TIERRA DE LOS PADRES
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
LAS BASES
Tierra de los padres, Argentina, 2011.
Escrita y dirigida por Nicolás Prividera
**** Obra maestra
La segunda película de Nicolás Prividera confirma la importancia de su cine en el contexto del cine argentino contemporáneo
“¿Cree usted que a punta de dicterios y de bayoneta conseguiremos alguna vez que de los elementos que nos ha legado la vida colonial; de la anarquía habitual que nos ha dado la república (…) salga una organización política intachable?”.
Entre las citas que leen los vivos de los muertos que reposan en la necrópolis aristocrática de la Recoleta, esta epístola de Alberdi a Sarmiento, de 1853, es mucho más que una cita en la extraordinaria Tierra de los padres. Es la evocación de una razón y una razonabilidad que no excluye a nadie: el bárbaro tiene sus razones, pues no es una bestia aún no redimida por la ilustración blanca. Más allá de aquel contexto, en el film de Prividera las citas de Alberdi instituyen un organizador conceptual para el conjunto de planos y lecturas que repiquetean como una batalla discursiva inacabable. El nacimiento de la nación fue violento, el desarrollo de su historia también.
Distintos lectores, casi siempre frente a las tumbas de los autores de los textos elegidos, ponen su voz. Militares, presidentes, comunicados anónimos, periodistas e incluso poetas son nuestros fantasmas. Lo que dicen aún pervive; aquellos textos pretéritos podrían haber sido escritos en el 2008, por ejemplo. Rosas, Mitre, Lavalle, Moreno, Urondo, Ascasubi, Silvina Ocampo, Lugones, entre otros, resucitan, y en sus palabras la lucha de clases, mucho más que un concepto marxista, palpita entre los silencios. Pero esto no significa necesariamente estar destinados a una confrontación campal.
No sólo están las lecturas y el mármol trabajado en símbolo; el cementerio, a pesar de su costado siniestro, es también un lugar vivo: están los turistas, los maestros y sus alumnos, los familiares, los animales. Unos gatos se disputan una paloma; una mariposa intenta remontar vuelo, los seguidores de Evita le cantan a su panteón la marcha peronista. Por cierto: la lectura de un pasaje de “Mi mensaje”, de Eva Perón, más que arengar por una empatía partidaria, se conjuga amablemente con varios planos de los trabajadores de la necrópolis, coronados por un plano justo sobre la tumba de David Alleno, un cuidador de mausoleos. La presencia de los trabajadores es una constante de la puesta en escena. No se trata de una inclusión caprichosa sino de una exposición ideológica. Los personajes conceptuales de los textos leídos se refieren en reiteradas ocasiones elíptica o metafóricamente a todos ellos: son los salvajes y los bárbaros, la mugre humana que supuestamente deshonra la estirpe de un país. En algún pasaje casi imperceptible, uno de los trabajadores habla en guaraní, un detalle exquisito, entre tantos otros, que constituye la materia del film.
La política formal de Tierra de los padres implica una forma de política. En principio no se trata de un film histórico, acaso habría incluso que retomar un viejo término de Nietzsche, lo intempestivo, para ubicar la fuerza secreta de la película. Aquí, ningún prócer resucita con sus patillas y atuendos para entrometerse en el cuadro cinematográfico y jugar con ese procedimiento absurdo y cómico, pocas veces conjurado en el cine histórico: la representación de una época. En esto Prividera asume completamente una evidencia: el cine sólo registra el presente. Pero, entonces, ¿cómo (de)mostrar las epistemes que configuran las luchas discursivas de la nación? La asumida veta Straub-Huillet es una huella menor, casi anecdótica (lo mismo respecto de la otra referencia ineludible, las tumbas de John Gianvito). ¿Por qué si alguien lee frente a una cámara ya debería ser decodificado en esas coordenadas? Prividera no busca la naturaleza ahistórica como escenario, una estrategia de puesta en escena por la que los viejos textos de antaño quedan destituidos de una referencia específica y de ese modo se derrota la representación. El extrañamiento radical de los Straub apoyado en una universalidad abstracta del escenario natural y conjugado con un antinaturalismo sonoro en las lecturas está ausente en Tierra de los padres. El procedimiento es casi opuesto. El cementerio funciona como una cantera arqueológica y fantasmal de los discursos del presente (de allí que hacia el final en los planos generales sobre el cementerio suenan al unísono todos los textos). Como espacio simbólico La Recoleta está saturada de signos y Prividera en su registro destierra cualquier gesto minimalista. La profusión de signos escritos y leídos, incluso las citas que se ven y no se leen, como la de San Agustín, entre otras, estimulan un hiperrealismo omnipresente e intempestivo de todos los discursos, modalidades de enunciación que chocan entre sí hasta el infinito. Se trata de una historia de la verdad acerca de la verdad de la historia, desde donde se fundamentan y se anclan las luchas del persente. En lo específico y singular reside la universalidad de la película. Prividera, en cierto sentido, no contrae deudas con ningún cineasta anterior, lo que no implica que esté buscando el reconocimiento de un supuesto mérito de originalidad. La forma elegida, en todo caso, es la que él cree necesitar en esta circunstancia.
