SECRETOS DE UN ESCÁNDALO / MAY DECEMBER
CRIATURAS DE LA ERA DEL ESPECTÁCULO
La literatura sociológica al respecto es muy vasta, aunque tal vez no alcance para agotar el análisis del fenómeno y su evolución: en las últimas décadas del siglo pasado, el espectáculo dejó de ser una interrupción feliz y una evasión reparadora de la cronometrada vida del trabajo y la habitualidad de la vida doméstica. De a poco, el espectáculo mutó en otra cosa; se infiltró en todo y se hizo forma de vida. Nada más contundente como prueba de ese destino inimaginado los fragmentos cotidianos de instantes de la vida de la gente común que se muestra en situaciones varias en sus respectivas redes sociales. En nuestro tiempo, existir es administrar una imagen y darla a conocer.
En la nueva película del versátil Todd Haynes, el espectáculo se examina como lo que es: una matriz de subjetividad. El punto de partida es un escándalo nacido en el periodismo sensacionalista. En 1992, una docente de 36 años casada y ya madre, y un joven de 13, además de menor su alumno, fueron sorprendidos teniendo sexo en los pasillos de una veterinaria. En la cárcel, la mujer dio a luz a un niño. Después de cumplir su condena, ya siendo adultos, vivieron juntos y formaron una familia.
El relato transcurre en 2015. A esa altura, Elizabeth y Joe llevan 23 años de matrimonio; tienen tres hijos, todos grandes y en edad de sentir el apremio por comenzar a independizarse. Pero Secretos de un escándalo no se circunscribe al retrato de una familia erigida en interdicciones y en la morbosidad de la prensa amarilla. El resumen de la historia de los personajes emerge lentamente de comentarios aislados y conversaciones que mantienen la pareja, los hijos y otros conocidos y vecinos con una famosa actriz llamada Gracie que interpretará muy pronto a Elizabeth. Se trata de una película a rodarse en poco tiempo y que se limitará a reconstruir el escándalo. De ese film futuro en el interior de la película, Haynes solo incluirá una escena del rodaje en el final, cuya decisión de exacerbar el kitsch de la puesta en escena resulta anómala respecto del tono elegido por el cineasta en su propia película. El clima indefinido de las escenas, que oscila entre alucinación contenida y la representación televisiva, le prodiga al relato una opacidad de la que puede esperarse de todo. Cada irrupción de los compases de Michel Legrand en la trama, en escenas más discretas que esenciales, provoca intranquilidad y sugiere inestabilidad.
El método de trabajo de Gracie consiste en conocer más a fondo a la verdadera protagonista y así lograr asir quién era entonces Elizabeth. Para saber más, comparten almuerzos, cenas y salidas. Gracie habla con ella y con todos. La clave de la película estriba en cómo el pasado permanece activo y diseminado en la memoria de los protagonistas, sin necesidad de grandes catarsis y confesiones. No faltan esos momentos, y con tino Haynes prefiere restarles una valencia terapéutica. Como se dice ahora, los personajes, sin excepción, son seres rotos.
El punto de vista elegido por el cineasta es sinuoso: suspende la condena moral, pero no desatiende las consecuencias de los vínculos asimétricos respecto de la maduración de Joe en aquel entonces, un menor que sí sedujo y no fue obligado a tener sexo, pero que en definitiva era un individuo en desarrollo. Haynes presta oídos al padecimiento mudo de los personajes, que han preferido el silencio o la construcción de un mito sustentado en el ideal de familia. No se ciñe a la neurosis familiar, porque comprende que sus criaturas son expresión de una época y un lugar. Por eso, el cineasta no prescinde de reunir pinceladas acerca de la idiosincrasia de los pobladores de Savannah, Georgia. En la escena que tiene lugar en un bar, en la que Gracie conoce al hijo mayor de Elizabeth, fruto de su primer matrimonio, el sustrato delirante de la cultura del espectáculo se despliega con el desparpajo narcisista que la define.
En su representación de la sociedad estadounidense de pueblos y ciudades que no tienen nada de cosmopolitas, Haynes comparte con un cineasta como David Lynch una intuición: lo siniestro habita en los intersticios del orden social conservador que luce siempre como un mundo sencillo y feliz. En este sentido, los recurrentes primerísimos planos intermitentes de capullos de gusanos entre las plantas de los jardines de la casa indican algo más que una pasión por la vida de los insectos que Joe comparte con una desconocida con la que chatea sobre cuestiones entomológicas y también de índole sexual. En lo diminuto, en lo recóndito, en lo inadvertido hay signos que desentonan.
