LOS PREMIOS: 1951

LOS PREMIOS: 1951

por - Columnas
25 Ene, 2023 06:47 | Sin comentarios
Distintas versiones de Rashomon. Un milagro en los últimos suspiros del neorrealismo. En Cannes, el cine argentino hace apología a las drogas.

La ganadora del Oscar es: La malvada (All About Eve), escrita y dirigida por Joseph L. Mankiewicz.

– “El pato Donald, Ibsen y El Llanero Solitario… todo es teatro». 

Pues no, Mankiewicz. No todo es teatro.

Muchas veces es un error adjudicar las ideas de los personajes a quien las escribe, pero tantas otras veces no. Tantas veces los personajes hacen de emisarios de cineastas que no saben separar su obra del artista vociferante que son. Viendo La malvada efectivamente se puede pensar que el director cree que cualquier expresión visual es teatro y que el teatro es un desfile de figuras compitiendo por ver quien dice la frase más ocurrente con el tono más sarcástico. (1) 

La malvada 

“Teatro filmado”. El tradicional insulto cinéfilo es injusto con la infinita variedad de expresiones teatrales. En cualquier caso, es más económico que decir: “es una mala película porque pone en escena mal teatro y lo filma con desgano”. En La malvada, las locaciones exteriores (sea una pista aérea o una avenida en Broadway) y los extras son accesorios para inflar el presupuesto y la importancia del producto. En definitiva, todas las escenas son decididas por la lectura del guion que hacen un puñado de actores. Teatro filmado. (1)

La historia tiene lugar en el mundo del espectáculo. Una joven psicópata se infiltra en el círculo íntimo de una diva. Sueña con reemplazarla. La malvada está cargada de meta textualidad, chistes internos y alusiones a la industria del cine. Hace tantos guiños que se queda bizca.

Todos los sindicatos que conforman la Academia se encolumnan detrás de un retrato de las estrellas como narcisistas de personalidad múltiple. Incluso el gremio de los actores hollywoodenses, narcisistas de personalidad múltiple, que tienen en La malvada un nuevo espejo donde verse reflejados. 

Además, el que probablemente sea el mayor villano de la película es un enemigo universal de la Academia. Tan malvado como la protagonista o peor, el tipo con menos escrúpulos de todos trabaja como crítico. (2)

La Palma de Oro es para: Comparten el premio La señorita Julie (Fröken Julie), dirigida por Alf Sjöberg; y Milagro en Milán(Miracolo a Milano), dirigida por Vittorio De Sica. 

Con La señorita Julie, Sjöberg gana su segundo Grand Prix. La opresión, constante en Tortura, esta vez tarda en entrar en escena. Sólo vemos juegos de poder y coquetería; un relato de amor prohibido entre una aristócrata y uno de sus sirvientes. Es de esas narraciones efervescentes en las que la cámara se desplaza como un vals.

Julie

Luego viene un cambio gradual. Julie y Jean viven metidos en sus flashbacks: los actores que los interpretan aparecen en las escenas que narran los momentos de la niñez que los marcan para siempre, como si no hubieran escapado de la infancia. Desde ahí van a vivir con un rencor que va apareciendo en la trama hasta que la tiñe completamente de negro resentimiento y rojo sangre. 

El romance y el encanto afrancesado dan paso a escenas de crueldad, desigualdad social y asfixia existencial. Una copa de champán con cianuro. (3) Lo llamativo es que Sjöberg no da muchos rodeos para retratar la sordidez. Lo que en otras coordenadas ni podía ser sugerido a causa de la censura, en el cine sueco podía ser mostrado o apenas dejado fuera de campo. 

El sexo y el suicidio son representados con franqueza. La relativa libertad con la que se podían tocar tópicos adultos le aportó singularidad al cine escandinavo de mediados de siglo. (4) Esta tendencia se profundizará en los años siguientes, y la mixtura de existencialismo y sexplotaiton le abrirá las puertas del mundo a alguien que veremos a menudo en próximas columnas: Ingmar Bergman.

La señorita Julie adapta una obra teatral naturalista de 1888 y no se desprende de sus berretines anticuados: la herencia genética y la condición social como enfermedades fatales. 

La desigualdad en la película de Sjöberg es amarga. La mirada es piadosa. Pobres los pobres.

Milagro en Milán pasa de todo eso. De Sica hace humor con las situaciones más precarias. Hace tanto frío que cuando sale un rayo de sol ridículamente puntual los habitantes de una villa miseria se amuchan en un círculo para resguardarse del frío. Hay tanta hambre que rifan un pollo y todos se quedan mirando absortos al viejito que se lo come.

