OSCAR 2014 (03): MANDINGO
Por Jorge García
Hijo de Max, el director de animación creador de Popeye y otros personajes y que, en su momento, compitiera con Walt Disney, Richard Fleischer no es demasiado fácil de encasillar, ya que pertenece a esa categoría de realizadores en los que la calidad de sus obras está directamente relacionada con el interés que le provoca el proyecto. Director que se jactaba de carecer de un estilo propio y de hacer trabajos por encargo, sin embargo ha rodado un puñado no desdeñable de películas a las que se puede considerar recordables (vg, El tren de la muerte, Sábado violento, El escándalo del siglo, Bandido, Los vikingos, Barrabás, Los nuevos centuriones, El estrangulador de Boston, El estrangulador de Rillington Place, Los tres discípulos del diablo) y una buena cantidad de títulos de cuyos nombres prefiero no acordarme. Si bien trabajó en diversos géneros, es en los relatos violentos, con personajes anormales, donde muestra su mejor vena. Luego de filmar durante varios años producciones de clase B (algunas recomendables), logró su primer reconocimiento en 1952 con El tren de la muerte, un relato de sostenido suspenso rodado íntegramente –como su nombre lo indica- dentro de un tren. Su carrera se extendió hasta fines de los 80 con varios títulos valiosos (los mencionados y algún otro), discretos films comerciales y obras decididamente descartables.
Mandingo es su última película importante (en la decena de títulos posteriores no hay nada rescatable) y uno de sus proyectos más ambiciosos (la duración original del film era de 220 minutos, pero Fleischer la redujo a algo más de dos horas) y es posiblemente la primera obra que trata con crudeza el tema de la esclavitud en los Estados Unidos (la exitosa serie Raíces se realizó tres años después). Ambientado en una decadente mansión sureña en la que su dueño, un antiabolicionista ultramontano, se dedica a la compra-venta de esclavos, a la vez que busca sementales negros que embaracen mujeres de su raza para mantener vivo el negocio, mientras también quiere conseguir esposa para su hijo lisiado, el personaje con rasgos más ambiguos. No hay aquí blancos buenos redentores y la relación amo-esclavo se sostiene en unos niveles de violencia inusitados, a la vez que el deseo y el sexo actúan como motores de las conductas de los personajes. Así el hijo comprará una mujer que ha tenido relaciones incestuosas con su hermano y se casará con ella pero también tendrá una amante negra, a la que embarazará, mientras que la esposa no solo arrojará a su competidora por una escalera y le hará perder su hijo sino que mantendrá relaciones con un esclavo quien le dará un hijo mulato. Esto que, así narrado, parece un auténtico gran guiñol, es finalmente un sórdido y recargado melodrama gótico que en sus tramos finales desemboca en una suerte de tragedia victoriana. Película de notable virulencia, que en su momento provocó encendidas polémicas, hoy se sostiene como un film con momentos de gran potencia y que, vale decirlo, es infinitamente más interesante que la promocionada y ganadora del Oscar, 12 años de esclavitud.
Jorge García / Copyleft 2014
Una recomendación de este tipo no pasa inadvertida. De paso, y ya que el tema es la esclavitud en el cine, me gustaría preguntarle a Jorge qué opina de Amistad, el film de Spielberg de 1997 que pasó casi inadvertido entonces y que yo encuentro muy interesante, más allá de que contiene, bajo su épica un tanto desbordada, ciertos elementos que exceden el problema puntual de la la esclavitud.
Hola Scotti:
Siento defraudarte, pero no he visto Amistad.