REVISTA DE CINE (AÑO 1, NÚMERO 1, 2014)

REVISTA DE CINE (AÑO 1, NÚMERO 1, 2014)

por - Libros
09 Jun, 2015 06:59 | comentarios

imagePor Marcela Gamberini

Un crítico es en primer lugar y sobre todo, y esto es inapelable y no habría que olvidarlo, un espectador, un lector. Que carga con su herencia, con su capital intelectual a cuesta, para bien o para mal. Y lo despliega consciente o inconscientemente. El lenguaje es como una radiografía: deja ver a trasluz los supuestos, las hipótesis, las normas, los postulados con los que uno, como crítico, desarrolla su oficio. Los discursos críticos de los medios electrónicos, ahora desmesurados, democráticos y heterogéneos, que suelen legitimarse en las lecturas de los espectadores pendientes de los “likes” o de los “RT”; hicieron variar no sólo el modo en el que la crítica circula sino su producción y a la vez su consumo. Seguramente, más adelante, años más adelante, alguien podrá analizar esta línea y descifrar cómo la critica cultural ha variado.

Sin embargo, en este marasmo de palabras que establecen los modos de lectura de los objetos culturales, hay una celebración inmediata: la cantidad y la calidad de revistas sobre cine, objetos y sujetos de la crítica, que han visto la luz este año.

Utilizando el territorio vacío que dejó la Revista El amante, pionera durante casi veinte años, otros fueron ocupando ese espacio de manera legítima. La ya reseñada en este blog Las naves, un objeto cuidado y cuidadoso, preciosista, que desde su diseño habla de sus contenidos. Una buena selección de textos y de críticos, de directores y de ensayistas que agrupados en cuatro volúmenes despliegan desde anécdotas personales hasta definiciones marcadas. Una gran revista-libro, sin dudas, que deja en claro que el placer, el goce, la pasión son fundamentales a la hora de rodear el “objeto cine”, más allá o más acá de la películas. Otra revista–libro es Hacerse la critica que, desde la tapa, propone una actitud onanista, un poco egocéntrica, que remarca en rojo ese LA que une y a la vez diferencia el “hacerse” de la “Critica”, título que en el medio de la portada corta en dos la tapa, mientras un hombre negro, un poco estrábico mira fuera de campo (no importa que el fotograma corresponda a un film genial de Tourner). ¿Sufrirá la crítica de cierto estrabismo que desvía los objetos y terminamos viendo algo que no es? ¿Es una actividad que de tan onanista no nos permite ver más allá? Toda una toma de posición y un pacto de lectura. El texto en sí mismo, ya no su paratexto, es ecléctico, heterogéneo, desparejo. Su índice llama la atención: es un agrupamiento hecho a golpes de deseo, de pasiones. Desde que Barthes trabajó con un índice desgarbado, todos podemos hacerlo. Tal vez, sea un poco endeble el criterio de selección de las notas, o tal vez, el no criterio, sea su propia selección. Otra revista más que interesante es Cinéfilo. La producción que reúne a los críticos más jóvenes y más entusiastas cordobeses. Un objeto cuidado desde su diseño apela a lectores interesados no sólo por la crítica en sí misma, sino por las películas. Ya su título remeda el amor por el cine que destilan las páginas de Cinéfilo, tal vez la heredera más cercana de El amante. La cinefilia a la que apunta el nombre de la producción cordobesa está atravesada por el amor al cine al que apuntaba, en sus mejores momentos, El amante. Una publicación destinada al público en general, al espectador curioso y no directamente a los colegas críticos.

La tercera es la recién nacida Revista de Cine que hoy nos ocupa. Un objeto interesante donde se destaca el diseño elegante, la tapa (que es el modo en que los libros se presentan a los lectores, en cualquier discurso el soporte es esencial) es marfil, con su título y su texto centrados, éste último funciona como anticipatorio de lo porvenir. En la tapa está el desarrollo de la revista. Nada sobresale, nada queda oculto, todo está a la vista y en la misma jerarquía. Con Rafael Filipelli a la cabeza y Sergio Wolf como Secretario de redacción aparecen nombres como el de Mariano Llinás, Rodrigo Moreno, Juan Villegas, David Oubiña, Beatriz Sarlo entre otros. Ellos tienen una doble o triple pertenencia: son críticos, cineastas y docentes de la FUC. El hecho que sean integrantes de la FUC le da a la revista su afiliación institucional. Esta pertenencia, sobre todo en su vertiente educativa, se nota en varios de los artículos, como el de Filipelli, interesante y didáctico acercamiento al cine nacional.

