TIERRA SALVAJE: IMPRESIONES IMPRECISAS SOBRE EL BAFICI 2012

TIERRA SALVAJE: IMPRESIONES IMPRECISAS SOBRE EL BAFICI 2012

por - Críticas, Festivales
19 Abr, 2012 08:36 | 1 comentario

Los salvajes

Por Roger Koza

Había un fantasma que venía acechando por el Abasto, sede del BAFICI: los diálogos de pasillo y los textos que se publican en blogs y diarios tenían un tema excluyente. Sucede que un gran film como Tierra de los padres, de Nicolás Prividera, un film radical y políticamente incómodo, una relectura fílmica y discursiva del nacimiento (y la evolución) de la Nación, no quedó programado en el BAFICI. Dos cartas abiertas del director publicadas en Micropsia, blog de Diego Lerer en la influyente página Otroscines.com, han suscitado un debate intenso que, si hubiera generosidad e inteligencia, sería una gran oportunidad para pensar a fondo un festival de cine tan singular como éste. De todos modos, una película ausente venía ocupando el lugar del debate político y estético en esta decimocuarta edición del BAFICI.

Después de Los salvajes, de Alejandro Fadel, la competencia internacional tiene un primer candidato firme, y quizás el eje de la discusión tendrá a partir de ahora otros matices. Este año, a diferencia del año pasado, con cinco películas de un nivel superlativo, no parece haber grandes películas, pero con Los salvajes llegó otra controversia. Se trata sin duda, del film más maduro de un modelo cinematográfico, uno que el BAFICI valida año tras año.

Los salvajes se resiste a una simple asimilación: el escape de un correccional de menores de 5 adolescentes empieza como una película de fuga y termina siendo una suerte de retrato sobre lo primitivo con pinceladas míticas y religiosas. Será un film discutido por largo tiempo. La concepción formal del film es absoluta: no hay intersecciones entre planos cerrados y abiertos. Sin escalonamiento alguno, de un primer plano se sigue un plano general. Los procedimientos de montaje son radicales, también su coraje narrativo: los personajes desaparecen cuando resultan más interesantes. Después llega el misticismo, la abstracción metafísica, la purificación. Hay algo de El señor de las moscas, a mi parecer, libro y películas más cercas de este universo presentado por Fadel, aunque en el cuento y en la(s) película(s) los niños que devienen salvajes pertenecen a una clase social aristocrática, y en el film de Fadel, el despojo material es una condición de existencia. Uno de los desaciertos ostensibles del film de Fadel es el diseño de sonido y las elecciones musicales. Son subrayados disonantes respecto de sus imágenes, una decisión casi caprichosa. Lo ominoso se anuncia siempre, tiene un tono. Por otro lado, el misticismo difuso y paulatinamente omnipresente implica otro tipo de tonalidad, y aquí se presenta otro contraste: a la materia de la imagen se le impone una profusión de signos. Simbolizar y musicalizar en exceso; estas son las acciones que debilitan a Los salvajes.

En la competencia nacional, La chica del sur, de José Luis García, es una candidata a llevarse algo. El director de Cándido López vuelve a demostrar que los mejores documentales son aquellos donde el cineasta atiende a la realidad y la incorpora a la puesta en escena. Aquí, el film se divide en dos. En 1989, por azar, el director reemplazó a su hermano en un congreso internacional juvenil de política revolucionaria, en Corea del Norte. García será testigo de un evento nacional: una joven llamada Lim Sukiung, ciudadana de Corea del Sur, cruzó la frontera desobedeciendo la cultura anticomunista de su país con un objetivo simbólico preciso: la reunificación de Corea. García se interesa por el personaje y registra el evento. Mucho tiempo después intenta rastrear el paradero de Lim, hasta que finalmente se (re)encuentra con ella, primero en Seúl y después en Buenos Aires, 20 años después. La chica del sur evidencia un cambio de mentalidad política que excede a coreanos y argentinos. Se trata de un film sobre el encuentro entre dos extraños, unidos sin saberlo del todo por una transformación imperceptible en cómo un sujeto se percibe en el mundo. El secreto de La chica del sur reside precisamente en darle visibilidad a una mentalidad inconmensurable entre una época pretérita, dominada por una subjetividad política y una nueva, en la que predomina una subjetividad humanista.

