SEMANA DEL 25 AL 31/ 07 EN CINECLUBES
LA CUMBRE: EN EL CINE LUIS BERTI, BELGRANO 470
PELÍCULA DEL MES (2)
27 de julio, a las 18.00hs:
Misterios de Lisboa (segunda parte), de Raoul Ruiz, Portugal-Francia, 2010
140’ / ATP
A las 20.30hs: John Ford en foco
Pasión de los fuertes, de John Ford, 1946
97’ / ATP
Cortometraje: Astrónomos de mi barrio (11’), de Patricio Guzmán, Chile-Francia, 2010
En la historia del western existen varios personajes que han adquirido la categoría de mitos y entre ellos está la legendaria pareja formada por Wyatt Earp y Doc Holiday, dupla que ha dado lugar a varias películas de diversos valores estéticos. Las hay buenas, como El alguacil de la frontera (1939), de Allan Dwan, Wichita (1950), de Jacques Tourneur, Duelo de titanes (1957), de John Sturges y La hora de la pistola (1966), del mismo director; intentos revisionistas, como Doc (1971), de Frank Perry, que muestra las aristas más oscuras de los personajes; y algún acercamiento tan ambicioso como fallido, tal el caso del Wyatt Earp (1994) de Lawrence Kasdan. Pero entre todas estas versiones destaca nítidamente la que realizara John Ford en 1946. Como siempre, Ford le presta poca atención al guion original para, en cambio, desarrollar su visión sobre los personajes, el Oeste y –por extensión– los Estados Unidos. Con su peculiar estilo en el que diferentes viñetas sin, en principio, aparente conexión terminan constituyendo un sólido bloque narrativo y desarrollando los personajes, el director construye un relato de implacable perfección en el que, como bienvenido plus adicional, Victor Mature ofrece la mejor interpretación de su carrera como el alcohólico y tuberculoso Doc Holiday. Como muestra de lo que señalaba antes, préstese atención a las escenas del recitado shakesperiano del viejo actor, la de Henry Fonda en la peluquería o la del baile en la iglesia, todos momentos en los que detrás de la situación aparente los personajes toman importantes decisiones. Uno de los grandes films del director, en el comienzo de su fecunda y formidable etapa de posguerra. (Jorge García)
Acuerdo en todo con García. Me gustaría recordar un momento más pequeño. El mejor plano de la película – y probablemente el mejor plano del cine junto con alguno de Ozu – es aquel en el que Fonda acomoda su silla, se sienta, se inclina hacia atrás y apoya un pie en la viga que tiene frente a él. Son quince segundos más o menos. Nadie fue tan sabio como Ford. Y nadie sino Fonda podía moverse así, con la misma calma con la que se retira su Lincoln al final de otra obra maestra.