POR UNA VÍA POÉTICA
En una película hermosa titulada À vendredi, Robinson (2022) de Mitra Farahani, en un intercambio de cartas entre el extraordinario cineasta iraní Ebrahim Golestan y Jean-Luc Godard, este último titula una de sus misivas cinematográficas del siguiente modo: “El poeta resiste en tiempos de angustia”. Es una afirmación temeraria y misteriosa, sobre todo para una cultura como la vigente, en la que el valor supremo es la productividad y el provecho económico organiza la administración de los esfuerzos. Quien dijo alguna vez “El tiempo es dinero” produjo una herida en la experiencia del tiempo y devaluó la naturaleza del ocio a una mera oposición momentánea y asimétrica de los negocios.
Desde los inicios de la cultura occidental, los poetas resultaron sospechosos. La principal acusación, que propone en sí un criterio de menoscabo fundacional, provino del señor de la República, el filósofo Platón. Intuyó una debilidad en el uso del Logos, una inadmisible flexibilidad en el empleo de los términos y sus significaciones, demasiado lábiles para una teoría general de los conceptos. Esa percepción sobre los poetas como escritores sin rigor y compromisos epistemológicos de primer orden alcanza su expresión máxima de desdén en la actualidad. Una dedicación que no produce plusvalía y cuya improductividad resalta negativamente ante la respetabilidad de los hacedores. Un poeta es un inservible, la inversión correlativa de un emprendedor.
El cine no es ajeno a la injuria ubicua sobre la improductividad de los que dedican tiempo a un verso. Un menosprecio convencido y altivo entiende como tediosa toda vía que se desmarque de la voluntad narrativa. La creencia extendida de que en el cine solamente se deben contar historias es un prejuicio que está concatenado con viejas veleidades y modos de vindicación de lo que debe ser un arte u otras prácticas de la sensibilidad. Para quienes abrazan solamente un ideal del cine como novela por otros medios, películas como las de Jonas Mekas, Ignacio Agüero, Gustavo Fontán y las últimas de Jean-Luc Godard son intolerables. Todas desatienden la noción de narración y priorizan la percepción y la ostensible relación de encantamiento que puede establecerse entre la cámara y los estímulos del mundo circundante.
Hay secuencias inolvidables en Adiós al lenguaje y El libro de imágenes. Basta recordar las hojas caídas del invierno, la perra de Godard paseando por el bosque en invierno, una monumental panorámica del mar o un travelling para mirar una laguna. El cineasta no rehúsa ensayar sobre temas clave de toda su carrera (el Holocausto, la situación de los palestinos, el destino de esta civilización, la relación entre la Historia y el cine en el siglo XX), pero también se detiene sobre la hermosura material de todo los existente, bajo la premisa de que el mundo se ve de otro modo cuando existe la puesta en escena, ese saber disponer de los planos, operación estética por la cual la conciencia del cineasta emerge en el movimiento de la imagen.
*Publicado en Número Cero en septiembre 2022.
Roger Koza / Copyleft 2022
Gracias
Lo mismo digo y por dos. R
Usar el término novela para hablar de formas narrativas solo demuestra que desconoces totalmente el género, el mismo Godard final se vio siempre como un continuador de Joyce, Proust, Flaubert o Melville… Cómo se entiende film socialism sin Moby dick? Cómo se entiende adiós al lenguaje sin el Finnegans wake?
