SOMOS CALVINISTAS
Todo pasa demasiado rápido. Un mes atrás estaba editando en Hanói con los inconvenientes tecnológicos de siempre La Internacional Cinéfila y ahora redacto desde Casablanca la segunda editorial del año en curso. ¡Han pasado tantas cosas en este 2025!
No es muy difícil advertir que todo lo que ocurre está desprovisto de un signo de vida y una tangible esperanza en común. Se perpetúa en demasiadas geografías el avance de un modo de vida inscripto en la humillación de los que no son iguales a quien detenta un lugar de privilegio y ostenta el poder. ¿De qué escribir, entonces, en una época como la nuestra?
La cita es conocida. Cuando leí ese pasaje en el libro de Italo Calvino tenía 20 años y el mundo era apenas un poco menos hostil al actual. Esto se podía leer en Las ciudades invisibles:
«El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio».
Me doy cuenta de que ese pasaje ha guiado mi voluntad en todo lo que hago desde que empecé a dedicarme al cine. En los textos que escribo, en las películas que programo y en las clases y las conferencias que dicto, las palabras de Calvino me asisten y me sostienen. Es por eso que en cada ocasión intento justamente «hacer durar y darle espacio» a todo aquello que dice que existe otra forma de vida más justa y más fraterna. El propio sitio y su sostenimiento constituyen una contienda frente al desgano y la huida. Acá se intenta cobijar esa ecuación literaria del escritor italiano en cada cosa que publicamos. En Con los ojos abiertos queremos cuidar el cine y con él todo lo bueno que nos queda todavía mientras avanzan el nihilismo y el desprecio. Un plano de Kaurismäki aún permite recordar el placer de querer a un desconocido, como un pasaje de Renoir, la satisfacción de reconocer la humanidad en el encuentro con un extraño. Un plano de Fontán puede reponer el misterio de la luz; uno de Costa, el de la mirada de los desposeídos; y otro de Wiseman, el de la inteligencia de una comunidad cuando trabajan juntas personas muy disímiles.
Por eso, en este mes que ya lleva unos días, insistiremos prestando atención a todo lo que intensifica una experiencia en la que se puede vivir junto a otros y aspirar a una forma más justa de existir en comunidad. Con esa convicción iré a Berlín, y desde el festival escribiré las crónicas diarias de lo que ahí suceda. Sin haber leído el texto que me acaba de llegar de Adrian Martin, sé que estará en sintonía, porque gira en torno a Fredric Jameson, un hombre que iluminó con su prosa el mundo que nos rodea y sus representaciones en el arte. Habrá también una nueva entrega de Planos e impresiones, esta vez desde Casablanca, una ciudad en la que la que la gente baila y reza. Y no dejaremos de reseñar algunos estrenos y libros. En todos los casos, intentaremos hacer lo que ya hemos dicho: «hacer durar y darle espacio».
Roger Koza / Copyleft 2025
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