PUAN (03)
SE PUEDE CAMBIAR DE PASIÓN
El público aplaude al final de Puan, una película popular aunque no tenga que aclarar su título, ni quién es ese Heidegger que se nombra más de una vez sin tener que explicar el chiste. No es poco mérito para una película superar ese destino de “nicho”, sin tener por eso que resbalar en el trazo grueso (aunque no falte humor escatológico). El suceso de Puan es lograr convertir una tragedia en una comedia, paso que la película misma tematiza: su centro es un rito de pasaje, pero ante todo el estar condenados a elegir.
Pero (a pesar y a través de las diversas clases que da su protagonista) el tema de Puan no es “la filosofía” ni la vida universitaria sino “la política”, de un modo más amplio y genuino que el exhibido en El estudiante (2011). Otro mérito para una película que podía recostarse sobre los lugares comunes impuestos por la larga tradición de figuras docentes en el cine en general, y el argentino en particular (de La maestrita de los obreros [1942] a El suplente [2022]), pero que no hace del dictado de clase la “bajada de línea” tan criticada por los críticos del “cine de los ochenta”, sino una tensión filosófica que ilumina un problema.
Los dos profesores enfrentados tienen como héroes de pensamiento a Hobbes y Spinoza, filósofos que entienden la política como pasión, aunque para el primero esa pasión sea el miedo, mientras que el otro enfrentó esas pasiones tristes con las alegres. Ese enfrentamiento borgeano no se resuelve sin embargo con ninguna síntesis idealista, sino con un gesto notoriamente político: poner el cuerpo. En la anteúltima escena, la ficción preanuncia una de las posibilidades que abre la actual contienda electoral argentina mientras Puan se da en los cines: un gobierno de derecha deja a la universidad sin fondos, y los profesores se unen en una clase pública que termina siendo reprimida (aunque sin sangre, y sin otro detenido que el renacido protagonista).
Pero antes (también del final agridulce y melancólico del tango que dispone “amarrado al recuerdo / te sigo esperando”), el otro profesor deja a la multitud una pregunta que la filosofía / política no abandona: “¿Qué es un pueblo?”. Esa escena es a su modo la respuesta, y la película misma parece una impugnación de aquel “Adiós al pueblo” que Gonzalo Aguilar proponía en su libro Otros Mundos y luego en Más allá del pueblo. Porque sin pueblo no hay resistencia ni comunidad, como era evidente en la absurda manifestación de Silvia Prieto, comedia que encubría una tragedia. ¿Hace cuánto no veíamos, en cambio, una manifestación retratada sin sospecha o ironía en el cine argentino?
Tal vez por eso algunos críticos (como el inefable Quintín) insistan en decir que Puan es una película “kirchnerista”, como lo hacían ya con Rojo (2018), cuando ese mote ya tampoco representaba esa época. Son ellos los que se quedaron en el tiempo, luchando contra “una reivindicación maniquea del mundo progresista”, mientras el fascismo los carcome por dentro y amenaza la Argentina tras 40 años de democracia. Puan muestra, en cambio, con todas sus contradicciones (las del protagonista y la película misma) que –contrariamente a la famosa frase de El secreto de sus ojos (2010), que marcó el acercamiento final entre generaciones de cineastas– se puede cambiar de pasión. Esta película conjunta de María Alche y Benjamín Naishtat parece ilustrar (optando por la versión luminosa de ese destino) la “muerte y transfiguración” del Nuevo Cine Argentino, que en sus mejores exponentes vuelve a enlazar el cine argentino con su tradición.
Pues lo que cambian son los tiempos (visto que la anomia noventista está siendo arrasada por vientos igualmente conservadores, pero ahora acompañados por militancias “libertarias” neofascistas), y habrá que ver cuantos cineastas están a la altura del incierto porvenir. Porque el cine argentino sigue en general tan perdido como la crítica, como el antecitado cuando afirma que algunos cineastas argentinos “bastardean sus propias películas politizándolas” (El Amantein a nutshell), u otro ahora enfrentado a la misma escuela pero que sin embargo señala (sin ver su propia contradicción) que Puan “es casi un milagro: hace que todo lo que hace años era muy malo en el cine argentino ahora sea excelente”.
Nicolás Prividera / Copyleft 2023
Otras críticas sobre Paun:
1. Puan (Guarnaccia)
2. Puan (Koza)
Kirchnerismo (o sea, neofascismo de izquierda): Silencio total
Milei (neofascismo de derecha): Escándalo total
Si ahora tenemos que bancar a este gobierno impresentable es por toda esta gente que no dijo una palabra en los ultimos 16 años.
mI INQUIETUD ES PORQUE EL PROFESOR NUESTRO ES UN PERSONAJE TAN DENIGRADO, TONTO, QUE NO TIENE DIALOGO NI CON SU MUJER Y MAS TODAVIA NI CON SU HIJO QUE APARECE ANTE EL SIEMPRE FUERA DE FOCO. LO DENIGRA DE TALMANERA QUE LO LLENA DE MIERDA PONIENDOLO EN RIDICULO ANTE EL HECHO. DEBE TENER UN MOTIVO O AL BAJAR A UNO SE SUBE EL OTRO. EL FINAL ES HORRIBLE. EL DIRECTOR ESTUVO EN UNA MANIFESTACION?