PUESTA EN ESCENA: EL 2016 EN PELÍCULAS
por Roger Koza
El concepto suele ser un fetiche. Se invoca el término y ya se zanjó la discusión: “la puesta en escena es extraordinaria”; “la puesta en escena es perezosa”. El problema es que, en general, no queda claro qué es la puesta en escena.
Hay una definición poco descriptiva pero conceptualmente perfecta de Pascal Bonitzer en la que el crítico, guionista y cineasta dice que es “el saber disponer de los planos”. Un poco después, en ese libro fundamental titulado El campo ciego: ensayo sobre el realismo en el cine, Bonitzer hace una distinción todavía más precisa aunque insuficiente: la puesta en escena es aquello que sucede en los planos y entre los planos, es decir, lo que tiene lugar en el registro con las implicancias múltiples que ahí se deciden y lo que sucede luego en el montaje. En el rodaje se constituye el en, en el montaje el entre. Por supuesto, todo lo que hay que decir de esos dos movimientos de los que nace una película apenas llega a intuirse en esa distinción que implica la noción de encuadre, el sentido del espacio, el ritmo y la continuidad de los planos y decisiones sonoras diversas, entre tantas otras variables materiales que determinan lo que es un film. La puesta en escena, en última instancia, es la materialización de un mundo concebido por un autor consciente (o por un equipo que colabora y construye una visión de mundo). Volveré más tarde sobre el tema.
De los estrenos, hay dos películas notables que están más allá de las listas: Misterios de Lisboa y Homeland: Iraq Year Zero. En ambos casos, fueron estrenos restringidos, impulsados por la voluntad de quienes pensaron que no podían quedar en el circuito cinéfilo de los festivales. En el caso del film de Ruiz, el responsable del estreno fue un talentoso cineasta: Daniel Rosenfeld. En el segundo caso, fui yo el involucrado. ¿Es indebido que haya escrito sobre el film, entrevistado a su director e insistido en las redes sociales sobre su importancia?
Este ha sido el año en el que más ataques he recibido. No faltó quien cuestionara mi honradez por haber escrito a favor del film de Abbas Fahdel, como si yo hubiera tenido algún interés espurio (es decir económico). Como suele suceder, la invectiva fue anónima, bastante breve y con poco ingenio.
Mi militancia tiene que ver con que entendí que era el Noche y niebla de nuestra generación, el film que cifraba el siglo XXI. Todavía me acuerdo de la caminata en Curitiba desde el cine hasta el hotel: 40 minutos en total silencio y con el recuerdo vivo de Haidar, el sobrino de Abbas, un muerto de 11 años cuyo fantasma vive en mí desde entonces. No se puede revivir a los muertos con el cine, pero al menos se puede resucitar la huella que dejaron en vida. Obviamente, la abyección no se conjura, pero al menos el olvido no se traga del todo su fugaz existencia.
Sobre el film de Fahdel escribí mucho, y recientemente, como ahora, volví sobre él. Decía: “No hay ninguna duda de que el estreno, en algunos cines alternativos del país, de Homeland: Irak Year Zero, de Abbas Fahdel, por su afinidad temática y disparidad ideológica, tuvo la misión de contrarrestar esa imagen oficial de la guerra de Irak que Eastwood había contribuido a forjar, no sin vacilaciones, unos dos años atrás. Las cinco horas y media del filme de Fahdel es el gran fuera de campo que por más de una década el cine estadounidense se negó siquiera a espiar (a excepción de Redacted de Brian De Palma). Como sea, el filme de Fahdel develó una cultura compleja y la vida de los hombres que la representan; el conocimiento de una forma de vida desanima el mito del enemigo radical. Eso que también había hecho Eastwood en su díptico La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jiwa es lo que Homeland: Iraq Year Zero prodiga y enuncia: el enemigo es el sin rostro pero cuando tiene cara su figura adquiere una humanidad incómoda para el exterminio”.
