MES FICUNAM 2013 (23): MARCEL HANOUN, EL AUTÓNOMO
Por Nicole Brenez
Marcel Hanoun nació el 26 de octubre de 1929 en Túnez y murió el 22 de septiembre de 2012, un día después de la llegada del otoño. Con él desaparece uno de los más grandes creadores de expresiones artísticas y formas cinematográficas en Francia, cuyo aislamiento autoimpuesto explica de alguna manera la infravaloración que aún envuelve a su obra.
A lo largo de su trayectoria como fotógrafo, escritor y cineasta, Marcel Hanoun ejerció estrictos valores de independencia. Como resultado del premio obtenido por Une Simple histoire (Una historia sencilla) en 1959 en Cannes, filme producido por la televisión como la mayoría de sus principales obras (Feria especialmente, cortometraje de 1960 acerca de un mercado en Galicia), Hanoun fue convocado por la industria, que le proveyó elenco y presupuesto para que rodara, contra viento y marea, el filme titulado Le Huitième jour (El octavo día) (1959). Hanoun salió horrorizado de esta experiencia jerárquica organizada por el corporativismo, para él inconciliable con la libertad creadora.
Filmar, escribir sin descanso, con palabras e imágenes, nunca subordinarse a los vaivenes del dinero y transformar la adversidad en nuevas oportunidades para inventar: dos días antes de su desaparición, —Hanoun seguía creando—, anunció serenamente su fin cuando reconoció que ya estaba, de ahí en adelante, demasiado débil para sostener una cámara o una pluma.
La sintaxis verbal y visual fue su mayor preocupación, teniendo por dinámica de experimentación las múltiples maneras de desencadenar, de desligar, de crear desde un más allá, desde un contracampo, como si siempre hubiera que escapar y desplegar la imagen a partir de la hermeticidad imaginaria de su encuadre.
La selección de aforismos CinémaCinéaste: notes sur l’image écrite (Cinema Cineasta: notas sobre la imagen escrita) (YellowNow, 2001), semejante a la extrema-izquierda y al extremo-más allá de las Notes sur le cinématographe (Notas sobre el cinematógrafo) de Robert Bresson, abunda en reflexiones sobre la cesura, el hiato, la elipsis, el fuera de campo, las formas de ruptura. Hanoun escribe por ejemplo: “Escuchar, sólo escuchar, lo que filmo y filmaré hasta el fin del tiempo y del sentido de filmar. Las imágenes me abandonarán, se separarán de mí, se irán lejos a esperarme, esperarme, esperarme ya.”
Para Marcel Hanoun, en el cine no es cuestión de representar, sino de liberar. Liberar de un tormento, de una creencia, de lo demasiado- sabido, demasiado-vivido, demasiado-sufrido, confrontándose con lo intolerable, sea ordinario como para la madre desamparada de Une Simple histoire, o extraordinario como el genocidio en L’Authentique procès de Carl-Emmanuel Jung (El auténtico juicio de Carl-Emmanuel Jung) (1967), obra maestra que ya sería hora de sumar al registro de los clásicos de la historia del cine, después de casi 70 años de reflexiones sobre la poesía después de Auschwitz. Porque de principio no hay nada posible, solamente un mundo árido, injusto, desolado, invivible, nada más que una historia catastrófica hecha de crímenes y olvidos.
Ya desde 1957, Des hommes qui ont perdu racine (Los hombres que han perdido raíces), documental sobre un campo de refugiados húngaros huyendo de los tanques de combate soviéticos que habían entrado en Budapest, sitúa a Marcel Hanoun frente a los cuestionamientos que van a estructurar su “cinética” (del nombre de la revista Cinéthique que creó en 1969). ¿Por cuáles vías psíquicas aprehender el trauma atestiguado o la inquietante contingencia? ¿Con cuáles fuerzas transformar lo informe, el vértigo o lo insensato? Un motivo recorre las películas, es el andamiaje (La Rose et le barrage –La rosa y la presa– 1960, Octobre à Madrid –Octubre en Madrid– 1964, Déconstruction –Deconstrucción– 2009), una obra fraternal aparece, La Sagrada Familia de Gaudí, una forma clásica se vuelve estructura, el Arte Poética transmutada en sitio de lo inacabado. Tantos motivos peligrosos o por el contrario, tan desesperadamente anodinos, tantos filmes de una elegancia única que explicitan su tratamiento, huyendo del ilusionismo en la búsqueda de la justeza, de algo verdadero: la miseria material y el desasosiego psíquico en Une Simple histoire, el genocidio en L’Authentique procès de Carl-Emmanuel Jung, las ondas afectivas de un evento colectivo en L’Eté (El verano) (1968), el trabajo de montaje en L’Automne (El otoño) (1971), la imaginería crística en L’Imaginaire Passion d’un inconnu (La Pasión imaginaria de un desconocido) (1973), la belleza en Le Regard (La mirada) (1976), el paro de los obreros en Chemin d’humanité (Camino de humanidad) (1997), las imágenes contemporáneas en Insaisissable image (Imagen inasible) (2007)… La supervivencia fue su gran tema, la de los pueblos, de las víctimas, la del propio cuerpo. Entre más impedido y cansado estaba (por la enfermedad, por la falta de medios, por la soledad), Marcel Hanoun se mostró más vivo y creativo. Su juego favorito desde hace diez años consistía en realizar, sin un centavo, desde su lejana y linda aldea, Resson, la primera película sobre los eventos históricos y los sucesos, a fin de demostrar el poder del cine de idea sobre el de la máquina industrial: el 11 de septiembre (Le Cri –El grito– 2001), el secuestro de Betancourt por las FARC (Libertad, 2008), el escándalo del presidente del FMI, Dominique Strauss Kahn, (Un Corps sans visage –Un cuerpo sin rostro– 2012)… No todas fueron películas magistrales, pero Cello (2011), su última obra, constituye un evento inaudito: una cinta realizada desde el punto de vista de la muerte, el punto de vista del que desapareció, cuando sus imágenes están siendo vistas; en fin una película alcanzada desde el contracampo, un filme de ultratumba que el autor dirige hacia sus interlocutores de siempre, pero desde el otro lado de la pantalla: a nosotros, los supervivientes.
La energía espiritual (en el triple sentido de moral, ingeniosa y divertida) de Marcel Hanoun no ha cesado de despertar entusiasmo y admiración: ayer Jonas Mekas, hoy José Luis Guerin, Marc Recha, Francesca Solari o los amigos que en 2011 le rindieron homenaje en el filme de François Grivelet y Kentaro Sudoh, entre ellos Luc Mollet, Boris Lehman, Babette Mangolte, Gérard Courant… El Autónomo: aquel que cree en su propia ley, aquel que no obedece consigna alguna, aquel que no retrocede ante ningún combate.
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Del catálogo de Ficunam, 2013.
Versión al español de Georgina Hernández
Nicole Brenez / Copyright 2013
Wow!, qué texto! Nunca se termina de aprender y conocer sobre cine. Gracias.
…Si quieren ver algunas, Hanoun las colgó para todos… http://www.atelier-de-marcel-hanoun.com/