SIN TIEMPO
Reúno en este breve texto la respuesta de dos cineastas a preguntas directas sobre el cine argentino (en sendos reportajes que giran sobre otra cosa) no solo porque están en las dos puntas del NCA, sino porque lo que se desprende de ellas permite pensar un estado de las cosas en el campo cinematográfico local, entendido en el sentido amplio que implica no solo a cineastas sino también a críticos y espectadores. Ese campo necesita espectadores participantes, cineastas críticos, y críticos que pregunten a los cineastas por su relación con la propia tradición.
En un reciente reportaje de Jacobín América Latina, Lucrecia Martel responde largamente preguntas sobre problemáticas sociales vinculadas al cine, pero preguntada por el cine mismo y su actualidad (“A veinte años de La ciénaga y cerrado de alguna manera el ciclo del así llamado «Nuevo Cine Argentino», ¿vislumbrás algún aire de renovación en el cine nacional y latinoamericano actualmente? ¿Qué películas o cineastas destacarías?”) responde: “Perdón, me quedé sin tiempo, tengo que ir a editar”.
La literal salida de Martel provocó una serie de reacciones en las redes sociales, dedicadas a interpretarla como si se tratara de un oráculo: para unos y otros (solo variando en la valoración, positiva o negativa) se trata de la evidente actitud de una “muchacha punk”. Nadie sugirió lo más razonable: que la respuesta fuera en efecto literal. Ciertamente, el hecho de que la entrevista fuera por escrito da lugar a suspicacias, y los editores dejan flotando esa sugerencia al dejar esa salida como parte de la entrevista, pero en todo caso (y esa es finalmente la función de los oráculos) lo interesante es la interpretación más que la letra, y ante todo lo que sugiere a su vez: ¿por qué nadie expresa abiertamente aquello que se interpretaría en ese abrupto final? Si el «Nuevo Cine Argentino» es un ciclo cerrado (algo que todos asumen pero nadie señala), ¿por qué no hay una “renovación”? (y cual sería si la hay, o debiera ser si no la hay). El problema es que estas preguntas nunca se formulan, o bien quedan perdidas al final de una entrevista…
Hace algunas semanas, en su blog La Otra, Oscar Cuervo comentaba y preguntaba a Pablo Weber: “La tradición dominante del Nuevo Cine Argentino desde mediados de los 90 no permite registrar las convulsiones que se perciben en la calle en toda su virulencia. Menos todavía en las ficciones, que parecen por lo general transcurrir en un limbo temporal sin marcas históricas. Esa es una diferencia que se nota con el cine norteamericano. Incluso sus películas de género tienen continuas referencias al presente histórico o a su historia política. Cuando vi Fragmentos desde el exilo, del año 2018, me impresionó la frontalidad con la que vos te dejás impregnar por el presente histórico. (…) ¿Te planteás conscientemente dejarte afectar por las marcas históricas en lugar de evadirlas?”
Respondía Weber (y lo cito extensamente para intentar seguir el hilo de su razonamiento): “Todo el debate sobre la relación entre el NCA y su presente histórico me interesa bastante poco, la verdad. No pienso en eso en lo más mínimo. Me desmarco completamente, porque no siento que tenga demasiado que ver conmigo. Yo creo que hay una cuestión generacional ahí, pero también una cuestión geográfica. Muchos de los debates en torno al NCA se dan entre personas que habitan el mismo microclima, un par de manzanas de CABA, que comparten los mismos espacios de discusión, los mismos viejos resentimientos, etc. Y nada de eso me importa. La cuestión del tiempo histórico la tengo bastante resuelta para mis adentros. O vas a estar a la altura del tiempo que te toca, o no. Si no, tus películas serán olvidadas. No hay debate ahí. Es un axioma. A mí, por mis inquietudes, por mis intereses, me resulta inconcebible evitar ciertas cuestiones. El arte que a mí me interesa no las evita. Sin embargo, yo no creo que eso sea necesariamente una marca de fidelidad ni de calidad artística. La hora del lobo, sin ir más lejos, es una película con la que no siento ninguna afinidad ni interés. No defendería esa película, no la programaría, ni creo que sea una búsqueda artística muy interesante. Del presente me interesan las películas de Tatiana Mazú y César González. Yo creo que son obras construidas a espaldas de la cuestión del NCA y me parece que está muy bien. Ni se preguntan la ‘cuestión del presente’, porque es una cosa evidente”.
