SIGNOS DE INDEPENDENCIA: EL BAFICI EN CÓRDOBA
Son sólo ocho películas de uno de los festivales más ambiciosos del mundo en cantidad y calidad. Llega a Córdoba el famoso BAFICI: Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Es cierto que la variedad de propuestas que puede esperarse de las 400 películas exhibidas en abril de este año no puede descubrirse en un par de títulos. Pero el espectador tendrá un respiro de la mediocridad y la uniformidad de la cartelera de estrenos.
La variedad predomina: bailarines, músicos, aspirantes a téologos, cineastas, seductores histéricos, un pueblo entero como protagonista, criaturas salidas de la imaginación de Shakespeare pero reencarnadas en Buenos Aires poblarán la pantalla del jueves 19 al domingo 22 en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49). La variedad no es sólo temática sino también poética. Cada película detenta una forma de hacer cine.
En la liviandad sofisticada de Viola, la cuarta película de Matías Piñeiro, donde el teatro shakesperiano y la cotidianidad porteña se conjugan con una fluidez magistral, el espectador puede encontrar una vía inconmensurable con el cine argentino industrial de enanos y niños secuestrados. La matriz narrativa de Viola es mínima: seguir a un par de actrices jóvenes interpretando y ensayando piezas teatrales del dramaturgo inglés, y cruzar esa situación con breves episodios de una joven llamada Viola, que va en bicicleta de un lado al otro entregando CDs que bajan y venden con su novio. Parece poco, pero la sensualidad de cada plano es admirable y el modo de registro de lo transitorio es la clave de acceso de un director obsesionado con la repetición y la diferencia y el rostro femenino en el cine.
Si el mundo de Viola es demasiado porteño y circunscripto a una clase social específica, el mundo de Ricardo Bär, la interesantísima ópera prima de Nele Wohlatz y Gerardo Naumann, es un universo simbólico desconocido: todo transcurre en Aurora, un pueblo de Misiones, zona de intersección entre Brasil y Argentina donde reside una comunidad alemana. Ése es el contexto, y el tema del filme es lo que se produce en ese espacio viviente cuando se trata de hacer una película sobre una comunidad bautista y un joven que pretende ser pastor. La distancia justa para entender el funcionamiento de un sistema de creencias y la problematización sobre la (im)posibilidad de la representación en el cine (documental) son los elementos que convierten a Ricardo Bär en un filme fascinante. En ese sentido, La gente del río no es una película en consonancia. El retrato de un pueblo nunca es sencillo.
Desde su paso por el BAFICI y después por el FICIC, el festival de Cosquín, La Paz, la última película del director de mayor peso de la provincia, Santiago Loza, no ha parado de recibir elogios. Menos enigmática que sus trabajos anteriores, su película más accesible hasta la fecha se centra en la vida de un joven de clase media alta que acaba de salir de una internación y tiene que volver a la sociedad y a su casa. Un melodrama heterodoxo, una comedia ocasional: lo que sucede entre una empleada doméstica boliviana y el joven protagonista escapa al estereotipo y devela un centro problemático en el cine argentino de ficción: la interacción de clases.
El loro y el cisne, de Alejo Moguillansky, confirma que este joven director ha tomado un camino de experimentación narrativa más que loable. Por momentos parece un magnífico e innovador documental sobre algunas compañías de danza (el movimiento del cuerpo es una obsesión del director, algo que ya se veía en la notable Castro), pero en cierto momento surge una historia de amor y cambia la naturaleza del filme. Una película libre que ganará adeptos a lo largo del tiempo.
Entre las películas extranjeras de esta muestra sobresalen: Bloody Daughter, un exorcismo fílmico a cargo de una de las hijas de la pianista Marta Argerich donde el cine se transforma en una herramienta para conjurar el pasado familiar y personal y un modo de abordar la vida de una artista. Por otra parte, el tercer filme del director chileno Che Sandoval, Soy mucho mejor que vos, es una lúcida y divertida indagación sobre la masculinidad y una generación de adultos atrapada en una adolescencia infinita. Una puesta en escena precisa, diálogos inteligentes, secuencias humorísticas encomiables, en un filme que tiene cierto aire de familia con algunos de Linklater y Cassavetes. Y está Los ilusos, de Jonás Trueba, un filme cinéfilo sobre el cine, y el musical Peaches Does Herself.
Una semana de independencia no es mucho, pero sirve para recordar que el cine es otra cosa.
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
Más que interesante propuesta, sobre todo para los que no pudimos ir al Bafici en Abril.
La Paz es una de las que mas espero ver. Creo que el lunes estará Loza presentandola en Espacio INCAA.
De la visita al BAFICI 2013, a modo de balance de las películas argentinas exhibidas, destaco algunos films que desalientan y otros que estimulan.
Entre los primeros, hubo ejercicios de estilo o películas que bien podían haberse presentado, antes que en un festival de cine independiente, como trabajo final en cualquier universidad de cine (Mujer lobo de Tamae Garateguy y Acá adentro de Mateo Bendesky), películas que hoy resultan un mero sucedáneo de otras vistas hace muy poco tiempo atrás (Gente del río de Martín Benchimol y Pablo Aparo) y no tanto (Años de calle de Alejandra Grinschpun), y films simplemente olvidables (Una familia gay de Maximiliano Pelosi y el documental sobre Juan José Sebreli, El olimpo vacío de Pablo Racioppi y Carolina Azzi).
También, como en otras ediciones, se presentaron películas –algunas de ellas premiadas, lo cual indica los pilares estético-ideológicos que definen al festival y a quienes juzgan, al menos en lo referido al cine nacional– que reducen el Nuevo Cine Argentino a un corpus previsible de decisiones de puesta en escena y producción, y a un tópico excluyente: el de la abulia y/o el desconcierto de jóvenes de clase media alta (Leones de Jazmí López, Vidrios de Federico Luis Tachella, La paz de Santiago Loza y Los tentados de Mariano Blanco).
Entre las que realmente entusiasman, se presentaron documentales con impronta personal que toman al cine, antes que como un medio para expresar una idea, como un territorio a explorar en no menor medida que sus objetos de estudio (Alunizar de Pepa Astelarra y Lucas Larriera, La toma de Sandra Gugliotta, El gran simulador de Néstor Frenkel, y Tabula rasa de Jonathan Perel) y películas que, frente al deslucido cine argentino contemporáneo, muestran que, con igual riesgo estético e inteligencia de años atrás, aún sigue vivo aquello que se dio en llamar Nuevo Cine Argentino (P3nd3jo5 de Raúl Perrone, El loro y el cisne de Alejo Moguillansky y Viola de Matías Piñeiro).
Si IRONMAN se pregunta si el hombre hace al traje o el traje hace al hombro en el BAFICI se pregunta si las peliculas hacen al marco o el marco hace las peliculas?
Por ej la de Moguillansky esta buena y es disfrutable… pero… qué chances tiene de sobrevivir fuera del BAFICI? exagerando.. se trata de peliculas caracol? no sobreviven sin su caparazón?
Pensando un poco mas y para no ser injusto.. toda pelicula tiene su marco… pasa que de tan grande a veces no se ve. El caparazón de hollywood es enorme y enmarca cada una de sus pelicuas, las peliculas de hollywood no se abren camino solas.. quizas sea cuestion de crear otro caparazon.