PARAÍSO: AMOR / PARADIES: LIEBE
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL PENE COLONIZADO
Paraíso: amor / Paradies: liebe, Austria-Alemania-Francia, 2012
Dirigida por Ulrich Seidl. Escrita por Veronika Franz y U. Seidl
*** Hay que verla
La primera película de la trilogía sobre el «paraíso» surgida del imaginario de un director como Ulrich Seidl, un exponente contemporáneo del cine de la crueldad, es un logrado retrato de la supremacía blanca en materia de explotación (y economía libidinal global).
Seidl cuenta la historia de Teresa, una austríaca de unos 50 años que se va de vacaciones a Kenia. En su país trabaja con discapacitados. El plano general inicial es enigmático: un grupo a su cuidado juega en los autitos chocadores; es una introducción a la vida de Teresa que no resultará menor en el contexto en el que se desarrollará la película. Teresa, además, tiene una hija adolescente, pero ella no la acompañara en su viaje. Playa, pileta y sexo. En vacaciones emanciparse del yo es casi un imperativo, una economía secreta y libidinal de la economía.
Seidl impugna en este drama no exento de toques cómicos el turismo en general y el turismo sexual en particular, que aquí no parecen diferenciarse demasiado. La llegada de los extranjeros al hotel sugiere una puesta en escena de alegría colectiva al servicio del visitante. Los clientes llegan y unas mujeres cantan y dan la bienvenida. El bienestar ajeno es una gestión planificada a cada momento. La limpieza de una pileta, la distribución de las toallas sobre las reposeras, los cuidadores: la división del trabajo es perfecta. De lo que se trata es de promover la felicidad en todos sus órdenes: el huésped debe fluir, sentir el “hakuna matata”; las palabras “primitivas” del autóctono se convierten en mantra turístico. La amabilidad y la pulcritud circunscripta al hotel tienen su límite. Fuera de ahí, la mugre y la especulación son la regla.
Hay una escena fundamental que revela la perspectiva del film. Teresa y una amiga dialogan con un nuevo barman y se ríen de él. El plano general es el elegido para desarrollar la totalidad de la escena. Las mujeres se verán siempre de espaldas y el cantinero de frente. La supuesta humillación verbal es contrarrestada por el encuadre. Allí, Seidl, sin juzgar, está del lado de los lugareños.
Pero Seidl ni idealiza a los lugareños ni sataniza a las turistas. El encuentro entre Teresa y Munga, uno de los tantos vendedores y pretendientes callejeros que la acosan, es extraordinario. En un plano medio se verá cómo Teresa va guiando a Munga en el arte de tocarle sus senos gigantes. Es literalmente el encuentro de dos mundos; los placeres corporales no están a salvo de la codificación cultural con la que se vive el cuerpo. La escena es genial: la ternura pasa por los esfuerzos de traducción entre un modo de dar placer y recibirlo. Munga, se sabrá luego, como todos los hombres de su edad, tiene una segunda agenda, pero en ese instante, más allá del cálculo y el objetivo, el placer le pertenece tanto a él como a Teresa, y la clave reside en cómo Seidl registra la existencia física.
Después que Teresa se despache a un par de “negritos”, como en algún momento dice una de sus compatriotas en el resort, sus compañeras de juerga le regalarán para su cumpleaños una fiestita. En el frenesí de las veteranas se evidencia el costado perverso, pocas veces visible, del turismo globalizado. Si los keniatas son salvajes, las damas pálidas de Europa son depredadoras.
Roger Koza / Copyleft 2013
La expansión del capitalismo, ha llevado a nuevas e impensadas formas de consumo. Entre ellas sobresale el turismo sexual. Seidl, hace una película alrededor de este tema, pero en lugar de caer en el lugar común de mostrarnos un grupo de hombres más o menos maduros y con dinero acceder a lugares exóticos en busca de mujeres prostitutas jóvenes, da vuelta el guante, y nos ofrece un patético espectáculo, con los roles invertidos. Aquí se trata de mujeres mayores, quienes poseen el dinero y por ende el derecho a comprar carne fresca de muchachos jóvenes del mundo subdesarrollado. No son necesariamente ricas ni sofisticadas. Se trata de mujeres comunes y corrientes.
Con esta operación formal, Seidl logra un doble propósito. Por un lado, desnaturalizar la prostitución, al ser las mujeres las demandantes. Se trata de buenas esposas y madres de familia, desempeñando un rol como consumidoras de sexo pago, que parecía exclusivo del mundo masculino, con todo el efecto perturbador que ello tiene. Por otro, da cuenta de la capacidad infinita de un sistema, para incorporar más y más consumidores al mercado. ¿Por qué limitar el consumo de prostitución a los varones que son solo el 50% de la población? ¿Por qué no incorporar a las mujeres a este mercado tan rentable como degradante?
El filme está lleno de aciertos formales. La escena donde vemos, por un lado, a los turistas tomando sol sobre sus reposeras, prolijamente alineadas, y por otro, a los nativos, mirándolos de pie, enfrentados y separados por un cordón, y vigilados por un guardia, es mucho más que una metáfora sobre las diferencias de clases, de razas y de países. Es una escena que, dentro de su aparente calma, genera un cúmulo de emociones encontradas: rabia, desamparo, impotencia, inquietud, una intensa angustia y todo en un solo plano.
Las escenas de los encuentros sexuales que tiene la protagonista, muestran situaciones tan chocantes, por la incomunicación y por las diferencias de edad, de físico, de clase social y de cultura, que moverían a risa, si no fueran tan patéticas.