Incluso si uno quisiera entender de modo no contradictorio el discurso “desmarcado” de Weber (suponiendo que no le importa la cuestión porque la tiene “resuelta” y confía o concluye que igualmente la tendrán los cineastas que la dan por “evidente”, aunque no crea que eso “sea necesariamente una marca de fidelidad ni de calidad artística”, algo que podrían haber dicho con igual prescindencia los jóvenes cineastas de los 90), está claro que el debate va –o debería ir– más allá de “un par de manzanas de CABA” y “los mismos espacios de discusión” (?) o “los mismos viejos resentimientos” (??). Weber no se explaya sobre estas cuestiones, pero se preocupa por aclarar que La hora del lobo (película que Cuervo destaca en su pregunta) no le parece “una búsqueda artística muy interesante”, acaso sin detenerse a pensar que esa valoración se debe a su poca “afinidad”, aunque también es una obra “construida a espaldas de la cuestión del NCA”. Su autora hizo ese mediometraje como trabajo de fin de curso, y acaso lo considere tan poco relevante como Weber. Pero La hora del lobo no solo se pregunta por la “cuestión del presente” sino que lo ausculta, lo deja vibrar. Porque nunca podemos escapar al presente, claro, pero es “evidente” que desde hace mucho tiempo buena parte del (¿nuevo?) cine argentino busca escaparle a esa huella. Y eso es lo que podría responder, para quien esto escribe, las cuestiones insinuadas en Jacobin: Ahí se produce el agotamiento de lo “nuevo” (justamente cuando quiere burlar las marcas de su tiempo), y si algo o alguien alguna vez (o ya) reclama lo “nuevo” será porque cuestione lo dado, y no solo porque obre a sus espaldas.
Veamos, por ejemplo, como se (re)escribe la historia del NCA en una también reciente nota publicada en Infobae. Sergio Wolf descubre ahora que “como en toda producción humana, se puede ver Okupas como un documento de época. Al revés de lo que el cine argentino suele o solía hacer en el 2000, cuando Bruno Stagnaro la dirigió, en vez de esconder esa inscripción elige irradiarla, hacer de esas marcas una fortaleza y no un síntoma de debilidad, despojada de todo miedo a la realidad, esa palabra que -como decía David Viñas- quizás solo pueda escribirse entre comillas”. Wolf, uno de los propaladores y defensores de la “estética de la abstención” (según la igualmente abstenida caracterización de Emilio Bernini) sugiere ahora que “en vez de esconder esa inscripción”, hay que “irradiarla”. Obviamente no era esa su posición en el 2000 (aunque ahora hasta cite a David Viñas!), aunque ahora se lamente por lo que “el cine argentino suele hacer”, como si veinte años después ni el NCA ni sus críticos acríticos hubieran tenido nada que ver con ese estado de situación.
Hay que recordar, entonces, que para Wolf y muchos otros, contrariamente a lo que dice(n) aquí y ahora, esas “marcas” no eran una fortaleza sino un síntoma de debilidad, al que identificaban con “el cine de los ochenta”. En el libro publicado por Fipresci Argentina en 2002, Wolf resumía con los verbos “acotar, aligerar, sustraer” el nuevo mandato de y para los jóvenes realizadores. Luego (al dedicarse a la dirección del Bafici o hacer sus propias películas) dejó de escribir sobre cine argentino, y como muchos de sus colegas se encerró en la defensa de esa estética que había prohijado, sin ver que lo sustraído en buena parte de ese cine era la realidad misma (con o sin comillas).
