SEBRELI CONTRA MARADONA
La Rana 8
Como es de público conocimiento, Nicolás Prividera en Tribuna libre del portal Otroscines, una sección que siempre me ha parecido de cabal importancia en torno al debate público (bastante escaso y a menudo irresponsable) dentro del campo del saber asociado al cine. Creo que estuvo bien su elección; era el lugar indicado para esa nota polémica y vital que había sido concebida y escrita, en un principio, para publicar aquí, en mi blog, a propósito de un conjunto de notas centradas en el último BAFICI 2013.
Debido a que Tierra de los pares discute con y a partir de El olimpo vacío, de Carolina Azzi y Racioppi, film cuyo personaje principal es Juan José Sebreli (de quien sólo leí, hace décadas, El asedio a la modernidad, un libro -debo reconocerlo- que me fue útil en el momento que entraba a la universidad), recordé una nota crítica y breve de mi querido amigo Julián Aubrit sobre dos libros de Sebreli, uno de ellos, Comediantes y mártires, el que inspira simbólicamente gran parte de la película. Pensé que la nota de Aubrit estaba en consonancia con la de Prividera, y me pareció pertinente subirlas al blog.
Tras la decisión de Prividera de publicar el texto en Otroscines, la nota de Aubrit quedó en suspenso. Después de reflexionar un tiempo sobre el destino de la nota me pareció justo publicarla por diversos motivos que no vienen al caso. (Roger Koza)
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La era del fútbol es un libro que desprecia al fútbol casi tanto como lo desconoce. Sebreli cree que Independiente es un club chico (p. 184). Que Valdano era un periodista en la platea del Estadio Azteca el día de los dos goles de Maradona a los ingleses (p. 151). Que tocar la pelota con el hombro es una violación del reglamento (p. 141). Que la Copa Libertadores se juega entre países (p. 89). Que algunas ciudades organizan mundiales (p. 129). Que ganar ‘contra el árbitro’ es ganar haciendo trampa (p. 83). Que Gary Shaw jugaba al fútbol (p. 253). Que la recaudación de un partido se llama ‘recaudo’ (p. 216). Que alguien usa palabras como ‘centro half’ o ‘shot’ (sus preferencias léxicas son llamativas también en otros ámbitos: ‘tunda’, ‘patán’, ‘escaparate’, ‘cancionista de bailantas’, ‘travestí’). En Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos demuestra que no es algo personal con el fútbol: confunde a Jenófanes con Jenofonte (p. 22) y cree que “To Build a Fire” (“The Build Fire” para Sebreli) es una novela cuyo protagonista muere en el desierto (p. 124). También demuestra que su sintaxis puede ser tan ‘errática’ como la de Evita (p. 89): no menos de veinticinco veces no consigue mantener la concordancia: “La subcultura de las tribus juveniles urbanas encuentran sus ídolos…” (p. 24), “la difusión multitudinaria de esas fotos hicieron más por su fama póstuma…” (p. 38), “Cualesquiera que fueran la verdad de esas intermediaciones…” (p. 114), “La experiencia de radio, teatro y cine de Evita le daban una desenvoltura…” (p. 117), “Un esbozo de sonrisa desdeñosa apartaban el rostro cadavérico…” (p. 163), “La lenta agonía de los mitos y de los ídolos socavan la creencia…” (p. 213), etc.
Los argumentos que usa en el capítulo más largo de La era del fútbol para relativizar los méritos deportivos de Maradona son insidiosos (“En su país ganó un solo campeonato (…), en tanto Cruyff ganó 22 campeonatos”), falaces (“nunca fue ganador de la Copa Libertadores de América”), falsos (“En el Mundial de 1990 fue un fracaso”; “Nunca fue el estratega de los equipos con los que triunfó”), cándidos (“La zurda fue su fuerte, pero también su limitación”; “No era un jugador completo, era nulo en el juego aéreo, no sabía cabecear”), ridículos (“Tampoco tuvo jugadas originales, invenciones”). No hace falta refutarlos: sobra con citarlos. Lo llamativo –y sintomático– es el capricho de Sebreli por demostrar que Maradona, como futbolista, no está “en los primeros lugares”. Diez años después, elimina dos argumentos (el de la Copa Libertadores y el del Mundial de Italia), pero agrega tres del mismo estilo de los de 1998, relacionados, respectivamente, con un concepto que no conoce, con un dato falso, y con Los tres mosqueteros: “Algunos comentaristas tratan de salvar esa ausencia de goles alegando que creaba situaciones que otros convertían en goles, un argumento difícil de probar” (¿Habrá escuchado alguna vez la palabra ‘pase-gol’?); “[Brindisi] hizo los goles decisivos en los partidos más importantes” (¿Sabrá que Brindisi hizo un solo gol, de penal, en los últimos diez partidos del Metropolitano de 1981? ¿Habrá escuchado alguna vez el nombre ‘Hugo Perotti’?); “no daba participación al equipo, necesitaba que sus compañeros jugaran para él, la táctica del «todos para uno»”. Sebreli sigue jugando a ser lapidario: “La superstición de Maradona como el «mejor jugador del mundo y de todos los tiempos» es sólo un invento del resentimiento y de la mafia napolitana y de la megalomanía nacionalista y la demagogia populista argentina”. Pero, de hecho, sus pretensiones son más modestas: se conforma con afirmar que Maradona no está “en el primer lugar”, sino Pelé, “porque jugaba con las dos piernas, sabía cabecear, hizo más goles, ganó tres mundiales (…) y en los partidos daba participación a todo el equipo: «uno para todos»”.
