MEMORIA INCOMPLETA: A PROPÓSITO DE M EN LA ERA M
Por casualidad, mi película M se emitió por canal Encuentro a casi diez años de su estreno, en el aniversario del golpe del 76. La casualidad es el aniversario de la película, no la de su exhibición en este 24 de marzo. Basta ver la promoción preparada por el canal para entender cuál es el tipo de actualización que se propone (siendo además la primera vez que dicho canal programa un material no propio para recordar la última dictadura). Dejando de lado la musicalización sentimental que va contra el espíritu de la película, detengámonos en lo central del recorte: se utilizan una serie de extractos que parecen responder anacrónicamente al actual clima de época. Acaso por eso un tuitero “K” la caracterizó como “muy de estos días” luego de endilgarle una ensalada de improperios: “un asco, resentido, antipopular, de derecha”, etc.) La molestia no es nueva, solo más irracional y violenta, “muy de estos días”…
Sabemos (gracias a Borges) que cada contexto cambia al texto. ¿Deberíamos entonces cambiar el texto ante cada nuevo contexto, para estar a tono y evitar lecturas anacrónicas? Borges mismo hizo algo tan poco borgeano para la edición de sus Obras completas. Más honesto sería escribir nuevos paratextos que dieran cuenta de esas tensiones y distancias: algo de eso hice en este mismo sitio cuando la película se proyectó en el homenaje al Bafici de 2013, discutiendo con una nota de Oscar Cuervo que la veía (para entonces, ya que antes le agradaba aún menos) como “la última película pre-kirchnerista”. Imposible entonces no discutir ahora, cuando se la acaba de presentar de algún modo como un film poskirchnerista. Lo que deja claro que no era “kirchnerista” (basta ver la discusión final incluida en la misma película), ni tampoco “antikirchnerista” (en el sentido habitual de esa dicotomía hoy, antes de que la historia proponga un nuevo contexto y un nuevo agon…)
Para decirlo claramente, antes de volver a ella: mi posición no varió. Son las lecturas las que han cambiado, al calor de las (sucesivas) elecciones. Decía por ejemplo Cuervo en su citada nota que una cosa era “ver M en 2007, cuando el país era otro y el kirchnerismo prácticamente no existía, es decir, cuando parecía que los agravios pasados no podrían transformarse en otra cosa más que en enojo u olvido, cuando aún no se veía la necesidad de traer el conflicto de clases hacia el presente y desbordar la matriz de la lucha de décadas de los organismos de los derechos humanos”. El problema es que precisamente esa proposición equívoca (de actuar siguiendo las cambiantes “necesidades” de la Historia) nos ha depositado ahora aquí: la lucha de los organismos nunca debió “desbordar su matriz” para confundirse con el Estado al que debían y deben reclamar respuestas. Pues el riego era que sucediera lo que finalmente aconteció: ser corridos por derecha en base a esos errores estratégicos.
Algo de eso intentaba señalar en las escenas que la promoción actual puso en primer plano, a tono con los cuestionamientos que desde el poder se hacen hoy para horadar la lucha histórica de esos organismos. Pero cuando planteaba yo en 2004 el tema del “número” a los responsables del archivo de la Conadep era precisamente por la certeza de que toda permisiva ambigüedad (no en la cifra imposible de cerrar, sino en la explicación de esa condición suspendida) iba a ser usado tarde o temprano en su contra, como vino a suceder.
Digamos entonces que hace tiempo debió dejarse en claro lo que de modo tan certero como eficaz argumentó Martín Kohan por varios medios: esa simbolización aproximada implica la ininterrumpida falta (de los desaparecidos y su cifra), que solo los responsables del exterminio pueden contabilizar con suficiencia. La actual discusión del número no obedece al esfuerzo definitivo del Estado por obtener esa verdad, sino que es apenas un modo cínico de bajarle el precio a la represión (para minimizar la pasada o la futura).
Y es que si discutimos ese Nunca más que constituyó la base de la reconstrucción de la democracia en el alfonsinismo, volvemos a poner en cuestión todo el contrato social. Curiosamente, de algo así me acusaba Gustavo Noriega (actual propagandista de la “memoria completa”) en el número 183 de El Amante, diciendo que “el episodio en la Conadep es particularmente ilustrativo”, ignorando “tajantemente el papel que el libro de la Conadep jugó en la transición democrática en Argentina. El Nunca más y el juicio a las juntas fueron los dos hechos más relevantes del advenimiento de la democracia. El efecto que tuvieron en conjunto determinó que se hiciera imposible en nuestro país un cuestionamiento de los hechos represivos. Estos fueron documentados y expuestos ante la sociedad de una manera incuestionable”.
Una vez más, no soy yo quien cambió de posición (en el número siguiente de El Amante contesté esa interpretación bizarra de mi película, como haría años después con la de Tierra de los padres). Es Noriega quien pasó a hacer suyo lo peor del prólogo: además de su notorio apoyo a adalides de la teoría de los dos demonios, véase la construcción de su libro 40doc, coronado por el elogio final de “documentales” tan dudosos como El diálogo (tal como comenté en su momento en una nota de Otros Cines.
La ocasión para todo este backlash (una reacción negativa frente a lo que antes fue objeto de consenso) es el “antikirchnerismo”, que hace años (posteriores al estreno de M en 2007) viene usando como excusa el aparente discurso “setentista” fatigado por el anterior gobierno. Y es cierto que, como era de esperarse, una inflación discursiva (sin mayor sustento real que su dimensión retórica) solo iba a dar como esperable resultado el histórico revanchismo (teorizado entre otros por Guillermo O’ Donell). Si el kirchnerismo jugó a estar a la izquierda de la sociedad, el actual oficialismo juega por derecha con fuego, porque nunca hay que subestimar el fascismo a flor de piel de media argentina, que ya justificó varias dictaduras y soportó con beneplácito varias democraduras. Pues ese odio actualizado que profundiza “la grieta” (que el kirchnerismo no inventó ni el macrismo viene a cerrar) no es nuevo y tiene una larga historia, como suelen olvidar los que hacen memoria solo cuando les conviene y cómo les conviene.
