MES FICUNAM 2014 (28): MEMORIAS
Por Roger Koza
La cuarta edición de Ficunam ha finalizado. Estoy exhausto y feliz. Tengo la impresión de que el festival se va consolidando en cada edición; es verificable la evolución en varios órdenes. Cuatro años consecutivos es poco tiempo, pero no es tampoco un tiempo despreciable. Creo que si uno sigue y estudia la programación paso a paso puede encontrar una lógica secreta que articula el festival en su conjunto.
Un ejemplo: las cuatro retrospectivas elegidas de este año proporcionaban un código genético del festival. Allí había un signo preciso del festival, una toma ostensible de posición. La competencia internacional no nos resultó nunca una selección de compromiso. Más bien esa selección deja avizorar nuestro compromiso con el cine contemporáneo. Las 12 películas constituyen nuestro discurso acerca del cine. Es por eso que elegir un film para la competencia requiere tiempo, discusión y dialéctica. He pensado y hemos pensado mucho sobre cada título elegido; hoy entiendo aún más la razón de cada decisión tomada al incluir esos films. Y podría decir exactamente mismo de casi todas las películas correspondiente a otras secciones del festival.
El festival ha terminado y un día después arrancó su versión itinerante. Llegué a Oaxaca listo para dormir por días, a tal punto que perdí mi avión de ida, justamente, por haberme quedado dormido. Pero finalmente llegué. Además de un taller de formación de espectadores, presenté dos films de los muchos que se verán en esta versión sintetizada del festival. Oaxaca resultó ser una ciudad tan magnífica como cinéfila. Vi una parte del festival que no conocía en primera persona. Girar con FICUNAM por todo México es un gran acierto. El festival se extiende y llega a lugares lejanos.
Sé que volveré a esta ciudad. La cinefilia es aquí una verdadera experiencia. Hay sed de ver cine, hay ganas de discutirlo y pensarlo. La cinefilia de Ficunam, por otra parte, se inscribe en una tradición pretérita que entendía al cine como un placer legítimo y popular, pero el que no renegaba de su costado epistémico. Ver cine es un acto de conocimiento. Creo que en estos días en el que impartí un taller pude verificar con otros esta aseveración heterodoxa ante los tiempos que corren.
Espero reunirme pronto con mis colegas de FICUNAM. Por mi parte, ya estoy pensando en las retrospectivas de 2015 y 2016, y lo digo en serio. Y mientras pienso en los nombres de las próximas ediciones, no dejo de pensar en algo más inquietante: el futuro a largo plazo. Ojalá podamos dejar una base inamovible y perfectible para quienes algún día tomen el festival, una base por la cual el festival pueda sostener su identidad (abierta), más allá de quien es y será el responsable de él. Naturalmente, me gustaría trabajar toda mi vida en FICUNAM, pero sé que ese deseo es imposible, acaso infantil. La impermanencia -lo deberíamos saber- es la única constante de todos los fenómenos empíricos. En efecto, el futuro es tan incierto como las predicciones meteorológicas, pero el deseo y su planificación es el único método para intervenir en el futuro. Mientras dure todo esto sé que daré lo mejor de mí, porque no hay nada más hermoso que trabajar en un festival de cine en el que la libertad es la regla y el cine es más que un mero entretenimiento.
Ser parte de FICUNAM es un privilegio, y es por eso que no entiendo cuando el cinismo se apodera del espíritu de un programador. El devenir funcionario de algunos colegas me resulta inexplicable, casi del orden de lo impensable. A lo largo de los años, he visto esta mutación. Triste, muy triste. Repito, me lo repito: trabajar en un festival de cine es un verdadero privilegio. Por eso agradezco a todos los involucrados en este evento que pasa en menos de 10 días y se trabaja durante todo un año.
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En el Centro Histórico, más precisamente en la Plaza Santo Domingo, el 27 de febrero se proyectó Se levanta el viento. Miyazaki reúne multitudes. Es un gurú de la animación, y sus fieles son infalibles frente a cualquier evento que invoque su maestría. Más de 3000 personas vieron el último film del realizador de La princesa Mononoke, su declarada despedida del cine. Tuve la impresión de que ese público poco tenía que ver con el festival, como si el culto por el director japonés excedía cualquier contexto y convocatoria. Aún así fue un evento inolvidable.
