NUESTRO PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE
En 1927, el físico alemán Werner Heisenberg da a conocer su máxima contribución al campo de la física, una perspectiva sobre las cosas que aún hoy resulta inasible para el sentido común y los hábitos perceptivos de la vida cotidiana. El corolario del principio, sin su exigente formulación para entendidos, podría enunciarse así: la posición de un objeto y su movimiento no son susceptibles de ser exhaustivamente determinados, y tal imprecisión no responde a los instrumentos de medición; la indeterminación pertenece en sí a lo observado.
2
La mecánica cuántica y la teoría de la relatividad cambiaron todo el saber sobre la materia, pero la realidad brutal en la que viven inmersos los hombres y las mujeres es completamente paralela al comportamiento de las partículas y cualquier otro razonamiento sobre los misterios del cosmos. Lo que sí tuvo un efecto sobre la percepción colectiva fue la invención de la cámara y la sistematización de su uso en todos los órdenes de lo que existe. Primero se intentó detectar el enigma del movimiento, después se almacenó el tiempo en su duración, de inmediato la invención se puso al servicio de la imaginación y asimismo del entretenimiento. Lo que determinó el cine en el siglo XX fue la memoria del mundo. Hasta ese siglo, el archivo era papel, ladrillo, pintura y transmisión oral. La memoria empezaba a ser de ahí en más una memoria de imágenes y sonidos. Filmar era detener la existencia real de algo o alguien en una coordenada real en el tiempo y el espacio. En efecto, la condición documental de toda imagen excede el empleo voluntario que se le adjudica en una primera instancia. Basta ver Helsinki, Forever de Peter von Bagh para darse cuenta de que la colección de planos extraídos de muchas películas rodadas en una ciudad constituye un documento transversal sobre la transformación del espacio público. Una avenida de Helsinki filmada en 1907, en 1936 y más tarde en 1970 o en la actualidad muestra un trazo de un tiempo específico que desborda su función de escenario y pasa al frente como un documento de una época. El cine fue la física espectral del mundo en el siglo XX; configuró una hermosa ilusión epistemológica; si algo está filmado, existe, si hay registro, hay verdad.
3
En la era digital el realismo fotográfico ha sido doblegado, y no solo por el hecho de que la huella del referente ya no está en su transformación en bits, siendo al instante el estímulo del mundo una combinación azarosa de ceros y unos, sino en el hecho de que una imagen ya puede desligarse íntegramente de su relación con el mundo. En el epílogo de American Honey de Andrea Arnold, la joven protagonista está sentada mirando al horizonte en una mañana amable en la que la luz del sol todavía no es ubicua, pero anuncia el fin de la noche. Es un momento clave del relato, porque para el personaje que vive su vida frenéticamente, ese instante es un momento de conciencia en el que puede haber una toma de conciencia. Nada en el cine es tan hermoso como un pasaje fugaz donde alguien puede pensar en lo que piensa y entrever una dirección inesperada para sí. Pocos cineastas pueden filmar el movimiento de la conciencia plegándose hacia el interior. Este pasaje está signado por la aparición de un oso salvaje. El animal capaz de masticar a cualquier miembro de nuestra especie pasa delante de la joven, como si se tratara de un encuentro casi milagroso que elude la lógica de la supervivencia y postula inadvertidamente una fraternidad de los seres vivos. El personaje se siente una con el mundo.
4
En 1928, en una secuencia memorable de El circo, Chaplin ingresaba a una jaula en la que compartía el mismo espacio real con un león. La elocuencia de la escena radicaba en que era evidente que no había truco alguno, porque no había montaje. En la escena de Arnold, el oso que vemos quizás no existe, quizás es una ilusión digital exquisita. No hay ya forma de saberlo. He aquí un nuevo principio de incertidumbre de las imágenes en movimiento en la era digital: no toda imagen es un registro, cualquier imagen es en sí una aparición investida de incertidumbre.
***
*Este texto fue comisionado por el fotógrafo Hugo Suárez para un libro sobre la certidumbre que estaba preparando un poco antes de su inesperada y dolorosa muerte. El destino del libro lo desconozco; lo que sí reconozco es que no dejo de pensar en la ausencia de este hombre, un buen hombre, al que le gustaba el cine, amaba la fotografía y le satisfacía la conversación.
Roger Koza / Copyleft 2023
Últimos Comentarios