LOS PLANOS DEL CAPITÁN: BREVES ORACIONES SOBRE EL CINE DE IGNACIO AGÜERO
Querer recusar la relación existente entre Como me da la gana y Como me da la gana 2 es de necios. El título lo confirma, los procedimientos poéticos y las intenciones también: Ignacio Agüero visita distintos rodajes, en el primer caso durante la dictadura de Pinochet a mediados de los ochenta y en el segundo caso en nuestro tiempo, e interroga amablemente a los cineastas que está filmando. En tiempos pasados, la pregunta estaba más orientada a entender dos cosas: el porqué de un film y el para quién; 30 años después todo se compendia en saber qué es lo cinematográfico.
Más arriesgado es proponer un parentesco estético y temático entre las notables El otro día y Sueños de hielo. Una transcurre en el asfalto y entre paredes, en pleno siglo XXI; la otra en el mar y en un navío, en el siglo pasado, pero con tanta nostalgia por un pasado todavía más remoto que se siente un cuento decimonónico emparentado con lo fantástico. Nada tienen que ver entonces, pero ¿y si fueran películas hermanas?
En Sueños de hielo, los confines del mundo constituyen una atracción para el narrador, que viaja a bordo de un barco en el que la tripulación tiene una misión absurda: recoger un témpano en el sur de Chile y transportarlo a España para una exposición. El protagonista, al que nunca vemos pero sí escuchamos, dice que estaba ahí para tan sólo registrar ese periplo casi irrisorio. Sin embargo, el mar y sus criaturas trastocarán la naturaleza del film; así, la travesía se convierte en una aventura metafísica. Tal vez hasta el mismísimo bloque de hielo albergue formas espirituales de vida.
El otro día se organiza por dos vías: el realizador decide que a cada uno que toque su puerta lo filmará y lo visitará más tarde en su casa. Es un viaje a un territorio desconocido en el que se quiere constatar si existe un signo de vida compartido. La intuición: el otro es metafóricamente un alienígena, una otredad tan impenetrable como un bloque de hielo. El otro viaje de Agüero consiste en transformar su propia casa en un espacio cósmico en el que se puede entablar una relación con los misterios del universo. Los movimientos del sol y la presencia animal son protagonistas del orden doméstico. De lo ordinario nacen eventos. A su vez, el cineasta Agüero se encuentra con el legado de su padre, un recto marino, lejos de la pestilencia de Pinochet.
El cine de Agüero tiene mucho del espíritu de los emprendimientos de los intrépidos exploradores del siglo XIX. Sus viajes en cámara son prodigiosos. Él va sin mapa a todos lados, solamente lo guía su virtud más excelsa: el saber preguntar. Acaso por eso, Agüero siempre toca tierra y resplandece.
*Fotogramas: Sueños de hielo (encabezado); El otro día
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