MES FICUNAM 2013 (12): LOS DUELOS
Dead Body Welcome / Bienvenido cadáver, Kees Brienen, Holanda, 2013
Por Roger Koza
La muerte de un amigo querido y un eclipse. Un tema íntimo y un evento astronómico, dos fenómenos extraordinarios, unidos por azar en la experiencia de un joven cineasta, constituyen el material esencial de esta ópera prima delicada y perceptiva, que tiene un poco de conmemoración, elegía y conjuro.
Kees Brienen pone en escena la totalidad de la experiencia vivida y lo declara desde el comienzo: “Íbamos a ver un eclipse, y esto fue lo que sucedió”. Su querido amigo Jeroen murió en algún lugar desconocido en el norte de la India. Brienen intenta confirmarlo, buscar el cuerpo, entender las razones del fallecimiento y, eventualmente, cremarlo, respetando las costumbres y ritos propios del país en el que murió.
La sobriedad y la dulzura a la hora de reconstruir el (re)encuentro con el cuerpo de su amigo en algún paraje perdido de Sikkim son admirables. El contexto budista de la ceremonia y el modo de registro se desmarcan de una mirada alucinada por una religión que suele ser mistificada en la percepción occidental. Lo mismo sucede con la curiosidad austera con la que Brienen muestra los paisajes urbanos y naturales de un país superpoblado. Se trata de un doble viaje, interior e exterior: el del propio director detrás y frente a cámara ficcionalizando y universalizando su propio desconsuelo y la posterior experiencia de duelo, y un hermoso paseo visual y sonoro por Calcuta, Sikkim y Benarés, que tiene poco que ver con el turismo (o el travelogue), pues Brienen honra una tradición que supo desde el principio que el cine puede ser un viaje sensible por otros medios. En ese sentido, los encuadres son fabulosos: la exactitud para filmar el puente de Howrah y otras estructuras arquitectónicas, la precisión para transmitir en distintos planos subjetivos la experiencia vial en las calles y rutas indias y el modo de sintetizar la interacción entre indios y extranjeros son virtudes ostensibles del film.
La predecible espiritualidad del film está presente en una impredecible anomalía astronómica seguida de una apropiación electrónica (y geométrica) de ese fenómeno tan misterioso como fascinante.
Sueño y silencio, Jaime Rosales, España, 2012
No es frecuente filmar con precisión el invisible trabajo emocional del duelo. Inevitable como aquello que lo causa, el duelo es una experiencia anímica que jamás se elige pero que se impone. El peor de los duelos, con seguridad, es el que invierte el orden natural: ver morir a un hijo es la apoteosis de la crueldad; y es justamente esa desgracia la elegida por Jaime Rosales en su notable película, la cuarta en su carrera.
Una familia española vive en París junto con sus dos hijas. Él es un arquitecto exitoso, ella una profesora de español. Aman a sus hijos, sentimiento casi táctil y susceptible de ser capturado en algunas escenas, como aquella en la que toda la familia está reunida en la cama matrimonial al comenzar la mañana. El plano general no suscita sospecha: la familia es aquí una institución compatible con la gracia y la satisfacción.
Pero habrá un accidente, visualmente elidido pero narrativamente determinante. Alguien morirá, y a la mitad del relato el discreto paraíso vincular se transfigurará en un valle de lágrimas silencioso y seco. Rosales trabajará sobre la sustancia de su relato por contrastes: el carácter repetitivo de la cotidianidad, al principio fuente de felicidad y estabilidad, será negado dialécticamente en la segunda parte del film. Frente al sufrimiento y lo irreparable, los actos cotidianos carecen de signos que dignifiquen su reiteración. Los planos generales y medios fijos sobre la interacción cotidiana refuerzan la naturaleza observacional de la puesta en escena; en la felicidad, el sentido de las cosas pasa por los vínculos; en la desgracia, el sinsentido sobrevuela y la incomunicación vence.
El formalismo de Rosales alcanza aquí su mayor depuración: la obsesión geométrica por encontrar una posición de registro perfecto se constata en el pasaje del velorio; un paseo fantasmal por un parque demuestra un dominio ostensible sobre el movimiento en el espacio (los travellings son prodigiosos); el concepto de fuera de campo se aplica tanto al registro de la conversación como al retrato de sentimientos. En blanco y negro, valiéndose sólo de la luz natural y bajo el vértigo de rodar cada escena en una sola toma, el gesto radical de Rosales consiste en filmar solamente lo imprescindible de una experiencia.
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Bienvenido cadáver es parte de la competencia internacional de Ficunam. 2013
Sueño y silencio se exhibe en la sección Trazos, Ficunam, 2013
Ambos textos han sido publicados en el catálogo de Ficunam 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
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