Hace unos meses, quizás un año, un colega y amigo (con la complicidad inmediata de los que viven en Twitter) me asignaba el rol de manager de un cineasta argentino, Raúl Perrone. En este caso, mi apoyo es porque veo en sus películas, como en las de Gustavo Fontán, ensayos y búsquedas que son las que siento que defiendo como crítico. Lógicamente, si hicieran un film que me resultara ajeno a esa visión, no dudaría en cuestionarlo. Mi entusiasmo con la obra de estos directores, como de otros (podría haber nombrado a Julián D’Angiolillo y Gastón Solnicki), no me parece incompatible con la ética de la crítica, siempre y cuando no se reciba algo a cambio. En la tradición crítica a la que quiero pertenecer, el ida y vuelta con un director ha sido siempre una práctica legítima. De todos modos, mi interés principal como crítico siempre ha sido pensar los comienzos de una obra y acompañar el devenir de un cineasta (no es el caso de Perrone: recién con Las pibas presentí que en el cine del director de Ituzaingó estaba por ocurrir algo).
¿Qué decir sobre el otro gran estreno del año? En una crítica que escribí y que nunca se publicó decía:
“Una declaración temeraria: Raúl Ruiz fue para el cine lo que Borges para la literatura: un creador de formas y un genio de la asociación combinatoria. En un film de Ruiz, como en sus textos (también escribía), hay ideas diversas, tradiciones distantes, géneros incompatibles y juegos poéticos de todo tipo. Es lo que sucede en Misterios de Lisboa, adaptación de la novela decimonónica de título homónimo del escritor lusitano Camilo Castelo Branco. Al desprevenido le podrá parecer una novela televisiva visualmente sofisticada, pero Ruiz experimenta con la indeterminación del relato fatigando la espera del espectador por una estructura narrativa clásica sostenida en un conflicto central que se enuncia y resuelve.
”La narración rizomática del film puede descolocar a más de uno, ya que seguir las microhistorias que se despliegan puede ser un arduo desafío al entendimiento, pero la hipnosis de un relato infinito que siempre se expande más y se ramifica en otras locaciones y otros personajes tiene sus efectos. La digresión en Ruiz es una poética, y además no solamente importa lo que se cuenta. En Misterios de Lisboa, en ocasiones, el espacio se curva y los movimientos en lo real no responden con obediencia a la lógica. ¿Calistenia óptica? En un film de Ruiz el intérprete siente que su cerebro hace gimnasia; Ruiz libera los hábitos perceptivos del espectador. He aquí una película en 3D sin anteojos. En la puesta en escena están los efectos especiales.
”Todas las historias de Misterios de Lisboa se derivan de una inquietud reconocible: un niño, que vive bajo la custodia de un religioso llamado padre Dinis, desea saber quién es su padre. La fugaz aparición de su madre en un claustro religioso dará algunos indicios, pero nada de lo que parece ser es lo que finalmente es. Todo acontece a fines del siglo XVIII y principios del XIX, de tal modo que la gran Historia se hace sentir mientras secretos y traiciones mueven el espíritu de los personajes.
”En Misterios de Lisboa pasa de todo, pero nada se resuelve ni envuelve una moraleja. El juego de Ruiz consiste en hacer sentir el espíritu de la novela: todo es susceptible de ser reinventado, nadie tiene que conformarse con un lugar asignado. La ficción es pura y libre; un atributo admirable del espíritu de los hombres”
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De los estrenos de 2016 hay varias películas destacables y creo haber escrito sobre todas las que amé profundamente. He dado las razones de ese amor al escribir sobre Lejos de ella, Sangre de mi sangre, El tesoro, Creed: corazón de campeón, La luz incidente, El limonero real, La noche, Sully, Los 8 más odiados, Spotlight, Mi amigo el dragón, Carol, Dos tipos peligrosos, La acusación, Viviré con tu recuerdo; no llegue a escribir sobre El conjuro 2, tampoco lo hice a fondo sobre Gilda: no me arrepiento de este amor.