Esto se desnuda claramente en relación a las idas y venidas en el juicio y castigo al ala armada de la dictadura: lo que ahora es nuevamente puesto en duda por el máximo tribunal del Poder Judicial fue producto tardío de la anulación de las leyes de impunidad, que habían cerrado poco después del juicio a las juntas la posibilidad de continuar la acción de la Justicia. Hasta que los juicios recomenzaron, hace poco más de una década y sin dejar de tener dificultades, la “memoria completa” jamás interesó a sus defensores (incluso los constantes editoriales procesistas de La Nación se vieron matizados por la mención como “dictadura”, en el cuerpo del diario, de lo que hasta entonces había sido “gobierno” militar). Los indultos de Menem habían dejado en claro que esa era la prenda de “pacificación”, y ese discurso falsamente (re)conciliatorio es el que viene reactualizando la Iglesia desde el final mismo de la dictadura, de la que fue partícipe más que cómplice, como deja en claro el caso Von Wernich, que ni condenado perdió su condición sacerdotal…
M fue producto de esa reapertura histórica, y su competencia en el festival de Mar del Plata la muestra de que se podía opinar libremente sobre el gobierno de turno, cosa que luego se hizo cada vez más difícil (aunque más no sea por autocensura, como excusaron varios críticos, entre ellos los que ningunearon Tierra de los padres). Sea como sea (por productores que nunca van a inquietar al poder de turno, o cineastas que nunca quieren meterse con temas urticantes), lo que debía ser un eslabón más en la cadena fue más bien una suerte de cierre.
Desde entonces, las películas sobre la herencia de la dictadura (sean documentales o ficciones) vuelven a girar mayormente sobre la experiencia personal, pero no sobre su incandescente presencia. Como si no se lograra trascender la mera subjetivación de la vivencia (infantil), de Kamchatka a La idea de un lago, o la reivindicación romántica (televisiva) de la lucha armada, de Pasaje de vida a Operación México. La versión invertida son las películas defendidas por Noriega en su opúsculo, que hacen lo mismo con signo opuesto: demonizan lo que las anteriores romantizan. Lo que siguen faltando son películas que exploren la huella de ese pasado violento en el presente, y como el presente violenta ese pasado: la continuidad de la historia en cada nuevo contexto. Pero en medio de un cine argentino que hace rato no sabe o no quiere capturar el zeitgeist de su tiempo, ¿quién de nosotros filmará el Mauricio?
Posdata: Terminé de escribir este texto el día en que la remozada corte suprema de justicia emitió el fallo vergonzoso que implica(ba?) una virtual amnistía de facto para los pocos represores que llegaron a ser juzgados en estos años, tras la anulación de las leyes de impunidad que los mantuvieron en la calle durante dos décadas. El hecho fue festejado, entre otros, por Noriega y Quintín, en otra demostración de que tampoco es casual que parte de los “intelectuales orgánicos” de esta regresión cultural hayan salido de la crítica de cine noventista. Ninguno de ambos hechos (ni el mayor, que podría devolvernos a la habitual impunidad, ni el anecdótico, que no deja de ser significativo en el pequeño universo de nuestro cine) dan para el gastado ejercicio de la indignación.
Pues en algo tenía razón Cuervo: la “indignación” no necesariamente se diferencia del mero enojo y bien puede ser de derecha (basta ver como los renovados justificadores de cualquier represión avalaron este clima espeso que vivimos, que no deja de recordarnos cómo y por qué la dictadura fue posible). De lo que se trata, entonces, es de generar (y respetar) consensos democráticos. La reacción mayoritariamente adversa ante el fallo de la Corte, coronada por la impresionante marcha del 10 de mayo, terminó por demostrar que este tema sigue siendo sensible para buena parte de la sociedad, y obligó hasta los que ayer consentían (salvo Quintín y Noriega, al menos un poco más consecuentes que obsecuentes) a demostrar su repudio. Queda por verse si este será el “punto final” de la cuestión, a pesar de ser el único tema que ha logrado generar (tras largas décadas de paciente lucha) esa virtual unanimidad.
Nicolás Prividera / Copyleft 2017
Estimado Nicolás,
Aunque es interesante tu pedido, me parece que esa película que demandas ya está dando vueltas. Alguien ya narró la historia de esos ladrones de guante blanco que Mauricio viene a representar(en todo sentido).
Creo, porque mis compañeros me acompañan en la convicción, que Cuatreros efectivamente viene a problematizar que nuevamente “la derecha peronista le entrega el poder a su prima hermana la derecha neoliberal” (aunque quizás sea mas oligárquica que neoliberal). Como vos bien decís, sólo es el primer eslabón de una larga cadena que debe, con profunda autocrítica, problematizar el camino y las decisiones que nos han dejado en el actual (sin)estado de las cosas.
De todas formas, no quiero caer en una puntillosa defensa del film, sino simplemente retomar su impronta más revulsiva que, en un contexto de profundo pesimismo, logra contagiar su entusiasmo rebelde.
Saludos, Pablo.
Pablo,
No tengo esa visión acrítica de Cuatreros (un pentimento sobre Los rubios que no termina de superar sus problemas, tampoco muy discutidos en su momento), pero no puedo argumentar ahora y menos en el espacio de un comment. (Saldrá un artículo en un libro donde la menciono lateralmente, centrándome m+as en La idea de un lago, otra película poco problematizada por una crítica perezosa.) Lo que no sé es a quien corresponde esa cita de que “la derecha peronista le entrega el poder a su prima hermana la derecha neoliberal” , ni que tiene que ver con la película de Carri con ese enunciado, cuando si a algo alude (sin tampoco expliictarlo) es al kirchnerismo más que al pos. Por el momento, más que películas críticas (que acaso vendrán con el tiempo, o no) hay películas que reflejan involuntariamente el zeitgeist, como Relatos salvajes o Ciudadano Ilustre. No en vano grandes éxitos…
O sea: si se trata de caracterizar someramente al decaido kirchnerismo como «la derecha peronista», me parece que es esa mirada simplista la que nos depositó aquí… No es todo lo mismo,queda en evidencia con medidas como el fallo de la Corte, que dificilmente se hubiera dado sin el cambio de clima político.