Le agradezco que me ilumine y señale mis errores con tanta solidez argumentativa y precisión epistemológica. Dicho esto con ironía. ¿Ha leído usted Moby Dick, Finnegans Wake? Le cuento. En 1992 tomé clases por un año con un profesor escocés solamente para leer el Ulises de JJ en inglés (las clases eran leer solamente ese libro). A Melville lo he leído en ese mismo idioma, y no solamente MD. Le respondo así porque el tono de su mensaje expresa un desdén que no quiero dejar pasar por alto. Cuando alguien deja un mensaje como el suyo, me pregunto: ¿por qué lo hace? ¿Para qué? Yo no tengo problema con los lectores que gozan en plasmar el desprecio, más allá de que usted prefiere un nombre de fantasía, siempre conveniente cuando se interviene con animosidad. Aprovecho su comentario para decir algo, solamente. De todos modos, permítame aclarar su lectura capciosa. Es un señalamiento general, y, si quiere, se refiere a otras discusiones relacionadas al cine de prosa y el cine de poesía, una distinción de Pasolini que también contiene variaciones en el interior de cada descripción. Si lee el texto con atención y sin el deseo de corregirme, pues lo que se intenta establecer tiene que ver con dos posiciones frente al mundo: ver y oír para ordenar y narrar; ver y oír sin precipitarse al imperativo narrativo deteniendo esa necesidad en una experiencia perceptiva que puede sí trabajarse en palabras bajo otro modo de ordenamiento, ya no narrativo. Saludos. R
PS: Y ahora yo me permito disentir con usted en lo último que dice, pero sin ningún ánimo de corregirlo: Film Socialisme poco tiene que ver con Moby Dick. Filmar en el mar y trabajar sobre fragmentos cortos de microrelatos no tiene ningún tipo de relación con la novela de Melville. O, si usted cree que es así, entonces demuéstrelo. He escrito profusamente sobre Filmo Socialisme, y si no me equivoco, fue el primer texto que se publicó en español. Y afirmo sin titubear: Se puede entender perfectamente si haber leído jamás la novela de HM, ni en español, ni en inglés, y puede prescindirse de la misma para apreciar en profundidad esa película notable de JLG.
Roger, en primer lugar, admiro enormemente tu trabajo. Mi admiración no busca ser estúpida, ni baladí, sino el encuentro con alguien con quien, a partir de lo dicho, pensar. Es increíble el comentario anterior. Creo que demuestra que no se lee, sino que se busca un pretexto para decir algo ya armado; se lee mal (no en los términos de Harold Bloom), se comprende peor. Ante el comentario anterior quiero dejar asentada una postura, siempre a discusión, sobre el cine, sea este prosaico o poético, y la narración, novela o texto (está claro que las divisiones de géneros hoy son ambiguas, poco claras, para esto habría que pensar en las categorías de pertenencia y participación de Derrida y su teoría sobre los géneros). Si entendemos a la cultura desde un punto de vista lotmaniano, es decir, que la cultura es un texto y que, por lo tanto, todo texto es susceptible de ser leído, no hay diferencia, salvo las obvias y más evidentes, entre un texto escrito y una película. No hay para mí jerarquías, todo es texto: un cuadro, un disco, una novela o un film. Dicho esto, quizás alguien entienda que da lo mismo una película de Nolan que una de Fassbinder, digo que las dos son textos, no que las dos tienen el mismo valor (es decir, nada que ver con el relativismo); tampoco da lo mismo una película prosaica y otra poética, sin lugar a dudas en esta última categoría pondría (sobre todo en sus últimas películas) a Raúl Perrone, para mí uno de los más grandes cineastas en la actualidad.
No quería quedarme con las ganas de participar y de dar mi opinión (había leído este comentario hace tiempo). Quizás quede opacada la figura de Godard, o podemos leer que, tanto vivo como en su forma inmaterial-espiritual (aquí evocado en forma de texto) Jean-Luc Godard nos sigue interpelando y haciendo pensar en el cine y en sus formas, sobre todo, en las formas.
No se me ocurre nada para añadir, estimado Matías. Agradezco la intervención, el deseo de compartir una perspectiva y su lectura atenta.
Yo también pienso que Perrone es uno de los cineastas más grandiosos de la actualidad. Hoy, sin ir más lejos, lo afirmé sin ningún temor a equivocarme en un texto que introduce la pequeña retrospectiva que se hará en el hermoso festivals Tres Continentes en Nantes, en el mes de noviembre. Tendré a mi cargo la presentación de las películas, una hermosa tarea. R
Estimado Roger, suscribo a cada palabra de su texto y el Matías Roldán, pero siento que debo notar el pie dos cosas: la una de carácter lingüístico, y es el uso de la palabra «hermosura» (en reeemplazo de la tan mentada»belleza») un gesto escritural que refiere a una sensibilidad de mesa de amigos, y de amigos argentinos.Suprime la pretensión de una prosa académica en pos de una familiar, cariñosa y querida. Y la segunda: la absoluta devoción por Perrone y una cierta patriótica alegría y orgullo de saberlo en el Festival de Nantes. Fuerte abrazo.
Estimado Renato: le agradezco las notas al pie; confirmo su apreciación. Gran abrazo.