MASAKI KOBAYASHI: LA MIRADA CRÍTICA

MASAKI KOBAYASHI: LA MIRADA CRÍTICA

por - Críticas
04 Nov, 2017 03:59 | Sin comentarios
En esta artículo se examina las diez películas de Masaki Kobayashi que se exhibieron recientemente en la Lugones (en copias de 35mm), un hecho extraordinario.

En un reportaje que le realizara hace algunos años al crítico francés Jean-Michel Frodon, él caracterizaba al cine japonés como un iceberg, del que solo se conocía en Occidente la punta. Diversos ciclos realizados en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Oshima, Shinoda, Yoshida) permiten corroborar cabalmente esa afirmación a lo que se debe agregar que hubo otros tiempos en que algunos exponentes de ese cine llegaban a nuestro país (principalmente las películas de Akira Kurosawa) pero progresivamente esas obras fueron raleando y hoy la presencia en las pantallas del cine nipón es prácticamente nula. De allí la importancia de este ciclo exhibido en la mencionada sala (afortunadamente reabierta, luego de un prolongado cierre) dedicado a Masaki Kobayashi, un director al que se puede ubicar en la generación de posguerra y del que se pudieron ver en nuestro país algunas de sus películas más importantes, entre ellas su monumental trilogía La condición humana, exhibida en nuestro país con diez años de retraso y que también fuera proyectada en su oportunidad en la Sala Lugones.

Masaki Kobyashi nació en 1916, hizo estudios universitarios de filosofía y se conectó en 1941 con el mundo del cine pero pronto fue llamado al servicio militar para su país durante la Segunda Guerra y enviado a Manchuria, pasando el último año del conflicto como prisionero del ejército norteamericano. Esas experiencias marcaron de manera indeleble su vida y su cine (la mencionada trilogía lo refleja cabalmente) y luego de ser liberado en 1946 retomó su contacto con el cine como asistente de Keisuke Kinoshita en la compañía Shoshiku produciéndose su debut como director recién en 1952. Sus primeros films mostraron una clara influencia de su mentor aunque progresivamente sus obras fueron desarrollándose en un terreno mucho más personal. En estos títulos, Kobayashi ofreció una mirada marcadamente crítica sobre diversos aspectos de la vida política, social y cultural de su país, con algunas temáticas recurrentes como el enfrentamientos de sus protagonistas con los poderes establecidos y las consecuencias de la posguerra en la sociedad japonesa, aunque a diferencia de otros realizadores posteriores enrolados en esa línea desde una perspectiva más militantemente política como Koji Wakamatsu y Masao Adachi, su mirada es más individualista, con personajes que no logran adaptarse –ni muchas veces sobrevivir- a las condiciones que les impone el medio, a la vez que iba perfeccionando aspectos formales de su cine. Si bien sus films (sobre todo los primeros) son por momentos excesivamente discursivos, lo que no se puede negar es la fuerza y convicción con que el director desarrolla sus historias. Retirado en 1985, Kobayashi falleció en 1996 dejando un legado de 22 películas que –sin llegar a la altura de las de los más grandes maestros del cine japonés- lo colocan en un lugar relevante dentro de esa cinematografía. El ciclo exhibido en la Sala Lugones del Teatro San Martín presentó diez películas de Masaki Kobayashi (varias de ellas nunca exhibidas en nuestro país) en el hoy casi inexistente formato de 35 mm., algo que permitió un importante acercamiento a la obra de este director. Pasaremos entonces a reseñar brevemente los films proyectados.

Sinceridad (1953) es el primer largometraje de Kobayashi –previamente realizó un mediometraje de 45 minutos- y tiene guion de su maestro Kinoshita. Esta historia acerca de un muchacho que se enamora de su vecina inválida, manteniendo el hecho en secreto ante su familia, se puede catalogar como una comedia familiar de costumbres que va derivando al melodrama con final edificante y en ella se nota la tensión entre la influencia del guionista, con su apego a los personajes bondadosos, su tono sentimental y la música algo empalagosa y algunas características en estado embrionario de las temáticas que Kobayashi desarrollará posteriormente (vg, las diferencias de clase). Un trabajo temprano del director, interesante para ver en el contexto general de su obra.

