SINFONÍA PARA ANA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
LOS IDEALES
Sinfonía para Ana, Argentina, 2017
Escrita y dirigida por Ernesto Ardito y Virna Molina
*** Hay que verla
Basada en la novela homónima de Gaby Meik, la primera película enteramente de ficción de la pareja Ardito y Molina se ciñe a un retrato de adolescencia en una época funesta de la historia argentina.
“Los pibes tienen que estudiar, los pibes pueden soñar, los pibes se quieren comprometer”. Cada tanto todos opinan sobre los jóvenes. Es por eso que las películas sobre jóvenes, al menos desde que a esa figura se le ha concedido el lugar del cambio y lo nuevo, constituyen siempre un secreto test sobre los modos de regulación del imaginario de una sociedad y sus respectivos conceptos de orden y libertad.
Sinfonía para Ana es un film de adolescentes que transcurre en 1974 y culmina en 1976, años siniestros e intensos, que no cesaron de proyectar sus signos en las décadas siguientes. El escenario del relato es el Colegio Nacional Buenos Aires. Dicha institución ha sido siempre una microscópica expresión simbólica del país, y lo que atraviesa a los queribles personajes del film es toda una época políticamente radicalizada. La destitución del gran Raúl Aragón en ese tiempo, rector en aquel entonces del colegio, es la intersección paradigmática entre colegio y nación, bien resuelta dramáticamente por el film.
El ubicuo tono elegíaco del relato se revela en el final, cuando Isa, la querida amiga de Ana regrese al país debido al restitución de la democracia, instante que la propia película devela el destino de su protagonista y los compañeros de curso. Hasta ahí, todo se circunscribe a la vida en el claustro, el despertar sexual, el nacimiento de la conciencia política, los vínculos familiares, siempre en contrapunto con los acontecimientos históricos del país, que van del regreso de Perón al país y su muerte posterior y la trágica instauración de la dictadura cívico militar en 1976. Dicho contrapunto se duplica en la obsesiva reconstrucción material de la época y los diversos materiales de archivo.
Pero la mayor conquista del film, acaso su misteriosa madurez, reside en constituir el punto de vista del relato en la propia experiencia adolescente, como si el film hubiera sido rodado por jóvenes de la misma edad, aunque de otra década. Es ahí donde se explica el indefinido candor con el que puede incluir escenas inquietantes, como cuando el padre de Ana la sorprende entonando la luctuosa melodía montonera “Con los huesos de Aramburu”. Es también en esa aproximación donde se puede sentir nítidamente la angustia de Ana frente a los derroteros de la historia de amor con Lito, interrumpida o mancillada por diferencias políticas, en la que el deseo convive con la desconfianza paranoica. Cuando el film es fiel a su lugar de enunciación todo fluye con la frescura de esa edad y con la intensidad de aquellos años, lo que explica la inadecuación constante de la banda sonora con la representación, pues esta le imprime un tono nostálgico y trágico que no pertenece al universo de los personajes.
Si Sinfonía para Ana se hubiera estrena 25 años atrás o de aquí a 20 años, la inocencia de sus personajes no habría de ser tan inconmensurable a la de su potencial público de hoy. No faltará quien le adjudique a la película espurias intencionalidades propagandistas y un oportunismo balad. Sucede que los pibes militantes tomando escuelas y abrazando ciertos ideales convocan a las pasiones del resentimiento, de las que solo emanan silogismos de desprecio e intemperancia.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de octubre de 2017
Roger Koza / Copyleft 2017
Es la traducción de la telenovela de la TV Pública Cuentame cómo pasó a la pantalla grande… La novela trasmite el frenesí de la época: la película se estanca en un meloneo insoportable. Tiene un rasgo redimible: está logrado el recurso de falso archivo.