El primer artículo, demarcatorio de la línea editorial, funciona como prefacio sentando el pacto de lectura que la revista establecerá con sus lectores. La Revista genera un espacio de discusión a partir de la forma discursiva de una charla más bien informal. Allí se interrogan acerca del lugar, la pertenencia y la ontología de la crítica. Y de cómo la crítica incide en las películas o en el cine (que no es lo mismo). Hay algunas afirmaciones interesantes sobre todo las que proponen cómo debería ser la crítica, más de forma que de contenidos, apelando tal vez a cierta sensibilidad que deviene de la forma, dice Sergio Wolf (crítico y director durante años de la revista Film).

En este primer artículo de presentación que barthesianamente se llama “Por dónde empezar? (discusión sobre la crítica)”, los participantes de la charla asumen un tono interrogador y hasta provocador, gesto que celebro, así como celebro las provocaciones bien fundadas de otros críticos en otros medios. Al aparecer la revista muchos colegas se han rasgado las vestiduras ante algunas apreciaciones que allí se hacían. Por ejemplo, que los críticos no sabíamos nada porque fundamentalmente no íbamos a la Lugones o que no leemos y que solo nos leemos entre nosotros. Una boutade de la que no me hago cargo, ese sayo no es para mí, ni para tantos otros que conozco y admiro. Por supuesto que las lecturas siempre son estratégicas y la mía lo es. Este campo de batalla –al decir de Daniel Link- que es el ensayo crítico, define posiciones que son, por cierto, políticas. Adscribo totalmente a la necesidad de renovar la crítica así como se ha renovado el cine. El discurso crítico, en su mayoría, ha quedado avejentado, pegado más a un comentario sobre el contenido de las películas que a su forma, que a su quehacer, que al discurso de sus imágenes, de sus planos, de sus secuencias, que a la cadencia de su montaje o a la sonoridad de sus propuestas auditivas. La crítica debe ser una forma de intervención política. ES una forma de intervención política que necesita trabajar con conceptos más amplios, más profundos que tensionen los modos de las películas, que no les den respiro, que puedan interrogarlas y a la vez que puedan espejearlas con las grandes obras maestras del cine, una crítica que saque a las películas de su domesticidad narrativa, de su pertenencia hegemónica a una categoría (películas de festivales, películas comerciales, películas independientes, etc., etc.,). Pero para esto se necesita trabajo, lectura, visionado de películas, comparaciones, nuevas sensibilidades, tal vez otras “verdades”; y vuelvo a coincidir con las palabras de Lllinás y de Wolf y de Oubiña. Este primer artículo es un llamado, interesante y profundo, a una renovación de la que no podemos eludir. Eso sí, quien quiera oír que oiga.

No quisiera adentrarme en la revista sin antes poner de manifiesto que esta “provocativa” presentación empieza citando a Otraparte, una muy buena revista cultural y termina citando a Quintín, quien todavía sigue siendo un “fantasma” para el cine nacional y para la crítica. Tal vez, deberíamos modernizarnos también allí y dejar que él, que ha sido maestro no sólo de varios sino de todos (incluso mío, a quien admiro y respeto profundamente, pero con quien puedo disentir sin problemas) descanse de ese pedestal referencial en el que lo han puesto.

Ahora bien, adentrándonos en el cuerpo de la revista, uno debe preguntarse ¿qué es lo que relevan? ¿Con qué cine eligen trabajar? ¿Qué teóricos subyacen en sus líneas? ¿Qué dicen entrelíneas? Y acá hay una cuestión que sobresale, una de las películas que eligen analizar es Tierra de los padres, del archienemigo de la FUC, Nicolás Prividera. Sabemos de los avatares y desventuras por las que tuvo que pasar la película para que podamos verla, incluso el mismo Wolf, siendo director del BAFICI, y su equipo de programadores, negó la inclusión de la película en el festival. ¿Es, entonces, esta inclusión una reparación? No lo sabemos, lo que sí sabemos es que es una de las películas reseñadas y no importa qué se dice de ella, que en este caso es bastante pobre, sino que la elección ya es un gesto (político, estratégico) en sí mismo.

Rafael Filipelli analiza con corrección los cambios de giro del cine nacional. Haciendo eje en la figura de Torre Nilson, pasando por la Nouvelle vague y la década del ‘60 en el cine argentino, por el nacimiento de las escuelas de cine, los festivales y las revistas, recala en el cine contemporáneo nacido de la mano del Bafici, al que no llama NCA como se lo llama en general sino “último nuevo cine argentino”. Fillipeli, con razón, detecta cierta redundancia crítica a la hora de pensar las películas y espera, como muchos de nosotros, con temor y temblor, un próximo nuevo cine y un discurso crítico que lo acompañe.

