NUESTRAS IMPOSIBILIDADES: PARA FINALIZAR CON RELATOS SALVAJES
Por Nicolás Prividera
1. Un espectador indignado ante una crítica virulenta contra Relatos salvajes (que propiciaba en su título una analogía con la “mierda” explicitada en el film) deja un comentario que remite al mismo episodio: “vos debés ser un negro resentido”. Cierre perfecto de ese circuito que es la película de Szifrón, tal como él mismo la planteó en su presentación: “Cualquier espectador se puede conectar con el placer que genera la liberación de las represiones. A través del cine podemos liberarnos, abandonarnos al placer, la fantasía”. Relatos salvajes es la puesta en acto de esa catarsis, y de ahí su éxito: es una literal purga que el espectador apura con gusto, como una rata de laboratorio en su laberinto. De hecho la mayoría de las historias no se conectan con una “emoción violenta” sino con “premeditación y alevosía” (me refiero al episodio del avión, al de “Bombita”, al del encubrimiento, e incluso al de la cocinera): la película como concentrado de las fantasías (homicidas) de la burguesía. Hasta los críticos que tildaban de fascista la contradictoria “justicia por mano propia” de El secreto de sus ojos aplauden a rabiar a un terrorista municipal convertido en héroe popular.
2. “En los cinematógrafos pobres, basta la menor señal de agresión para que se entusiasme el público” escribió Borges en “Nuestras imposibilidades”, un artículo publicado en la revista Sur en 1931 y al año siguiente incluido en su libro Discusión, de donde lo expulsaría en la edición de 1955. El año no es inocente y la exclusión tampoco: el pobre público se había convertido en algo más que esa torva masa indiferenciada y había sufrido la agresión consecuente. Pero no era esa suma de prejuicios –que Borges replicaba en su ataque– lo que más debía molestarle (después de todo, en esa década perdida debió ver confirmado que “penuria imaginativa y rencor definen nuestra parte de muerte”). La clave de la interdicción pasaba, una vez más, por el cine: “El fracaso del intenso film Hallelujah ante los espectadores de este país -mejor, el fracaso de los espectadores extensos de este país ante el film Hallelujah– se debió a una invencible coalición de esa incapacidad, exasperada por tratarse de negros, con otra no menos deplorable y sintomática: la de tolerar sin burla un fervor.” Dejemos de lado a los otros negros que en aquellos años se habían vuelto, por el contrario, demasiado cercanos, y concentrémonos en la frase final: la incapacidad “de tolerar sin burla un fervor”. A Borges no se le podía escapar que ese previo fervor había sido identificado con el peronismo (la misma razón le hizo replantearse la consideración del Martín Fierro para preferir el Facundo). Para entonces él mismo se había entregado a la burla con “La fiesta del monstruo”, su reescritura de El matadero (el primer relato salvaje de la historia argentina), donde –tal como lo describe Ricardo Piglia– “el unitario de Echeverría se convierte en un intelectual rodeado por la mersa asesina”.
3. Si algo definió la larga década del noventa –que aun ronda entre nosotros, como deja ver el cine de Szifrón– fue la imposibilidad de “tolerar sin burla un fervor”: la antipolítica era parte del mismo discurso político, sin distinción partidaria. En ese sentido, no tiene sentido preguntarse si Relatos salvajes le apunta más a un gobierno que a otro: lo que diluye en la animalidad es la política misma (separando lo que Aristóteles unió hace dos milenios). Su estética no está lejos de otras derivas “naturalistas” del cine contemporáneo, solo que reemplazando la abulia por violencia, y el minimalismo por maximalismo. Con toda la opulencia de un mainstream que la impone como modelo a seguir, Relatos salvajes refleja el poder de un sistema que ni siquiera necesita disfrazarse de rebeldía, aunque juegue a la incorrección (incluso permitiéndose sus cagadas, literalmente hablando) Una vez más, el triunfo de la banalidad con ínfulas, y la celebración del indignado conformismo. ¿Un resabio de no tan viejos tiempos, o un anticipo de lo que aun está por venir?
Nicolás Prividera / Copyleft 2014
Adjunto aquí el link a otro comentario sobre RELATOS SALVAJES, un texto que desarrolla algunas preguntas que me resultaron muy interesantes alrededor de las ideas de ‘violencia’ y de ‘política’ que están dando vueltas en la peli.
http://labrokenface.com/relatos-salvajes/
Sin desprestigiar ni descalificar a nadie, por supuesto, me siento mucho más identificado con el análisis que propone el autor del texto enlazado que el propuesto por Prividera: la respuesta del público a esta película, lejos de parecerme «el triunfo de la banalidad con ínfulas, y la celebración del indignado conformismo», me resulta más bien como la celebración de una empatía poco habitual hacia ideas no tan discutidas en el debate político actual, en tanto el film «pone de manifiesto que existen violencias más legítimas que otras, eso al menos, y no es poco».
