MES FICUNAM 2016 (26) / CRÍTICAS BREVES (134): LU BIAN YE CAN / KAILI BLUES
Por Roger Koza
Lu bian ye can / Kaili Blues, Bi Gan, China, 2015
La historia parece sencilla: dos médicos que trabajan en una clínica de la ciudad de Kaili tienen cuestiones pendientes que resolver en el pequeño pueblo de Dangmai, lugar en el que todavía viven los miao, una etnia minoritaria. Chen Sheng decidirá viajar hasta ahí para buscar a su sobrino y cumplir también con el deseo de su colega, una mujer mayor, que quiere hacerle llegar algunos obsequios a un viejo amigo (y quizás un amor) al que no ve hace tiempo. Chen es también poeta y exconvicto, doble condición paradójica de la que se desprende una sensibilidad que marca la indeterminación narrativa del film y algunas subtramas vinculadas a la mafia, un matrimonio pretérito del protagonista y algunas anécdotas relacionadas con una entidad primitiva que a veces acecha en las carreteras.
Después de la magnífica presentación de los dos personajes principales a través de un plano secuencia semicircular en el inicio, se leerá un fragmento del Sutra del diamante, el cual contextualiza este viaje espaciotemporal y donde el relato se pliega sobre sí mismo como si se tratara de un ensueño continuo en el que se indaga poéticamente acerca del tiempo como fenómeno existencial.
La puesta en abismo (marcada por lo sueños no anunciados) es programática, porque en última instancia se trata de (de)mostrar la insustancialidad de las tres cualidades del tiempo (pasado, presente y futuro), lo que alcanza su apoteosis en un deslumbrante plano secuencia de 41 minutos alrededor de Dangmai, secuencia virtuosa en la que se aglutina todo el perímetro de una región y palpita segundo a segundo la vida entera de una comunidad. Secuencia justificada, además, por su complejidad filosófica, ya que en ese mismo segmento ininterrumpido el niño que Chen está por ir a buscar aparece en escena ya siendo joven y la esposa del médico que ha muerto hace mucho tiempo atrás se reencuentra con su marido para ir a escuchar un concierto pop en la vía pública. ¿Un sueño de sueños? ¿La percepción iluminada del Tathagata sobre lo real?
Sea como fuere, el joven director de 26 años exhibe un dominio absoluto del espacio (cinematográfico) y una confianza admirable para construir un relato que desdeña la lógica lineal y se instituye como un sueño que se despliega en verso. Notable.
Roger Koza / Copyleft 2016
Me hizo soñar. Gracias Roger. Abrazos!
Hola! Recuerdo haber leído en un texto tuyo que ya (casi) no eran posibles las óperas primas de ímpetu wellsiano, estamos entonces ante una magnífica excepción. Aunque tal vez te referías al contexto hispanoamericano, porque en el continente oriental parece que los jóvenes cineastas no pecan de ¿falsa? humildad. Pienso en Court, por ejemplo, otra ópera prima genial, menos ambiciosa en lo formal pero igual de indómita, y de un país, además, con una cultura cinematográfica más codificada y rígida. En fin. Saludos.
Enteramente de acuerdo. Este film es magnífico, el indio también. Saludos. R