Lo que hay que preguntase, cinematográficamente hablando, es que sería lo verdaderamemte «revuisivo» hoy por hoy… Es decir, que películas faltan. Si es que alguna va a «responder» a este renovado giro por derecha. o solo tendremos más relatos domesticados de ciudadanos sin lustre.
Estimado Nicolas: acabo de leer el brillante articulo de otros cines linkeado mas arriba sobre el libro de Noriega y socias, ademas de obviamente la presente nota: porque no buscar el origen de la tan mentada grieta en el genocidio de los verdaderos dueños de estas tierras en nombre de un progreso que cabria preguntarse para quien o para quienes. En mi opinion la linea divisoria de aguas habria que buscarla entre los que estan a favor de la sociedad de consumo en su estado actual y/o futuro, con el tipo de cine que esa sociedad del espectaculo exhibe como parametro y los que cuestionan el estadio actual como algo en el mejor de los casos no deseado. Hoy leia que para 2018 Cannes cerrara la puerta a las peliculas no destinadas a las salas, no sera mucho pero la historia nos enseña a no subestimar los pequeños comienzos. La derecha perdio acaso la unica batalla que importa: la de la opinion publica, lo cual acaba de quedar enfaticamente demostrado, de ahi los ciclopeos esfuerzos de sus trasnochados exegetas intentando trastocar el equilibrio de la opinion publica sobre este tema. Me gustaria consultarte si a tu criterio el documental «la guarderia» se encuadra dentro de este cine que aborda el tema desde las vivencias personales. Saludos!
La derecha perdio batalla solo en este tema. Y por el momento, como siempre… No hay que dar nada por saldado, como enseña la Historia en general y la reciente en particular.
No vi «La guiardería», pero si se entiende mi punto cualquiera que vea esa u otra película puede sacar sus conclusiones.
Vi M en un corte no definitivo antes de su estreno y desde la primera vez que la vi manifesté mi interés y nunca dejé escrito ni dije que me disgustara. Señalé la tensión entre el cineasta y el protagonista, porque la película dejaba ver en el protagonista un enojo, o indignación, (la palabra a discutir fue variando) del que yo me distanciaba porque me parecía mas interesante centrarse en el mecanismo del olvido colectivo frente al que el Prividera personaje se sentía enojado o indignado. Esa era mi distancia y también mi interés por la película, ya que Prividera en lugar de encar el problema mediante un montaje malicioso, se había mostrado él en el cuadro y de ese modo le daba al espectador la libertad de tratar de comprender la dificultad de la memoria colectiva y de distanciarse de enojo, indignación del personaje Prividera. Lo creí en 2006 cuando vi la película y lo sigo creyendo ahora: la indignación no me parece una respuesta política que haga avanzar el conflicto. Ahora parece que Prividera rescata que mi desconfianza sobre la indignación tiene cierta legitimidad: «Pues en algo tenía razón Cuervo: la “indignación” no necesariamente se diferencia del mero enojo y bien puede ser de derecha». ¡Esa es la principal diferencia que yo tenía con el protagonista de la película la primera vez que la vi! Ahora resulta que en eso yo tenía razón.
En su momento intenté distinguir enojo de indignación, tal como no aparecía explicitado en la película. Todavía creo que es una distinción atendible, pero en ciertos momentos se desnaturaliza. Por ejemplo: cuando los escraches fueron apropiados por derecha…
Dicho esto, si vemos tu nota original de 2007, no la de 2013, está claro que la película te disgustaba, por motivos curiosamente cetrcanos a los que Noriega proponpia en su nota del mismo año. Pero como decís, no es este el lugar para abundar en esa revisión, que nos interesa solo a nosotros si no es para ver (como intento en estas notas) plantear que también hay que leer las críticas como parte del clima de época.
De ninguna manera mi nota original de 2007 dice que M me disgustara. La discusión siempre giró en torno al valor político del enojo y la indignación. Ya en esa primera nota está explicitada la peculiaridad de que el realizador Prividera permita ver su enojo o indignación como una apertura de la película para que el espectador pueda distanciarse de ese enojo y pensarlo críticamente. Leer que las críticas son parte del clima de época es algo que justamente me propuse en mi nota de 2013, no para demostrar que al cambiar la época las posiciones giran de manera oportunista. Yo sigo valorando M de la misma forma que la primera vez que la vi, ni más ni menos, lo que no impide registrar el cambio de contextos. No es que en 2013 me guste más, sino que veo la indignación de su protagonista en relación al cambio de época. Eso no hace a la película ni mejor ni peor.
Más tarde escaneo mi nota de 2007 y desde ya anticipo que en lo esencial sigo pensando sobre M lo mismo que en 2007.
décadas, habla M.
2007 es también el último año de fermentación pre-kirchnerista: Cristina gana las elecciones en octubre, asume en diciembre y pocos meses después estalla el conflicto con el campo, el error más fértil de la historia argentina reciente: nunca una derrota política le trajo a un gobierno tantas consecuencias promisorias. Porque recién en el feroz enfrentamiento de las patronales agrarias contra el gobierno de Cristina se empieza a vislumbrar no ya la posibilidad sino la necesidad de emprender una lucha que trascienda el ajuste de cuentas de la sociedad civil con la dictadura cívico-militar-clerical. Antes, por supuesto, de la asunción de Cristina, Néstor Kirchner había producido un acto político de una enorme significación al pedir perdón en nombre del estado argentino a todas las víctimas del terrorismo de estado, entendiendo que la continuidad de ese terrorismo estatal no cesa cuando asumen los gobiernos civiles elegidos por el voto popular, sino cuando el estado deja de sostener la impunidad y permite avanzar a los juicios contra los represores. Ese acto de ruptura con la impunidad es la precondición para discutir la estructura económica injusta de la Argentina contemporánea. Sin romper la continuidad cómplice con los represores no puede construirse una nueva democracia, pero solo ajustando cuentas con los crímenes del estado terrorista de 1976 tampoco, si no se discute la renta actual. Porque ese estado terrorista no solo reprimió, secuestró y mató, sino diseñó un país en el que sería posible edificar una república neoliberal. Fin de la impunidad y actualización del conflicto de un país violentamente injusto son dos fases de un mismo proceso. Se reclaman una a la otra. Ahora bien: el kirchnerismo recién en 2008 se enfrenta al reto del poder permanente de la historia argentina. La oligarquía rural se le insubordina durante meses, corta las rutas, patotea, produce el desabastecimiento y tira del mantel para que la mesa y todo lo que está arriba vuele por el aire. Este poder permanente solo había permitido gobernar a los políticos en la medida en que, a la hora de los bifes, se subordinaran a sus intereses. El juicio a los militares, inciado y abandonado por Alfonsín, retomado por Kirchner, está en esa zona gris en la que el poder permanente todavía le permite moverse a un gobierno civil, siempre que ese juicio se implemente con mesura. Cuando, con un error táctico, el gobierno empieza a discutir la distribución de la renta con el proyecto no del todo cocido de las retenciones móviles, ahí el kirchnerismo deja de ser menemismo con derechos humanos y pasa a ser lo que es: la desmesura, la Cris-pasión, la Cámpora, etc. Ahí empieza la parte más dura de la lucha, de la que todavía no salimos y por la que falta hacer aún tanto. En 2008, con una medida plausiblemente errónea, el kirchnerismo se pare a sí mismo, para que lo conduzca Cristina. El INTA, en el que trabajaba la madre de Prividera, vuelve a ser no solo un lugar donde desaparecieron técnicos, sino también el lugar donde puede discutirse la estructura injusta del país y donde puede diseñarse un país más justo. Puede.