La penúltima e indignante escena, donde las amigas festejan el cumpleaños de nuestra protagonista, trayéndole como regalo un stripper de raza negra, pasará a la historia del cine como uno de los mejores testimonios de la cosificación que un ser humano puede imponer a otro.
La separación del puro goce sexual de toda connotación afectiva, no es un proceso sencillo ni gratuito para ningún individuo. Pero cuando la consumidora de sexo pago es una mujer, su impacto emocional parece acrecentarse. Esta incomodidad para compartir la intimidad con un hombre desconocido, está muy bien reflejada en el primer encuentro (fallido) con un prostituto, por parte de la protagonista. El desamparo afectivo que estas situaciones conllevan, se refuerzan en el filme con las escenas en que la protagonista intenta, y no logra, comunicarse con su hija, quién ni siquiera se acuerda de su cumpleaños.
La película de Seidl logra mostrar con creces, estas nuevas formas de consumo en la economía mundial, con todo su impacto emocional y social y lo hace de un modo inquietante y doloroso, tanto que desearíamos terminar la película abrazados a la protagonista mientras llora desconsolada en la escena final.
Un trailer:
Gran film, gran texto Roger, me equivoqué cuando te dije que me parecía una visión un tanto folk de los «nativos»; de todos modos la peor parte se la llevan las europeas y aún así hay una suave caricia hacia esos seres que, tal vez, sólo buscan un poco de amor -aunque esto quizá sólo valga para Teresa y ese último plano desolador.
no deja d eser una peliculasobre el colonialismo.
Relacioné Paraíso: Amor con Vers le sud de Laurent Cantet; aunque quizás sólo coincidan en el tema.
Sí, comparte una geografía y una Historia-historia. Me parece que la de Seidl es más sólida, provocativa y política. Saludos. RK
Esto es sobre Import/ Export, pero se relaciona estrechamente con lo que provoca Paradise Liebe.
Ya no sé qué decir que no hayan dicho todos los que han opinado. Se parece a Haneke, el modo de relatar el choque de culturas, de clases, de sexos… A ver… Vi el film a lo largo de varios días, en la computadora, muy de cerca, cortándolo más de 20 veces. Casi no lo podía soportar y muchas veces tapaba con la mano fragmentos de la pantalla para no ver algunas partes del cuadro. Pocas veces me pasó eso en la vida y que no sea en atrocidades como Hostel. Quedé revuelto y preguntándome muchas cosas. Una de ellas es el límite entre lo que se toma o se filma de seres casi indefensos y se exhibe a todo el mundo. Yo creo que es necesario mostrar lo que nunca se muestra en el cine, la muerte, la soledad, la degradación y el sin sentido, pero a la vez me inquieta y me pregunto cuál es el límite ético. Si esos viejitos, cuando eran adultos en plena posesión de sus facultades, hubieran aceptado ser filmados hasta la muerte, como en parte Nicholas Ray por Wim Wenders en Lightning Over Water, me sentiría tal vez más cómodo y vería el film con menos prejuicios. Pero a la vez sé que esa filmación y todo ese movimiento en el geriátrico debe haber sido una experiencia feliz, intensísima, para todos. Con feliz me refiero a plena, viva, paradójicamente. Entonces creo que rescato eso, esa aventura del equipo de Seidl. Ese riesgo de tocar los bordes, un límite terrible que nadie toca. Me recuerda por momentos algunas de las obras de teatro de la Compagnia Pippo Delbono, de Italia, con su trabajo sobre y con los «discapacitados», que integran la propia troupe.
Lo otro que pienso es que es lo invernal del film lo que despierta esa sensación -por momentos- de excesiva manipulación, de regodeo en lo terrible: esa nieve, esos edificios, la mugre, ese frío… Claro que son ciertos, pero no creo que la película hubiera perdido nada si de vez en cuando salía el sol o ella y su amiga se iban de picnic al Prater. Seidl quería que fuera de invierno, y por eso el rodaje fue muy largo, pero para mí conspira en parte con lo que él desea expresar. Tal vez hubiera sido aún más tremendo todo. En fin… Lo otro que quiero decir es que ellos, los dos, cada uno a su modo, se hacen querer. Se hubieran merecido alguna tregua. Ella la tiene, pero en circunstancias terribles. Él nunca. Merecerían ser mimados, acariciados, entibiados. Después la vida sigue.
Ahora sí sobre Paraíso Amor:
Me parece un filme durísimo, conmovedor en su sequedad, que nos permite pensar lo que querramos, aunque lo que piensa el director también es claro. Su mirada desconsolada sobre su personaje es dura y amorosa, y ella es una actriz valiente, especial, arriesgada, como si pudiera hacer casi absolutamente todo lo que sienta que valga la pena. Además la película es riquísima cinematográficamente: los encuadres, la luz, las angulaciones, el tiempo detenido y abierto. No es una contemplación morbosa la de Seidl: deja que la vida aparezca en el cuadro. Es cierto que es desagradable también, y cruel, y a veces se regodea, como en el comienzo con los autitos chocadores -escena que me parece excesiva y obvia-, que es algo que en parte sentí en ese otro terrible y estupendo Import/Export, pero no sé, solo puedo decir que me conmovió, me inquietó y me sacudió. Y que hay algo que toca de cada uno, aunque eso no se lo quiera ver. Y que el tratamiento y el tema abarca mucho más que el turismo sexual o el colonialismo: trata también de la soledad, de la búsqueda de amor y placer a cualquier costo, de la no resignación ante la chatura de la vida. En ningún momento sentí que Seidl me quisiera convencer de algo, sí sentí que clavaba su mirada desconsolada en el dolor y la imposibilidad.
No tengo nada que agregar Roberto, excepto agradecer por tus comentarios. Abrazo. RK