NO ME MATES
Por Marcela Gamberini
La película se concentra en el caso de Corina Fernández, una mujer, lamentablemente, pionera en esto del maltrato y del femicidio, quien denunciara a su marido 80 veces sin obtener respuesta, hasta que finalmente éste cumple la promesa de dispararle seis tiros al corazón. La mujer sobrevive para contarlo (como se dice usualmente) y además funda una ONG para tratar activamente el tema de la violencia hacia las mujeres.
El caso es desde cualquier punto de vista inobjetable. Sobre todo en estos tiempos que corren en el que el arte, tanto el cine como la literatura, se han hecho eco de esta demanda social. Por ejemplo, el excelente libro de Selva Almada Chicas muertas es un testimonio claro de femicidios ocurridos en la década del ‘80. Almada logra un texto conciso y coherente sin restar una fuerte vertiente poética lo que hace aún más entrañable la crónica.
No me mates, Gabriel Arbós, Argentina, 2016
En el caso de No me mates es difícil denominarla película, ya que su mayor debilidad es acercarse demasiado a un formato televisivo básico. Testimonio a cámara de Corina Fernández que relata paso a paso su historia y no mucho más. Se recrean algunas escenas, se las ficcionaliza siendo éste el costado más flojo del documental. Esas escenas son de un orden trivial, con poco o nulo trabajo formal, sin apelación a una estética que dé cuenta de la violencia a la que esta mujer estuvo sometida, con un trabajo actoral pobre, caricaturizado incluso en detalles banales como la peluca de la protagonista y la manera en que se acomoda el pelo. La puesta en escena es básica en general, algunos elementos están desaprovechados y la película se vuelve de lectura literal, sin posibilidad de adjudicarle sentidos más profundos y más acordes con el tema a tratar.
Por otro lado, se confunde el eje que sostiene No me mates: ¿es la violencia, el femicidio, el maltrato sobre las mujeres? ¿Es el propio testimonio de la mujer que se convierte en un relato perfecto? ¿Es la manera en que la justicia ciega y sorda hizo caso omiso de las denuncias? Quizá una de las miradas más interesantes sobre este caso en particular es que Corina no pertenece a una clase baja, dando por tierra el supuesto que esos hechos de maltrato suceden en casos de pobreza. Fernández pertenece a la clase media alta, como ella misma dice en la película, y tal vez esa hubiera sido una de las distinciones que podrían haber ubicado a la película en otro orden; trabajar con otros parámetros, planteando un terreno de conflictos con más aristas en los que el espectador pueda sentir y ser parte del problema que lamentablemente es diario y constante.
No me mates es una película plana, sin pliegues, sin rispios, película que ofrece al espectador un caso, su devenir y su resolución; carece de contradicciones y de marcas que hagan visibles la fisicidad y la espiritualidad de ambas heridas; carece de alma y hasta diría de corazón. En definitiva, a No me mates le falta aire, algo que la haga respirar como si fuese un organismo vivo, en llagas, maltratado como su protagonista, cuando su marido la maltrataba, cuando ejercía su tiranía sobre el cuerpo y el pensamiento de la mujer, cuando comete ese casi femicidio que le pone nombre a una de las formas de ejercicio de la barbarie moderna.
Marcela Gamberini / Copyleft 2016
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