NO SON 30 PESOS
El PASADO EN EL PRESENTE
En su largometraje recientemente estrenado, No son 30 pesos. Chile, genealogía de una rebelión, Fernando Krichmar comienza relatando en off, una anécdota personal: a los ocho años (durante los primeros 70) el director escuchaba, en su casa, la Cantata Popular Santa María de Iquique. La revelación sería intrascendente si no fuera porque, unos años antes, una generación de jóvenes latinoamericanos se había apropiado de “la Cantata” para convertirla en grito de insubordinación contra el asesinato de trabajadores.
Obra insignia de la “Nueva Canción Chilena”, fue compuesta por Luis Advis y estrenada por Quilapayún, en agosto de 1970. “Señoras y señores venimos a cantar, aquello que la historia no quiere recordar… Por más que el tiempo pase no hay nunca que olvidar. Ahora les pedimos que pongan atención”, convocaban las primeras estrofas informando, a la vez, del posicionamiento ideológico del autor y los intérpretes. Manifiesto y programa de acción, “la Cantata” resultará afín a la última reconstrucción documental que se propuso Fernando Krichmar.
Tras la introducción en primera persona, No son 30 pesos abandona el tono confesional y abre el foco a la revisión de las condiciones políticas que dieron lugar a la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). El arco histórico que cubre el documental abre en 1970, con el ascenso de Salvador Allende a la presidencia de Chile y su posterior derrocamiento (1973), y concluye en 2019 con las movilizaciones estudiantiles contra el aumento del pasaje en subte. Movilizaciones que devinieron en la lucha generalizada del pueblo chileno contra la Constitución de 1980, el continuismo político y económico de la dictadura pinochetista. De una de las consignas de ese episodio, tomó su nombre la película de Krichmar: “No son 30 pesos. Son 30 años”.
Entre 1970 y 2019, el documental reseña el origen del FPMR. Según los testimonios y los documentos reunidos, el Frente emergió en 1980, del seno del Partido Comunista Chileno en el marco de discusiones internas respecto de las formas de lucha y el carácter de la resistencia, tomando en cuenta el contexto de la dictadura pinochetista. Exactamente, en 1983 el FPMR se dio a conocer públicamente, al detonar doce torres de alta tensión, provocando un apagón masivo en la zona central de Chile.
Desde el punto de vista formal, No son 30 pesos. Chile, genealogía de una rebelión es una película que dilata el canon del documental político clásico al integrar materiales heterogéneos con el propósito de reconstruir una verdad dispersa y esquiva. Registros televisivos de los 70 y 80, recreaciones dramáticas, testimonios de protagonistas, tapas de diarios, montaje de ilustraciones, cartas leídas, fotografías.
El mosaico resulta eficiente, ante la necesidad de romper la apatía epocal hacia “el pasado” y “la memoria histórica”, como primer paso para construir audiencias sensibles al documental político. Haber elegido actrices y actores jóvenes para las dramatizaciones, allanó el camino a esa misión. Caracterizados, artificiosamente, como guerrilleros, aunque en otros casos con ropa del común, cada une, sentade frente a un espejo, desenvuelve sus razones. “Mi nombre es Julián del Real, soy actor. Tuve el desafío de interpretar a…”, o “Aunque no haya vivido en esa época, es un hecho histórico que me marca, directa o indirectamente”.
El bonus track de la estrategia constructiva es de orden simbólico: permite restablecer los cuerpos que ya no están, dar cuenta de las imágenes que nunca se filmaron, hacer oír la palabra de las y los cuya voz fue clausurada.
Desde el punto de vista estético, la combinación de materiales y registros, le confiere dinamismo al relato y abona su atractivo visual. A su vez, la alternancia de testimonios de ex militantes con los guionados para las y los actores, induce a prestar atención a fin de discernir quién es quién. En especial, cuando unes y otres conversan en reuniones que reproducen hipotéticos encuentros clandestinos, durante la dictadura. Claro está, por allí se cuela la reflexión inevitable en torno a los servicios y beneficios que la ficción puede brindarle al documental.
“Todo espectador es un cobarde o un traidor”, proclamaba La hora de los hornos de Pino Solanas y Octavio Getino. Corría el año 1968 y la consigna “hizo máquina” con una época y una generación dispuestas a abandonar el confort del “espectador pasivo” para asumir la acción política. El documental de Krichmar, en cambio, le habla a una época, a una generación (quizás, ya sean dos) menos permeables, por lo tanto reactivas a cualquier aventura épica que provenga de o derive en la justicia social.
Por último, Fernando Krichmar reafirma, en No son 30 pesos, el sentido de una obra que lleva varias películas dirigidas (la monumental Diablo, familia y propiedad, El camino de Santiago-Periodismo, Cine y Revolución, Elogio de la rebelión), más otras producidas. Películas que describen historias y personajes de la vida real. Películas que fijan su utopía en la restitución de la de Glauber: “Una cámara en la mano, una idea en la cabeza”.
No son 30 pesos, Argentina, 2023.
Dirigida por Fernando Krichmar.
Escrita por F. Krichmar y Ximena González.
María Iribarren / Copyleft 2023
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