerirte uno al que solo se lo nombra por dos peliculas y tiene, a mi entender, una filmografia valiosa: George Roy Hill. Saludos!