MES FICUNAM 2013 (26): VER Y CREER
Por Roger Koza
“Las películas que le gustan a Jorge Ayala Blanco”… Así calificaba a nuestro festival un locutor de una radio mexicana, según me cuenta el propio Ayala Blanco, el legendario crítico azteca que nunca para de escribir y publicar: 50 años de servicio al cine, uno o dos libros por año. Es un tipo único, un cinéfilo de pura cepa.
La anécdota viene a cuento porque sólo él y ocasionalmente el crítico Carlos Bonfil, fueron los miembros del gremio de Manny Farber y Gilberto Pérez quienes dieron el presente en estos 10 días de festival. Los críticos profesionales brillaron por su ausencia; prefirieron ver algunas películas en DVD, con suerte listar algunas según sus preferencias para orientar a los espectadores, o simplemente ignorarnos olímpicamente. O tal vez los premios de la academia y la importancia de que Ben Affleck levantara la estatuilla resultaba más rentable y relevante que descubrir todas las películas de Edward Yang y Darezhan Omirbayeb, celebrar la presencia y las películas de Jonas Mekas, o reconocer a Marcel Hanoun, quien para muchos puede sonar al delantero de un equipo de segunda categoría de la liga europea. Es posible que el sonido de tanto nombres extraños los haya espantado. Nunca lo sabremos.
Extraña ausencia y síntoma a descifrar por doble motivo: en primer lugar debido a que este festival tiene desde un principio una relación estructural con la crítica, un contrato implícito con la actitud esencial que siempre se trasluce en los buenos críticos: inconformismo; en segundo lugar, porque en esta ocasión la crítica de cine fue un eje transversal evidente y omnipresente en el festival. Jonathan Rosenbaum, Adrian Martin, Nicole Brenez, Francisco Ferreira, Manuel Yañez Murillo, Dennis Lim, Mark Peranson, Jean-Pierre Rehm, Isaac León Frías, entre otros, fueron protagonistas indiscutidos del festival. Rosenbaum y Martin ofrecieron un taller de crítica; inesperadamente, yo también fui invitado a sumarme en eso. Tres mesas redondas plagadas de críticos tuvieron lugar durante el festival y se presentaron dos libros sobre crítica cinematográfica. Y aún así, excepto por los futuros críticos de cine que pasaron por los seminarios de Rosenbaum y Martin, los profesionales no estuvieron en las salas. Ninguno, salvo las honrosas menciones, se tomó el trabajo de escribir sobre la competencia o seguir una retrospectiva. ¿Cómo calificar todo esto?
A medida que pase el tiempo esta edición de Ficunam cosechará sus elogios y su valoración precisa y justa. Muchos recordarán en el futuro que aquí vieron a Mekas hablar con la libertad soberana que sólo otorga la edad y el buen uso del tiempo; muchos recordarán que aquí escucharon al gran Omirbayeb, quien filma como si el mundo se tratara de una materia orgánica y onírica dispuesta frente a cámara para ser capturada poéticamente. En esta tercera edición de Ficunam hubo momentos memorables; se honró la cinefilia, se habló de cine, se vieron películas geniales.
Me di cuenta de lo que fue esta edición mientras miraba A Bright Summer Day, de Edward Yang en 35mm. Una obra maestra absoluta: cuatro horas, una modalidad de relato que no necesita jamás de música extradiegética, encuadres perfectos, travellings de una elegancia insólita, interpretaciones inolvidables. ¡Qué lección de cine! ¡Qué lección de Historia! Así se filma la Historia, sin subrayarla, sin tanto decorado y vestuario, insinuando con poco cómo la violencia política de un período histórico se introyecta en los sujetos más sensibles. El tema de fondo: el malestar social, mudo pero evidente, y que en un gesto impredecible se desnuda dolorosamente como una virgen sin convicción. Cuando el protagonista más querible apuñala a su enamorada, detrás de ese acto no están las meras pasiones amorosas; es la Historia y su violencia los agentes que empujan el arma asesina. No mucho después, la película finaliza. Amargura y lucidez, satisfacción y asombro, los veredictos insobornables de una obra maestra que hipnotiza por su caligrafía pausada y perfecta, y que en un tiempo preciso nos toma de la mano para viajar un poco por Taiwán de mediados del siglo pasado. Del film de Yang no habló ningún crítico, ni siquiera aparece en esa listas entre infantiles y ridículas en la que listan con estrellitas y numeritos a los filmes que exhibimos.
Todavía recuerdo cuando le dije a Eva y a Max que si hacíamos la retrospectiva de Yang la rompíamos. Y sucedió. No sé todavía quiénes se han dado cuenta.
Como programador estoy orgulloso de ser parte del equipo de Ficunam. Tenemos mucho para mejorar, pero estoy seguro, muy seguro, que nuestro festival tiene una agenda precisa y quienes la llevamos adelante creemos profundamente en lo que hacemos. Ya estamos pensando en las retrospectivas de 2014. No aflojaremos. Iremos por más. Queremos lo imposible.
Roger Koza / Copyleft 2013
Aclaración: escribo en mi nombre; no se trata de una declaración institucional.
Así la entiendo y así la asumo desde México. En especial, cuando dices «esa listas entre infantiles y ridículas en la que listan con estrellitas y numeritos a los filmes que exhibimos».
Ernesto: entiendo que entiendas que se trata de ti, o que se te alude; leyendo lo que escribí es lógico, pero tendrás que creerme que no eras tú a quien aludía. Recordaba listas en Argentina o en Colombia, y los numeritos, etc. Es cierto que tú haces listas constantemente. Pero también escribes regularmente. Hacer lista es una cosa cinéfila, y, efectivamente, sí es una cuestión infantil. Pero la madurez del crítico se confirma cuando de la lista pasa a la palabra, o de la numeración al texto. Abrazo. RK
Ps: yo me la paso haciendo listas; es una obsesión cinéfila.
Ok, gracias por la precisión. Abrazo de regreso.