De los films vistos en festivales también he escrito sobre los que considero los mejores del año. Publiqué bastante sobre La mort de Louis XIV, All The Cities of the North, Cump4rsita, A Quiet Passion, Sunset Song, Sieranevada. Dos títulos me faltan y son para mí esenciales: The Ornithologist y Brothers of the Night. En febrero voy a saldar la deuda.
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Con el título “Más acá del pueblo: las paradojas de nuestro cine” publiqué mi parecer sobre algunas cuestiones referidas al cine argentino. Decía:
“A los miembros de la academia del cine vernáculo les pareció que El ciudadano ilustre, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, era la película que mejor representaba al cine argentino para la postulación en la contienda de los premios Óscar. El parecer de los letrados y profesionales de la materia parece coincidir con la respuesta del público.
”El ciudadano ilustre fue la segunda película argentina más vista de la temporada; el otro título que reunió el interés de casi un millón de personas fue Gilda: no me arrepiento de este amor, de Lorena Muñoz. Este film, mucho más amable que el elegido, quizás hubiera tenido mejor suerte en Los Ángeles, aunque si se trataba de seleccionar un relato a tono con la tradición (clásica) estadounidense, La luz incidente, de Ariel Rotter, era el film ideal. La cadencia narrativa del mismo, el concepto general de puesta en escena y la presencia de una actriz como Érica Rivas, que bien podría protagonizar un film de Douglas Sirk, reunían las condiciones más satisfactorias para coincidir con la tradición de los electores de la otra academia. ¿Qué seducción podría tener, por otra parte, una película como la de Cohn y Duprat, que articula su comicidad en el desprecio sistemático de los hombres y mujeres de un pueblo?
”Poco importa si un film compite por un Óscar, al menos no estéticamente. Lo que sí interesa es pensar qué atracción despierta una comedia en donde la burla a la cultura popular estriba en la saturación de todos los estereotipos que una clase presuntamente intelectual puede concebir frente al universo de los simples. En El ciudadano ilustre los pueblerinos son bestias capaces de todo; incluso hay un personaje que, en vez de hablar, se expresa con los sonidos de un chancho.
”La crítica al costumbrismo es pertinente; en él anidan prejuicios y taras de una cultura, y en ese sentido la deconstrucción humorística puede visualizar las torpezas de las creencias. Justamente, las grandes comedias son aquellas que hienden las certezas desenmascarando el fundamento de una creencia. Pero esa comicidad, que en el cine puede tener cultores como Lubitsch y Chaplin, dista de los cómodos ardides del cinismo que se apoya en la burla asimétrica, como si el que enuncia la diatriba no fuera parte de esta y su superioridad intrínseca fuera asumida sin reticencias. El apologista de las costumbres no está tan lejos de su destructor; el cinismo es la inversión correlativa del costumbrismo.
”En Gilda…, un biopic circunscripto a un período breve en la vida de la famosa cantante tropical, las costumbres también son examinadas con cierta distancia crítica. El lugar de la mujer en el esquema familiar de la clase a la que pertenece Gilda, como también en el mundo del espectáculo, al que se incorpora paulatinamente, son problematizados sin desdén. Lorea Muñoz no prescinde de una lectura crítica, pero asimismo atiende a otros pliegues que están detrás de las costumbres, en donde palpita eso que tan renuente y extraño le resulta al intelectual: lo popular.
”Materialización artística por la que se capta y experimenta un sentimiento en común: he aquí un posible acercamiento a la noción de «popular” como manifestación artística. Una melodía de Yupanqui, un estribillo de García, un fraseo de Gilda pueden ir más allá de la pertenencia de clase, o al menos pueden suspender la identificación más inmediata y automática con el círculo de pertenencia heredado. Que Muñoz empiece con un misterioso plano del féretro desde un automóvil y una multitud que quiere despedirse, y culmine su película con un ida y vuelta entre el cuerpo solitario de la cantante y su audiencia (que es más que una sumatoria de individuos viendo a una estrella), comporta una clarividencia sobre el intercambio anímico entre los artistas populares y su público.