Es una pena entonces que uno de los cineastas de la segunda generación que viene ahora a renovar ese NCA del que Martel ya no quiere hablar, no se interese por pensar la “tradición dominante del Nuevo Cine Argentino”. Porque no solo “hay una cuestión generacional ahí”, al menos en el mismo sentido ciego con que cada nueva generación cree poder desprenderse tan fácilmente de las precedentes. Se trata más bien de pensar en lo que las une en una misma trama histórica, y cuáles son las determinaciones (y las trampas) de la propia época. Pero para eso necesitamos cineastas, críticos, y espectadores que hagan más que contentarse con los oráculos, las afinidades, e irradiaciones del propio espejo. Necesitamos más preguntas y mejores respuestas sobre la relación entre pasado y presente.
*Fotogramas: Homenaje a la obra de Philip Henry Gosse+Martel+Martín Weber+Pescados.
Nicolás Prividera / Copyleft 2021
Gracias Nicolás por hacer un montaje con estos dos planos. A veces la secuencia que no puede armar uno solo se logra entre varios. Si algo me parece verdadero es que este no es un asunto de dos manzanas de CABA sino que atraviesa en un zigzag desde Salta hasta Córdoba, pasando por la ciudad de Buenos Aires con todos sus barrios y su conurbano y llegando hasta Usuhaia. Tampoco concierne a una única generación de resentidos, caramba. Persigue con insistencia a todas las generaciones desde nuestros cineastas ya muertos hasta el que está por agarrar por primera vez la cámara. No creo que nadie lo pueda esconder por más que se lo guarde para sus adentros.
Lo único que espero es que el futuro encuentre a un programador generoso que sí incluya «La hora del lobo», porque aunque fuera un trabajo de fin de curso y a muchos no les resulte estéticamente interesante es una de las pocas oportunidades para sentir cómo vibra este presente.
No sé si soy o no un programador generoso -y al decir esto no digo otra cosa que eso-, pero La hora del lobo fue parte de la competencia internacional de cortos del FICIC en el año 2015. Quería dejar constancia de ese hecho. Saludos a todos. R
Roger: creo que vos me hiciste llegar a ella, así que me refiero a programadores del futuro, porque esto sigue. Abrazo
Entiendo, Oscar, y de ningún modo fue un reproche; dado el comentario me pareció que estaba bien que yo dijera eso. No tanto por mí, sino por el FICIC, un festival muy austero. Abrazo.
El FICIC es lo más.
Gracias a vos y Migo por las preguntas: necesitamos que se les pregunte a los cineastas por el cine argentino, ya que ellos prefieren hablar de cualquier otro cine… Y eso attaviesa ya varias generaciones, de modo transversal. Ahi parecen estar (casi) todos de acuerdo. Una derrota cultural entre tantas otras. Eso se ve no solo en relaciñon a la valoración del pasado, sino de los contemporáneos: una película como «La hora del lobo» (una película importante, como dice Migo) es despreciada por no ser «estéticamente interesante» hasta por un cineasta que debería entender su valor (dicha esta palabra no solo en sentido «estético»…). De hecho es una de las películas que nis permite tratar de entender este contínuo giro a la derecha que ayer mismo se manifestó en las urnas, con un total de casi 70 puntos y un candidato de extrema sacando 13 en la ciudad luz de América del Sur.