M, entonces puede verse como la última película pre-kirchnerista.
Lo anterior es la cita completa que concluye en que M es una película prekirchnerista, lo que no implicaba que fuera anacrónica ni retardataria, sino que el conflicto más propio del kirchnerismo aun no se había manifestado. Creo que un lector que solo conoce frases sueltas no entiende de qué va la discusión.
El cuadro de comentarios del blog no me permite publicarlos en el orden adecuado. Están saliendo en otro orden o no saliendo. Pero tampoco la dinámica de internet permite que las discusiones sean demasiado productivas.
Llegado el caso estoy dispuesto a discutir el asunto en un marco no virtual, donde la discusión cara a cara permite mejor la escucha y el intercambio
Ya pensar en términos de «prekirchnerista», como el kirchenrismo hubiera sido la encarnación final del Estado ideal (hegelianismo que se desprende de la nota), implica pensar en términos «retardatarios» o superadores.
Digo: no sé cual es el lugar que la Historia le depara al kirchnerismo, porque es demasiado pronto para avizorarlo. Tampoco creo que pensar en una «grieta» transhitórica sea algo exento de peligros (como se me atribuyó en Tierra de los padres). Sea como sea: hay que arriesgarse a pensar el presente, y luego hacerse cargo de como los nuevos contextos critican los textos.
Nicolás: mi hipótesis sobre el kirchnerismo y el prekirchnerismo puede ser discutible como cualquier otra. Lo que queda claro al citar el párrafo completo es que no está usada contra la película, como parece dar a entender tu nota: lo cierto es que yo nunca desvaloricé M. En cuanto a la frase tuya «hay que arriesgarse a pensar el presente, y luego hacerse cargo de como los nuevos contextos critican los textos», si está dirigida a mí como un imperativo, yo lo hago todos los días antes de que vos me lo aconsejes. Aunque no llegue a las mismas conclusiones que vos.
En ninguna parte de mi nota se sugiere que la tuya de 2013 sea «contra» la película, lo que me intereaba en ese caso era releer criticamente esa idea (que tampoco solo vos asumías) del «desborde» de los organismos de DDHH. Y sobre eso seguís sin decir nada, pese a los profusiíon de comentarios. Pero no se trata de ser imperativos ni de que te desmientas a vos mismo como los jueces de la corte… Lo que digo (una vez más) es que el ejercicio de la crítica pocas veces asume la autiocrítica. Más bien suele responder (si se digna en hacerlo) del modo en que lo acabas de hacer.
Prividera:
DEcís: » lo que me interesaba en ese caso era releer criticamente esa idea (que tampoco solo vos asumías) del “desborde” de los organismos de DDHH. Y sobre eso seguís sin decir nada»
No entiendo acerca de qué desborde sigo sin pronunciarme.
En mi blog digo constantemente lo que pienso sobre la relación entre organismos de DDHH y el kirchnerismo. Pienso que el acercamiento fue lógico y plausible y sigue siéndolo. Incluso algo digo acá en este debate: desde que las políticas de DDHH contra la impunidad fueron impulsadas por el gobierno kirchnerista y desde que el kirchnerismo enfrentó no solo retóricamente sino realmente a la clase que hoy nos gobierna, la lucha por los derechos humanos dejaron de ser solo un reclamo por juicio y castigo a los genocidas (cosa que el kirchnerismo impulsó notoriamente y que este gobierno está intentando destruir) y se vincularon con la lucha por la distribución de la renta. No se trata solo de genocidas militares presos sino de una lucha actual por un modelo de país. Los sectores que impulsaron la dictadura son los mismos que hoy nos gobiernan. Los que instalaron el plan sistemático de desaparición de personas son los mismos que hoy impulsan la impunidad. Esa continuidad alínea la lucha por los derechos humanos con la lucha política en el país en sentido amplio. Por eso muchos organismos se acercaron al kirchnerismo y siguen estando cerca. Por eso la familia militar vota por Cambiemos.
Por eso el movimiento de DDHH tiene hoy una fortaleza que no tenía en 2003. Esa fortaleza permitió esta semana parar el intento de la Corte de aplicar el 2×1 a los crímenes de lesa humanidad. El kirchnerismo tiene mucho que ver con esa fortaleza y muchos de los dirigentes de organismos de DDHH siguen siendo hoy kirchneristas, lo que no excluye en su interior matices y tensiones. Así que no veo qué autocrítica tendría que hacerme yo al respecto.
Lo gracioso es que siempre recomiendes autocríticas a los otros: te recuerdo que autocrítica significa criticarse a sí mismo, cosa que nunca te vi hacer. Sos muy buen autocriticador de los demás.