Los ganadores de este año, quienes se llevaron el famoso Puma de Plata, fueron dos películas españolas y una mexicana: Costa da Morte, Historia de mi muerte y El palacio. En principio, estoy de acuerdo con los premios, pues todas las películas elegidas me parecían representativas.
Me hubiera gustado que El lapso de vida del objeto encuadrado (película de una película aún no filmada) tuviese al menos una mención. El film de Balagura pertenece a una tradición en extinción. La densidad y complejidad tal vez abrumó al jurado (y al público). Tal vez. Lo cierto es que este tipo de film cada vez circula menos. Sospecho que la impaciencia de la época lo convierte en un objeto intolerable. Y aún así, pienso que el film de Balagura fue uno de los puntos más altos de la programación del festival.
Los rusos, o más precisamente, aquellos que vivieron anexados al régimen soviético en el siglo pasado, han tenido desde el inicio del festival una presencia decisiva. Por FICUNAM pasaron Peleshyan, Omirbayeb y ahora Iosseliani. Balagura esperaba su encuentro con el maestro georgiano, me lo había dicho, lo admiraba. He aquí el momento en el que se saludaron. Iosseliani, siempre distante y expectante, sonrió inmediatamente al encontrar a alguien que podía hablar en su idioma. La presencia de Iosseliani, de hecho, fue casi fantasmal, pero cuando estuvo en el seno del festival dio todo de sí. No sabemos en dónde fue que tomó sus tragos y cantó con los compañeros de mesa. Lo que sí sabemos es que su clase magistral estaba colmada, y que no dejó hablar mucho a Edgardo Cozarinsky, quien se desempeñó con maestría como interlocutor del director de Adiós, Tierra firme.
Alain Guiraudie fue otro de los directores presentes. Su retrospectiva tuvo una excelente acogida del público. Siempre estuvo dispuesto a conversar. La amabilidad que se intuye en El desconocido del lago, sobre todo en la relación de Henry y Franck, tiene mucho que ver con su modo de ser. Tuve la suerte de ser quien conversó con él en su masterclass. Ver todas sus películas sistemáticamente fue uno de mis grandes placeres de esta edición. El cineasta proletario del sur es un verdadero capo.
Quienes estuvimos presentes en la clase magistral de Gustavo Fontán, y en mi caso, una vez más con la responsabilidad de dialogar con él, fuimos testigos de una verdadera y contundente clase magistral. Fontán conquistó a la audiencia sin estrategia alguna. Habló de lo que sabe, y reveló algunos secretos de su cine. En los tres últimos meses estudié analíticamente sus películas. La coherencia y consistencia de su obra es admirable. Fontán para filmar necesita localizar un principio poético que lo guíe. Una vez que concibe ese principio, el que suele descubrir en el lugar de rodaje, toda su búsqueda se ordena a ese principio. No son muchos los directores que saben con exactitud qué es lo que hacen cuando filman. Fontán sabe qué hace y además tiene el lenguaje justo para explicitarlo. Para muchos espectadores se trató del gran descubrimiento de esta edición de FICUNAM. Mi actual deseo es que la retrospectiva se exporte y viaje a todos los rincones del planeta. Y si hay cinéfilos en Marte, espero que un símil alienígena de Henri Langlois tome la decisión por programar todas sus películas. La especie que habla y habita la biósfera quedará bien parada.
Tanto con Guiraudie como Fontán, en sus respectivas clases magistrales, mostré fragmentos de sus obras en función de detectar elecciones formales y obsesiones temáticas (en este caso, se trata de una secuencia de El rostro). Me parece que ese procedimiento permitió combinar abstracción conceptual y empirismo didáctico.
Harun Farocki fue el otro invitado de honor. No sólo se pasaban sus películas, sino que también se exhibía una instalación en el extraordinario MUAC, el museo de arte contemporáneo de la universidad. Simon Field, uno de los jurados de la competencia internacional, estaba encantado con este diálogo del cine con otras expresiones audiovisuales. Decía que tener un museo como socio directo era una ventaja. No llegué a entender del todo qué quería decirme.