”El hecho de que esas dos películas hayan marcado el año del cine argentino es un signo de este tiempo. Sucede que lo popular exige un tipo de sensibilidad poco usual. Muñoz a veces sintoniza en su película con ese secreto que alguna vez un cineasta como Leonardo Favio conquistó con todo su cine. ¿Quién podría filmar hoy una película como Soñar, soñar y no ser objeto de desprecio?”
El artículo terminaba en el último párrafo. Técnicamente, hay un error. La película nacional más vista del año fue otra: Me casé con un boludo. Me había olvidado de que su estreno fue este año y es un error que me hubiera gustado enmendar. Pero quisiera agregar algo.
Muchos críticos que sienten felicidad con la vida política nacional actual vieron en el film de Cohen y Duprat una verdadera crítica al gobierno saliente. Sospecho que leyeron el parlamento final del escritor interpretado por Martínez, en el que se defiende una separación (liberal) de la cultura y el estado, como una síntesis crítica a una época en la que la ligazón fue demasiado estrecha. Creo que, efectivamente, ese fue el punto de vista consciente elegido para resaltar en el film, pero pienso que el verdadero eje conceptual es su desprecio sistemático por lo popular (o por lo que se representa como el gusto y los hábitos de los incultos moradores de un pueblo no identificado de la provincia de Buenos Aires). Y ahí se filtra el malestar y la incomodidad de cómo ver y representar a todos aquellos que no pertenecen a una élite.
En la última década y media me pregunté qué películas de ficción habían conseguido introducir las tensiones sociales y políticas del tiempo de su realización. Ensayé una tesis: el kirchnerismo había sido el gran fuera de campo de la ficción cinematográfica. Identifiqué tres excepciones: Francia, El movimiento y Relatos salvajes, películas muy diferentes entre sí de las que también he escrito en su momento y de las que tengo apreciaciones muy dispares. Ahora pienso: ¿cómo serán las películas de nuestro tiempo? Está claro: las tensiones siguen, la rigidez para pensar el presente también y las desigualdades sociales se profundizan. ¿Quién filmará el presente? ¿Cómo escribiremos sobre él?
Justamente, el film argentino más visto del año es el primero que está en sintonía con su tiempo. Me casé con un boludo anticipa bastante nuestro presente. Una irrisoria militante kirchnerista es acaso una simpática fanática que ha quedado recluida en la periferia y ya está un poco afuera de la historia: es una fantasía, un automatismo ideológico. Por otro lado, los protagonistas habitan un mundo que es una puesta en escena permanente. Ser es parecer, una máxima que se aplica a la diégesis allí instituida.
En este sentido, la escena que delimita la estética del orden simbólico en el que nos movemos ahora es aquella en la que el personaje de Adrián Suar contrata a un par de actores desconocidos y medio desempleados para que interpreten a una familia de desposeídos. Tienen que pasar por su mansión justo en el momento en el que su esposa pueda ver la escena por la ventana. Él necesita convencerla de que es un hombre sensible y solidario, capaz de responder y atender a la carestía de los multitudinarios otros (que suelen estar siempre en fuera de campo) que viven en otro universo, acaso inconmensurable con aquel al que pertenecen él y su mujer. Una puesta en escena que posteriormente dejó de ser un mero resorte narrativo en una película de ficción cualquiera. Me casé con un boludo es el primer film macrista, la pieza simbólica inaugural que tendremos en el futuro para recordar y estudiar el imaginario de un período todavía en evolución y sin la felicidad prometida.
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Los 10 estrenos del año:
Misterios de Lisboa / Mistérios de Lisboa, Raúl Ruiz, Portugal-Francia, 2010 (leer crítica) y Homeland: Iraq Year Zero, Abbas Fahdel, Irak-Francia, 2015 (Leer crítica)
Sangre de mi sangre / Sangue del mio sangue, Marco Bellocchio, Italia–Francia-Suiza, 2015
Lejos de ella /Shan he gu ren, Jian Zhang-ke, China-Francia-Japón, 2015
El tesoro / Comoara, Cornelius Porumboiu, Rumania-Francia, 2015.