Cuervo, no hacés más que repetir tus argumentos de 2013. Y el problema sigue siendo ese deslizamiento entre la «continuidad de la lucha por los derechos humanos con la lucha política en el país en sentido amplio». Lo que es evidentemente una obviedad en términos de análisis político o posturas partidarias, no lo es en cuanto al rol de os organ ismos de DDH: históricamebte funcionaron y funcionan para controlar al Estado, no se pueden asociar a él de ninpun modo, ni siquiera cuando circunstancialmente gobierna alñghuien que les guste… Y si la mayoría de esos organismos mostró su fortaleza pese a eso fue porque esa distinción se mantuvo en muchos casos, y además primó su lucha histórica a esa alianza impropia, no porque sean «kirchneristas»… Pero tu misma argumentación no deja de demostrar lo que estoy diciendo: hay un movimiento político que quiso fagocitar a esos organismos, del mismo modo en que la derecha los ataca con la misma excusa. La historua de los organismos, y su futuro, exceden largamente al kirchnerismo (que ni siquiera sabemos si seguirá existiendo…)
Por lo demás, en estos mismos comments enmiendo mi nota de más arriba (como cuando digo que me equivoqué habalndo de zeitgeist). Autocrítica instantánea, mientras vos seguís repitiendo lo mismo de hace años como si nada hubiera sucedido…
Si repito mis argumentos de 2013, es porque todavía los creo válidos ¿Por qué debería abandonar lo que en 2013, 2007 y ahora pienso? ¿Para que vos me apruebes el examen?
Hace un rato me reprochabas que seguía «sin decir nada del “desborde” de los organismos de DDHH, pese a los profusíon de comentarios». Y cuando expongo mi posición, me reprochás que digo lo mismo que en 2013. ¡Claro que digo lo mismo! Si es verdad, ¿por que voy a decir otra cosa?
Pero si dijera lo contrario, me acusarías de contradecirme.
Y siempre me aleccionarías sobre la necesidad de hacer autocrítica, desconociendo que MI autocrítica no te incumbe a VOS, y la voy a hacer en el marco de aquellos con los que comparto mi trayecto y no ante un confesionario laico.
Es imposible debatir con vos sin que asumas la posición de inquisidor. A pesar de ese incordio, vuelvo a intentar durante 10 años la misma tarea infructuosa de discutir con vos. Esta vez no sé por qué se te ocurrió refritar una discusión conmigo de 2007 o 2013. ¿No tenés algo más que discutir que lo que yo dije de M? ¿No encontrás un adversario más peligroso ni más urgente en la Argentina 2017 que mi comentario sobre M?
En cuanto a lo que decís de los organismos de DDHH, históricamente NO funcionaron como decís vos, sino que en los 12 años de kirchnerismo, a tu pesar, una parte muy importante de ellos, no todos, respaldaron ese proyecto.
Como dice Estela, «no es que el kirchnerismo se aprovechó de nosotros, sino que nosotros nos aprovechamos de él». Y si no te gusta que haya sido así, jodete. Eso es lo que la historia fue, no lo que vos pensaste que debía ser. Y me alegro que haya sido así.
Tu regla de que «los organismos de DDH históricamente funcionaron y funcionan para controlar al Estado, no se pueden asociar a él de ningun modo, ni siquiera cuando circunstancialmente gobierna alguien que les guste» en la Argentina contemporánea no sucedió.
Tenés una idea liberal-demócrata del estado, donde un estado manejado por la oligarquía es lo mismo que un estado manejado por un movimiento popular. Esto te lleva a quedarte al costado quejándote cuando las papas queman, siempre desde una distancia crítica inasible y abstracta, siempre reclamando autocríticas de otros, jamás capaz de asumir una identidad política concreta por miedo a caer en contradicciones.
Por suerte tu liberalismo no es el que imperó entre los organismos de ddhh argentinos en estos años. Y su fortaleza actual, la que hizo recular al macrismo en su intento de reducir las penas de los genocidas, la que movió cientos de miles de personas varias veces en los últimos meses es resultado de esa politización concreta de Madres, Abuelas, Hijos, Nietos y Familiares. Con todos sus matices, ellas y ellos comprendieron que no da lo mismo cualquier estado, ni se trata de hacer distancia para criticar, como se jacta Fontevecchia de hacer periodismo «independiente». Yo no soy independiente, vos tampoco lo sos, por más fuerza que hagas. Algunos se definieron por el kirchnerismo, por más que lo deplores. Mientras vos debatías con Quintín y Porta Fouz la función de la crítica de cine.
Cuando decís esa pelotudez de que «hay un movimiento político que quiso fagocitar a esos organismos», solamente repetís los editoriales de La Nación y Clarín y los tuits de Noriega y Quintín. Notable coinicidencia ideológica que evidencia una concepción política común… «El kirchnerismo quería fagocitar…» Ja! El kirchnerismo no fagocitó a nadie. Hizo política concreta y así lo entendieron muchos organismos que se acercaron al kirchnerismo, sin ser fagocitados. Creciendo y conectándoes con nuevas generaciones durante estos años de gobierno popular.
Tu problema es que en todos estos años te mantuviste en una equidistancia ilusoria, una crítica abstracta que tiene terror de asumir una posición política concreta, por las contradicciones reales que hay que encarnar y atravesar cuando uno la asume. Así, mientras la derecha trató de voltear al kirchnerismo sin éxito, vos impostabas el gesto del librepensador implacable con todos y autocomplaciente con vos mismo, mientras compartías los cenáculos del proto-macrismo.
Así como no vos podés escribir la historia concreta de los movimientos de ddhh desde tu concepción liberal abstracta, tampoco vas a poder escribir el futuro de ellos. Quizás vos anheles que la historia barra con el kirchnerismo y entonces una vez más coincidirás con la derecha asesina que hoy nos gobierna. Pero no creo que suceda según tus expectativas.
Ni Hebe ni Estela ni Tati ni tantos nietos recuperados fueron indiferentes a esa diferencia crucial. Cuando hubo que poner el cuerpo para sostener la democracia contra los intentos de la derecha de propiciar un golpe, ellas estuvieron ahí. Saben perfectamente la diferencia entre un estado gobernado por el kirchenrismo y uno gobernado por la continuidad de la dictadura. También lo sabe Videla, que dijo «nuestro peor momento llegó con los Kirchner», o Bartolomé Mitre, quien la semana pasada dijo que temió por su libertad durante la dictadura kirchnerista. Ninguno de ellos se confunde sobre de qué lado ponerse.
