MES FICUNAM 2013 (11): VARIACIONES DE LA EXPERIENCIA CINEMATOGRÁFICA
Arraianos, Eloy Enciso, España, 2012
Por Roger Koza
En principio, un film sobre la materia y las transformaciones que padece según las formas azarosas que constituyen lo viviente. La materia como bosque, lluvia, nubes, fuego, vacas, caballos, ovejas y hombres conforma, valga la redundancia, la materia misma del segundo film de Eloy Enciso. ¿Cómo filmar las relaciones entre los entes materiales? ¿Cómo encuadrar y mostrar un conjunto viviente?
El dilema filosófico que tiene lugar al comienzo es preciso: dos mujeres dialogan en el medio de un bosque solitario. ¿Son viejos filósofos presocráticos matizados por un espíritu femenino? Es ostensible que desean descifrar el misterio de las relaciones entre lo uno y lo múltiple, y el sentido o sinsentido de esas relaciones. La comicidad, el absurdo y la incertidumbre tiñen el fluir asociativo de ambas mujeres: aquí la filosofía no es incompatible con la risa. En pocos minutos y en siete planos fijos Arraianos ya propone una línea de lectura. Lo que viene después es la traducción de ese primer diálogo en imágenes y sonidos.
La ligera deuda de Enciso con el cine de los Straub es tan evidente como anecdótica, pues el materialismo del realizador gallego es más vitalista que político, y no siempre el recitado predomina en el decir de sus personajes; el pasaje en el que un par de ancianas cantan una canción de amor pertenece a otro orden simbólico, al igual que la obsesión por el paso del tiempo.
En este film híbrido e inclasificable la naturaleza documental (articulada con una obra de teatro de la década del ’60 llamada O bosque, de Marinhas del Valle) sólo tiene por objeto dar un testimonio sobre un estilo de vida en su período crepuscular. Si no fuera por una máquina de coser y unos molinos de viento (y algunas líneas de diálogo), los hombres y las mujeres que vemos podrían ser fantasmas o estar atrapados en un limbo fuera del tiempo, y también dislocados de una pertenencia territorial precisa: los habitantes de este pueblo perdido no son del todo ni de Galicia, ni de Portugal, pero sin dudas son ciudadanos y fantasmas materiales del cine.
La madre, Jean-Marie Straub, Suiza, 2012
Una cita pertinente de Jacques Rancière: “A fines de la década de 1970, Jean-Marie Straub y Danièle Huillet sustituyen al dramaturgo comunista Brecht, señor de las certezas dialécticas, por el escritor comunista Pavese, que comprueba el retorno del antiguo orden a las tierras altas donde habían actuado los partisanos y se interroga sobre la posibilidad misma de que el mundo de las colinas, la tierra y las cosechas sea compatible con las promesas del cambio revolucionario”. Justamente, La madre está basada en uno de los Diálogos con Leucó, de Cesare Pavese, aunque la dimensión política no predomina en el texto. El dilema pasa por una dimensión íntima.
El procedimiento formal es conocido: dos actores del Teatro Comunale di Buti, Giovanna Daddi y Dario Marconcini, pronuncian los textos en un escenario natural prácticamente desprovisto de referencias históricas y sociales: un bosque, un banco y una imperceptible casa es todo lo que se ve. Un cazador intenta comprender por qué su madre lo mató, no mucho después que él ha matado a alguien. Su interlocutor es una diosa, y es ella la que intentará explicar al muerto los complejos vínculos que se tienen con una madre.
El diálogo en cuestión jamás junta a los dos personajes en un mismo campo visual, pero no por eso Straub apela a un campo-contracampo ortodoxo para seguir la conversación, que consiste en un solo texto que se repite con algunos cambios de encuadre. A esta idea de puesta en escena se le suma una oralidad ajena al devenir y a los giros históricos que experimenta cualquier lengua en el habla de una época. Esta fuga del tiempo y el espacio puede predisponer a la distracción pero es así como el cine de (los) Straub conjura la mercantilización de la imagen, el sonido y la palabra. Cine intempestivo, y en ese sentido revolucionario, capaz de restituir frente a una cámara la fuerza originaria del cuerpo y la naturaleza.
