MANOEL DE OLIVEIRA: LA LONGEVIDAD CREATIVA

MANOEL DE OLIVEIRA: LA LONGEVIDAD CREATIVA

por - Adiós al cine
03 Abr, 2015 12:38 | 1 comentario

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Por Jorge García

La carrera del director portugués Manoel de Oliveira, fallecido a los 106 años, es única en la historia del cine. Con una filmografía iniciada en 1931, a partir de la década del ‘70, ya sexagenario, aceleró progresivamente el ritmo de su producción hasta convertirse en uno de los realizadores más prolíficos de la cinematografía mundial. Nacido en Porto en 1908 –una ciudad que servirá de marco a varias de sus películas- e hijo de un rico industrial, posó su atención sobre el cine desde joven, y así fue como a los 19 años participó como actor en Fatima milagrosa (1928) y también en A cancao de Lisboa (1933), el primer film sonoro portugués. En la década del 30 dio sus primeros pasos como realizador con algunos cortos documentales; su largometraje inicial –y primera película de ficción- fue Aniki-Bobó (1942), una cálida evocación de los niños de su ciudad natal, interpretada por actores no profesionales, que en su momento provocó abundantes controversias y fue rechazada por la crítica, aunque con el tiempo se convirtió en una de las películas más populares de la cinematografía portuguesa. Hoy es considerado uno de los films precursores del Neorrealismo, y no falta quien compare su lirismo con el de las obras de Jean Vigo.

Aquella negativa respuesta crítica provocó un impasse en su carrera de casi 15 años (recién en 1956 consiguió rodar su segunda película) y en la siguiente década solo realizó algunos documentales y cortometrajes. Allí sobrevendría otro prolongado interregno hasta 1972, año en que realizó O pasado e o presente (la película que lanzó su nombre a la consideración internacional) y a partir de ese momento su carrera adquirió un impulso que no se detuvo hasta su muerte. Con esa película, Oliveira dio comienzo a lo que él mismo llamó “Tetralogía de amores frustrados”, que se completa con Benildo ou a virgen mae, Amor de perdicao y Francisca. Los dos primeros films fueron adaptaciones teatrales de una fidelidad extrema (hablando de ellos, alguna vez –en una de sus declaraciones más polémicas- Oliveira dijo que “el cine no era más que el registro audiovisual del teatro”); el tercero una traslación de una novela de Camilo Castelo Branco de cuatro horas y media de duración, y Francisca, una adaptación de un relato de la escritora Agustina Bessa Luis, a partir de ese momento una colaboradora habitual del director. Todas estas películas son obras de una absoluta radicalidad, totalmente a contrapelo del cine que se hacía en esos años (la única que he visto de ellas es Francisca y doy fe que es así). También en este film comenzó a trabajar con Oliveira el productor Paulo Branco, famoso por su tendencia a financiar proyectos arriesgados, que apoyó económicamente de manera regular los ulteriores trabajos del director. A partir de ese momento, sus obras serían cada vez más frecuentes, con títulos tan poco convencionales como Memórias e Confissões, un documental autobiográfico que el director decidió que solo podrá ser visto después de su muerte, O sapato de cetim, adaptación de una obra de Paul Claudel de seis horas de duración, y Los caníbales, una suerte de ópera filmada de gran libertad formal. En los años noventa realizó, entre otros títulos, La Divina Comedia, un film que trascurre en un asilo de ancianos y que nada tiene que ver con el poema de Dante Alighieri, El valle de Abraham, versión libre de Madame Bovary sobre una novela de Bessa Luis y una de sus mejores películas, Viaje al principio del mundo, un lírico trabajo, en el que un envejecido Marcello Mastroianni, en su último trabajo para el cine, encarna al realizador y La carta, otra muy libre traslación a nuestra época, en este caso de La princesa de Cléves, de Madame de Lafayette.

Si bien varias de sus obras no son de fácil digestión, cabe señalar que la oscilación de sus películas entre una libertad extrema y la fidelidad más absoluta a los textos en que están basadas, es uno de los rasgos distintivos del cine de Manoel de Oliveira, quien se mantuvo hasta su muerte en plena forma. Y si no echemos un vistazo a las películas que realizó en este siglo, entre las que podemos destacar Yo vuelvo a casa, una de sus obras más vitales y jocundas, con un deslumbrante Michel Piccoli; Un film hablado, una película muy libre en la que el director se frega olímpicamente en las correcciones políticas; la notable Belle Toujours, un film en el que demuestra comprender como pocos a Buñuel y Cristóbal Colón- el enigma, en la que, por si hacía falta, también actúa. Y sus últimos títulos están entre los mejores de su carrera, tal el caso de Singularidades de una muchacha rubia, un breve film de tono intimista, adaptando un cuento de Eca de Queirós, El extraño caso de Angélica, un título de un infrecuente romanticismo en la obra del director en el que se pueden detectar ecos de Vértigo y Gebo y la sombra, sobre una obra teatral de Raul Brandao, con un notable reparto que incluye a Michel Lonsdale, Jeanne Moreau y una irreconocible Claudia Cardinale. Su último trabajo, el corto O velho do restelho, lo mostró aun lozano y vigente.

En un país como Portugal, que presentó en los últimos años realizadores tan atractivos como el fallecido Joao César Monteiro, Pedro Costa y Miguel Gomes, la ya legendaria figura de Manoel de Oliveira se yergue como la de uno de los más considerables realizadores de la historia del cine.

Jorge García / Copyleft 2015

Textos en el blog sobre Manoel De Oliveira:

1. Gebo y la sombra (leer aquí)

2.  Varios links a películas recientes: Belle Tojours, Singularidades de una chica rubia, El extraño caso de Angélica, Palabra y utopía, El enigma de Cristóbal Colón. (Leer aquí)