Vos desde tu púlpito de librepensador abstracto solo tratás de no asumir jamás una identidad política concreta para poder seguir tirando piedritas desde el costado, cuando el pueblo avanza y cuando es atacado, siempre indignado.
Creo que esa es la posición política que encubre tu «indignación» permanente. Cuando alguien es capaz de asumir una identidad histórica compartida, con todas sus tensiones irresueltas, no se queja indignado como veo que hacés desde hace 10 años, sino que se junta con otros parecidos y también diferentes, arriesgándose a perder o ganar, a acertar o equivocarse, con una alegría que tu indignación desconoce.
Bueno, la próxima vez que quieras refritar mi comentario sobre M de 2007 o de 2013 0 de 2017, a propósito de vaya a saber qué, no voy a perder más tiempo hablándole a una pared inexpugnable.
Mañana republico mi nota sobre M sobre 2007, la vuelvo a firmar en toda su actualidad y listo el pollo.
Feliz año.
Larga respuesta para lo que supuestamente no lo necesita… Pero bueno, es fiel a tu estilo, siempre peleando e ironizando al pedo en vez de intercambiar puntos de vista. Sos vos el que transforma todo en una lucha de confesiones y credos.
No se trata de que abandones ni cambies nada: yo mismo digo en esta misma nota que en general mi posición no cambió, aunque termino reconociendo que aquello que discutí en 2007 sigue siéndolo. En todo caso se trata de asumir que uno sigue en la misma aunque la perspectiva haya cambiado: en este caso, yo en cuanto a ver confirmado el problema que vi hace años, vos en reafirmarlo pese a todo…
Y no, no se trata de “contradecirse”, sino de repensar, matizar… En fin: asumir que el pensamiento es dialéctico y no una Biblia inmune a la revisión ni a la contestación.
Esta nota no es un refrito: es una nota donde digo otras cosas y repienso mi película y las críticas recibidas a la luz del presente. Si se sigue viendo la haré en 2020 o cuando sea que lo amerite.
Y queda claro también cual es el adversario peligroso y urgente en la Argentina 2017. Sos vos el que asume un protagonismo de comment.
Yendo a lo que importa, entonces: Los organismos de DDHH nunca tuvieron una posición única, pero probablemente nunca hayan estado más divididos internamente que bajo el kirchnerismo, como en general pasó en varias áreas (CTA, por ejemplo). El problema es, justamente, no ver la diferencia entre respaldar un proyecto en lo personal y conservar independencia institucional.
Ni Estela ni Hebe son dueñas del movimiento que encarnaron, ni están al margen del error ni su palabra es santa, Y lo que se jodió no es nadie en particular sino la legitimidad de esos organismos (entre otras cosas por la foto con Milani). Ciertamente es lo que fue, más allá de que a algunos le guste y a otros no. Lo que no se puede es negar neciamente el resultado, que esperemos este tiro por la culata de la suprema ayude a revertir…
No es “mi” regla, sino algo obvio: no podés controlar a un Estado que te “usa” o “usás”, para el caso es lo mismo… Y no es “mi” idea liberal-demócrata del Estado, sino la única que sustenta la existencia misma de organismos de DDHH. Lo contrario es ser parte del aparato del Estado, y no recuerdo ningún ejemplo de que esa indiferenciación haya salido bien… Más bien se parece a la idea de que cada gobierno debería tener sus propios organismos de DDHH, que ya sabemos donde termina.
Partir de la base de que es distinto el Estado en manos de “un movimiento popular” nos deja a las puertas no solo del estado de excepción: quien define esa legitimidad? Y el “movimiento popular” estatizado lo sigue siendo por siempre? Quién controla que no equivoque el rumbo, en el mejor de los casos?
Decidor que X es un movimiento popular y que no adherir a él es no “asumir una identidad política concreta” es bastante fascista. Dejame adherir cuando lo crea y no hacerlo cuando no lo crea. De todos modos, jamás voté jamás en blanco…
En fin: la movilización no fue resultado de esa “politización” (partidaria), sino a pesar de ella. No se trata de que de lo mismo cualquier Estado, sino de que no da lo mismo ser parte del Estado sino su fiscal… Y esa es la única “independencia” innegociable, hasta en un idílico Estado ideal. Lo sabe bien Nora Cortiñas, si es por tirar nombres como citas de autoridad.
Por mi parte, me he juntado desde hace treinta años “con otros parecidos y también diferentes, arriesgándose a perder o ganar”, sin ir más lejos el día de la última marcha… La diferencia es que no me creí ni creo parte de ninguna vanguardia iluminada.
“Feliz año”
Cuanta agresividad al pedo. Al final es el mejor ejemplo de ese «enojo» inconducente que termina en autoritarismo… Buen cierre para esta nota, que empieza citando a un energúmeno parecido, que habla desde una autosatisfecha superioridad moral. Cuanta nostalgia de los tribunales populares y el estado de excepción. Según ese esquema solo nos queda optar por macartismo o estalinismo.
Idea: algún día se puede organizar un ciclo para ver en perspectiva M, Tierra de los Padres, Los Rubios y Cuatreros,, en presencia de los realizadores, para hacerlas dialogar y que la charla propicie todos estos debates siempre pendientes.
Voy leyendo todo; una sección en un festival con NP y AC y la proyección de las 4 películas me parece una gran idea. Veré si la puedo instrumentar en algún lugar. Veremos.
Dificil instrumentar eso, a menos que haya charla franca y abierta luego. Pero si vanzás te propongo una mecánica concreta: una jornada con Los rubios y M, otra con Tierra y Cuateros… Aunque esa segunda dupla acaso se corresponda más con el proyecto que tengo entre manos, pero que vaya uno a saber cuando verá la luz.
Yo propuse que «la charla propicie todos estos debates siempre pendientes», es decir, que sea franca y abierta. Así que si hubiera voluntad de los dos realizadores, no veo por quésería difícil.
Algo más: el último film de Carri no nombra al kirchnerismo con todas las letras, es cierto, y sí lo alude, como dice N; pero es mucho más explícito respecto al nuevo gobierno de turno, y no comparte el cinismo de los ilustres ciudadanos. En la breve crítica que escribí intenté centrarme en eso, probablemente sin éxito. Saludos. R
Sería genial esa sección con las cuatro películas.