The Last Time I Saw Macao / La última vez que vi Macao, de João Pedro Rodrigues y Joaõ Rui Guerra, Portugal, 2012
No eran los mayas ni los acólitos de su calendario los elegidos para filmar el apocalipsis sino dos portugueses, João Pedro Rodrigues y Joaõ Rui Guerra. En los quince minutos finales de este film inclasificable, misterioso e hipnótico irrumpe un fenómeno anómalo que barre del mundo la presencia humana. Después de ese acontecimiento cósmico, sólo los animales habitarán Macao. ¿Por qué? Nadie lo sabrá, y poco importa.
Pero la extraordinaria película de Rodrigues y Rui Guerra no pertenece al género catástrofe sino a un género característico del cine clásico: el film noir, pero en clave documental. ¿Es posible? He aquí una demostración hermosa.
El travelling inicial al ras del suelo introduce a Cindy Scrash, una diva travesti (y amiga de los directores) a punto de interpretar “You Kill Me”, tema musical de Macao, de Josef von Sternberg; en realidad se trata de un playback, pues la voz es la de Jane Russell, protagonista de aquel film. ¿Un fantasma? El carácter espectral no sólo coincide con la azarosa muerte de una estrella en pleno rodaje sino con la del propio personaje central, un tal Rui Guerra (la voz en off es en general la de Rodrigues), que no se representa a sí mismo; su presencia es fantasmal debido a que permanece en un fuera de campo casi total.
Rui Guerra vivió durante su infancia en Macao, antes de que esta colonia portuguesa, “Las Vegas de Asia”, fuera devuelta a China en 1999. El mapa simbólico de Rui Guerra no coincide casi nunca con el nuevo territorio. Por otra parte, su regreso a Macao responde a un pedido de auxilio por parte de Cindy, que cree que una secta del zodíaco está a punto de asesinarla.
La belleza del film es ostensible, al igual que la perfección de su concepción formal: hasta un ratón tendido en el asfalto convoca al asombro. Los encuadres son de una precisión arquitectónica y el diseño sonoro va más allá de la representación fiel de la música de una ciudad. ¿Hace falta decir que se trata de una obra maestra?
La leggenda di Kaspar Hauser / La leyenda de Kaspar Hauser, Davide Manuli, Italia, 2012
Si El enigma de Kaspar Hauser de Werner Herzog era fundamentalmente una interrogación sobre la misteriosa psique que diferencia a los seres humanos de los animales, este nuevo intento, paródico y amoroso, de volver sobre el mítico adolescente de 16 años hallado en las calles de Nuremberg en mayo de 1828 parece estar orientado exclusivamente a celebrar el goce corporal: los hombres se diferencian por la risa y el habla pero el trance experimentado mediante el baile es otro privilegio de la especie.
Kaspar Hauser llegará arrastrado por el mar a la isla Sardinia. ¿Está muerto? ¿Es una epifanía? ¿Un alienígena? Más que un enviado celestial o una entidad extraterrestre, Kaspar Hauser, que apenas habla y se alimenta, se muestra como un alienado ontológico. El sheriff (Vincent Gallo) se sentirá conmovido al ver su llegada misteriosa y lo tomará a su cuidado; entre otras cosas, le enseñará a ser un buen DJ. Más tarde, Kaspar Hauser querrá ser un caballero y escribir su biografía. La duquesa de la isla sospechará del origen del recién llegado y estará en guardia. Su sirviente se limitará a jugar al fútbol con un cura y en sus momentos libres satisfará sus placeres inmediatos con la prostituta del barrio, al igual que un cowboy matón (también Gallo). El destino de Kaspar Hauser no será luminoso, su presunta santidad será problemática.
Que el plano general inicial presente a un cowboy vestido de blanco moviéndose como si fuera John Travolta en Fiebre de sábado por la noche para darle la bienvenida a tres platillos voladores no debe desorientarnos. No se trata de un delirio, y una mirada atenta podrá detectar sin problemas una inquietud teológica. Aquí pensar no es una interdicción, si bien el hipnótico vitalismo tecno de la banda de sonido de Vitalic provoque un deseo absoluto de moverse. La elegancia formal del film puede verificarse en el pasaje donde el cura del pueblo mide su fe frente a un silencioso Kaspar, aunque no es el único plano secuencia digno de admiración. Secretamente cinéfila y abiertamente insolente, la cuarta película de Manuli es un film para ver y bailar.
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Arraianos es parte de la competencia oficial Ficunam 2013
La madre se exhibe en la sección Trazos.
La última vez que vi Macao se exhibe en la sección Trazos.
La leyenda de Kaspar Hauser se exhibe en la sección Senderos.
Todos los textos pertenecen al catálogo de Ficunam 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
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