Leer toda la «obra» de Szifrón desde la idea de la vindicación puede ser justo, pero eso no la vindica. No alcanza con adosarle una cita de Benjamin. La nota pretende decir que hay algo políticamente rescatable en la película (y ante todo en la lectura masiva de la película), pero nunca nos dice qué sería. Y no alcanza con plantear sus dudas. En ese sentido, la pregunta final que deja picando («¿Pueden brotar de estos impulsos violentos, oscuros, salvajes, experiencias capaces de alimentar una acción política novedosa?») tiene una respuesta evidente: No. Y no solo para un éspectador avezado, sino antes bien para alguien que conoce un poco la Historia y sus enseñanzas.
Sigo en desacuerdo con vos, Nicolás.
Después de haber leído varias críticas tuyas al respecto de la película, y otras de este blog, sigo más en sintonía con lo que se escribe allí que con lo que se escribe aquí. Eso alcanzaría simplemente para cambiar de página web y listo, pero como se me ocurre que detrás de esta peli -y de estas discusiones- hay un debate político interesante, insisto en responder aquí. En estos comments. Insisto, digo, recurro otra vez a responder tu comentario anterior y a referirme a la página aquella (donde también comenté debajo, de hecho, copio y pego aquí mi comentario más adelante).
Decías, Nicolás, «La nota pretende decir que hay algo políticamente rescatable en la película (y ante todo en la lectura masiva de la película), pero nunca nos dice qué sería. Y no alcanza con plantear sus dudas». Ahí ya discrepo. Quizá es un posicionamiento mío, quizá no sea acorde a la crítica cinematográfica especializada, quizá no es tan pragmático ni radical (en el sentido literal del término) como se espera de alguien que quiera reflexionar sobre política en estos días y en Argentina, sin embargo: que una nota plantee dudas antes que certezas cerradas, a mí, además de más agradable, se me ocurre más constructivo.
En ese mismo sentido, creo que tu anulación a la pregunta retórica que hace Ulacia en la nota, con un ‘No (y punto)’ como respuesta -considerando incluso la aclaración taxativa que hacés después del punto seguido-, es un gesto reduccionista además de altanero.
Altanero por la superioridad en la que te posicionás para expresar la idea (yo no sé si soy un espectador avezado, pero sí conozco ‘un poco la Historia’ y algunas enseñanzas que pueda haberme dejado -digo algunas, porque, creo, de todo lo que se enseña hay que ver quién lo enseña, desde dónde, en qué momento, porqué, desde qué lectura-, y sin embargo la respuesta a esa pregunta a mí no me parece tan evidente). Reduccionista porque, considero, es una pregunta que no escucho ni leo muy habitualmente en ninguna discusión política en estos días, y me parece que darle lugar en la reflexión -incluso aunque (y ojalá) esos impulsos violentos a los que hace referencia nunca lleguen a aplicarse- puede contribuir a fortalecer la Izquierda. Y cuando hablo de Izquierda, me refiero, a las voluntades políticas que contribuyen en transformar condiciones sociales hacia la igualdad de derechos y posibilidades materiales y culturales de existencia.
Por eso, Nicolás, me resulta paradójico que un laburante del cine como vos (además de profesional, de formado y especializado en la materia), en un blog como este, que tanto contribuye a ampliar la perspectiva y el imaginario alrededor de la producción cinematográfica, haya escrito éstas líneas tan cerradas, tan absolutas, tan distintas al arte en general, tan distintas a la crítica cinematográfica que valoro y consumo en particular: esa que le da mecha a los interrogantes para repensar y re-elaborar la experiencia sensible alrededor de un film, no la que los describe, valoriza y denomina con fórmulas unívocas.
Como sea, es tu opinión y es respetable, ¿no?.
Adjunto abajo entonces mi comentario a la crítica de Ulacia, solamente para dejar un poco más explícita mi posición en torno a la pregunta final sobre la que vos también escribiste. Lo que sí, yo también me sigo haciendo preguntas, eh. Respuestas no tengo. Así que si vos, igual, ya tenés tan resuelta y definida esa cuestión en tu cabeza… ni leás lo que sigue, no pierdas tiempo, más vale revisitá la Historia a la que vos referís y contános después qué enseñanzas debería de legarnos.
Saludos, Gustavo Kreiman.