Respecto de Cuatreros, estå la frase que cita Ponzinibbio: «“la derecha peronista le entrega el poder a su prima hermana la derecha neoliberal”, dicha muy al pasar, sin mayor desarrollo, pero es claro que su punto de enunciación explícito es la actualidad del país manejado por la oligarquía (abunda en imágenes)
, incluso ella le pone fechas precisas a esa actualidad: 2016.
No recordaba que esa frase estuviera en Cuatreros, acaso porque como se sugiere aquí queda dicha al pasar. Aclaro que la vi en sus dos verisones, tanto la de cine como la original presentada como instalación en el contexto de una exposición en el Parque de memoria. No me pareció que fueran muy divergentes ambas versiones, y siendo que una es de 2015 (de hecho la vi el día antes de las elecciones), no veo donde estaría la referencia a la actualidad. El pas habitualmente es «manejado por la oligarquía», por lo que esa referencia no alcanza…
Lo más cercano al presente reside en el momento en el que se cita el discurso de Galtieri; hay un tono, una forma de enuciación de un proyecto general, que rebota irremediablemente hacia el presente; hay otros pasajes, más dispersos, si se quiere. Pero el aludido es demasiado directo para no ser identificado. El léxico ha sido retomado en la actualidad y si bien hay cambios en el «cambio» la línea histórica que une una época a otra es bastante ostensible.
Si no recuierdo mal, el discurso de Galtieri ya estaba en la instalación. Desde ya, es claro que hace referencia al caballito de canpaña del macrismo. Pero leer Cuatreros con el diario del lunes (literalmente, el último dia de la exposición fue anterior al domingo de laas elecciones nacionales) es abusar de la anacronía. Por supuesto puede ahí leerse una anticipación (como Nueve reinas del 2001), pero me parece una sobreinterpretación hacerle decir a la película algo más que esa pura relación. El macrismo queda tan fuera de campo como el kirchnerismo… El presente (e incluso la asumida distancia con Los rubios) hay que leerla en las entrelíneas, pese al profuso texto.
No vi la instalación, pero en la película se dice explíćítamente que se está hablando en 2016, así como se alude al traspasdo de la derecha peronista a la derecha neoliberal». Más allá de lo discutible de la frase, así es como Carri lo dice y no hay dudas de que habla en 2016. No es sobre-interpretación porque la película misma se encarga de aclararlo. De todos modos, por otro lado, es cierto que más allá de los períodos presidenciales, la oligarquía es un poder permanente en Argentina.
Cuervo, quedará para los estudiosos que tengan acceso a la versión original ver cuales fuieron las modificaciones. Es obvio que la película situa su presete en 2016 dado que se estrenó luego de las elecciones, lo que digo es que no veo que eso haya modificado el plan o texto original. La sobreinterpretación es hacer de una fecha o una frase aislada el argumento central, tal como insisten aquí. Si lo del «traspasdo de la derecha peronista a la derecha neoliberal” quiere hacer una relación entre el 76 y el 2016 (cosa que dudo) sería harto discutible… Lo que no signifique que el peronismo no sea una suerte de astucia de la razón oligárquica, visto con el diario del lunes en la mano.
Aunque no parece ser éste un intercambio abierto sino en procura de las reacciones o respuestas de interlocutores específicos, me permito señalar que algunas ficciones aparentemente inofensivas o superficiales o tibias pueden dar también señales del contexto histórico-político. «Gilda», de Lorena Muñoz, por ejemplo, siempre me pareció la reivindicación de un personaje popular respetable pero políticamente anodino, en estos tiempos de un gobierno que no tiene referentes para embanderarse (no es menor el dato, creo, que canciones de Gilda fueron interpretadas por la vicepresidenta electa en el balcón de Casa de Gobierno apenas elegida, y asimismo en la ceremonia de apertura del Festival de Cine de Mar del Plata el año pasado). Asimismo, «El candidato», de Daniel Hendler (aún buscando la simpatía del espectador con un personaje apolítico e inocentón, encarnado por el desorientado diseñador gráfico) se burla de alguna manera de algunos vicios o características de la Argentina actual.
Saludos.
Cómo podría ser cerrado un espacio abierto a comentarios? Los interlocutores son todos…
Desde ya, se puede leer el contexto transversalmente en varias películas, e incluso referencias bastante ditectas en las que mencioné en otro comment. En la nota me refiero a películas con una mirada crítica, aunque la mención a «capturar el zeitgeist» es erróeno o confuso ya que eso no deja de aparecer en todas. «El candidato» es un buen ejemplo de lo que estoy buscando, y muy loable, aunque no deja de tener sus problemas…
En el texto mencionás lo que algunos colegas escribieron o dijeron, e incluís links a sus notas, eso me dio la impresión que de alguna manera te estabas dirigiendo a ellos o esperabas respuestas de ellos (algo que en cierto modo ocurrió). Sólo eso quise decir.
Gracias por responder y me alegro que te haya interesado «El candidato» (a pesar de sus problemas: coincido que los tiene), película que en otros tiempos hubiera generado algo de polémica, no ahora en que los debates políticos pasan por las discusiones entre panelistas o invitados a almorazar por TV.
Saludos.
No veo por qué mencionar una nota es esperar respuesta de sus autor. Desde ya, leo criticamente sus críticas, pero nunca espero acuse de recibo: ni de los que callan siempre ni de los que acotan siempre (dos formas simétricas de refrendar). Textos como este están dirigidos a un lector amplio, interesado en el cine argentino, como a quien me dirijo usualmente. Para recordar que no todo son los estrenos de la semana y algo se juega en los tiempos más largos, que vale la pena revisar.
“El candidato” no busca ni encuentra la polémica, pero su escasa suerte con el público acaso no odebezca tanto a eso como a su indefinición entre tragedia y comedia (lo mismo que reclama su personaje… «Sol o luna»?)