Sebreli afirma que el primer gol de Maradona a los ingleses es “el punto culminante de su arte [1998] / carrera [2008]”. Nunca menciona el segundo gol. Está claro que no hay que descartar la simple ignorancia, pero una omisión deliberada no desentonaría: sería un ejemplo extremo de su tendencia irresistible a la arbitrariedad. Después de su fragilidad, la principal característica del ataque contra Maradona como deportista es su irrelevancia para el análisis de Sebreli: tiene que ver más con su arrogancia intelectual que con su enfoque sociológico. Es una provocación innecesaria que consigue únicamente poner en duda la solidez de sus conocimientos, la validez de sus argumentos y la veracidad de sus datos en otros campos. Y demuestra, en definitiva, que Sebreli no siempre está a la altura del mito de ‘rigor’ y ‘precisión microscópica’ que proponen sus contratapas.
Julián Aubrit-La Rana/ Copyright 2013
Extraordinaria nota de Aubrit, cuyo ritmo y precisión me hace acordar algo a las lapidarias notas de Homero Alsina Thevenet. Por lo demás, desopilante el contrapunto con Sebreli. Y admirable que le haya dedicado tanto tiempo a leer sus dislates. Creo que Sebreli solo es soportable leído por Aubrit. Concedo a Roger que en determinadas etapas de la vida hay libros insustanciales que pueden ser nos útiles. Estoy seguro de que ese es el caso de El asedio e la modernidad, un libro insufrible que critica el post modernismo desde bases que ya eran caducas a fines del siglo positivista. La base para criticar a los críticos de la modernidad de la que Sebreli se vale tiene la misma solidez que sus análisis futbolísticos, de molidos aquí por Aubrit.
Lo que Panozzo logro’ con todo esto es que a esta altura del siglo xxi estemos discutiendo a un ensayista muy menor del siglo xix.
Oscar: mi recuerdo de aquel libro es similar al que tengo de Principios de filosofía: me sirvieron, pero no volvería a ellos por nada del mundo. Es cierto lo que decís de la similitud de Aubrit y HAT. Saludos. RK
Qué triste Roger cómo te apuras a aclararle a Cuervo que no te gusta Sebreli…
Martín A, Martín C, Ramiro, Inés, Rosendo, Fernando, José, Leandro:
Dado que no sé quién firma, pues es alguien el que firma, un gesto entre cobarde y canchero, el nombre del firmante es un colectivo, encargado éste de programar un bar-parilla que funciona de cine, les respondo a todos.
No sé si es triste mi presunto apuro en responderle a Cuervo y mi supuesto deseo irrefrenable de rendirle pleitesía a un colega, que es lo que se dice sin decir en el comentario que enviaron.
Desconozco qué creen qué pienso al respecto frente a eso, pero está claro que la tristeza que ocasiono, la pena que les doy y la necesidad de vuestra parte de indicarlo públicamente, proporciona una clave de lectura sobre el asunto. Repito: les respondo en plural, de lo contrario, que el responsable firme con su nombre o se invente un nombre, pero que no escriba en nombre de todos porque de ser así son todos ustedes.