Milagro en Milán

A lo Chaplin, riéndose de la desgracia. Y a lo René Clair con un giro de irrealidad. Pero acá no se trata de algo tan pueril como la magia o la fantasía. Acá estamos lidiando con milagros.

Totò, un apóstol del optimismo, sale del orfanato y se instala en la villa. El garca que es dueño del terreno la quiere desalojar. La salvación viene de la mano de una paloma, que encarna el espíritu de la abuela muerta de Totò y que le permite concederles deseos a sus vecinos. La villa sucumbe a la codicia pequeñoburguesa. La especulación inmobiliaria no se detiene ni por intervención divina. Cuando parece que ya no hay esperanzas, Totò y sus colegas les roban las escobas a los barrenderos de la ciudad y volando ascienden al cielo. 

Literalmente escapista y presuntamente derrotista, Milagro en Milán no deja de ser una experiencia reconfortante. André Bazin, en uno de sus textos más teológicos, encontró su clave en una ternura cuasi religiosa. (5)

Hay una manera laica (no necesariamente atea) de disfrutar esta película. El pueblo ya ha sufrido demasiadas derrotas en el mundo real. Milagro en Milán les regala una victoria que no es la satisfacción evanescente del final ex deus machina. Es el respeto a su inteligencia, el espacio para el disfrute compartido, el enemigo bien claro y la fiesta popular. (6)

Vittorio De Sica tenía en sus manos la salida del neorrealismo. Muy pronto veremos cómo se decreta el final de esa historia.

Fuera de competencia: Marihuana, dirigida por León Klimovsky. (7)

Una de tres representantes argentinas en aquella edición de Cannes, (8) Marihuana es una advertencia. Un cirujano trata de alertar a sus colegas sobre aquella “temible droga” que le quitó la vida a su mujer. El doctor investiga el submundo fumón e incluso cae en las manos del porro. Pero no hay nada relajado en este viaje. Ni de paródico, ni de camp (como puede suceder en Reefer Madness, producida por el inefable Dwain Esper). El rictus consternado nace del desconocimiento sobre la marihuana y de la obsecuencia a la autoridad.   

Marihuana

Cuando no es una aburrida película de despachos, Marihuana es un film noir delirante. El doctor se encuentra a un testigo de la muerte de su esposa, pero el tipo se volvió loco por el humo y cree que habla con los autos (“me dijo un camión que preparan un golpe de estado”). Antes de entrar a un tugurio, le recitan el Infierno de Dante. Termina persiguiendo a un enano macabro en el circo.

Las únicas escenas que tienen algo de fuerza son las que parecen de inspiración cannábica. Cómo la primera vez que el doctor fuma y tiene visiones expresionistas. O cuando se interna en un antro en el que alucina mientras una bailarina se convulsiona al ritmo de tambores candomberos. (9)  El cine altera la percepción como la droga e involuntariamente se convierte en su mejor apología.

El León de Oro es para: Rashomon (Rashōmon), dirigida por Akira Kurosawa. 

Distintas versiones se me aparecieron cuando veía la película de Kurosawa:

Rashomon visita distintos géneros. Los testigos de un asesinato brindan sus testimonios y todos divergen entre sí. (10) Un jidaigeki (drama de época) que es también un chanbara (cine de espadachines), en un momento un melodrama y en otro una historia de fantasmas.

Rashomon es una obra maestra de la técnica cinematográfica. Un festival de puntos de vistas: permanentes triangulaciones entre los personajes, ya sea desde la composición del plano o el montaje. El producto de un rodaje donde se experimentó con la forma y las posibilidades tecnológicas. Véase los planos en los que la cámara se emplaza de frente al sol, con ese efecto espectacular de luz que se filtra entre el follaje del bosque donde se comete el asesinato. O la manera en la que se filma la lluvia que recuerda al llanto de un dios: un chorro de agua interminable al que se le agregó tinta para que dé mejor en cámara.

Rashomon es un cuento moral un poco grosero. Un debate entre la misantropía total (“Acá en la puerta de Rashomon vivía un demonio y salió huyendo cuando llegaron los hombres”) y la candidez lacrimosa (“Me devolviste la fe en la humanidad”).

Rashomon

Rashomon es todas esas cosas y ninguna. 