Un tono muy diferente tiene La habitación de paredes gruesas, un film rodado en 1953 pero que, por lo controversial de su tema, sufrió diversas presiones para ser cortado, algo a lo que el director se negó, lo que motivó que el film recién pudiera verse en 1956. Centrado en los juicios a los que fueron sometidos soldados japoneses presos en una cárcel a cargo de norteamericanos por crímenes de lesa humanidad el film está inspirado en diarios de varios prisioneros reales y tiene algunos pasajes de inusual dureza, si bien su desarrollo narrativo es por momentos algo confuso. Aquí aparecen de manera clara las consecuencias de la guerra, son bastante más acotados los buenos sentimientos, la mirada es mucho más pesimista y no exenta de algunos toques de cinismo y nuevamente se marcan las diferencias de clase (todos los imputados son soldados rasos).

La corrupción en el mundo del deporte –sobre todo en el terreno del boxeo-  ha dado lugar a varios films memorables. En este caso es el béisbol, uno de los deportes más populares en Japón el terreno donde Kobayashi sitúa su relato. En Te compraré (1956), estamos ante la disputa que se entabla entre diversos empresarios de ese deporte para conseguir los servicios de un joven destinado a convertirse en un gran jugador. Posiblemente el film del director que cuestiona de manera más abierta aspectos económicos del capitalismo, ya que el novel valor es prácticamente convertido en una mercancía destinada a colocarse al servicio del mejor postor. Más allá de ciertas caídas de ritmo y algunos excesos discursivos, el film es una dura y descarnada mirada sobre el mundo del deporte como representación del sistema.

Realizado inmediatamente antes de La condición humana, Río negro (1957) es posiblemente el film más sórdido y pesimista de Kobayashi. Ambientada en los alrededores de una base norteamericana, la película desarrolla el triángulo que se produce entre un estudiante, su inocente novia y un rufián de poca monta (el primer papel importante de Tatsuya Nakadai, de aquí en más el actor preferido del director). Con notorios ecos del film noir, Río negro ofrece una desolada mirada sobre la sociedad japonesa de esos años y la perniciosa influencia de la cultura norteamericana. Un relato de un marcado pesimismo con un progresivo crescendo que desemboca en una notable secuencia final de ribetes trágicos.

A un rico industrial se le detecta un cáncer terminal y decide que su fortuna sea heredada por sus tres hijos ilegítimos, lo que da lugar a que su esposa y una red de abogados y su secretaria desarrollen diversos tipos de chantajes y cambios de identidades para desbaratar sus planes. Muy buena fusión de film noir (el uso de la voz en off y la música jazzística de Toru Takemitsu le otorgan esa identidad genérica) y comedia negra en La herencia (1962) Kobayashi desarrolla la tesis de que la codicia y el sexo son los principales motores de las relaciones humanas dentro del sistema y todo lo demás se subordina a esos factores. Con varios toques de humor negro y un trabajo memorable de Keiko Kishi como la manipuladora secretaria con cara de ángel, el film es un sólido trabajo dentro de la filmografía del director.

En Harakiri (1962), Kobayashi se muestra en plena forma. Esta historia de un samurai empobrecido que se dirige al jefe del clan para –a fin de evitar la humillación de la pobreza- hacerse el harakiri, tiene un refinamiento visual ausente en films anteriores. Desde el punto de vista narrativo, el film está estructurado en flashbacks, con una muy buena utilización de la voz en off que va narrando los hechos que lo llevaron a su dolorosa situación. Las motivaciones del samurái para su decisión se van dilucidando y el film progresivamente evoluciona del melodrama a la tragedia. Con un excelente trabajo de cámara y una muy buena utilización de la música de Takemitsu, el film, riguroso y sin concesiones, con la serena determinación de un ritual y con un gran uso del scope, desemboca en enfrentamiento final del protagonista con una legión de adversarios, una suerte de ballet bélico ineluctablemente trágico. La película más redonda del director.