Hubo otro invitados extraordinarios. Aquí se puede ver cuando Guiraudie saluda al gran Peter Hutton. Al medio, el simpático y siempre políticamente enojado Tariq Teguia, director de Rebelión Zanj, mira el encuentro entre dos directores consagrados.
Debido al Foro de la Crítica Permanente, como sucede desde los inicios de FICUNAM, la presencia de críticos de cine fue una constante de esta edición.
Uno de los grandes placeres de este festival fue constatar el placer que vivían día a día los jurados de las competencias. Edgardo Cozarinsky no dejaba de hablar con su colega Mariana Botey; se reían, hablaban de México, Hegel, literatura de todos los tiempos; Simon Field, Natalia López y Robert Koehler también discutían y reían. ¡Qué bien la pasaban! Algo similar sucedió con los otros jurados. y esto-debo decirlo- no es del todo casualidad. Nosotros estudiamos y pensamos los jurados como si se tratara de una película única y necesaria, un título que revela lo que buscamos.
Aquí se puede ver a todos los miembros del jurado. El joven de barba sentado en la primera fila es Ricardo Silva, director de Navajazo, un film punk sobre marginales demasiado amoroso en el tratamiento de sus personajes, lo que conlleva conjurar la sordidez tan característica del cine mexicano contemporáneo. El film de Silva obtuvo el premio del público. Debería pasar por muchos festivales. Es una rareza, y está hecha con corazón.
Los invitados la pasaron bien. Muy bien.
En los últimos años, si he ganado un amigo en el universo de la crítica y en el mundo de los festivales, ese amigo se llama Bob Koehler. Aparentemente, Klinger y Lerer son grandes imitadores. Bob y yo somos los blancos elegidos. Sí, se ríen descaradamente de nosotros. Así me lo contó Denis Côté. «Hilarious imitation», dijo. Ni Lerer, ni Klinger, tuvieron el coraje de realizar una imitación completa enfrente de nosotros.
Me considero un hombre de suerte. Pude conocer a estos tres caballeros legendarios de la crítica latinoamericana. Sigo aprendiendo de ellos, y admiro su fervor por ver cine contemporáneo.
Para nosotros, y esto es una explicación directa a un periodista que preguntó por qué presentábamos las películas, hablar y escribir sobre las películas que pasamos es parte de una voluntad de establecer una relación directa entre cine y conocimiento. Es el festival de una universidad, lo que implica de inmediato entender que un film es también un objeto y vehículo de conocimiento. Es por eso que el catálogo funciona como una memoria crítica de las películas que se exhibieron. Es un libro por derecho propio. Un libro de críticas, un libro que expresa el punto de vista de quienes hacemos el festival.
La verdad es que un festival es posible porque trabaja un grupo de personas por meses para que un conjunto de películas lleguen al público. El festival sería imposible sin el esfuerzo y el compromiso de cada uno de mis compañeros de trabajo. Todos han aportado algo indispensable. Todos hemos respondido con altura y compromiso a esa genial idea que tuvo una mujer de 31 años, unos 4 años atrás, cuando proyectó un festival con ciertas características inauditas. No sé si nos damos cuenta: FICUNAM está escribiendo su propia historia. Y al hacerlo también escribe un segmento de la historia del cine. Ser parte de esa historia es lo mejor que me pasó en mi vida.
Hasta el año que viene. Los esperamos.
(Fin de Mes Ficunam 2014)
Roger Koza / Copyleft 2014
No pude aún leer toda la nota, pero igual quiero felicitarte por tan buen trabajo. Las estatuillas son realmente bellas. (¿No sobró alguna por casualidad?)
Un abrazo
Què felicidad destila tu nota desde el comienzo Roger¡ Felicidades¡¡
respecto a eso que dices que: «Ser parte de esta historia es lo mejor que me pasò en mi vida».
pd:¡còmo me gustarìa ver la de Balagura¡
Me has hecho vivir con vos toda la emoción que te desborda al punto que nos la inoculás. Eso es muy bueno ya que habla de la calidad de tu escritura y, sobre todo, de un entusiasmo enorme y muy sincero. Casi, casi, como acompañarte. ¡Gracias!
Muchas gracias. Saludos. RK
Así es Roger, es una gran privilegio trabajar en un festival de cine y más aún en FICUNAM. Gracias por todas las enseñanzas.