Cada uno de los relatos es coherente con el punto de vista de quien lo narra, pero antes que un pastiche de géneros, es un bloque de intensidad: a veces cómico, a veces melancólico, siempre patético. 

El bloque se pone a andar con un mecanismo sofisticado: una serie de proezas cinematográficas que parecen a la vez más y menos que la suma de sus partes. Rashomon sufre de lo que voy a llamar el “Mal de Kubrick”. Un trabajo que impresiona por el ingenio y la ingeniería de la narración, pero que no destaca por la singularidad de su mirada.

En 1951 Akira Kurosawa (que volverá a aparecer en esta columna) veía todo negro. Era la oscuridad que sigue al flash enceguecedor de dos bombas nucleares. Sin embargo, o por eso mismo, quiso terminar su película con un arrebato de esperanza. A una carcajada cínica le responde con una mueca humanista. En el medio había mostrado relaciones marcadas por códigos sociales y emociones (un poco) más complejas que las que apura el final. Sale por arriba del laberinto de miradas divergentes y patetismo rabioso con un salto de fe.

Notas

(1) Como señala David Bordwell hay un interesante uso polifónico de la narración en off, un coro de voces que flota sobre las imágenes para narrar los flashbacks – algo que es en parte es mérito de Daryl Zanuck, que tenía el corte final e introdujo varios cambios al guion de Mankiewicz -. Un aporte cinematográfico todavía inusual para su época, pero que no consigue insuflar vida a una puesta en escena trivial. 

(2) La TV, el enemigo más encarnizado del cine de aquellos años, también recibe palos. El crítico le dice a una actriz aspirante (uno de los primeros papeles de Marilyn Monroe) que sus próximos pasos deberían ser en la pantalla chica. Marilyn: “¿Hay audiciones para la televisión?”. El crítico: “Eso es la televisión, querida. Nada más que audiciones”. 

(3) O laxante. Una de las escenas más duras muestra a un niño pobre que, perseguido por infringir la propiedad privada de un ricachón, debe escapar por un pozo ciego. Esa miserabilidad además te puede cagar el día.

(4) La libertad de expresión, ¿una de las mieles del paraíso socialdemócrata? Bueno, uno de los principales combustibles de la censura es la estupidez, y estúpidos hay en todos lados. Un ejemplo: E.T. (Steven Spielberg, 1982) fue prohibida en Suecia para los menores de once años con el argumento de que retrataba a los adultos como enemigos de los niños.

(5) “De Sica, director”, se encuentra en ¿Qué es el cine?

(6) El director sí tenía una opinión piadosa, asquerosamente condescendiente de sus personajes. Alguna vez dijo: “Precisamente porque son indigentes, estas personas siguen sintiendo – como tal vez ya no sientan la mayoría de los hombres corrientes – el calor vivo de un rayo de sol invernal, la sencilla poesía del viento. Saludan al agua con la misma alegría pura con la que lo hacía San Francisco”. En Los premios aplicamos y aplicaremos la máxima de Raúl Ruiz: las películas son más inteligentes que sus directores.

(7) Primero licenciado en estomatología. Mientras tanto, uno de los padres del cineclubismo en Argentina. Finalmente, tras 15 años de ejercer como odontólogo, León Klimovsky se hace cineasta, por demás prolífico y todo terreno. En España terminó dirigiendo desde películas de terror a paella-westerns.

(8) Las otras dos fueron La danza del fuego (Daniel Tinayre, 1949) y Los Isleros (Lucas Demare, 1951). También se presentó La Balandra Isabel llegó esta tarde (1949), una producción venezolana con aportes argentinos, dirigida por Carlos Hugo Christiansen.

(9) Varias secuencias antes de que suene la percusión africana, el protagonista había soltado: “ese criminal alucinado recorre América”, una frase que recuerda al fantasma de Marx que hacía lo mismo en Europa. Marihuana señala indirectamente que con la droga vienen otros males: el comunismo y la negritud.

(10) Fue tal el impacto de la estructura de narraciones contradictorias que el recurso es conocido como El efecto Rashomon. Dio pie a distintas imitaciones o versiones (lo que me parece coherente). Que yo sepa la más reciente es El último duelo de Ridley Scott, en la que vemos la disputa a muerte de dos caballeros de la corte francesa por el amor de una mujer. Ellos se ven cada uno a sí mismo como héroe de la historia. Ella los ve como cerdos misóginos. El medioevo visto desde el Hollywood del #MeToo.

Santiago González Cragnolino / Copyleft 2023