A propósito, en el último debate que se llevó a cabo sobre un post de NP surgió como una curiosa excusa que solo participaban varones, invirtiendo de modo insólito el orden de los factores, como si el criterio de la moderación del blog impidiera participar a las mujeres, los géneros y disidencias sexuales. El hecho de entrar en un debate que en otros espacios no se da termina volviéndose una presunción de ser un macho violento. Esto lo alegaban no solo las editoras del blog La rabia, sino algunos varones que aguardan para decidir pronunciarse el advenimiento un modo de intercambios de palabras no patriarcal. O quizá simplemente se considere que el solo hecho de plantear una pregunta sea visto como una agresión machista y que las chicas van a abrir modos de discusión no patriarcal. Ahí descubrí que argumentar y disentir con los recursos retóricos que nos brinda el discurso es ser un macho opresor. Lo que es peor, creo que se identifica la pasión con que se plantean las preguntas acá con los linchamientos de Nueva Códoba. Un gran favor a los linchadores de morochos a los que de esta manera se favorece por pertenecer de la misma clase de los comentaristas de blogs. Sucede que también escucho en Intratables que plantear debates de fondo es volverse violento. Es bueno tomar nota de esta nueva hegemonía cultural que nos llevará a que los que proponen posiciones críticas sean considerados machistas violentos, porque me parece que esa es la que se viene.
Ni siquiera hubo debate, sino una serie de comunicados. Respuestas aisladas que ni siquiera dialogaban entre ellas. Prometiendo que lo iban a seguir en sus espacios. Nunca pasó.
Respecto de Wolf, quisiera recordar que cuando se dedicó a dirigir el BAFICI lejos estuvo de practicar el abstencionismo. En 2010 le pregunté por qué había elegido abrir y cerrar el festival con dos películas tan desdichadas como «Secuestro y muerte» (Filipelli, Llinás, Sarlo) que retrataba al dictador Aramburu como un estoico republicano y la disparatada «Los condenados» en la que Isaki Lacuesta imaginaba una Argentina donde el Equipo de Antropología Forense se preparaba simultáneamente para seguir con la lucha armada. A Lacuesta se le habrá hecho muy cuesta arriba comprender desde su mirada postfranquista qué estaba sucediendo en Argentina. Pero Wolf reivindicó con énfasis sus decisiones editoriales alegando que estaba «harto de que se idealice a la generación del 70», según sus palabras textualísimas. Así que el abstencionismo de Wolf fue más pregonado que practicado
Cortito: lamento obviamente que Martel no hay respondido esa pregunta que le hicimos, pero en consonancia con lo que dijiste, evitaría sobreinterpretar o sacar conclusiones exageradas sobre ese asunto, no creo que tenga una renuencia fundamental a hablar acerca de estas cuestiones, es una mujer con cabeza, ojalá tengamos ocasión de volver sobre ello alguna vez. En todo caso, Zama ya no puede ser leída dentro de las coordenadas del NCA y seguramente Chocobar tampoco, aunque sea simplemente por la peculiaridad de ser su primer largometraje documental. Sobre lo de Pablo, leí en su momento la entrevista y comparto que las declaraciones sobre el NCA no son muy afortunadas, y al revés de lo que plantea, La hora del lobo es una película importante (¿cómo olvidar al cheto levinasiano reivindicar sin arrepentimiento haberse sumado a los linchamientos?). Pero sus películas, así como las de lxs directorxs que allí menciona (Manzú, González) son un buen punto de partida para abordar la cuestión de una posible renovación. Habrá que ver en unos años. Y sobre la vida póstuma del NCA espero sigamos conversando a partir de tu nuevo libro.
Amigo MIgo: Lamento la (no) respuesta de Martel, que nunca puede ser leída (solo) dentro de las coordenadas del NCA. Es una de esas presencias que tensiona su propia generación (como Favio la suya, en otro sentido). Pero la lista de directores que cualquiera pueda sugerir es lo menos para abordar la cuestión de una posible renovación. Hay que acordar primero en (por) qué sería necesario renovar, pues de lo contrario la vida póstuma seguirá siendo el límite de la época. Espero que mi libro salga ya pronto, igual me quedé corto: la vida de derecha no solo sigue, sino que acaso esté triunfando como nunca antes. Y temo que el cine argentino tampoco esté a la altura de esas circunstancias.