Si bien el material de archivo que abre la película (un montaje visual con varios episodios sangrientos de la historia argentina del siglo XX, incluido el 2001, musicalizado con el himno nacional) y el magistral cierre (un travelling aéreo sobre el cementerio, con algunos compases de Verdi de fondo, que desemboca en el camposanto de aguas marrones sin tumbas) dan la impresión de que Argentina es toda un destino violento, hay voces que, sin negar los conflictos, prevén otros caminos. Es que en Alberdi, Walsh, Gianuzzi (y en este film de Prividera) se vislumbran otras bases discursivas para la república.
Esta crítica fue publicada en una versión diferente por el diario La voz del interior y en esta misma versión por la revista La rana, número 10, año 2012.
Roger Koza / Copyleft 2012
Uno de los extras del DVD de M es un supuesto gag: Prividera apila libros (textos) hasta que la pila se desarma y se cae. Ese pequeño gag es una suerte de cifra o alegoría de lo que sería su próxima película, Tierra de los padres. Una acumulación de textos que se desarma y se cae; cuanto más avanza la película (cuantas más citas se acumulan, se apilan) la película más tambalea. Luego, con ese final tan «cantado» (¡¡¡ay la elección musical!!!) la película se derrumba definitivamente.
Si no me equivoco, en el film hay una errata: Facundo es de 1845, no de 1835.
Larsen: no lo veo así, es evidente, pero no estás solo en tu apreciación, lo que también es evidente; lo que no es evidente es el argumento de tu apreciación, lo que sí me interesa.
Respecto al error, habría que confirmarlo. No me parece grave, en última instancia.
Saludos.
RK
Por supuesto, la errata no es relevante, no fue lo que motivó mi posteo.
Te agradezco la respuesta. Sigo el blog, aunque no siempre participo.
Buen 2013.
Saludos,
L.
Un saludo cordial para usted Mr. Larsen. Veo cada tantos sus comentarios. Muchas gracias. RK
Nicolás Prividera, Un parresiasta irreverente.
Tierra de los Padres o la violencia del arte como irrupción salvaje de la verdad.
Roger:
Ponete las pilas y subí toda la discusión que se suscitó a porpósito de tu crítica, que está bueno (creo).
Saludos,
L.
En el traspaso del blog esta discusión quedó afuera: acá va.
Fran Márquez Dice:
diciembre 18, 2012 en 5:15 pm | Responder
No me parece que “Tierra de los Padres” acumule citas, más bien su mérito es que las pone en dialogo no sólo entre ellas y con el presente; sino con una idea que recorre toda la película: la cita de Marx en el inicio. Respecto al final, creo que la película tiene dos: las voces que se interponen en el cementerio (que me parece subraya excesivamente lo que ya habíamos comprendido) y el plano aéreo que entiendo le agrega mucha intensidad al drama planteado durante la película, en ese plano aéreo que llega hasta el Río de La Plata, pude ver los rostros de los militantes asesinados por la dictadura. Al salir, además de mi conmoción por lo que acababa de ver, se sumaba la pregunta: ¿Cómo puede ser que una película como esta sea reconocida en el exterior y haya pasado tan desapercibida en nuestro país?
Larsen Dice:
diciembre 20, 2012 en 12:31 pm | Responder
Perdón por insistir. Hay algo que dejaste de lado, y que me parece fundamental. ¿Quiénes leen los textos? No cualquier persona , sino personajes o figuras de la cultura. ¿Por qué esa gente y no otra? Porque, además, no se dice quién lee; con lo que la película se transforma en una especie de ejercicio frívolo: reconozcamos quiénes le dieron el sí a este proyecto de Prividera. Y así, la aparición de Prividera puede leerse como la clara intención de demostrar que él puede “colarse” entre esas figuras, como una demostración de pertenencia.