A continuación, Kobayashi rueda su primer film independiente, alejado de un gran estudio, Kwaidan (1964). Primer título en color del director, está inspirado en cuatro relatos  de Lafcadio Hearn, un escritor que dio a conocer en Occidente diferentes aspectos de la cultura japonesa. Kobayashi se sirve de esos relatos –a los que se podría caracterizar como de fantasmas- para trasmitir su crítica visión de varios aspectos de la vida de su país. Con un deslumbrante tratamiento visual y la presencia de la muerte como elemento constante, el director consigue dotar a cada uno de los cuatro relatos de un hálito marcadamente trágico, que en algún momento puede coquetear con el terror (el final de El pelo negro) pero que está mucho más cerca del terreno fantástico. Una gran película, con un notable trabajo de iluminación y otro gran aporte musical de Toru Takemitsu, que se pudo ver en su versión integral de cuatro episodios (en Buenos Aires, la copia estrenada mostraba solo tres).

Rebelión (1967) está basada, como Harakiri, en una novela de Yasuhiko Takiguchi, y si bien es un buen film no está a la altura de su antecesor. Con la presencia de Toshiro Mifune, en su única colaboración con el director y también en el rol de productor, la película está centrada en el conflicto que se suscita entre una familia y los jefes del clan, a partir del lugar de pertenencia que debería ocupar una mujer. El film, como ocurría en algunos de los primeros trabajos del director, es bastante discursivo, con largas conversaciones entre personajes sentados en el suelo y Mifune en su característica impronta de personaje enojado (algo que parece contagiar al resto del reparto), La película demora bastante el violento desenlace, con el protagonista enfrentando a un sinnúmero de adversarios, y, a diferencia de otros títulos, ofrece una coda no exenta de cierta dosis de sentimentalismo.

En Himno para un hombre cansado (1968), Kobayashi deja de lado los relatos de época de sus films anteriores para retornara al Japón contemporáneo con sus secuelas de posguerra. En este caso, el protagonista es un hombre que ha quedado sordo por los castigos corporales sufridos a manos de un oficial durante la guerra. Varios de los temas recurrentes en el director se dan cita aquí, en este caso a través de un personaje pusilánime e incapaz de tomar decisiones. Es así que aparece, una vez más, la mirada crítica sobre la vida familiar y las dificultades para adaptarse a un nuevo contexto, en este caso agravado por una discapacidad. El reencuentro fortuito con su victimario y con una amiga de la juventud pondrán en crisis muchas de las acciones del protagonista, en un film amargo y desolado más allá de ciertos toques de humor expuestos a través de monólogos interiores del protagonista (no siempre logrados). La única tenue esperanza se refleja a través de los jóvenes que tratan de escapar del contexto social y cultural.

En La posada del mal (1971), Kobayasahi retoma la ambientación de época en una historia que transcurre en el Japón feudal, donde un grupo de contrabandistas (actividad que estaba prohibida en la época) que ha perdido los favores de sus financistas, debe enfrentarse a la represión de un nuevo grupo de alguaciles. A diferencia de otros films del director, este se desarrolla en muchos momentos en un ambiente cerrado y el clima claustrofóbico se hace notorio en varios pasajes. Contra lo que podría pensarse, la película, salvo en su brillante final, es escueta en situaciones de acción física y se desarrolla más en el terreno del estudio de caracteres, entre los que se destaca el del personaje interpretado por Tatsuya Nakadai, el actor predilecto de Kobayashi. Los últimos minutos muestran otra vez el enfrentamiento de un solo individuo contra un verdadero ejército (una especialidad del director) en una secuencia nocturna y de rasgos alucinantes.

En tren de ser exigentes, podría lamentarse que en esta revisión de la obra no estuvieran la trilogía La condición humana ni tampoco los últimos films del realizador, pero las diez películas presentadas en excelentes copias permitieron una convincente aproximación a la obra de Masaki Kobayashi, un realizador de importancia  dentro de la inagotable fuente de sorpresas que es el cine japonés.

*Fotogramas y fotos: Kwaidan (encabezado); 2) Masaki Kobayashi; 3) Rio Negro; 4) Rebelión

Jorge García / Copyleft 2017