Las pibas

Por otra parte, dos “clásicos” del BAFICI, Gustavo Fontán y Raúl Perrone, demostraron ser fieles a los caminos trazados al comienzo de sus carreras. En La casa, Fontán convierte su hogar familiar en una entidad fantasmal donde los recuerdos reposan en los objetos. Es un filme sensorial sobre el espacio íntimo y la finitud de los sujetos y objetos. Y la resistencia de una demolición. Perrone, en Las pibas, cada vez más depurado y radical, cuenta la historia de un amor lésbico juvenil en un contexto social específico. Con un poco más de 90 planos, y en una hora, Perrone logra un retrato justo de la alienación laboral. Los repetitivos sonidos de una fábrica castigan, pero el discreto consuelo de un abrazo amoroso puede contrarrestar un poco la monotonía en la cotidianidad de los desposeídos. Es para mí su mejor película.

El film que despierta pasiones y entusiasmos justificados, del que todos hablan, el que renueva la fe en el cine, es Tabú. La obra maestra de Gomes, una historia de amor controversial (una mujer embarazada se enamora de un hombre que no es el padre de su futuro hijo) en un contexto colonial, es sólo el pretexto para exponer el deseo de ficción. La película de Gomes no sólo retoma ligeramente Tabú de Murnau, sino que también revive la tradición clásica del cine norteamericano (Ford y Hawks). No se trata de citas, más bien de un reconocimiento de la fuerza cinematográfica del pasado en función de hacer algo completamente nuevo. Si la medida del festival es Tabú, la distancia entre este filme y las películas en competencia es demasiado grande.

Germania

Después de Los salvajes, la ópera prima de Fadel, una de las tres películas argentinas de la competencia oficial internacional, las otras dos venían precedidas de augurios y expectativas. Germania, de Maximiliano Schonfeld, es un debut importante. Muchos dirán que remite a Luz silenciosa de Carlos Reygadas: la mayoría de sus protagonistas pertenece a una comunidad alemana establecida en Entre Ríos; hablan un dialecto cercano al alemán y también español. Una familia se dedica a la producción avícola. El emprendimiento está en crisis, y los dos hermanos, que viven con su madre, también lo están. Es posible que se muden y, además, la adolescente de la casa está embarazada. Schonfeld sugiere tensiones diversas (de clase, familiares, económicas) nunca las explicita y materializa con su cámara un sentimiento flotante de desamparo sin privarse de algún toque humorístico.

La segunda película de Gabriel Medina, La araña vampiro, arranca con una cita de Kerouac, lo que la vincula inmediatamente con el viaje iniciático. Argumento sencillo: el joven protagonista viajará con su padre a la montaña y una araña lo picará. Morirá, excepto si una araña de la misma especie lo vuelve a picar. Así, emprenderá un viaje acompañado de un guía que lo lleva por las montañas en búsqueda de su antídoto. La araña vampiro recuerda un poco a Dead Man (sin Johnny Depp y sin Jarmusch) en clave cómica e irónica (en ese sentido, la guitarra que suena un poco a Neil Young). No hay grandes revelaciones, tampoco secuencias cómicas inolvidables (excepto una y al final); el film tiene sus virtudes, pero por alguna razón, no funciona del todo.

Entre las películas que se perfilan para obtener el premio máximo está Nana, ópera prima de Valérie Massadian, que ya ha ganado premios en Valdivia y Locarno, festivales que comparten con el BAFICI una línea estética. Massadian filma a una niña llamada Nana; la vemos jugar, alimentar el hogar, buscar leña, ordenar su pieza. Estar frente a una cámara parece gustarle. Esta actriz de cuatro años es formidable. Massadian mantiene su registro casi siempre en planos medios y generales. El padre permanecerá en un total fuera de campo, y su madre, vestida siempre con una pollera primaveral y unas botas de invierno, se muestra vigorosa y autosuficiente. Se trata de un microcosmos matriarcal; allí ambas mujeres, madre e hija, son poderosas, y el mundo rural en el que viven no resulta inhóspito. Sin duda, se trata de una de las películas más sólidas de la competencia.

Falta poco para que la decimocuarta edición finalice. Tabú, seguro, quedará en nuestro recuerdo. Del resto, posiblemente, de esas películas que tuvieron su aparición por primera vez aquí, el tiempo las ubicará en el lugar que merecen. Las discusiones rápidas de pasillos, los calificaciones veloces y otros juegos de adultos (o no tanto) destinados a consagrar o execrar un film, característicos de la cinefilia, impiden pensar.

Este texto fue publicado en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de abril 2012. 

Copyleft 2012 / Roger Koza