MES FICUNAM 2016 (20): PROPUESTAS CLANDESTINAS (PRIMERA PARTE)
Por Roger Koza
Ante la pregunta de quién fue el gran cineasta latinoamericano de todos los tiempos, mi respuesta es unívoca: Raúl Ruiz. La respuesta es lógica y también políticamente incorrecta. Ruiz vivió mucho tiempo en Europa, hizo películas en el viejo continente, también filmó en Hollywood y recién en sus últimos años comenzó a viajar a su país para hacer sus películas tardías, estudios lúdicos sobre la subjetividad chilena.
Decir Ruiz es como decir, en literatura, Borges. ¿Y quién podría refutarlo? Lógicamente, para el latinoamericanista esencialista, ambos autores son problemáticos. Jamás cultivaron una noción fuerte de Heimat; más bien eran nominalistas: la nación era una invención, un signo, lo que no significaba desconocer una historia en común, una lengua y una forma de existencia, de muchos hombres y mujeres.
Borges creía que los escritores del sur gozaban de una contingencia territorial e histórica que facilitaba o propugnaba una cierta originalidad. La falta de una tradición añeja o milenaria daba como resultado una forma de apropiación de las producciones ajenas. Toda la obra de Ruiz se puede racionalizar bajo esta intuición que Borges explicitó en “El escritor argentino y la tradición”.
Las películas de Ruiz eran geniales, y sus ideas sobre cine también. Una de las tantas ideas edificantes del cineasta era aquella por la que postulaba la existencia de una película clandestina en el interior (o en los bordes) de la película oficial. Es decir, más allá del argumento y no necesariamente en el centro del encuadre, una segunda película era susceptible de ser descubierta.
Siguiendo este concepto de clandestinidad de Ruiz se pueden ver muchas películas por fuera del imperativo hermenéutico que exige interpretación y significado. El reconocimiento de las formas, por ejemplo, la posición de los objetos y su presencia, los fenómenos de primer orden que no necesariamente están ligados al desarrollo dramático habilitan otra experiencia cognitiva y sensitiva.
El movimiento y sus intérpretes
Hay varias películas de la programación de FICUNAM 2016 que llevan a pensar sobre el movimiento. En el cine, el movimiento es doble: se desplazan los hombres, los animales, los objetos móviles; la propia cámara también se desplaza y al hacerlo el campo visual está en movimiento.
Dos casos para tener en cuenta.
1. Las letras: el cineasta más atípico del cine mexicano, Pablo Chavarría Gutiérrez, a menudo ninguneado, cree que la cámara puede concebirse como una entidad animal que se define por sus movimientos. Los travellings incesantes de Las letras organizan la puesta en escena de su último film. Se concibe una observación flotante permanente que va de un lado al otro trabajando en un espacio específico sobre la memoria de un crimen. A su vez, el presunto culpable del crimen está preso y, por definición, a la vida de un hombre que está en una celda se le desconoce la autonomía, el ponerse en movimiento. (Ni siquiera cuando la cámara se detiene abandona el movimiento: los enfoques y desenfoques promueven una movilidad de la percepción menos evidente en la experiencia orgánica de nuestros ojos).
2. Cuerpo de letra: ya desde el inicio Julián D’Angiolillo propone un concepto de movimiento situado en la inestabilidad perceptiva de sus protagonistas, que reproduce visualmente (y sonoramente; ya que el movimiento puede ser una expresión sonora) la percepción de estos. Aquí, la forma elegida para producir el movimiento estriba en la propagación de fundidos múltiples de planos que también están en movimiento. Hay entonces un doble movimiento, ya que el fundido permite desde siempre una transición de tiempo en el cambio de imagen, una suerte de magia visual por sustitución con la que se opera una elipsis narrativa para decir que el tiempo ha pasado.
Primera invitación a ver películas clandestinas en las películas. En los 99 filmes de la programación hay otros 99, o incluso más, que tienen una existencia por descubrir.
Roger Koza / Copyleft 2016
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