SEMANA DEL 12 AL 19/10 EN LOS CINECLUBES

SEMANA DEL 12 AL 19/10 EN LOS CINECLUBES

por - Cineclubes
12 Oct, 2009 12:27 | comentarios

LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470

14 de octubre, a las 20.30hs:

 

La pasión de Juana de Arco, de Carl T. Dreyer, Francia, 1928

82’ / +13

Cortometraje: Las estatuas también mueren, de Alain Resnais y Chris Marker, Francia, 1953

La última película muda de Carl Dreyer es la más grandiosa de las películas sobre Juana de Arco. Juana es interpretada por la actriz de teatro Renée Falconetti, y a pesar de que su interpretación es clave en la historia del cine nunca hizo otra película. (Antonin Artaud también aparece en un cameo memorable.) El tratamiento radical de Dreyer para construir el espacio y la parsimoniosa intensidad de su estilo y sus movimientos transforman la película en “difícil”, en el sentido de que todo gran film reinventa el mundo desde el que surge. La película es dolorosa como todas las tragedias de Dreyer, pero permanecerá y sobrevivirá a todas las películas comerciales que serán olvidadas. (Jonathan Rosenbaum)

SAN MARCOS SIERRAS: CAMPING MUNICIPAL

SÁBADO 17

20.00hs:

 El iceberg,  de Fiona Gordon, Bruno Romy y Dominique Abel, Bélgica, 2005

84′ / +13

Cortometraje: Mi padre tiene 100 años, de Guy Maddin, Canadá, 2005

Extraña comedia física (y casi muda), aunque también un retrato melancólico sobre el amor, la opera prima de Gordon, Romy y Abel, los tres protagonistas del film, podrá o no producir (son)risas, pero sin dudas habrá de sorprender por su lenguaje cinematográfico , más cerca del cine mudo y de la comicidad de Jacques Tati. Tras un prólogo exótico, una mujer esquimal advierte que su mundo nada tiene que ver con los osos polares y las focas, y menos aun con la paz natural. Quizás su mundo esté en extinción, al menos su lenguaje, el Inuktitut, está en riesgo de marchitarse. Pero dice que un posible hijo e incluso su marido, podrán aprender su lengua, pues detrás de esta inquietud de supervivencia lingüística, hay una historia de amor. Y así larga una película imprevisible, sobre una mujer que tras quedar atrapada en una cámara de frío de un fastfood abandonará su vida mecánica, su familia y su trabajo, en un viaje que la llevará de Bruselas al Ártico. Caricaturesco, medidamente circense, El iceberg está compuesta de unos 150 planos, medios y panorámicos fundamentalmente, y hace gala de la profundidad de campo, demostrando además cómo el sonido (y no la música) puede suministrar información relevante sin subrayados. Una escena secundaria, políticamente esencial, que transcurre en un camión de reparto, justifica por sí sola los 84 minutos de este film proveniente del país de los hermanos Dardenne. (Roger Koza)

22.00hs:

 

Las playas de Agnès, de Agnès Varda, Francia, 2008

110′ / + 13 años

“¿Qué es el cine?”, se pregunta Varda, el único miembro femenino de la Nouvelle Vague, cuando su película-autorretrato está a punto de culminar. Su respuesta es baziniana: “La luz que viene de algún lado capturada por imágenes, algo oscuras y coloridas”. Y agrega: “Aquí, me siento como si hubiera vivido en el cine, que el cine es mi hogar. Pienso que siempre viví en él”. Esta película sobre sus memorias es indirectamente un ensayo sobre cómo constituir una existencia singular en obra de arte, o cómo el arte puede componer la identidad de un sujeto. A punto de convertirse en octogenaria, Varda, una auténtica espigadora con una cámara, selecciona materiales diversos (recuerdos de su infancia, escenas de sus películas, fotografías propias, pinturas, instalaciones, material de archivo) e intenta hilar una narración sobre su propia vida. Sus playas, el paisaje que se encontraría si se pudiera ver en su interior, son los recuerdos, que, como queda establecido en la primera escena, son espejos sostenidos por otros para poder reconocerse. La vida de Varda está atravesada por el siglo XX y sus amistades y sus intereses son un buen ejemplo: la constitución del cine moderno, la segunda guerra mundial, Vietnam, la revolución cubana, los movimientos libertarios de la década del ‘60, Jim Morrison, espigadores desconocidos, Chris Marker (al que se lo ve en su versión gatuna), Godard (al que se lo ve sin anteojos), Jane Birkin. Un buen segmento de la película gira en torno a su marido, el cineasta Jacques Demy, a quien Varda sigue amando, a pesar de su muerte temprana. Ésta es la película de una persona libre; no hay muchas, aunque pensemos lo contrario. (RK)

VILLA GIARDINO: SALA TEATRO ALEJANDRO GIARDINO

18 de octubre, a las 20.00hs:

La vieja alegría, de Kelly Reichardt, EE. UU., 2006

76’ / +13

Esta delicada meditación sobre la amistad, el destino de los hijos de la generación Power Flower y la irreversibilidad del tiempo consiste en una especie de road movie naturalista que por momentos puede confundirse con una versión neohippie de Secreto en la montaña (o también, como irónicamente lo expresara el crítico Scott Foundas, con una especie de Entre copas en donde la granola va en reemplazo del vino). Como sea, se trata del reencuentro de dos amigos (uno casado y aparentemente feliz, el otro soltero y psíquicamente desequilibrado) y del viaje que emprenden por los bosques de Oregon. La sensibilidad de Reichardt se expresa en la puesta en escena: los sonidos de la naturaleza y los planos abiertos se van imponiendo sobre el universo cerrado de sus personajes. Los últimos 20 minutos funcionan como una relajación integral tanto para los dos amigos como para quienes son testigos de este ejercicio afectivo por el que dos almas alguna vez cercanas van reconstituyendo aquello que las unía. Pocas películas indagan sobre la amistad de los hombres y entre hombres. La vieja alegría no solamente deja constancia acerca de un tipo de vínculo masculino desmarcado de la seducción y de la represión sexual, sino que en su tono intimista asoma y se percibe el ruido de la Historia y las decepciones de pretéritos proyectos utópicos diluidos en un sospechoso bienestar del mero presente. Los últimos minutos del film condesan el desamparo de una generación. Son planos tan tristes como necesarios. (RK)