LOS OLVIDADOS: TAY GARNETT
La memoria cinéfila recuerda que si Francois Truffaut no hubiera comunicado el fallecimiento de William Taylor Garnett, nadie se hubiera enterado del mismo.
Nacido en Los Ángeles en 1894, muy poco se sabe de su infancia y adolescencia pero sí que realizó estudios en su ciudad natal y luego en Massachusets antes der llamado a enrolarse en la Primera Guerra Mundial donde, al ser herido de gravedad, se le permitió el retorno a su país. Entonces se dedicó a la escritura de obras de teatro y de vaudeville, entrando en el mundo del cine en 1922, trabajando como creador de gags para películas de Mack Sennett y otros cómicos de la época y también como guionista de Frank Capra. En 1928 comienza una carrera de casi medio siglo y algunos trabajos suyos de principios de los 30 llamaron la atención, consiguiendo en la década del 40 sus mejores títulos. A mediados de los 50 comenzó a trabajar en la televisión, escribiendo también algunos libros. Retirado de las pantallas en 1975, falleció de leucemia en Sawtelle, California, en 1977.
Así como es posible en algunos directores tratados en esta columna -que sin llegar a ser auténticos autores contienen en su obra algunos rasgos personales que permiten caracterizarlos-, esa tarea es más difícil con Tay Garnett. Podría hablarse de la fluidez de sus movimientos de cámara, de su muy buena dirección de actores y de los elementos permanentes que definen a los narradores clásicos del cine norteamericano y no mucho más. Sin embargo, la cantidad de buenas películas que realizó permiten que tenga un espacio en estas columnas y es casi seguro que –si no hubiera filmado las que es, posiblemente la mejor versión de El cartero llama dos veces– hoy casi nadie lo recordaría. Es que en esa película, además, consiguió, con una audacia infrecuente para la época, disimular las limitaciones actorales de Lana Turner y convertirla en un auténtico animal erótico-sexual que llevaba a la destrucción a John Garfield y a ella misma. Tal vez, esa caracterización de la mujer como permanente objeto de deseo y algún toque en sus comedias del estilo de su amado Ernst Lubitsch también puedan considerarse como elementos distintivos del cine de Tay Garnett. Pasemos a entonces a recomendar algunas de sus películas más valiosas.
LA CITA (One Way Passage, 1932) narra el encuentro fortuito en un bar de un convicto condenado a muerte y prófugo con una muchacha víctima de una enfermedad terminal que continuará en un viaje en barco. Excelente utilización del espacio, dos intérpretes inmejorables y una historia impregnada de un romanticismo fatalista que remite a algunos de los films de Frank Borzage.
MARES DE CHINA (China Seas, 1935) también transcurre en un barco en el que un capitán bastante heterodoxo entra en relación con una de las pasajeras que, a su vez, es acechada por otro hombre. La notable química entre Clark Gable y Jean Harlow, que ya se había manifestado en Red Dust, se repite en este relato que, a pesar de cierta dosis de inverosimilitud, consigue convertirse en plausible.
HOLLYWOOD SE DIVIERTE (Stand-In, 1937). Varias veces, a lo largo de la historia del cine, Hollywood se adentró en la intimidad del sistema con resultados críticos y/o amargos (Wilder, Minnelli, Aldrich). En este caso, la llegada de un tímido matemático que vive haciendo los cálculos para el salvataje de un estudio está más cerca de la sátira amable en un film no demasiado lejano de las historias de Frank Capra.
SIETE PECADORES (Seven Sinners, 1940) vuelve a colocar en primer plano a Marlene Dietrich luego de su fabulosa serie de films con Joseph von Sternberg, en una película en la que interpreta a una cantante de cabaret que recorre varias islas, siendo codiciado objeto de deseo. Sin los toques perversos de Sternberg, el director permite el brillo de la estrella que además canta con su inimitable etilo tres canciones.
LA PATRULLA DE BATAAN (Bataan, 1943) está ambientada en un remoto lugar del Pacífico donde un grupo de hombre debe impedir el avance de las tropas japonesas. Interesante estudio de caracteres, por encima de las escenas bélicas, con un final de tono propagandístico en el que Robert Taylor, único sobreviviente del pelotón, se enfrenta a centenares de nipones que lo acosan.
LA CRUZ DE LORENA (The Cross of Lorraine, 1943) es un relato ambientado en un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra en el que un grupo de prisioneros sueña con fugarse. Personajes bien delineados, con sus grandezas y miserias, y Peter Lorre más viscoso y sinuoso que nunca interpretando a uno de los oficiales germanos.
UNA GRAN DAMA (Mrs. Parkington, 1944) ofrece un gran trabajo de Greer Garson como la abuela de una familia que recuerda –a través de diversos flashbacks- diferentes etapas de su vida, en la que buscó ascenso social casándose con un hombre rico, ambicioso y de pocos escrúpulos lo que lo provoca diversos sinsabores. Un melodrama algo estirado pero atractivo.
EL VALLE DE LA ABNEGACION (The Valley of Decision, 1945) transcurre en Pittsburg en 1830 y narra el enfrentamiento entre una familia de mineros, cuyo padre ha quedado inválido en un accidente, y la del dueño de la mina, que se potencia cuando la hija del imposibilitado entra a trabajar como criada en la casa de aquel, enamorándose de su hijo. Infrecuente tratamiento de las diferencias de clase. (Fotograma de encabezado)
EL CARTERO LLAMA DOS VECES, (The Postman Always Rings Twice, 1946) es tal vez la mejor adaptación de las varias existentes de la gran novela de James Cain, narrando la relación entre un hombre sin trabajos fijos y la esposa del dueño del lugar donde consigue empleo (Lana Turner en el papel de animal sexual). El film capta con precisión los diversos matices ambiguos de una relación de amor-odio que llevará finalmente a la destrucción de ambos.
MOTIVO DE ALARMA (Cause for Alarm!, 1951) describe la obsesión de un hombre enfermo y postrado acerca de que su esposa y un amigo común piensan matarlo. Cuando muere de un ataque al corazón luego de escribir una carta que los incriminaba, su mujer trata desesperadamente de recuperar esa misiva. Un film con varios momentos perturbadores, y un happy end tan arbitrario y exagerado que da la impresión de que el director quiere burlarse de esos finales felices.
Jorge García / Copyleft 2021
¡Gracias García! Ví hace un tiempo One way passage y me pareció maravillosa, con algunos elementos formales sorprendentes para una película hecha con tan escasos recursos técnicos. Tengo pendiente explorar más ampliamente la obra del director. Muy buena hoja de ruta. Saludos