Leopoldo W Dice:
diciembre 20, 2012 en 9:21 pm | Responder
Concuerdo en todo con Larsen. M era una buena película pero tenía un problema, algo que chirriaba durante todo el film y estallaba al final: Prividera se subía a una tarima y nos propinaba un lindo discurso sobre su historia. La bajada de línea volvía en el cine argentino después de un largo rodeo. Alguien que se pone en el lugar correcto, que predica, casi como en un sermón. Ese aspecto, que M superaba por sus otras apuestas, se adueña de Tierra de los padres en su totalidad con una convencionalidad pasmosa. ¿Quieren que les mencione la cantidad de films argentinos que toma La Recoleta? Esa obsesión con la cultura dominante, ese amor por la cultura hegemónica de izquierda, esa inclinación hacia la épica como modo de entender la vida… No hay montaje vanguardista, todos sabemos entre nos quienes son los héroes y quiénes los villanos. Vuelve el cine del bajar línea. ¿Por qué leer “La hora de la espada” de Lugones y no uno de sus espléndidos poemas? ¿Por qué no considerar a Walsh como parte de esa violencia que signa la historia argentina (participó activamente en una agrupación sanguinaria, participó de varios atentados) en vez de pensar que, como dice Koza, “hay otras bases discursivas”. Mientras sigamos pensando que Sarmiento era un genocida y Walsh un periodista que denuncia, la violencia de nuestra historia seguirá siendo lo que es también en esta película: un tabú.
Larsen Dice:
diciembre 21, 2012 en 3:26 pm | Responder
A lo que dice muy bien Leopoldo, me gustaría agregar que hay un denominador común entre ambas películas. Si M empieza con una referencia, mediante la cita de Faulkner, a cierta polifonía, pero se cierra con el discurso monológico (la bajada de línea) del director; en Tierra de los padres la “escena polifónica” (todas las voces superpuestas) deriva, sin embargo, en un sentido único, una dirección única de todos esos discursos que sería la que indica el movimiento de cámara final hacia el río. Como si todas esas voces sí y solo sí condujeran a un mismo lugar, a un mismo destino. Ambas películas son, pues, falsamente democráticas, falsamente polifónicas, porque finalmente cierran todo, bajan línea, clausuran.
Carlos V Dice:
diciembre 21, 2012 en 9:28 pm | Responder
W: “¿Quieren que les mencione la cantidad de films argentinos que toma La Recoleta?” Y, la verdad es que sería más interesante que tu remix de la teoría de los dos demonios. Evidentemente vos sí tenés claros quienes son los héroes y villanos, cuando pedís un poema de Lugones y le endilgás a Walsh su participación en una organización “sanguinaria”. En cambio, Prividera muestra el asesinato de Aramburu en toda su crudeza. Eso es polifonía, no el monólogo tuyo y de Larsen, cuyo evidente enojo con la película deja en claro quién clausura el pensamiento.
Leopoldo W Dice:
diciembre 22, 2012 en 10:42 pm | Responder
Bueno, eso de seguir corriendo con la teoría de los dos demonios a toda crítica a Montoneros o a otra organización guerrillera es bastante absurdo. Decir “remix de la teoría de los dos demonios” no se justifica al menos por lo que yo dije. Tampoco dije que Lugones fuera bueno y Walsh malo. La teoría de los dos demonios se usó para igualar la violencia de “los dos lados” suprimiendo el hecho de que una venía del Estado y otra de la sociedad civil. Desde que uno reconoce que esa diferencia es fundamental e irrenunciable (algo a lo que adhiero y que en ningún momento se pone en cuestión en lo que digo), creo que se puede criticar a las agrupaciones guerrilleras sin necesidad de sacar ese argumento que no tiene nada que ver con lo que dije. Tampoco tengo en claro quiénes son héroes y villanos, no del todo por lo menos o me parece que hay mucho más claroscuros que una versión fácil sobre la historia argentina nos puede hacer suponer. Ya lo de polifonía corre por tu cuenta porque no sé muy bien qué tiene que ver con lo que dije. Otra cosa, yo no le “endilgo” a Walsh nada, es sabido que participó en Montoneros y que, entre otras cosas, estuvo en un cargo bastante estratégico cuando asesinaron a Rucci (por poner un ejemplo que para mí muestra que era una organización sanguinaria, más allá de la opinión política que podamos tener de Rucci). Eso no lo hace un demonio, pero yo no dejo de preguntarme por qué escritores tan lúcidos y preparados como Urondo, Walsh o Gelman pudieron celebrar un crimen de esas características. Qué es lo que pasó en ese momento para que se llegara a ese tipo de situaciones. Me pregunto también si nos podemos hacer esa pregunta. Si lo único que se te ocurre es sacarme como acusación la teoría de los dos demonios, está claro que no hemos avanzado mucho en el terreno del pensamiento del 80 a esta parte.