Sully: Hazaña en el Hudson / Sully, Clint Eastwood, EE.UU., 2016 / Los 8 más odiados / The Hateful Eight, Quentin Tarantino, EE.UU., 2015
La luz incidente, Ariel Rotter, Argentina-Francia-Uruguay, 2015
El limonero real, Gustavo Fontán, Argentina, 2016 y La noche, Edgardo Castro, Argentina, 2016
La acusación / Court, Chaitanya Tamhane, India, 2014
Carol, Todd Haynes, EE.UU., 2015
Creed: corazón de campeón / Creed, de Ryan Coogler, EE.UU., 2016
Menciones honorables: A las sombras de la mujeres (L ombres des femes), Tangerine, El conjuro 2 (The Conjuring 2), Dos tipos peligros (The Nice Guys), En primera plana (Spotlight), Salve César (Hail César), El apóstata, Francofonia, Viviré con tu recuerdo, Il Solengo, Mi amigo el dragón (Pete’s Dragon)
(En el cambio de color se puede clickear y leer)
Diez películas no estrenadas
O Ornitólogo / The Ornithologist, João Pedro Rodrigues, Portugal-Francia-Brasil, 2016 /// Locarno
(Escribiré próximamente)
La mort de Louis XIV / The Death of Louis XIV, Albert Serra, Portugal-Francia-España, 2016 /// (Cannes)
Rester Vertical / Staying vertical, Alain Guiraudie, Francia, 2016 /// Cannes
Sieranevada, Cristi Puiu, Rumania-Francia-Croacia-Bosnia & Herzogovina-República de Macedonia, 2016 /// Cannes
A Quiet Passion (Terence Davies, Reino Unido-Bélgica, 2016 (Berlinale)
Svi severni gradovi / All the Cities of the North, Dane Komljen, Serbia- Bosnia & Herzogovina-Montenegro, 2016 /// (Locarno) y Ri yao ri shih san pu zhe / Le Moulin, Ya-li Huang, Taiwán-Japón, 2015 /// (Rotterdam)
(Sobre All the Cities leer aquí y también acá; escribiré próximamente)
Brüder der Nacht / Brothers of the Night, Patrick Chiha, Austria, 2016 /// (Berlinale)
(Escribiré próximamente)
Der traumhafte Weg / The Dreamed Path, Angela Schanelec, Alemania, 2016 /// (Locarno)
(Escribiré próximamente)
Inimi Cicatrizate / Scarred Hearts, Radu Jude, Rumania-Alemania, 2016 /// (Locarno)
(Escribiré próximamente)
Dos películas argentinas no estrenadas: Cump4rsita (Perrone) y Kékszakallú (Solnicki)
Fotogramas: Misterios de Lisboa (en portada); 1) Misterios de Lisoba; 2) Homeland: Iraq Year Zero; 3) Sangre de mi sangre; 4) O Ornitólogo
Roger Koza / Copyleft 2016
Gracias Roger por texto tan analítico y, al mismo tiempo, placentero.
Se dice que ya el tiempo de las buenas películas en salas de cine está pasando, pero tu reseña permite ver que (al menos durante 2016) hubo varios largometrajes inspirados y estimulantes. Lo que probablemente ocurra es que sea más fácil encontrarlos en el marco de un festival o una muestra, a diferencia de tres o cuatro décadas atrás, en que se reunían en las salas comerciales.
Una observación, respecto a los posibles films macristas: no vi el de Taratuto, pero sí creo que EL CIUDADANO ILUSTRE responde fielmente a ciertos razonamientos propios de los simpatizantes macristas, e incluso a GILDA la veo también, de manera más indirecta, como ejemplo de un cine argentino «popular» (las comillas son mías) adaptado a las circunstancias. Si el de Cohn (que no es Kohon)-Duprat subraya las críticas a banderías político-partidarias, al tradicionalismo y el nacionalismo, el de Muñoz parece apoyar la posición de muchos funcionarios actuales de ver los claroscuros de la gente de los sectores menos favorecidos con una mirada superficial, no contaminada de urgencias económicas o compromisos con causa alguna.