Se dirá que las dos actrices principales están estupendas. Julianne More transmite los tormentos del personaje, su desesperación cuando no consigue sostenerse en la fantasía de una vida deseada y también es capaz de hacer saltar con un gesto o un modo de decir una frase los resortes de su psiquismo en pos de sobrevivir ante el peligro. Hay una escena previa al final, al terminar la fiesta de graduación de los hijos de Elizabeth, donde el personaje dice lo que tiene que decir. Esa escena es notable por su economía simbólica. Redefine al personaje, aun a la propia película. Natalie Portman, por su parte, sabe que tanto ella como su personaje tienen que desenvolverse bajo algún procedimiento mimético. La excesiva identificación no es conveniente, porque confundirse es peligroso. (La presunta relación con Persona de Bergman se justifica no solamente por una escena en las que las dos mujeres se miran al espejo como en la película sueca, sino por esa intersección subjetiva, aunque no es la psicosis lo que determina la película de Haynes). Y también lo es excederse en ese juego: la carta dicha como texto mientras Gracie se mira en el espejo no parece pertenecer al universo estético de Haynes. ¿Una concesión para una de las productoras, Natalie Portman? Quizás. Pese a esos excesos y subrayados que garantizan el lucimiento de una actriz a expensas de la coherencia estética de una película, Haynes ha hecho una muy buena película: no comulga con el mundo que retrata, lo socava desde su interior y desnuda su locura con sobriedad y justeza.
Secretos de un escándalo / May December, Estados Unidos, 2023.
Dirigida por Todd Haynes.
Escrita por Samy Burch.
*Publicada en Revista Ñ en el mes de febrero 2024
Roger Koza / Copyleft 2024
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Crítica lúcida, para no variar. Gracias. Me quedé pensando en la microfísica de los pueblos según Lynch o Haynes, en este caso. Porque lo siniestro allí emerge desde esos grupos de personas cuyas subjetividades también fueron construidas en términos de espectáculo. De ser así, el espejo encarnado en hombres y mujeres, inevitablemente, reproducirá esos destellos de celebridades de cera que, de todos modos, arden y queman.
Arden y queman, y pueden volverse panelistas. R
Peor aún, los panelistas pueden volverse presidentes.
Cordial saludo, estimado Koza. Lo saluda un lector colombiano. Le agradezco mucho por su crítica. Con la música de la película me ocurrió que, en un primer momento, me chocó por parecerme un refuerzo dramático excesivo e irritante. Pero terminada esa primera reproducción, me pareció que, de hecho, la música iba muy bien con ese cierto estilo televisivo noventero –si se me permite la expresión– que Haynes y su equipo le dan a la película. Ayer pude ver la película por segunda vez, aunque por primera vez en una sala, y reafirmé esta impresión.
Asimismo, aunque no estoy seguro de haber entendido si el juego al que se refiere al final de su crítica es el de la identificación con el personaje o la de la identificación con Persona, me deja pensando su comentario sobre el presunto exceso de la escena del espejo. Dado que lamentablemente no estoy familiarizado con la obra anterior de Haynes, agradezco especialmente su comentario. Ahora que lo leí, me parece que incluso dentro de la película es un plano que resulta visualmente extraño. No obstante, quizás pueda decirse lo mismo del último plano, el de la película dentro de la película. Y me pregunto si quizás aquí pueda rastrearse cierta justificación de su inclusión (ambos son planos de Gracie encarnada/interpretada por Elizabeth). Eso sí, su sugerencia de la posibilidad de que se trate de una concesión me resulta interesante porque sería muy diciente que una cosa así ocurriera precisamente en una película que, entre otras cosas, puede verse como una película sobre «esa gente de Hollywood», como dice Gracie. En todo caso, le ruego me disculpe si este esbozo de comentario es muy ligero de mi parte.
Por último, me parece que a partir del tercer párrafo confunde a Gracie con Elizabeth y viceversa. La actriz es Elizabeth.
De nuevo, gracias.
Gracias por el señalamiento de mi error en el final. Tiene razón. Gracias por todo lo que dice acá. Saludos. R