Larsen Dice:
diciembre 22, 2012 en 10:56 pm | Responder
Che, Carlos V (¡pobre Pynchon!), el piloto automático ideológico-cultural te funciona perfectamente. Me parece que estuviste viendo demasiado El refugio de la cultura.
Gustavo F. Gros Dice:
diciembre 23, 2012 en 12:26 am | Responder
Coincido 200% con larsen y leopoldo w (100% con cada uno). “Tierra de los padres” es una película “clausurada” en sus primeros 5 minutos cuando se hace la analogía entre el himno nacional y las matanzas de segunda mitad del siglo XX en este país. Después de semejante introducción, es obvio que todo lo que va a venir después corre por el mismo lado: los vencedores vencidos en clave “políticamente correcta” (¡muy!; rozando muchas veces el lugar común) con el río de la plata de fondo cual final de “garage olimpo” mixturado. Esta película dista años luz de ser una “obra maestra” (apenas llega a buena y pidiendo permiso) y sí, montoneros fue una organización sanguinaria y walsh fue parte activa de ella: ya oscar del barco hace unos años en la revista “la intemperie” lo admitía: la guerrilla y el estado usaban los mismos métodos para diferentes fines (aparentemente) pero los métodos violentos y sanguinarios ERAN IGUALES. Si para vos carlos v la ideología los “justifica” bué… te deberías hacer cargo entonces de esos asesinatos que en nombre de la ideología, justificás precisamente: te tenés que hacer cargo de los que mató (y cómo) o ayudó a matar walsh. Y la película de prividera no genera enojo, lo genera más bien cierta crítica que la ensalza de más pues la película en sí, no muestra (“revela”) mucho más que lo que muestra cualquier apunte pedorro de primer año de cualquier facultad de humanidades. Saludos.
Gustavo F. Gros Dice:
diciembre 23, 2012 en 12:34 am | Responder
Y Roger, lo que me sorprende notablemente es eso que decís al final y que curiosamente no especificás (siendo para mí lo que más deberías especificar en tu crítica) con respecto a “se vislumbran otras bases discursivas para la república” que decís que la película dispara… ¿¡Cuáles son!?: la película empieza con la matanza de la revolución libertadora y termina con los muertos en el río de la plata. ¿Dónde están esas otras bases?: el “alberdi” de esta película es exactamente (pero exactamente) el mismo que planteó feinmann en “filosofía y nación” hace 40 años atrás (y fijate lo que es feinmann hoy en día por ejemplo); ni que hablar con walsh como bien lo describen larsen y leopoldo w; siendo además que la bajada de línea de prividera es la misma de M siempre con el “plus” (¿?) de su historia personal deambulando por ahí y que por momentos, roza el “golpe bajo” de la peor forma. En fin: esas “otras bases” no las ví ni veo ni usando toda la imaginación que me sobra.
Saludos
Leopoldo W Dice:
diciembre 23, 2012 en 1:53 pm | Responder
Sí eso, discutamos cuáles son esas “bases”. Porque Alberdi justamente escribió las Bases y están en nuestra Constitución Nacional que es muy buena. Pero eso no impidió todo lo que pasó. Dale Roger, expedíte sobre esas otras bases así discutimos algo concreto.
ojosabiertos Dice:
diciembre 23, 2012 en 5:59 pm | Responder
He seguido la marcha de la argumentación. Mis tiempos son pésimos en este momento y no tendré tiempo hasta finales de enero para meterme a fondo en un debate como el que me solicitan Leopoldo y Gustavo.
Digo solamente esto: Gustavo tiene razón al reclamarme que diga algo más sobre “las nuevas bases”. Yo creo que ciertos textos indican ese porvenir, y los señalé aquí y en otros lados. Por otro lado, es cierto que Alberdi está en la constitución pero no completamente. En sus textos existe una deriva, y creo que el punto de vista del film está articulado en esa perspectiva. Lo he discutido con Prividera y tengo la impresión de que él aceptaría una lectura semejante, aunque seguramente me objetará algunos de mis argumentos. Saludos. RK
Larsen Dice:
diciembre 23, 2012 en 7:25 pm | Responder
Uh, Roger. ¿Fines de enero? Eso es enfriar la cosa demasiado. Por lo demás, creo que –estoy casi seguro de que– la sola idea de “bases discursivas para una república” es poco alberdiana, pese al título de sus famosas bases. Quiero decir: la idea de que sobre un discurso (un texto) se podía construir algo (una república, una sociedad, una comunidad, una nación) así sin más era algo que no lo convencía para nada, y que lo distanciaba de Sarmiento, que confiaba más en el libro, en los textos, en los discursos.