Comment a la crítica de RELATOS SALVAJES por Alan Ulacia en La Broken Face:
Celebro tu análisis, Alan: llegué después de múltiples links en relación a la película, y de crítica en crítica, me topé con ésta que se acerca muchísimo a lo que siento en relación a la peli. Pero al margen de lo que siento, que no tiene porqué importarle a nadie, me parece que el párrafo final del texto abre una pregunta que alimentaría muchísimo el debate político nacional. Expongo a continuación algunas consideraciones propias al respecto:
No me gusta la violencia, en realidad me da un miedo bárbaro (mis condiciones físicas, además, siempre me pronosticaron derrotas en cuanto a enfrentamientos cuerpo a cuerpo respecta, yo creo que por eso siempre traté de mantenerla lejos), sin embargo, no puedo dejar de advertir en ella un componente transformador, más allá de la afinidad política con el resultado que consiga. Lo interesante para mí es que ‘la violencia’ (así en abstracto todo suena un poco hueco), excede las esferas de lo individual para instaurarse como una condición social que atraviesa la historia y nos interpela de diferentes maneras, en distintos momentos. De hecho, el Estado se funda sobre ella y en virtud de su servicio; uno de los elementos constitutivos del Estado según estudié en el secundario es el ‘Monopolio de la fuerza legítima’, denominación que a mí siempre me sonó a un eufemismo para erigirse como la única organización capaz de aplicar la violencia y autoproclamar la legitimidad de dicha aplicación. En este punto surge mi primera pregunta y, creo, se acerca al espíritu de la tuya en el último párrafo: ¿solamente el Estado puede ser violento cuando quiere?. La guerrilla, en su momento, dio una respuesta contundente al respecto y, (insisto) más allá de las afinidades particulares hacia uno u otro grupo guerrillero, la contundencia tuvo que ver con poner el cuerpo -no sólo la voz, no sólo la mente- al servicio de su causa y tomar las armas para enfrentarse a lo que consideraban una violencia institucionalmente legitimada pero injusta.
Hoy, parece ser, la guerrilla no es una alternativa y la violencia extra-gubernamental tampoco. Hoy, desde la izquierda y desde la derecha, la violencia es denostada y repudiada tanto legal como mediáticamente, al menos en términos generales. No puedo evitar encontrar cierto aire esperanzador en estas circunstancias, vinculada a una utopía pacifista que me acompaña desde chico; pero al mismo tiempo advierto -tanto en el aire como en mi utopía- una gran carga de ingenuidad de mi parte. Pues, que se denoste no quiere decir que no se aplique: Hoy, desde la izquierda y desde la derecha, nos encontramos con prácticas violentas y construcciones simbólicas que la alimentan. De todas maneras, la propuesta de tomar las armas contra los aparatos represivos del Estado, o bien, de reventar a trompadas entre varios al patovica que discrimina en la puerta de un boliche -por poner dos ejemplos hipotéticos que alguna vez se cruzaron entre mis propias contradicciones éticas -, seguramente no tendría mucho quórum en ninguna reunión que se considere progresista. Y acá me aparecen las otras preguntas: ¿Por qué, che?, ¿en qué momento aceptamos que el monopolio de la legitimidad en el uso de la fuerza siempre nos va a ser ajeno?
Te vuelvo a decir, a mí me gustaría que nadie le pegue a nadie, pero no me quedo para nada tranquilo si el poder para pegar siempre lo tiene otro.
Por ésto es que celebro tu análisis y me adscribo a tu pregunta: «¿Pueden brotar de estos impulsos violentos, oscuros, salvajes, experiencias capaces de alimentar una acción política novedosa?». Me adscribo porque, como vos también sugerís, se trata de un planteo que, considero, la izquierda no se anima a hacerse (bah, hablar de ‘animarse’ es referirse a algo muy íntimo y difícil de abordar como el coraje o su ausencia, mejor digamos ‘no se hace al menos públicamente’) y, creo, en ese vacío puede ser que radique la disminución de sus posibilidades transformadoras.
A ver, no estoy diciendo que haya que tomar las armas para poder transformar algo: existen múltiples alternativas de transformación. La cuestión es que cuando hablamos de transformación, hablamos de por sí de violentar un orden de cosas, por lo cual desestimar el componente violento de las prácticas políticas, creo, juega en contra de la materialización de los objetivos que esas prácticas se propongan.
En ese sentido, releo lo escrito y me vuelvo a preguntar: ¿Puede la violencia interpersonal de calle, la violencia de una persona contra otra por fuera de cualquier marco institucional, contribuir al menos en la reflexión de posibles alternativas que transformen el ámbito social?, ¿Puede la violencia colaborar en la concreción de acciones generadoras de inclusión social, de acciones que favorezcan la igualdad de derechos y condiciones de existencia?, ¿Puede hoy?.