Sebreli: lo defendí en mi muro de Facebook cuando alguien lo calificó como un pensador de cuarta. Me queda muy claro que tampoco es un pensador de primera línea; en ocasiones me ha resultado simpático su rasgo de intelectual amargo y a contracorriente. Aún así, cuando lo he escuchado hablar sin rigor alguno en contra de filósofos brillantes como Gilles Deleuze, entre otros, me resultó entre ridículo e infantil (algo que también he podido ver en un tipo como J:P: Feinmann). El texto de Aubrit, por otra parte, me parece admirable en su construcción empírica de una crítica. A menudo, en las generalidades que se discute todo los eventos políticos que asedian nuestra modernidad, la falta de rigor es justamente lo que habilita a decir barbaridades sin el menor sentido de responsabilidad mínima cuando se pone en juego lo que Kant denominó el uso público de la razón.
Leí El asedio a la modernidad en 1992, y recientemente, al elegir algunos libros que no vendrían conmigo en la mudanza de ciudad y casa, el libro mencionado aquí y el mencionado en mi respuesta veloz a Cuervo (el espantoso Principios de filosofía, el que no obstante me ayudó a entender la fenomenología de Husserl) ya no viven en mis bibliotecas.
Pero hablemos de tristeza. Lo que me resulta muy triste es la necesidad de escribir un comentario como el que dejaron. ¿Por qué no dejan un comentario frente a la cantidad de críticas, entrevistas e informes de festivales que se publican aquí a diario, cuando uno se rompe el culo día a día para que un blog tenga cierta calidad? ¿Por qué eligen dejar un comentario así frente a otro comentario y no un comentario serio el día en el que aquí se publica una entrevista a Kiarostami, Côté y tantos otros? ¿O por qué no dicen algo en serio cuando en alguna crítica que he publicado se vierte alguna idea que debe ser cuestionada? Eso es triste, la pereza canchera de la objeción rápida. Detrás de eso sólo veo mezquindad intelectual que no es otra cosa que una supuesta superioridad de vuestra parte frente al discurso de un otro, en este caso, quien escribe. En este gremio el desprecio y la descalificación son supuestas virtudes. No creo en eso. De ningún modo.
Saludos.
RK
Me sumo a las aclaraciones. Roger, no fue ninguno del staff Cinefilo. Ese mail no es nuestro y no acostumbramos a escribir bajo el nombre del cineclub. Lamento el mal momento. Un beso Inés
Querido Roger, no sé quién escribió ese comentario en nombre de Cinéfilo, pero bien podría ser alguien que firma como cinéfilo y no ser ninguno de nosotros, por lo pronto desconozco hasta la foto del que escribe y me apresuro a decirte que, difícilmente, algún integrante de Cinéfilo postee algo de este tenor sin aclarar el nombre. Un abrazo.
Roger: Yo tampoco fui el del comentario. Al igual que Fernando me sorprendería demasiado, demasiado, que alguno de los que mencionas al comienzo de tu respuesta haya escrito eso, y peor, sin firmarlo.
Abrazo,
Ramiro
En un rato responderé a la gente de Cinéfilo Bar; quien firmó como cinéfilo, según puedo ver, no era uno de ustedes. Lo que no me parece, en principio, mal. Pero bueno: la lógica superhéroe enmascarado es la lógica dominante; se trata de nunca decir las cosas en nombre propio, siempre resguardarse y dado que el nickname y la dirección de email eran (casi) idénticas, me equivoqué al asociar un nombre con un texto. Sepan disculpar. RK
Queridos Rosendo, Inés, Fernando, Martín A, Ramiro, Lean, Martín C, José: sepan disculpar entonces mi error. Acepté la publicación desde el teléfono, luego leí, después me sorprendí y respondí, y al revisar el mail leí cinefilo@gmail.com Pensé entonces que, efectivamente, se trataba de alguien del staff de Cinéfilo. Pero más tarde, gracias a uno de ustedes, me di cuenta que el mail es cinefilobar@gmail.com. Entonces se trato de un error. Una vez más disculpen.
No obstante, me parecería bien que estén en total desacuerdo conmigo, y que lo expresen del modo que deseen. Conociéndolos me sorprendió el tono del comentario. Y respondí. Si fue un extraño es diferente. Puedo entender esa modalidad. Y sea lo que sea que digan sobre mí mi política es dejarlo. Me han dicho cosas peores.
A los cinéfilos que conozco, mi cariño. Al cinéfilo que desconozco, nada más tengo para decirle. Me parece bien que crea lo que cree y asume sin decirlo del todo.
Saludos.
RK
Sebreli le provoca urticaria a los pelotudos peronistas. Yo no soy argentino así es que lo leo con total imparcialidad y lo que opina del Che es la opinión generalizada de cualquier taxista en La Habana que entre en confianza contigo. En cuanto a Maradona solo le reconozco un mérito indudable. Desde donde empezó y adonde llegó. Evita un papagayo y Gardel trolo entre los trolos