SEMANA DEL 02 AL 08/07 EN EL CINECLUB
LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470
4 de julio, a las 20.30hs:
El camino de Meek, de Kelly Reichardt, EE.UU., 2010
104’ / +13
Mediometraje, a las 19.30hs: El decálogo: Capítulo 5 (55’), de Krzysztof Kieslowski, Polonia, 1989
La cuarta película de Kelly Reichardt confirma su lugar en el contexto del cine independiente estadounidense: es ella la directora por excelencia. Después de calibrar sutilmente los efectos psíquicos y sociales del difuso movimiento libertario de los sesenta en Vieja alegría y sopesar el malestar socioeconómico contemporáneo en la extraordinaria Wendy y Lucy, Reichardt elige un hecho verídico que tuvo lugar en 1845 en Oregon como punto de partida de un relato en el que interroga esencial y oblicuamente el mito fundacional de su nación: inmigrantes blancos e indios, religiones caucásicas y creencias paganas, civilización y barbarie constituyen los ejes simbólicos de este western minimalista que remite en cierto sentido a Caravana de valientes. Como John Ford, Reichardt aprovecha el paisaje desértico como una prolongación de un paisaje espiritual: la aridez de la tierra es un correlato perfecto de la aspereza de un mundo simbólico aún en su fase preliminar y en vías de constitución. Todavía “las mujeres son el caos y los hombres la destrucción”. Tres familias viajan con sus respectivas carretas, conducidas por un guía poco confiable llamado Meek. El camino (más bien el atajo) elegido por éste no parece ser el más apropiado y las provisiones no son suficientes, de tal modo que ni siquiera hallar un “manantial” de oro resulta providencial: la escasez de agua, en ciertas circunstancias, es un valor supremo. En este contexto, la aparición de un indio puede ser tanto una salvación como una maldición, y los viajeros discutirán al respecto, a veces en un tono radical: “¿Agua o sangre”. El camino de Meek es materialmente fascinante: los majestuosos planos generales, los elegantes fundidos encadenados, los travellings perfectos, la claridad y oscuridad justa de sus escenas diurnas y nocturnas son inolvidables; en algún sentido es una película táctil. La relevancia política del film excede al tiempo histórico en el que transcurre el relato, y como se insinúa en el último acto, a través de un plano-contraplano mediado por el hueco de un árbol en el que una mirada sintetiza un dilema político, confiar o sospechar frente a quien se presenta como un Otro desconocido define la política pretérita y presente de un país demasiado complejo como Estados Unidos. (Roger Koza)
4, 11, 18 y 25 de julio, a las 19.30hs: Los cineastas en la televisión
El decálogo, de Krzysztof Kieslowski, Polonia, 1989
500’ / +13
Esta obra mayor de Krzysztof Kieslowski incluye diez películas separadas, cada una de unos 50 minutos, principalmente ligadas a dos levantamientos en Varsovia. Las películas están concebidas como una reflexión contemporánea acerca de los diez mandamientos; o más precisamente se trata de una indagación sobre lo que implica en la actualidad no respetar tales mandamientos. Realizadas como una miniserie para la televisión polaca, un poco antes de que Kieslowski rodara La doble vida de Verónica y la trilogía de “Los tres colores”, cada una de las historias puede ser vista sin seguir un orden o una combinación particular, pues no dependen entre sí, aunque los personajes centrales de una historia pueden aparecer como extras en otra. Una de las razones por las cuales Kieslowski es en este caso controversial es que representa la tradición cinematográfica intelectual europea de los ’60 mientras que aquí analiza directamente cómo vivimos en la actualidad. El primer capítulo, “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, se centra en nuestra confianza en las computadoras; las conexiones irónicas y ambiguas con los otros mandamientos y las historias respectivas no resultan del todo obvias. Una de las tradiciones de los ’60 que Kieslowski parece retomar aquí es aquella que concibe una película como si fuera un rompecabezas, aunque su aproximación es más seria que frívola, y está ligada en parte a una indagación ética. El cuarto capítulo, “Honrarás a tu madre y a tu padre”, por ejemplo, uno de mis favoritos, gira en torno a la revelación de los sentimientos entre una joven que estudia para ser actriz y un arquitecto que puede o no ser su padre, y el octavo, “No darás falso testimonio”, tiene como epicentro la investigación de una académica judía estadounidense acerca de la razón por la cual le fue negado un refugio cuando ella era una niña frente a la amenaza nazi. (Los capítulos 5 y 6 se convirtieron luego en Una breve historia sobre un asesinato y Una breve historia de amor). Una de las mejores ideas de Kieslowski fue la de emplear un director de fotografía distinto para cada película (con excepción del tercer y noveno capítulo, a cargo de Piotr Sobocinski, que también trabajó en Rojo), aunque el guión –al que Kieslowski le dedicó un año entero de preparación con su colaborador habitual Krzysztof Piesiewicz– es más importante aquí que la puesta en escena, lo que no suele suceder en las películas posteriores del director. Cada segmento está trabajado como una breve historia muy bien concebida, frecuentemente con un giro sardónico en el final. (Jonathan Rosenbaum)
Hay un fundido encadenado a poco de comenzado el film que es maravilloso: un atardecer en el amplio espacio (todo western podría reducirse a esa espacialidad vasta que hay que conquistar) en donde el cielo con sus nubes amarillas y anaranjadas se transforma gradualmente en una pradera en la que se desplazan los caballos (el primero en aparecer es Meek como guía), las carretas y los diminutos seres humanos. Es un gran plano general extraordinario, sutil, incluso, al principio, con la primera aparición del jinete y su caballo, tiene algo de espectral. Por otro lado, lo que me pareció muy interesante es que si el hombre es destrucción y la mujer caos, es uno de los personajes femeninos –encarnado por Michelle Williams, extraordinaria actriz que ya había aparecido en Wendy and Lucy– la que pone orden cuando evita que Meek mate al indio; la que da las respuestas más racionales y sensibles frente al «caos» de la supervivencia y la violencia discursiva –y no sólo discursiva– de Meek (que en inglés significa «manso», una pequeña gran ironía del film). La violencia está en el acta fundacional de EEUU y este film da cuenta de eso.
Gracias, Roger.
Ema
querida Ema: ese fundido encadenado es glorioso. Y tu observación sobre el rol de la genial MW es lúcida y pertinente. Es la conciencia crítica del film. Buen detalle sobre «Meek». Gracias a vos por dejar siempre excelente comentarios como éste. RK
Le pifio al teclado, subo sin corregir y veo que faltan letras. excelentes comentarios.