Creo que no por nada algunas películas argentinas son utilizadas por los dirigentes como escudos de sus ideas o intereses: nuestro actual presidente asistió con gusto a ver el film de Taratuto, algún funcionario de Cultura se ha mostrado elogioso (y dispendioso) con la dupla Cohn-Duprat (hasta no parece casual que su actriz Andrea Frigerio haya conducido la entrega de premios en el último Festival de Mar del Plata), y sobre GILDA esbocé alguna cosa acá https://espaciocine.wordpress.com/2016/11/29/md/)…
Todo esto no quita que GILDA sea un producto decoroso, sin las pretensiones polémicas ni el efectismo que han sabido rodear a las películas argentinas más exitosas de los últimos años. Lo que no comparto, o no entiendo, es tu comparación con SOÑAR, SOÑAR: precisamente, el film de Favio está lleno de líneas de diálogo políticamente incorrectos, de personajes imprevisibles y de colores, locaciones y movimientos de cámara que hacen del film una experiencia extrañamente festiva, con bastante de la gracia y el desprejuicio de su director.
Un abrazo.
Estimadísimo Fernando:
Seré breve, porque tengo una cantidad de trabajo que entregar de aquí al 19; desde ya, gracias por el elogio.
1. En salas también se estrenan películas notables; el tema es que pasan desaparcibidas o duran menos de 7 días (el reconocimiento que hizo la gente de El Cairo en Página 12 de Rosario a tu Espacio Cine tiene que ver con eso).
2. Estoy convencido de que el carácter «liviano» de Gilda, o lo que vos señalás como su sospechoso costado popular, tiene que ver, a mi juicio, con el tiempo en el que transcurre su historia: es pleno menemismo. Lo popular, en ese entonces, había adquierido ese matiz endeble e individualista.
3. Cuando me refiero a Soñar, soñar quiero decir que si alguien hiciera un film con las características que vos señalás y con la estética y referentes de aquel film sería hoy un director a contramano de la gran mayoría. Dicho de otro modo: no creo que estén las condiciones dadas para que un film como Soñar, soñar exista. Y no por cuestiones anacrónicas. Digo: lo que más cuesta hoy en el campo de las artes en general y el cine en particular es cómo pensar lo popular y su representación. A Favio le era consustancial a su forma de estar en el mundo. No podría estar en mayor acuerdo contigo respecto a las cualidades que mencionás de aquel glorioso film.
Un gran abrazo
R
Dos aclaraciones:
– La mención elogiosa a Espacio Cine no fue de la gente de El Cairo sino de un colega de Rosario/12 (que también hacía referencia en su nota al cine El Cairo, con foto incluida, tal vez por eso tu confusión).
– Mis comillas al aludir a lo «popular» de la película de Lorena Muñoz es porque para mí no basta con retratar a una figura icónica para que una película sea popular, sino filmar la historia de alguien «del pueblo» siendo parte de él. Después de Favio es difícil encontrar alguien con esa sensibilidad (las pocas personas que vi en el estreno comercial en Rosario de «Favio, crónica de un director» me remiten a esa idea).
Y gracias por responder… En estos tiempos en que ya casi no hay discusiones en blogs y sitios web, vale la pena seguir intentando algunos intercambios productivos.
La película que ya tenía ganas de ver era la de Creed, me parece maravillosa, las cintas de Rocky Balboa son entretenidas y dejan un mensaje, crecí con las películas de Balboa, tiene un de los mejores discursos que he visto, toda una historia de éxito, tiene merecido tanto reconocimiento, habla de superación, conocimiento de nosotros, de los sueños que sí podemos alcanzar, yo la pude ver en http://ar.hbomax.tv/movie/TTL607701/Creed-Corazon-De-Campeon , creo que el drama está muy bien dosificado, con una historia de amor que adereza muy bien, ver a el señor Stallone que es el alma de la secuela es una joya, estuve al borde de las lágrimas por tanta nostalgia, son espectaculares las tomas de las peleas, es una garantía.