SIGNOS DE INDEPENDENCIA: EL BAFICI EN CÓRDOBA

SIGNOS DE INDEPENDENCIA: EL BAFICI EN CÓRDOBA

por - Festivales
19 Sep, 2013 05:08 | comentarios
ricardo_bar_1_full

Ricardo Bär

Son sólo ocho películas de uno de los festivales más ambiciosos del mundo en cantidad y calidad. Llega a Córdoba el famoso BAFICI: Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Es cierto que la variedad de propuestas que puede esperarse de las 400 películas exhibidas en abril de este año no puede descubrirse en un par de títulos. Pero el espectador tendrá un respiro de la mediocridad y la uniformidad de la cartelera de estrenos.

La variedad predomina: bailarines, músicos, aspirantes a téologos, cineastas, seductores histéricos, un pueblo entero como protagonista, criaturas salidas de la imaginación de Shakespeare pero reencarnadas en Buenos Aires poblarán la pantalla del jueves 19 al domingo 22 en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv. San Juan 49). La variedad no es sólo temática sino también poética. Cada película detenta una forma de hacer cine.

En la liviandad sofisticada de Viola, la cuarta película de Matías Piñeiro, donde el teatro shakesperiano y la cotidianidad porteña se conjugan con una fluidez magistral, el espectador puede encontrar una vía inconmensurable con el cine argentino industrial de enanos y niños secuestrados. La matriz narrativa de Viola es mínima: seguir a un par de actrices jóvenes interpretando y ensayando piezas teatrales del dramaturgo inglés, y cruzar esa situación con breves episodios de una joven llamada Viola, que va en bicicleta de un lado al otro entregando CDs que bajan y venden con su novio. Parece poco, pero la sensualidad de cada plano es admirable y el modo de registro de lo transitorio es la clave de acceso de un director obsesionado con la repetición y la diferencia y el rostro femenino en el cine.

Si el mundo de Viola es demasiado porteño y circunscripto a una clase social específica, el mundo de Ricardo Bär, la interesantísima ópera prima de Nele Wohlatz y Gerardo Naumann, es un universo simbólico desconocido: todo transcurre en Aurora, un pueblo de Misiones, zona de intersección entre Brasil y Argentina donde reside una comunidad alemana. Ése es el contexto, y el tema del filme es lo que se produce en ese espacio viviente cuando se trata de hacer una película sobre una comunidad bautista y un joven que pretende ser pastor. La distancia justa para entender el funcionamiento de un sistema de creencias y la problematización sobre la (im)posibilidad de la representación en el cine (documental) son los elementos que convierten a Ricardo Bär en un filme fascinante. En ese sentido, La gente del río no es una película en consonancia. El retrato de un pueblo nunca es sencillo.

Desde su paso por el BAFICI y después por el FICIC, el festival de Cosquín, La Paz, la última película del director de mayor peso de la provincia, Santiago Loza, no ha parado de recibir elogios. Menos enigmática que sus trabajos anteriores, su película más accesible hasta la fecha se centra en la vida de un joven de clase media alta que acaba de salir de una internación y tiene que volver a la sociedad y a su casa. Un melodrama heterodoxo, una comedia ocasional: lo que sucede entre una empleada doméstica boliviana y el joven protagonista escapa al estereotipo y devela un centro problemático en el cine argentino de ficción: la interacción de clases.

vlcsnap-2013-09-19-14h03m17s87

El loro y el cisne

El loro y el cisne, de Alejo Moguillansky, confirma que este joven director ha tomado un camino de experimentación narrativa más que loable. Por momentos parece un magnífico e innovador documental sobre algunas compañías de danza (el movimiento del cuerpo es una obsesión del director, algo que ya se veía en la notable Castro), pero en cierto momento surge una historia de amor y cambia la naturaleza del filme. Una película libre que ganará adeptos a lo largo del tiempo.

Entre las películas extranjeras de esta muestra sobresalen: Bloody Daughter, un exorcismo fílmico a cargo de una de las hijas de la pianista Marta Argerich donde el cine se transforma en una herramienta para conjurar el pasado familiar y personal y un modo de abordar la vida de una artista. Por otra parte, el tercer filme del director chileno Che Sandoval, Soy mucho mejor que vos, es una lúcida y divertida indagación sobre la masculinidad y una generación de adultos atrapada en una adolescencia infinita. Una puesta en escena precisa, diálogos inteligentes, secuencias humorísticas encomiables, en un filme que tiene cierto aire de familia con algunos de Linklater y Cassavetes. Y está Los ilusos, de Jonás Trueba, un filme cinéfilo sobre el cine, y el musical Peaches Does Herself.

Una semana de independencia no es mucho, pero sirve para recordar que el cine es otra cosa.

Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2013

Roger Koza / Copyleft 2013