Al presentar su película en una de las funciones del BAFICI, Hendler comentó que en Uruguay no había generado la polémica que él esperaba, y que tenía cierta expectativa por ver qué pasaría al estrenarse en Argentina. De todas maneras, más allá de las intenciones de su autor, creo que la época en que mucha gente podía ir a ver una película argentina por estar involucrada en algún tipo de polémica ya es pasado. Sólo pasaría si actuara Darín (no sé cómo será la de Santiago Mitre en la que encarna a un presidente, pero seguro se le dará más bola a esa) o si en ciclos televisivos mediáticos o redes sociales se hubieran armado (espontáneamente o no) discusiones sobre el personaje.
Saludos.
Relatos salvajes es un ejemplo, y no solo Darín hace la diferencia, tal como sí la hará en la de Mitre, que seguramente no buscará ninguna polémica, al menos que valga la pena. El problema de la de Hendler es que se queda a mitad de camino: si quería referenciar no profundiza, y si quería hacer una comedia negra no termina de despegar. En un caso u otro, falla el guión y el tono. Una pena, porque el gesto era importante. Desde hace cinuenta años (desde la homónima de Ayala) nadie hacía una película así.
Si de algo no puede ser acusada la película que traje a discusión es de simplificadora. No por nada la cita (que pertenece a la película) aparece luego de más de una hora, macerada por la acumulación de imágenes y conceptos. Tampoco es casual que no la hayas reconocido. Ya que Cuatreros evidencia la construcción selectiva , parcial, de la memoria. La propone como un campo dinámico de tensiones.
Sin embargo como vos bien dijiste, este no es el espacio para desarrollar esta discusión. Por lo tanto quedo pendiente de otras posibles instancias de debate. Por ejemplo la mencionada charla. Sobre todo porque no considero que nuestra apreciación sea acrítica, por el contrario, me parece que la discusión no es menor y amerita su articulación.
Saludos, Pablo.
Pablo, no dije que la película sea simplificadora, sino esa cita desgajada que trajiste a cuento.
Efectivamente, no la reconocí al estar «macerada por la acumulación de imágenes y conceptos».
La «construcción selectiva, parcial, de la memoria, como un campo dinámico de tensiones» a esta altura no la niega nadie, es otro cómodo lugar común. El tema es el contenido y la forma de eas tensiones, y ahí es donde la película me parece que no termina de deshacerse de la fragilidad de Los rubios: el grupo de pertenencia (aquí representado por Llinás, Peña, etc) y ante todo esa voluntad de igualación traida de los pelos (pesonaje y cineasta como «incomprendidos»). Pero como dije antes, todo esto exige mayor desarrollo y espacio.
Mauricio es un personaje unidimensional, chato y sin carisma, propulsado por la coyuntura: el fracaso del Kirchnerismo.
El desafio cinematrográfico es filmar «Cristina». O bien «Cristinistas», o «cristeros», con sus reminiscencias religiosas. Sendos «Nestor K: la película» no pasan de panegíricos.
Que gran error creer que todo depende del carisma del personaje, así en el cine como en la política… Lo que falta son directores con agallas.
Recuerdo que justo uno o dos días después de la emisión por Encuentro de M, le hice un comentario a Nicolás al respecto. Si mal no recuerdo, le decía: ¿O aún hay un programador que no pudieron echar en Encuentro? ¿O no entiendo la jugada?
No creo poder aportar nada a lo que se viene debatiendo en los comenarios de arriba. Pero sí me arriesgo a hipotetizar sobre Encuentro.
En un principio, pensé que en Encuentro harían lo de Pakapaka, dejarlo, «total no influye a nadie», como seguro pensarán (hasta el día de hoy se repiten capítulos de Zamba), pero, como tantas veces, me equivoqué.
A primera vista, en Encuentro funcionan varios discursos:
1. La difusión de su discurso del diálogo, cuya puesta en escena se da en el nefasto «Qué piensan los que no piensan como yo», y del emprendedorismo al palo, cuya ilustración cabal sería «Eureka. Desafío de ideas».
2. Una lógica de lo políticamente correcto: allí entraría «La colifata en Moscú», también se incluye esta recuperación de «M» -que cínicamente se la presenta como la búsqueda de un hijo de una desaparecida en la última dictadura «cívico-militar» cuando, como quedó claro con el fallo del 2×1, el gobierno quería clausurar los juicios abiertos a los partícipes civiles de aquella dictadura; y al día siguiente pueden poner un programa en homenaje a Bayer, cuando el gobierno puertas afuera ejecuta lo que Bayer denunció durante toda su carrera.
3. Y una reafirmación de lo que para para este liberalismo alicaído en «materia gris» (basta apuntar que sus luminarias son el hijo de Rozichner, Federico Andahazi, Marcelo Birmajer y Abel Posse; cuando en tiempos pasados la usina de ideas la forjaban Sarmiento, Cané, Mansilla, Lugones et al) es la «Alta Cultura», que podría incluir a nuevas producciones como la anodina «Nacidos por escrito» con la inefable Silvia Hopenhayn y el programa sobre Borges «Conversaciones en el laberinto».
Bueno, algo puedo aportar a la confusión general.
Nicolás bien pregunta (y un director uruguayo si no se animó, sin querer, queriendo, esbozó una viñeta nada desdeñable que puede verse hoy en cines), ¿Quién de nosotros filmará el Mauricio?
Recuerdo que hay alguien que filmó el «Néstor/Cristina», y fue Ivo Aichenbaum en la más que interesante «Cabeza de ratón».
http://revistaotraparte.com/semanal/cine-y-tv/cabeza-de-raton/
No veo por qué dejan fuera la película de Caetano, que está tan lejos del panegírico como de la demonización, igualmente estrafalarios y facilistas.
Nicolás:
No sé cómo hacer para dejar este comentario más arriba, vale como respuesta a lo que escribiste sobre «Relatos Salvajes» y «El Candidato» (la de Ayala). El éxito de la de Szifrón creo que es el resultado de muchos factores, incluyendo sus entrelíneas polémicas, pero no creo que estas últimas fueran determinantes. Y respecto a que desde hace 50 años que no se hace una película (de ficción) así, es tan cierto como el hecho de que casi nunca hubo películas que satiricen a un presidente durante su ejercicio. La único que recuerdo es «El viaje», de Solanas (más allá de la opinión que tengamos de esa película y de Solanas).