La verdad es que no sabría ni desde donde atisbar una respuesta posible a estas preguntas, pero que vos también te hayas preguntado algo parecido me alimenta el entusiasmo por seguir pensando en el asunto. Así que gracias. Y gracias también por cómo formulaste la pregunta: el desacartonamiento y la frescura de tu texto es difícil de encontrar en la crítica de cine especializada.
Al respecto de la película… Ya no sé si me gustó o no. He leído tantos comentarios alrededor de ella que ya me confundí. Tendría que tomar aire y verla de nuevo.
Un abrazo, Alan. Que andés muy bien.
Una cosa es la reflexión sobre la «violencia» (tema que atraviesa la filosofía política desde su origen), y otra es pretender que esta película la porta (la discusión digo, sobre su violencia no quedan dudas). O sea: es la película la que plantea «certezas cerradas» (basta ver como es recibida con aplausos), sin proponer nada «constructivo». No es «Una historia violenta» de Cronemberg, digamos, por citar algo más o menos cercano. Pero si alguien quiere extraerle alguna dimensión oculta soy el primero en leer lo que tenga para decir… La linkeada nota no propopne nada al respecto.
¿Los aplausos son síntoma, símbolo, consecuencia o representantes de certezas cerradas?
Permitíme disentir también acá, Nicolás. Si así fuera, no hay político al que pueda adjudicársele cierta apertura de su parte, ni obra de teatro tampoco desde que se impusieron los aplausos como convención a esta parte. No, Nicolás. Los aplausos son aplausos.
Acuerdo con que la película no propone nada ‘constructivo’, de hecho, estoy escribiendo sobre eso, ni bien tenga terminado el artículo te lo comparto, por si a alguien le interesa. Pero no acuerdo para nada con que plantee certezas cerradas y, llegado el caso, si es así, qué bajón que vos andes reproduciendo ese modo.
Seguís siendo altanero y con un cinismo tan snob que ya casi que desacredita tus argumentos: ‘extraerle alguna dimensión oculta’, ¿qué carajo es eso? Estamos hablando sobre lecturas que surgen de haber visto el film, de haber tenido la experiencia de verlo y oírlo, que están ahí, reveladas para la subjetividad que así las capture.
Voy a seguir leyendo la linkeada nota que, ‘no propone nada’ y sin embargo dice mucho más.
No hay nada más cínico que decir «aplausos son aplausos» cuando es evidente que no hablamos de una simple formalidad sino de gente vivando a un personaje que pone una bomba porque le llevaron el auto… Sigo esperando la lectura iluminadora al respecto, pero no la encuentro por ningún lado.
¿Te interesa mucho tener a última palabra, Nicolás P.?
Tenéla. Es tuya, te la regalo.
Contestás lo que querés y lo que podés, lo que te permite tu soberbia: al resto del comentario al que respondés lo omitís. Venís haciendo lo mismo desde la primera respuesta.
Así que respondé a éste y quedáte con la última palabra que se ve que te importa tanto.
Que andés bien, nene, ojalá recibas más aplausos y menos silencios solemnes en tus próximas películas.
la película es horrible. reaccionaria, facilista, boba, predecible. lamento que tenga tantos espectadores. realmente no sé de qué se reía la gente en el cine.
leí la nota que se menciona y las dos notas que esa nota linkea. las dos últimas están muy buenas.
Vuelvo a dejar un comentario, después de mucho tiempo, sólo para decir que los leo siempre. Y aprendo siempre.
Nicolás: tal vez te interese leer lo que escribí sobre R.SALVAJES:
http://espaciocine.wordpress.com/2014/08/02/relatos/
Para aportar una mirada más personal y más desarrollada al respecto de la película y de lo que se estuvo charlando en este espacio, les dejo acá el link a un ensayo de mi autoría.
No sé si será ‘una lectura iluminadora’, pero, por las dudas de que no alcance solamente con plantearse interrogantes, arriesgo también algunas posibles respuestas a las preguntas en torno a la desigualdad de poder y la violencia que la película me generó.
De repente, si tienen ganas, se pueden descargar desde un link al final de la página, el ensayo completo sobre toda la obra de Damián Szifrón, en el que el análisis se hace más exhaustivo y aborda todo su trabajo, televisivo y cinematográfico.
Nicolás, te invito a seguir el debate por ahí si te interesa, si te parece, si se te ocurre algo que pueda aportar en la discusión.
http://labrokenface.com/tiempo-de-calientes-el-enojo-de-szifron-en-relatos-salvajes/
Muchas gracias por el espacio y saludos a los administradores de esta web.
Joder. Vaya pretención en estos comentarios, aunque están interesantes. A mi me ha gustado la película, nada de otro mundo y ya. Está buena.