SONIDOS VECINOS / O SOM AO REDOR
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LA BRECHA
Sonidos vecinos / Som ae redor, Brasil, 2012
Escrita y dirigida por Kleber Mendoça Filho
*** Hay que verla
La contundencia formal y la precisión sociológica de este film brasileño permite conjeturar que su director será uno de los realizadores a seguir no solamente del cine brasileño sino latinoamericano.
El cine brasileño está vivo y sorprende. Hay evidencias: Branco Sai Preto Fica, de Adirley Queirós, Avanti Popolo, de Michael Warhmann, A Vizinhança do Tigre, de Affonso Uchoa y, lógicamente, Sonidos vecinos, de Kleber Mendonça Filho, gran película sobre un tema que obsesiona a los comunicadores latinoamericanos: la inseguridad. Por cierto, el filme ostenta una solidez conceptual inobjetable, y viene cortejado por una búsqueda formal a la altura de las circunstancias. Unas fotos fijas abren el relato remitiendo al pasado de Brasil, seguidas por un plano secuencia (en steadicam) en el que una niña va patinando, todo esto sumado a una banda musical que calza perfectamente en el tono: en menos de un par de minutos ya se comprende que aquí hay un director.
Para filmar una emoción dispersa como la desprotección hay que articular una cartografía visual. He aquí la primera inteligencia de Mendoça: mostrar un vecindario como una red simbólica sin límites precisos, en el que las calles y los edificios, vistos tanto en panorámicas como en planos generales, puedan establecer una situación social y un momento en la historia de un país. Recife luce poderosa, transformada por cierto esplendor económico que se traduce en rascacielos novedosos en esa geografía. El mar apenas se ve, y cuando se pueda divisarlo se advertirá un cartel que anuncia la presencia de tiburones. El peligro acecha por todos lados.
Sonidos vecinos avanza por microrrelatos que se desarrollan en un espacio común. Hay varios personajes: estancieros, inmobiliarios, amas de casa, personal doméstico, guardias. Hay dos secuencias oníricas inesperadas, y en una de ellas el miedo por el otro encuentra su expresión perfecta en tanto visualiza el imaginario propio de una clase. El inconsciente sin trabas de una niña mientras duerme orquesta una invasión (la inteligencia sonora de la secuencia es formidable). La conclusión es contundente: la propiedad privada ya no funciona como una esfera de salvaguarda, sino como una membrana permeable colmada por intrusos potenciales.
Pero la cotidianidad no se agota en su descripción, y la captación de una sensación tampoco se reduce a su escenificación. Lo que sucede en el epílogo del filme, cuando los guardias sostienen un diálogo con el patriarca de uno de los edificios, es un dato que reenvía la totalidad del filme a otro universo conceptual. Una fecha es la clave: 27 de abril de 1984, época crepuscular aún sin democracia que enfrentaba en otros términos a ese patrón con sus empleados. La elipsis elegida para contar este momento incitará al espectador a imaginar, pues el filme se reservará la información, aunque dejará en claro que la brecha económica de hoy entre quienes poseen y quienes cuidan las posesiones de los otros está inscripta en una historia política y económica. El discurso se ve, no se dice; menos todavía se baja línea.
El debut en la ficción de Mendoça es notable. Sus planos secuencia, las elecciones de encuadre, el trabajo sobre el sonido están al servicio de contar una experiencia sobre la interacción de clases en un tiempo específico. No hay aquí ni desprecio, ni apelación a una catarsis en la que valga todo, pues lo que se intenta es confrontar el miedo, incluso historizarlo. Ver y entender es siempre mejor que explotar y denostar. Sí, todo lo que está mal en Relatos salvajes (y bastante bien en Historia del miedo) funciona muy bien en este filme, capaz de convertir un lavarropas en un vibrador erótico destinado a conjurar el hastío de una mujer acomodada y una pelota de fútbol en un signo indirecto de la opulencia de una clase frente a otra que mira la circulación de objetos y la expansión edilicia como un espectáculo fuera de su alcance.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de octubre 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
Había escrito algo sobre este film brasileño estrenado en el Festival de Lima y el uso del sonido que se hace notar desde el título. Es interesante la forma en que el director muestra a los personajes de distintas clases sociales en un mismo espacio (un barrio residencial de Recife), preocupados por el tema de la inseguridad. Las secuencias oníricas representan muy bien ese temor a la intrusión, a la violación de la propiedad. Llama la atención la desesperación de una mujer por los ladridos de un perro y cómo intenta resolver el problema.
Por otro lado, el viaje que realizan el patriarca don Francisco, Joao y su novia (a quienes se ve en la foto) a una zona rural, una hacienda, marca un claro y deliberado contraste con la ciudad. Hay una especie de homenaje cuando Joao visita las ruinas de un cine y se escuchan los ecos de alguna película del pasado. Finalmente, el epílogo trae una revelación que obliga a una reflexión o replanteo.
Exactamente. Es así. Dejé en «fuera de campo» el tema del cine que se ve. No tanto la escapada al campo, implicada en la revelación final. No creo que KMF haya buscado plantear un contraste entre campo y ciudad como formas de vida en tensión sino en cómo existe una historia entre los dueños de la tierra y los habitantes de los nuevos edificios. Lo del perro es uno de los tantos temas. Me gusta todavía más la función de la aspiradora y del lavarropa, electrodomésticos que remiten a un corto del director denominado Electrodomésticos. Personalmente, creo que es un film importante. Saludos. RK
Un Film importante sin dudas, notable por como se cuenta la interacción de clases, los personajes por lo general son patrones o empleados y en particular esta marcada la cuestión del empleo doméstico (como en otro gran film brasilero: Santiago o en tantos otros latinoamericanos como La Paz, Criada, uno muy bueno chileno de cuyo nombre no me acuerdo, etc.)
Siempre hay una tensión y una rispidez en ese trato de patron /empleada doméstica por ejemplo cuando le ordena a la empleada que se ponga sus sandalias o cuando la mujer ama de casa se enoja y le grita a la empleada que le rompio el aparato de sonido para el perro. Pero también hay un aire de tensión, aunque mas sutil, en las situaciones en las que los patrones son «amables» con sus empleados. Interesantes son los momentos en los que los empleados o sus familiares se apoderan del espacio cuando los dueños estan ausentes.
Recuerdo también la escena en la que le rayan el auto a una mujer…toda la bronca del oprimido que surge y se expresa.
Y también esta lo que decis sobre la seguridad, seguridad para los ricos claro: porque a la vieja empleada domestica la invitan amablemente a que mande la hija en su reemplazo o también esta
la escena en la que el consorcio discute si echar o no al portero nocturno…los subordinados no tienen ninguna seguridad que reclamar.
…tremenda película.
Así es. Esa escena es temible.