Mariano Llinás se hace una pregunta más que interesante para cualquier estudio cultural: ¿qué hacer con la tradición? ¿Qué hacer con sus vaivenes, con sus tensiones? ¿Cómo instalarse fuera de ella pero a la vez contemplándola? Sus preguntas son fundacionales para reflexionar sobre el cine en general y sobre las películas en particular. Y rescato dos palabras, dos conceptos que permiten abrir el juego de pensar el cine (como críticos, como realizadores, como espectadores, como docentes): “vitalidad y resistencia”. Sobre el final Llinás advierte los peligros de las financiaciones extranjeras, la tiranía en sus diversas formas a las que se somete el cine actual.

A mitad de la revista aparece el maestro Daney, un clásico ineludible y siempre actual, que a todos seduce, interpela e interroga. Evidentemente, ése es el modelo a seguir, el referente indicado. Aggiornándolo, releyéndolo (como dice Beatriz Sarlo, más adelante en su artículo refiriéndose a Walter Benjamín y su clásico aura; “como todo clásico, admite ser revisitado”); allí ubicado en el medio de la revista, como si su figura fuera el hilo conductor, Víctor Erice evoca la figura de Serge Daney de manera sensible y amorosa. Y de nuevo aparece la palabra “vitalidad” en referencia a las películas y a lo que Bazin les insuflaba. Conceptos como identidad, cinefilia, “otra escena”, orfandad son los conceptos con los que Erice construye su mirada sobre Serge Daney.

Más que interesante es el escrito de David Oubiña. Hollywood revisitado donde relee la teoría de autor o mejor dicho la “política de los autores” tensionando el concepto a tal punto que lo hace jugar (inteligentemente) entre la modernidad más extrema y cierto conservadurismo que ese mismo concepto implica. Oubiña hace un recorrido de este concepto desde su nacimiento, pasional, arbitrario y estratégico en los 50 hasta su transformación en la década del 80 donde esa “política de los autores” ha devenido en “cine de autor” que a su vez puede leerse como “el género de las películas profundas”. Este artículo, es indudablemente el más interesante de la revista en términos críticos, de estilo, de escritura; es el que revisa, tensa y releva los conceptos más productivos que ha dado la teoría cinematográfica e invita a reflexionar acerca de los desvíos del aparato teórico que acompaña a las películas.

El artículo de Beatriz Sarlo maneja con maestría la nostalgia por cierta cinefilia anclada en las salas alternativas de Buenos Aires, aquellas que nos han cobijado y mostrado las obras maestras imprescindibles para cualquiera que ame el cine. La cita abierta a Walter Benjamín supone una necesaria relectura y reflexión a partir de los cambios tecnológicos y a la vez perceptivos en los visionados de las películas. El concepto de reproducción también es tomado por Moreno, en su artículo “Un abyecto” donde sobrevolando nuevamente a Daney, trabaja los mecanismos de la puesta en escena de Haneke, los pactos de lectura que establece con los espectadores, el vaivén entre la distancia y la cercanía con los materiales a filmar que propone el director. La categorización que hace Moreno sobre los autores es imperdible.

Sin dudas Revista de cine es un objeto contemporáneo que interroga, provoca, propone y muestra sus elecciones de manera abierta y contundente. Relevan aquello que creen que es central en la conformación de un nuevo universo crítico-cinematográfico y a la vez proclaman la necesidad de una modernización en los aparatos teóricos con los que trabajar a la hora de pensar una película. En este sentido es interesante que varios de los artículos giren, abierta o solapadamente, en torno al concepto de “tradición”. La misma revista busca, indudablemente, inscribirse en una tradición, marcar un recorrido, una genealogía; que tal vez tenga su inicio en la más que renovadora en los ‘80, Punto de Vista, en la que no sólo Beatriz Sarlo estaba implicada en el consejo editorial sino que publicaron allí a lo largo de sus muchos años de existencia, Filipelli y Oubiña. Uno de los objetivos de Punto de Vista fue renovar, modernizar y tensar, cuestionándolo, el proyecto literario en muchos de sus aspectos y el de Revista de cine, indudablemente, tiene el mismo gesto.

Tensar, cuestionar y provocar al cine y su lenguaje, es decir su tradición con sus conflictos y sus desvíos (como dice Rodrigo Moreno a propósito de cierta categorización de “autores”) y a la vez exponer la voluntad de inscribirse como revista en cierta genealogía, en cierta tradición del campo intelectual argentino – directa o tangencialmente, consciente o inconscientemente- es el doble gesto inaugural de este primer número de la Revista de cine, bienvenida y celebrada.

Marcela Gamberini / Copyleft 2015